A JOSÉ JACINTO MILANÉS

Nadie sabe si Milanés

sigue ahí o si se fue.

Nadie sabe si loco estuvo

o si tan sólo lo simuló;

o si harto de Milanés ser

en cualquier otro se cambió.

Por veinte años los días y las noches

de ese otro Milanés ¿cómo pasaron?

¿Qué cosas se dijeron esos dos?

¿Qué sangre se sacaron de las venas?

¿Qué reproches inflamados se hicieron?

¿Qué besos salieron de sus bocas?

¿Y qué fantasmas en el silencio vieron?

Milanés sol y Milanés luna

en un mismo aposento es como una

apoteosis del horror con sus ayes,

sus infinitos verdugos y sus calles…

Y si todo pasó ya, sigue pasando

entre esos dos. En este instante hablando,

se siguen eclipsando y siguen destrozándose.

Y siempre —¿lo oyes, Milanés sol, Milanés luna?—

en vez de eterna tumba tendrás eterna cuna.

1974