A mi admirada amiga María Luisa Bautista,
dedico este casi poema, escrito en una tarde
particularmente triste
María Luisa,
si ya tan sólo esperamos el Juicio Final,
y sólo nuestra certeza es
de acuerdo con la Biblia
reunirnos en el valle de Josafat,
entonces, María Luisa,
contemplemos la vida terrenal
frente a esta puesta de sol.
Como decían los románticos menores,
el sol se va a poner:
la tarde muere lentamente,
los pájaros cantan sus postreros trinos.
Y como Hugo en La oración por todos
el labrador vuelve de su dura labor en el campo
a tomar la sopa y quedarse junto al fuego.
La tarde y las tardes parecidas
como cendales nos envuelven y tratan
de llevarnos a otra orilla. ¿Cuál, María Luisa?
La tarde y las tardes nos observan
con la mirada acariciadora de los justos.
Pero estamos tristes, tanto,
nosotros de carne y hueso,
inútilmente tratando de ascender
de elevarnos al cenit
y que nuestros ojos traspasen lo visible:
y entonces, tan tristes, María Luisa,
vamos cayendo con la tarde, como niños
que salen del vientre de su madre.
1972