EN EL GATO TUERTO

En el Gato Tuerto no hay gatos.

En el Gato Tuerto hay gente,

con ojos como prismáticos,

con bocas como ventosas,

con manos como tentáculos,

con pies como detectores.

En el Gato Tuerto

hay una noche dentro de la noche,

con una luna que sale para algunos,

un sol que brilla para otros

y un gallo que canta para todos.

En el Gato Tuerto

hay el asiento de la felicidad,

hay el asiento de la desdicha,

y hay también el horrendo asiento de la espera.

En el Gato Tuerto,

¿me atreveré a decirlo?,

hay un pañuelo para enjugar las lágrimas,

y hay igualmente

—casi no me atrevo—

un espejo para mirarse cara a cara.

En el Gato Tuerto

una noche se dieron el sí dos amantes,

y en el Gato Tuerto

otra noche mataron lo que amaban.

En el Gato Tuerto

hay un momento de expectación

cuando el amante imaginario

hace su aparición.

Mira amorosamente y dice:

«¡Soy de quien me espera!»,

y entonces el feeling llega al corazón,

en el Gato Tuerto con Revolución.

1967