María Viván,
cuyo deceso de resultas
de una tisis galopante
ocurrió el diez de abril
de mil novecientos quince,
había dedicado a su novio
su foto con esta dedicatoria:
Tuya para siempre.
En esta foto,
hecha pocos días antes de su muerte,
María Viván adoptó la pose
de la mujer llena de vida;
se puso un traje floreado,
un sombrero con nomeolvides,
un broche de siemprevivas,
desplegó una sonrisa
encantadoramente cursi
y miró con élan vital.
Hizo colorear la foto,
y dejó caer una gota de sangre
al pie de la dedicatoria.
Le puso luego la fecha,
y en una de esas tardes
a la medida de los amantes,
María Viván se la dio a su novio
en el jardín donde el fotógrafo
la inmortalizó para siempre.
María Viván
fue una tísica fotogénica.
1965