CARGA

Parado frente a la ventana,

feroz, inconcluso, morado.

¿El viento? No, el murciélago

abriendo con sus patas el aire.

Penosamente intento la maroma

de la libertad levando el ancla.

En el barrio voces de esas mujeres

chillando ante la aparición de la sangre

de la doncella que vive en el piso bajo.

Su madre testaferra de planchas calientes,

este ombligo que me obliga a mirarlo,

el corbatín de todos los días y las aguas lustrales.

¿Lustrales en esta miseria de alegría de coco

y de rodajas de plátano?

¡Ah, la piel amarilla!

La bodega de la esquina repleta de cadáveres,

la bodega soltando las admirables barcas del alcohol.

Una desaprobada emoción en la noche,

una lluvia de orine cayendo del tejado.

Vas a morir, sí, vas a morir en breves segundos;

devora tu último plátano,

apresúrate, englútelo, devóralo pronto.

La mitad del plátano cae pesadamente en el pavimento aterrado.

Dispara tus últimos cartuchos.

Un dolor de estómago. ¡Salve!

Cómo vengarse, cómo hundir la lengua,

y todas las familias planchando sus corbatas,

sin saber si hacia arriba, sin saber si hacia abajo.

Una patada.

Que salga ese automóvil con la dama enjoyada y el seno perforado,

muchas enfermedades bajo la seda que cruje,

las pústulas espiando y el detente cagado.

¡Al quinto piso, al quinto piso!

Voy a recoger las lágrimas.

No, usted no puede venir,

antes debe saber qué es un quinto piso,

un quinto piso lleno de cuadros,

un quinto piso con su pintor en el centro,

el pintor dando patadas y sacando sus ángeles.

¡Al quinto piso, al quinto piso!

¡Oh, mar, que estás enfrente!

Son extrañas señales, nadie puede saber sin antes desnudarse.

¡Al quinto piso, al quinto piso!

El pintor va a morir despedazado

mientras mira a través de un espejo sus paisajes.

¡Una gran lengua que sale del sol!

1944