Derecha e izquierda, las del espectador.
Rincón de Madrid cercano a la Casa de las Siete Chimeneas, donde tiene su morada el marqués de Esquilache. Un alto muro asoma apenas por el lateral izquierdo, dejando paso por el primero y el segundo término. Adosado a él y a buena altura, un farol se proyecta hacia la escena. En el lateral derecho, la estrecha fachada de una casa vieja muestra oblicuamente su chaflán y deja también paso por el primero y el segundo término. Un portillo misérrimo en ella y encima un balcón. En la esquina posterior de esa fachada y también hacia la escena, pero más bajo, otro de los faroles del alumbrado público que el marqués de Esquilache diera a la Villa y Corte.
Algo más atrás, una plataforma giratoria ocupa casi toda la escena y se eleva sobre ella mediante dos o tres peldaños. Está dividida en cuatro frentes: dos principales y dos secundarios. Los dos principales son también los mayores. Sus plantas, exactamente iguales. Opuestos diametralmente, la pared que los separa juega por sus dos caras para los dos decorados. Representan éstos un gabinete del palacio del marqués de Esquilache y otro del Palacio Real. Alargados frontalmente, los dos aposentos están limitados por la pared del fondo que les es común y otras dos laterales más pequeñas, oblicuas, que cortan en un tercio el perímetro de la plataforma.
Una estilizada arquitectura sin techo forma estos dos gabinetes. El de Esquilache tiene en la pared de la izquierda una puerta de una hoja; en la del fondo, hacia la derecha, puerta de dos hojas, y en la pared de la derecha, un ventanal, bajo el que luce una consola con un reloj. El ambiente es suntuoso: los muros están tapizados de damasco rojo y en el fondo, en rico marco dorado, osténtase un retrato de medio cuerpo que del marqués pintara Antonio Rafael Mengs. En el primer término y de frente al proscenio está la mesa taraceada con su sillón detrás. Sobre ella, escribanía, salvadera, campanilla de plata, carpetas y papeles. En su extremo izquierdo descansa la blanca maqueta de un edificio. Dos sillones a ambos lados de la consola y algunas sillas más completan el mobiliario.
Aunque de la misma planta, el gabinete opuesto se distingue del anterior por el color y las formas ornamentales: una armonía de tonos azulados que cortan los dorados brillos de las molduras y las medias cañas. En la pared de la izquierda está el balcón señorial, con poyete y balaustrada exterior: en la del fondo, la puerta de dos hojas —naturalmente, hacia la izquierda, pues juega la misma para los dos aposentos—, y en la de la derecha, puerta de una hoja. Vemos aquí también una mesa, situada frontalmente a la derecha del foro, con su sillón detrás y una silla ante ella, ladeada. A la izquierda del primer término, una mesita y dos sillas. Alguna otra silla al fondo y diversos adornos completan el conjunto que, si bien tan lujoso como el anterior, tiene un aire más digno y más frío, como de habitación de poco uso. Junto a la puerta del fondo, el cordón de la campanilla.
Las cuatro pequeñas paredes laterales de estos dos gabinetes forman por su exterior los dos frentes secundarios del giratorio, asimismo iguales y opuestos entre sí. Cada uno de ellos está formado por dos paredes en ángulo entrante, que fingen la exterior mampostería de un edificio. Uno de estos ángulos, es claro, presenta una puerta en cada pared. Son las que juegan en los gabinetes y que aquí simulan dos puertas iguales a la calle. El ángulo opuesto presenta por su parte el exterior del balcón y el ventanal pertenecientes a los dos aposentos descritos.
En el fondo y entre los resquicios de toda la estructura se columbra un panorama urbano del Madrid dieciochesco. El resto es alto cielo.