26
Compañeros

Loss se detuvo cerca del pozo, a la sombra de un viejo roble. La Dama de la Sabiduría y la Intuición esperaba pacientemente bajo la brillante luz del sol de la mañana; no se volvió.

—Señora, ¿adónde nos dirigimos?

Como tantas otras veces, la Dama permaneció callada. Loss nunca había sido capaz de determinar si su silencio se debía a la formulación incorrecta de las preguntas, o si la mujer sencillamente se hallaba sumida en sus pensamientos.

—Un viaje siempre tiene un objetivo, ¿no es así, Señora? —preguntó la muchacha.

La Dama de la Sabiduría y la Intuición observó a su discípula con ojos soñadores, y lentamente sacudió la cabeza.

—No siempre, Loss; en ocasiones, el viaje es en sí mismo el objetivo.

LADY ASRATH DE OSCURA, Peregrinaje hacia el alma

Amaneció una mañana ventosa.

No quedaba rastro de la niebla ni tampoco de temporal; pero el viento, implacable, que a veces soplaba directamente del norte para rolar de repente hacia el oeste o el sureste, no facilitaba las cosas, y mantenía permanentemente ocupados a Wedgebolt y sus hombres. Las velas flameaban a cada cambio de dirección del viento. Wedgebolt bramaba de continuo sus órdenes, que retumbaban por todo el barco, mientras los hombres se apresuraban hacia la jarcia para arriar, arrizar o izar las velas. El timón debía rectificarse constantemente.

—Nos encontramos entre dos o tres tormentas —dijo el capitán a Lethe, rezongando—. Intentan atraer el barco para obligarnos a dirigirnos hacia ellas. Pero la tormenta que consiga vencer a Wedgebolt todavía no ha visto la luz. ¡Ja!

Se habían desviado ligeramente del rumbo. El Astuta Cuchilla de los Nueve Mares navegaba demasiado al sur. Wedgebolt aprovechaba cuando se encontraban a sotavento para rectificar el rumbo lo más al noroeste posible, hasta que una nueva y virulenta ráfaga obligaba de nuevo al barco a cambiar el rumbo hacia el sur.

Lethe decidió no mencionar la experiencia de la noche anterior.

En su interior, anidaba un trasfondo de desasosiego e insatisfacción que le impulsaba reiteradamente hacia popa para escrutar el horizonte. Mano Firme lo seguía con la mirada, meditabundo. De pronto, a mediodía, Lethe se sobresaltó: le pareció haber visto una vela negra recortándose contra el horizonte. Escudriñó en la distancia, pero no había ningún barco a la vista. Esperaba estar equivocado. Al norte acechaban los primeros indicios de una nueva tormenta. Tal vez había confundido un nubarrón, o su sombra, con una vela.

Vio a Adwyne observándolo desde el otro extremo del barco. La mujer se estremeció por el frío, saludó a Lethe con un gesto de cabeza, y volvió a desaparecer en el camarote que compartía con su medio hijo.

Matei subió a cubierta, acompañado por Gyndwaene. El alto myster llevaba una sencilla túnica de color azul oscuro. Con las manos en jarras, miró a su alrededor. Al ver a Lethe, le hizo señales para que se aproximara.

—Ven, debemos hablar. Wedgebolt nos deja su camarote. Llanfereit, Pit y Gaithnard ya se encuentran allí.

El camarote de Wedgebolt era mucho más grande y cómodo que el de los demás. El capitán se permitía el lujo de dormir en una auténtica cama. La estancia contenía además una enorme butaca cubierta de cojines, una mesa baja y dos sillas, y una gran vitrina hecha de madera de tilo de las montañas, en cuyos estantes se amontonaban libros y pergaminos. Un pequeño candelabro arrojaba una luz amarillenta que titilaba en consonancia con el movimiento del barco.

Gaithnard estaba sentado en la butaca; su brazo vendado descansaba sobre el apoyabrazos. Preter, entonces la única primera espada de Quym, estaba apoyada contra el respaldo. El maestro de armas había recuperado en parte el movimiento del brazo herido. Tenía un aspecto demacrado, y sus ojos exhaustos estaban enmarcados por ojeras. Llanfereit daba vueltas por el camarote; llevaba la mano izquierda a la espalda, en contacto permanente con la toga de basto raftan de color gris, y en la derecha sostenía una larga pipa de espuma de mar, de forma curvada y color amarillo. Otra pipa de menor tamaño todavía humeaba en el cenicero. El olor del tabaco era dulce y agradable. Pit estaba acomodada con las piernas cruzadas sobre la cama de Wedgebolt, mientras seguía el ir y venir de su maestro con una mirada pensativa. Al ver a Lethe, sus ojos se iluminaron. Dio unos golpecitos al colchón, sonriendo. Lethe se sentó a su lado, con los brazos rodeando las rodillas. Gyndwaene acercó una silla a la butaca. Llanfereit tomó asiento en el lado contrario, sobre el apoyabrazos.

Matei permaneció en pie, con las manos descansando en la otra silla. Después se enderezó y empezó a mesarse las barbas con el pulgar y el índice. En un gesto ya familiar para Lethe, que se lo había visto antes a Wedgebolt.

—Seis compañeros —empezó a hablar el alto myster, pensativo—. Pero ¿cuál es el objetivo de nuestra misión? Debo ser honesto: en parte, sé lo que estamos buscando, pero hay muchas cosas que desconozco. Mi intuición me obligó a actuar antes de lo que pensaba en un principio. Las últimas y alarmantes noticias de nuevo confirman mis premoniciones.

»Confío en los poderes de Llanfereit, Pit y en los míos propios. El papel de Lethe es de mayor relevancia, pero de eso hablaré más tarde. Gyndwaene, probablemente, no nos acompañará durante toda nuestra misión, pero a buen seguro nos ayudará en las islas Espejo. Y Gaithnard, el mejor maestro de armas de Quym, con su gran habilidad en el manejo de la espada, aunque esto sea ahora únicamente aplicable a su mano derecha —y al decir esto, sonrió brevemente—, con toda seguridad será de gran ayuda.

Avanzó hacia Lethe arrastrando los pies.

—Muchacho, has permanecido intrigado acerca de nuestro objetivo durante demasiado tiempo. Me demostraste tu absoluta confianza, y yo te he dejado en suspenso. Aunque no ha sido a propósito. No he podido dedicarte más tiempo, y lo siento. A partir de ahora, me preocuparé de informarte de todo. Considero tu función como la más importante, a pesar de que cada uno de nosotros tiene un papel fundamental.

Siguió acariciándose la barba durante unos segundos, con la mirada perdida en su interior. A continuación, sus ojos enfocaron uno a uno a todos los asistentes a la reunión.

—Durante largo tiempo he estado sopesando si debo haceros partícipes de la naturaleza del peligro al que deberemos enfrentarnos. Sin embargo, considero que es mejor que todos estéis al corriente. Además, debo haceros una confesión. He penetrado en vuestras mentes con ayuda de Llanfereit.

Lethe alzó el rostro, asustado. Observó a Gaithnard intentando incorporarse de la butaca, boquiabierto. Gyndwaene gritó, aterrada. Pit permaneció en silencio, como si lo supiera.

—Lo siento mucho —se disculpó Matei con voz suave—. Pero podéis estar tranquilos, no hemos perturbado lo más profundo de vuestras almas. Nuestro juramento mágico nos prohíbe ahondar en ellas, de todos modos. Lo hicimos únicamente para asegurarnos de que sois dignos de confianza. De ese modo, sabemos que podemos confiar en todos vosotros, aunque uno parece tener profundas e impenetrables capas de pensamientos. Al final de esta conversación os pediré que confirméis vuestra lealtad a la misión y sus objetivos, y quería estar seguro de que no se trataría de promesas vacías.

Matei abordó algunos asuntos de gran relevancia. Lethe era consciente de que aquella reunión marcaría definitivamente el nuevo rumbo que tomaría su vida. Su existencia como único lohandés sin poderes mágicos acababa allí. A partir de ese momento, un nuevo destino le aguardaba. No estaba seguro de si le haría más feliz, pero allí estaban sus compañeros de aventuras, como mínimo durante unos cuantos meses; eso sí era seguro.

—El peligro —prosiguió Matei— tiene un nombre.

Les habló de sus investigaciones, los estudios sobre la magia incolora y las primeras conclusiones a las que había llegado. Para Lethe no hubo demasiadas novedades, pero Matei describió con tanto énfasis las amenazadoras consecuencias del avance de la magia incolora que la moral de todos ellos quedó socavada por pensamientos sombríos. Cuando empezó a hablar de V'ryn del Norte, todos lo observaban, expectantes.

—Como ya sabemos Llanfereit, Pit, Lethe y yo mismo, se está produciendo un proceso de aceleración preocupante. En tan sólo unos días, V'ryn del Norte ha quedado afectado por la letal decoloración. Elin y Rayn presenciaron este fenómeno, lo cual casi les cuesta la vida. La isla prácticamente ha desaparecido bajo las aguas. Podría parecer que todavía está muy lejos de nosotros, pero la magia incolora mantiene su propio ritmo. Si vamos en pos de ella, permanecerá oculta; si nos confiamos, y creemos que no es tan terrible, entonces desmenuzará el suelo bajo nuestros pies, tumbará árboles centenarios, asesinará animales grandes y pequeños. —Su voz se convirtió en un susurro—: Y por último, asesinará a nuestra gente.

Todos miraban a Matei de hito en hito mientras avanzaba hacia Llanfereit. Se colocó al lado del medio myster.

—De no haber descubierto casualmente que mi amigo Llanfereit había estado investigando la magia incolora en secreto durante años, no me vería acompañado en mi camino hacia las islas Espejo, nuestra primera escala, de cinco compañeros.

Llanfereit se puso de pie y se quitó la pipa de la boca. Sus profundos ojos grises se centraron primero en Lethe, y después en los demás.

—Vuestro aspecto es sombrío. Es perfectamente legítimo, puesto que aquello con lo que deberemos enfrentarnos es letal. Pero disponemos de unas cuantas oportunidades para detener al instigador de la magia incolora. No debe sorprenderos que haya estudiado esa magia en secreto. El desran y las demás personas influyentes que le rodean no quieren saber nada de ella. El mensajero encargado de comunicarles la noticia de que V'ryn del Norte ha sucumbido a la magia incolora deberá escoger cuidadosamente sus palabras; de lo contrario, será asesinado. Si el desran o uno de los miembros de la corte descubre que llevamos investigando la magia incolora durante dos décadas, mi vida estará en peligro. Pero para entonces probablemente ya habré sido asesinado por uno de sus infames reguladores.

Eso sí era una novedad para Lethe. Había oído hablar de los reguladores, pero le sorprendía que el conocimiento sobre la magia incolora pudiera tener como consecuencia una sentencia de muerte del desran. De ser así, los seis estarían en el punto de mira de los asesinos del regente.

—Por otro lado, el desran tiene varias razones para perseguirnos.

Volvió a mirar a Lethe. Los ojos del mago reflejaban cierta tristeza.

—¿Quién está al corriente de vuestra investigación sobre la magia incolora? —se oyó preguntar Lethe a sí mismo. Con el rabillo del ojo, vio cómo Pit lo observaba, pensativa.

Llanfereit frunció el ceño y miró de reojo a Matei, que asintió con la cabeza. Llanfereit empleó la boquilla de la pipa para trazar un semicírculo que incluía a todo el grupo.

—Aparte de nosotros, sólo los altos mysters, los cuales están obligados a guardar el secreto debido a su juramento. Por eso es de la máxima relevancia que siga siendo así. No debemos hablar de esto con nadie, ni siquiera de pasada. Cuando desembarquemos en Haramat, seremos arqueólogos, destinados allí para estudiar los templos, las ruinas y la antigua Torre del Viento de las islas Espejo. Vosotros, Lethe, Pit y Gyndwaene, seréis nuestros ayudantes. Si alguien os hace preguntas, no sabéis nada. Podéis remitirlo a Matei o a mí. Gaithnard nos protegerá. Él también deberá transmitirnos las posibles preguntas.

Vació la pipa en el cenicero.

—Durante más de veinte años he estado investigando las enigmáticas marcas que pueden encontrarse por todas las islas; en las paredes de las ruinas de Yr Dant, Fernion, las islas Espejo, Ynystel, Lan-Gyt e incluso Loh y el pico de Loh. Califico esas marcas de enigmáticas porque hasta ahora nadie ha sido capaz de descubrir su significado. Todos los conocimientos y la sabiduría del reino han resultado insuficientes para descubrir la clave que ayuda a descifrarlas. —Asintió mirando a Pit y prosiguió—: Hasta hace unos pocos meses, cuando encontramos dos antiguos manuscritos casi descompuestos.

Una amplia sonrisa se abrió paso en su rostro barbudo.

—El desran enviaría como mínimo a diez reguladores en nuestra búsqueda si supiera que tales manuscritos proceden de la biblioteca de su palacio de Dicha de Verano, en Handera.

—Y su corazón le daría un vuelco si supiera quién se hizo con ellos… —añadió Matei, que ya había tomado asiento.

—… y si descubriera que esa persona decidió entregárnoslos a nosotros en lugar de a él —continuó Llanfereit en un tono malicioso.

A continuación, extrajo una bolsita, sacó una pequeña cantidad de tabaco y empezó a rellenar la pipa.

—Por ahora, es mejor mantener la identidad de esa persona en secreto. Lo más importante es que los manuscritos están en nuestro poder. Su redacción data del año 5604, y su autor fue lady Drea de Lon, quien se basó en otros escritos aún más antiguos que, lamentablemente, no llega a mencionar. En ellos, nos habla de ciertos «muros de escrituras», presentes en antiguos palacios, torres y templos, esculpidos con marcas que narran la historia de algunos pueblos de la antigüedad. Pueblos que aparentemente han quedado borrados por el tiempo.

»Había dos pueblos cuya importancia era crucial en aquella época. Recibían los nombres de Luü y Ranz, si mi traducción es correcta. Efectivamente, conseguí traducir algunos fragmentos de los manuscritos. En la parte posterior de uno de ellos, encontré la clave para descifrar algunas de las marcas. Durante la pasada semana, Pit descubrió una pauta en las demás marcas, basándose en las seis que ya conocíamos. Finalmente, pudimos descifrar diecinueve marcas. La estructura del idioma del pueblo Luü resulta incomprensible para nosotros, y muchos de los significados atribuibles son difíciles e incluso imposibles de entender. Es un idioma que utiliza como mínimo setenta caracteres distintos, por no mencionar las treinta clases de acentos que pueden alterar el significado de una sola palabra. Estoy usando el término palabra, pero en realidad debería decir concepto. Los Luü no empleaban palabras, sino algo que probablemente podríamos denominar compuestos de emociones. Cuando sepamos más sobre ellos, os lo haremos saber.

De una pequeña caja extrajo una cerilla, encendió su pipa y chupó la boquilla hasta prender el tabaco. Miró a Pit y, haciéndole una seña con la cabeza, la instó a continuar.

—Por lo tanto, queda claro que no hemos avanzado lo suficiente —dijo la muchacha—. Debemos seguir estudiando todas esas marcas e intentar combinarlas de modo que podamos comprender mejor cómo se relacionan. Justo antes de abandonar Warding, descubrí que las narraciones comienzan en la esquina inferior derecha. Estas marcas reciben el nombre de Inscripciones en los manuscritos de lady Drea. Si nuestra interpretación hasta el momento es correcta, estos relatos nos advierten —Pit acompañó sus palabras con un gesto amplio— de un peligro capaz de destruirlo todo.

—Cuando hace ya varios meses —añadió Llanfereit— hablé con Matei, el cual me hizo partícipe de su investigación sobre la magia incolora, me resultó evidente que las marcas, las Inscripciones, se referían al mismo peligro. De eso modo, llegamos a aunar nuestros conocimientos.

—Por desgracia, muchos fragmentos del manuscrito, de gran relevancia, se han perdido —prosiguió Matei—, y lo mismo es aplicable a los documentos de los archivos imperiales a los que tuve acceso. Lamentablemente, lady Drea utilizó un pergamino de mala calidad.

—Es probable que no hubiera un soporte mucho mejor en aquellas épocas oscuras —comentó Pit.

—Hace algunos días, recopilamos toda la información de que disponíamos e intentamos reconstruir una primera historia coherente —dijo Matei, que dirigió la vista hacia Lethe—. Sí, muchacho, más o menos cuando el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares intentaba desesperadamente rodear el cabo Shard sin hacerse añicos. Conseguimos descifrar sólo algunos fragmentos, pero aún falta demasiada información. Debemos encontrar los muros de escritura, o lo que quede de ellos. Tal vez entonces descubramos nuevos aspectos del idioma, y la verdadera naturaleza de la amenaza de más de nueve mil años de antigüedad.

Llanfereit tomó la palabra.

—No obstante, hay algo que parece evidente: la mayoría de las marcas y otras posibles claves deben de encontrarse en las islas Espejo. Otro hecho que no podemos ignorar es lo acontecido en V'ryn del Norte: eso nos indica que no nos queda mucho tiempo.

—Por ahora, eso es todo lo que necesitáis saber sobre el objetivo de nuestra búsqueda —dijo Matei—. Nuestro próximo destino después de las islas Espejo dependerá de lo que encontremos allí.

—¿Los aquí presentes somos los únicos componentes del grupo, o cabe la posibilidad de que se incorpore alguien más? —preguntó Gaithnard.

—Sólo si resulta inevitable o estrictamente necesario. A estas alturas, uno de nuestros puntos fuertes es que somos un grupo reducido. Debemos intentar movernos con la mayor discreción posible.

Gaithnard intervino con un dejo amargo.

—No nos lucimos demasiado en Quym, a ese respecto.

—Los quymios son verdaderos isleños —le contradijo Matei—. Además, no creo que nadie se haga a la mar. La noticia sobre la muerte de Foot y sus consecuencias saldrán de Quym a finales del invierno. Espero que para entonces nos encontremos ya muy lejos.

Lethe se acordó de nuevo de las velas negras.

—¿Hay algún modo de asegurarnos de que el desran o su corte no saben nada de nuestra empresa? —preguntó.

Matei lo observó atentamente, pero fue Llanfereit quien respondió.

—Como es obvio, no podemos estar seguros, pero es muy improbable que alguno de los altos mysters haya hablado.

—Pero no imposible —replicó Gyndwaene, que hasta entonces no había intervenido—. Lo que he podido escuchar hoy afecta al reino en su totalidad. Es una cuestión de vida o muerte. Todavía no puedo creer que forme parte del grupo que intentará oponer resistencia a la violencia desatada por la decoloración. En mi opinión, creo que deberíamos actuar como si nos persiguieran los reguladores.

Matei y Lethe asintieron a un tiempo.

—Las atribuciones de un alto myster parecen ir mano a mano con poderes mágicos ilimitados, pero en realidad nuestra libertad está restringida. Rara vez se nos permite interferir en el curso de los acontecimientos de la vida diaria. Puede ser que Gaithnard esté mejor capacitado para protegernos que yo mismo. Ésa es la razón por la que desearía pedirle que actúe como protector de nuestra empresa físicamente.

—¡Hum! —refunfuñó el maestro de armas—. Pero antes debo recuperarme.

Pit se levantó de un salto.

—¡Tal vez yo pueda ayudarte! —exclamó con entusiasmo—. Soy una excelente masajista y conozco algunas hierbas que aceleran el proceso de curación de heridas semejantes.

—Bien —dijo Matei—, dejémoslo aquí. Cuando lleguemos a las islas Espejo, visitaremos en primer lugar las ruinas de Ak Romat. Llanfereit y yo contamos con algunos indicios de que precisamente en ese lugar hay muchos muros de escrituras todavía intactos. Quién sabe, tal vez encontremos alguna pista que nos indique el camino correcto para descifrar los mensajes del pasado.

Se puso en pie.

—Tendremos mucho tiempo para concretar los detalles, puesto que, si estoy en lo cierto, nuestra travesía será larga.