… lo que es seguro es que se trata de una criatura vil. Cuando piensas «ahora atacará», entonces no pasa nada. Cuando crees que estás seguro, la opción inteligente es actuar como si tu vida estuviera amenazada.
En mi opinión, esto se debe a que no sigue los razonamientos de la lógica humana. ¿Creéis que exagero? Puedo poner decenas de ejemplos que demuestran que tengo razón.
Amenazas al Reino,
recopilado por METTEN SHORT, consejero del desran
Ervenal Gyn Dayreit, año 8263
Una semana después de haber descubierto la primera mancha de magia incolora en V'ryn del Norte, Elin se disponía a realizar su paseo diario hasta el pequeño cabo situado en la parte septentrional de la isla. Un fuerte viento del noreste se imponía durante la breve tregua entre las tormentas que venían del norte y que se habían sucedido unas a otras en los últimos días.
Al acercarse a la pequeña playa en la que había empezado a extenderse la mancha de color gris amarillento, inmediatamente se dio cuenta de que algo terrible había pasado. El recortado filo rocoso tras el que siempre había estado escondida la playa había desaparecido. En su lugar, vio unas pálidas fauces desdentadas. El polvo amarillo se arremolinaba a su alrededor. Elin se quedó paralizada. Un miedo indescriptible se apoderó de ella.
Fue entonces cuando oyó el ruido, que al principio parecía formar parte del ulular del viento. Un gemido agudo, apenas audible, le atravesó los oídos y hendió sus pensamientos como un cuchillo afilado. Sintió como si un depredador la hubiese olido y se dirigiera hacia ella a una increíble velocidad.
Apretó fuertemente sus orejas con las manos y tropezó. Se sentía mareada. Inmediatamente después, se desplomó. Apenas sintió el golpe al caer al suelo. El polvo amarillo se le introdujo en los orificios de la nariz. Cuando estaba a punto de perder el conocimiento, reaccionó al percibir otro sonido: el ruido sordo de una nota profunda, también al borde de sus capacidades auditivas. Sintió cómo vibraba el suelo. Ambas notas, el penetrante gemido agudo y la profunda vibración, parecían estar preparadas para abalanzarse una sobre otra, para estallar en un brutal rugido. Un miedo pavoroso inundó todo su ser. Durante un segundo, le pareció que alguien gritaba su nombre. Después, todo se volvió oscuro.
Cuando volvió en sí y abrió los ojos, estaba acostada en la cama, en su dormitorio. El rugido de otra tormenta se oía en el exterior. En la distancia, pudo escuchar otra vez el silbido agudo. Gimió y se dio la vuelta, hasta quedar boca arriba. En cuestión de segundos, el rostro de Rayn apareció ante el suyo.
—Por fin —dijo—. ¿Sabes?, has estado inconsciente durante dos días. Te seguí por casualidad. Te habías olvidado tus notas. Te vi caer al suelo. —Y acto seguido añadió—: Debemos irnos. Casi toda la isla está afectada.
—¿Cómo dices?
Alarmada, Elin intentó incorporarse, pero sintió una punzada de dolor y de nuevo la sensación de mareo.
Rayn volvió a acostarla y la arropó en la cama. Se puso en cuclillas.
—Un nuevo temporal está asolando la isla. De hecho, ni siquiera deberíamos intentar la marcha, porque nuestra barca no está preparada para enfrentarse a olas tan altas. Pero si la magia incolora sigue avanzando sobre la isla al mismo ritmo que en los últimos dos días, no hay otra opción. Nos queda un día, como mucho. Tenemos suerte de que este lugar sea uno de los últimos a los que llegará la pulverización.
Se dirigió a la pequeña ventana orientada hacia el norte, y se volvió hacia Elin, asustado.
—Desde aquí ya se pueden ver las primeras manchas amarillas. Se está extendiendo mucho más rápidamente de lo que me temía.
Nuevamente, Elin se sobresaltó. Desde su dormitorio apenas podían ver unos cuatrocientos metros de la planicie rocosa. Con lentitud, intentó incorporarse; esa vez lo consiguió.
—¿Qué hora es? Ni siquiera sé si es por la mañana o por la tarde.
—Primera hora de la tarde. Deberíamos estar en la barca en un par de horas. No tenemos otra opción.
Un olor rancio penetró en los orificios nasales de Elin. Arrugó la nariz con asco. Rayn lo advirtió.
—El olor de la magia incolora —dijo—. Es el olor de la muerte.
Elin lo miró con los ojos muy abiertos.
—Debemos avisar al mago —dijo respirando entrecortadamente y mientras se incorporaba con cierta dificultad.
—Envié una paloma mensajera anteayer —dijo Rayn para tranquilizarla—. Salió antes de la última tormenta.
Repentinamente preocupado, fue a su lado.
—¿Cómo estás? ¿Puedes caminar hasta el embarcadero?
Elin asintió. Se asió al borde de la cama para levantarse y se dirigió arrastrando los pies con cuidado hacia el armario. Rayn la ayudó a caminar hacia la puerta.
—Ya he recogido nuestras cosas —dijo. Le ofreció un poco de pan y le tendió la cantimplora—. Toma esto, debes comer y beber un poco. Necesitas recuperar las fuerzas.
Le cubrió los hombros con una capa que le ajustó a la cintura. Después se ciñó la túnica para el viento y cargó dos bolsas a su espalda.
—Ven —dijo, y consiguió incluso esbozar una sonrisa—. Podemos esperar hasta que llegue el momento adecuado en el cobertizo de la barca. Si logramos llegar costeando hasta el sureste, tenemos una oportunidad de que el viento y la corriente del nordeste nos lleve hasta V'ryn Central.
—Nos estrellaremos contra la costa —replicó, pesimista.
—Hay una playa de arena al oeste del cabo Minker. Tal vez podamos llegar hasta allí. Es nuestra única posibilidad. La intensidad del viento sigue aumentando. La tormenta no amainará como mínimo hasta la medianoche.
Elin se encogió de hombros.
—Vayamos, entonces.
Rayn empujó la puerta, que se abrió inmediatamente de golpe. El hedor era casi insoportable. Podían oír el gemido por encima del rugir ensordecedor del viento. Ya no era una sola nota aguda; entonces, cuatro o cinco sonidos estridentes se solapaban discordantes uno encima de otro. Si hubieran tenido que soportar el ruido durante más de media hora, casi con toda seguridad se habrían vuelto locos. Elin se alzó el cuello de la capa cuanto pudo y miró detenidamente a Rayn. Éste apretó los ojos en un esfuerzo por tranquilizarla.
—¡Lo conseguiremos! —exclamó por encima del estruendo de la naturaleza.
Elin asintió con la cabeza y cerró los ojos durante un instante. Ambos eran conscientes de que probablemente morirían.
Dos tensas horas después, el pequeño bote se deslizó crujiendo milagrosamente a través de los remolinos que se formaban entre las olas de la costa de V'ryn Central. Pasaron de largo la playa de arena del cabo Minker. En la pequeña embarcación se había abierto una vía de agua, y entonces escoraba peligrosamente. A unos cien metros de la playa se hizo añicos contra las rocas. Elin se golpeó la cabeza y desapareció bajo la espuma, inconsciente. Rayn tuvo suerte y pudo sumergirse muy cerca de ella para rescatarla. Sorprendentemente, consiguió salvar los cien metros que los separaban de la costa, en medio de las enormes olas.
Por completo exhausto, con su esposa en los brazos, se adentró todo lo que pudo en la playa, hasta llegar al abrigo de unas rocas que sobresalían de la arena como un esqueleto, y allí se desplomó, incapaz de dar un paso más.
También él quedó inconsciente.