¡Ah!, yo no sé nada de tus raíces,
del primer amanecer de tu vida.
Señora, ¿quién te trajo al mundo?,
¿quién realizó el duro parto?
Del solitario ERDINAK DE POVER,
Vestigios de mi fe
La tormenta perdió fuerza durante la noche. Finalmente amainó hasta que no quedó más que una fuerte brisa del este. Pero el mar seguía agitado. El picado oleaje hacía que el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares diese fuertes sacudidas, balanceándose con un ritmo irregular e incómodo.
A medianoche, Lethe oyó un fuerte clamor y un extraño chirrido, y luego sintió una ráfaga de aire frío; pero por alguna razón no pudo abrir los ojos. Cuando volvía a adormecerse, le llegó un crujido, seguido de un fuerte golpe.
Por la mañana, muy temprano, pudo oír al capitán Wedgebolt dar la orden de izar el trinquete y parte de la vela mayor. Hubo mucho ruido de golpes cuando los hombres subieron a la jarcia, y gritos de aviso al soltar las velas. Durante unos instantes, las velas flamearon y el barco permaneció casi inmóvil sobre el agua. Después, el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares crujió y se inclinó a babor cuando el viento llenó las velas. El balanceo del barco cesó; empezó a avanzar dando bandazos, surcando las olas.
Lethe, tumbado de espaldas, con la mirada perdida, pensaba en todo lo que le había sucedido en las últimas semanas.
Un pálido rayo de sol se filtraba por el portillo. Lethe miró hacia la litera de Matei: estaba vacía. Cuando Lethe se había retirado al camarote, el alto myster y Gyndwaene estaban todavía charlando, y se preguntaba si aún seguirían con su conversación.
Saltó de su litera e inspeccionó la de Matei; nadie había dormido allí. Se vistió rápidamente.
Cuando subió a cubierta, poco después, vio a Gyndwaene recostada contra el pasamanos, acurrucada. Detrás, un poco más lejos, pudo ver a Hankor, que observaba a la muchacha. Lethe sintió renacer sus sospechas. Había algo maligno en ese hombre. ¿Por qué estaba invariablemente sonriendo? ¿Cuál era su relación con Gyndwaene? ¿Por qué había subido a bordo? ¿Dónde estaba el viejo? Y lo más importante, ¿qué papel desempeñaba Gyndwaene en todo eso?
Su mirada pasó de la joven a Hankor. Después recobró la compostura, y se dirigió al pasamanos, hacia el lugar en el que se encontraba Gyndwaene.
—Buenos días —farfulló en un tono de voz más seco de lo que hubiera deseado.
Gyndwaene alzó la vista.
—¡Ah, hola! —respondió ella con un tono de resignación.
—¿Has visto al alto myster Matei? —preguntó Lethe.
Gyndwaene negó con la cabeza. Tenía los ojos vidriosos.
—Charlamos durante horas después de que te fueras. Cuando me marché a mi camarote, él también se retiró. Compartís camarote, ¿no es cierto?
—Sí —dijo Lethe—, pero no lo he visto ni oído. No durmió en su litera. Estoy preocupado.
Lethe pensó en los extraños ruidos que había oído a medianoche. Se preguntó de nuevo por qué no había sido capaz de abrir los ojos. Probablemente, tenía algo que ver con la desaparición de Matei. ¿Había decidido el alto myster excluirlo de sus planes? ¿O acaso algún suceso inesperado había puesto a Matei en peligro?
—Tal vez el capitán Wedgebolt sepa algo —dijo Gyndwaene.
Lethe asintió.
—Tal vez —dijo pensativamente.
Pero le costaba trabajo creer que Matei le ocultara algo.
—Ahí está Wedgebolt —dijo Gyndwaene, señalando un punto detrás de Lethe.
El capitán venía de los camarotes de la tripulación y caminaba hacia Mano Firme.
—¡Capitán!
Wedgebolt se giró y esperó a que Lethe y Gyndwaene llegaran a su altura. Pero no supo decirles dónde estaba Matei. No obstante, hasta cierto punto, consiguió tranquilizar a Lethe.
—No es la primera vez que Matei desaparece del barco por algún tiempo durante una travesía. —El capitán hizo un gesto apaciguador—. He decidido no preguntar nunca cómo lo hace. Sé que es necesaria la magia, y de eso no quiero saber nada. Nunca he querido saber qué es lo que hace mientras está fuera.
Observó fijamente las tranquilas aguas del mar de Romander durante unos instantes.
—… Siempre que el alto myster no espere que le reembolse sus speets de plata por los días que no está a bordo —añadió después sonriendo, y miró de nuevo a Lethe—. No te preocupes, muchacho. Tu maestro es el mago más poderoso de Romander, aunque todavía haya algunos que crean que Karn sigue ostentando esa posición. Matei volverá pronto. Hasta entonces, yo cuidaré de ti, y de la joven también, por supuesto. Si tenéis cualquier problema, no dudéis en acudir a mí. —Al decir eso, miró hacia un lado, donde se encontraba Hankor. Sonrió débilmente—. Ahora, por favor, excusadme. Debo hablar sobre nuestra ruta con mi timonel.
Cuando Wedgebolt se fue, Hankor se acercó a ellos arrastrando los pies. Gyndwaene bufó entre dientes y dio media vuelta.
—¿He oído bien? —dijo Hankor—. ¿Se ha ido el mago?
Lethe se las arregló para no demostrar su repulsión. Bajó la cabeza.
—Eso no es asunto tuyo —dijo con voz temblorosa, y asió a Gyndwaene por el hombro para alejarla de Hankor.
—Esperad —dijo Hankor.
Algo en su voz hizo que Lethe se detuviera. Cuando miró por encima del hombro, vio que Hankor sostenía una daga en forma de dragón. Lethe se dispuso rápidamente a proteger a Gyndwaene. Hankor sonreía, mostrando su horrible dentadura.
—No te estoy amenazando, muchacho. Sólo te estoy enseñando un cuchillo. No es mío. Estaba allí, al lado del pasamanos. —Apuntó hacia la popa—. ¿Pertenece a tu maestro?
Lethe, alarmado, se inclinó hacia adelante. Recorrió con los dedos las runas de la empuñadura marrón. ¡Era la daga de Matei! ¿Qué le había sucedido al alto myster? ¿Habría perdido la daga mientras hacía uso del conjuro para desaparecer del Astuta Cuchilla de los Nueve Mares? ¿O acaso realmente le había ocurrido algo? ¿Tenía Hankor algo que ver con ello? Lethe miró fugazmente a Hankor. Quería preguntarle, acusarlo, pero Gyndwaene se le adelantó. De pronto, ya no era la tímida muchacha que parecía ser.
—¿Qué sabes de esto, Hankor? —preguntó, airada.
La sonrisa de Hankor se convirtió en una mueca.
—¿Qué quieres decir? —Parecía realmente sorprendido—. Sé lo mismo que vosotros. Da la casualidad de que yo encontré el cuchillo. ¿Pertenece realmente al alto myster?
—¿Así que encontraste la daga por casualidad? —le espetó Gyndwaene—, ¿la misma casualidad que hizo que se abriera una vía de agua en la embarcación justo cuando el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares estuvo a la vista?
Gyndwaene confirmó las sospechas de Lethe.
Hankor perdió momentáneamente los estribos.
—Estúpida niña —siseó mientras asía la daga—. No sabes lo que estás diciendo. Pagarás por esto algún día.
Al ojear a su alrededor, se encontró con las miradas inquisitivas de Wedgebolt y Mano Firme. Dio media vuelta y se alejó, refunfuñando.
—Esa daga no te pertenece, Hankor —dijo Gyndwaene.
El hombre miró por encima de su hombro. Tenía el rostro deformado por la ira.
—Es cierto, pertenece al alto myster —dijo rudamente—. Podrá recuperarla si regresa; si no, tendré un buen cuchillo para mi colección.
Sin esperar respuesta, se dirigió a su camarote con paso airado.
Lethe lo observó en tanto se alejaba. Estaba preocupado.
—Hankor nos traerá problemas —dijo. Se volvió hacia Gyndwaene—. Matei sabía…, sabe mucho sobre ti. ¿Te importa decirme de dónde eres?
La muchacha lo miró como atontada. Apretó los labios en una mueca de asombro. En lugar de contestar, caminó hacia el pasamanos.
—Creo que sé dónde está Matei —dijo suavemente.
El inesperado comentario sorprendió a Lethe.
—¿Por qué no lo has dicho antes?
Gyndwaene sacudió la cabeza.
—Porque hasta ahora no se me había ocurrido. Anoche me habló sobre Warding, una de las islas más pequeñas al sur de la isla de Romander. Conoce a un mago que vive allí, alguien que lo sabe todo sobre las ruinas de los templos de la isla occidental de las Espejo. Mencionó que deseaba hablar con ese hombre. ¿Cómo se llamaba…? —Intentó recordarlo con todas sus fuerzas—. Llanfereit —dijo de repente—. Su nombre es Llanfereit, de Loh.
—Por supuesto que el mago es de Loh —dijo Lethe—. Todos los magos son de allí. Y ninguno de ellos añade «de Loh» a su nombre.
Gyndwaene se encogió de hombros.
—No lo sé. Así es como Matei lo llamó.
—¡Qué extraño! De todos modos, no conozco a ningún Llanfereit. Debió de abandonar la isla hace mucho tiempo.
La muchacha se sentó sobre la cubierta, apoyándose sobre los barriles de aceite. Lethe se acomodó a su lado.
—Pero ¿cómo puedes estar tan segura de que fue hacia allí? —preguntó Lethe.
—No estoy segura —dijo Gyndwaene mientras escudriñaba el horizonte—. Es sólo que…, bueno, cuando Matei mencionó ese lugar, vi algo en sus ojos que me hizo pensar; si ha ido a algún sitio, debe de ser allí.
Miró fijamente hacia donde suponía que se encontraba Warding. Lethe siguió su mirada.
—¿Y crees que después simplemente desapareció? —preguntó Lethe.
Ella lo miró burlona.
—Tú deberías saberlo, eres un mago de Loh.
Lethe bajó la vista.
—Eres un mago, ¿no? —preguntó Gyndwaene.
Lethe apretó los labios y se apartó de la muchacha. Creía que Matei la habría informado. Trató de encontrar las palabras más adecuadas.
—No —dijo con voz quebrada. Todavía le costaba decirlo—. Yo soy la excepción imposible. Nací en Loh, pero no tengo poderes mágicos. En Loh me llaman el No Mago.
—El No Mago —repitió Gyndwaene en un murmullo. Fijó la vista en la lejana costa de un islote—. ¿Por qué ese nombre me suena familiar?
—Quizá Matei lo mencionó —sugirió Lethe.
—No —dijo Gyndwaene, resueltamente.