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Vestigios en el tiempo (1)

El misterio de estar dentro del tiempo

expone su rostro helado,

con años que pasan como espejismo

para convertirse en un nuevo clima, tan efímero.

Y en este instante, similar a una ilusión,

se encuentra escondida la eternidad,

con su carácter finito, profundamente arraigado,

atrapada en una bolsa de cuero.

El cuerpo en la conciencia del tiempo

existe a través de los sentidos invasores,

de los sentimientos que confluyen con indulgencia

en una cortesía mezquina y maliciosa.

El misterio de estar dentro del tiempo

se esconde en la aquiescencia de mi cerebro:

el día y la noche de la esencia de uno mismo,

en un clima fresco y eterno.

RANDOLE, poema de las notas de los Nibuüm

—Dentro de nueve mil años, el Oscuro del mar de la Noche volverá al ataque —anunció la voz grave, meditabunda—. Nueve mil años, Randole. Noventa largos siglos. En nombre del Creador, ¿qué tiene que ver eso con nosotros?

Silencio.

—Di algo —insistió la voz.

—Mantén la calma —respondió la voz aguda—. Estoy intentando exponer todo esto de la forma más clara posible.

Todavía silencio.

—Se nos advirtió en los Escritos y las Inscripciones —dijo la voz aguda—. Alguien, hace siglos, se tomó grandes molestias para informarnos de la amenaza de la pulverización.

—Ambos conocemos el nombre de ese alguien.

—Y acordamos que no mencionaríamos su nombre en voz alta —replicó la voz aguda—. El terror del mar de la Noche a veces se mantiene a la escucha. —Vacilando, la voz dijo—: Hemos descubierto y descifrado estas Inscripciones. Por eso creo que debemos asegurarnos de que dentro de nueve mil años…

—¡Qué disparate! —exclamó la voz más grave—. Desconozco los motivos de…, ¡hum!, la persona cuyo nombre no mencionaremos. Es muy probable que actuara en su propio interés.

—¿Su propio interés? —La voz aguda sonó entonces estridente—. Eso sí que es un disparate. Conoces perfectamente la suerte que corrió esa persona que nos advirtió. Después de todo, él es el único que…

—¡Ya basta! Estás a punto de estropearlo todo.

De nuevo se hizo el silencio.

—Dame una buena razón para continuar.

—Compasión.

—¿Solamente eso? ¿Compasión? ¿Nada más? ¿Ni siquiera pretendes que nuestro nombre pase a la posteridad?

—La compasión es lo que me distingue, nos distingue, del maligno. Gracias a la compasión, este mundo no ha sido destruido. La compasión es una forma de poder; no una debilidad. En última instancia, el amor de un ser humano puede ser más poderoso que la fuerza destructiva de un ejército de mil hombres.

Se produjo un largo silencio. Transcurrieron varios días sobre la tierra, pero las voces esperaron pacientemente. Disponían de todo el tiempo del mundo en su escondrijo. La comunicación era mental.

Finalmente, la voz grave dijo con prudencia:

—De acuerdo, supongamos que decidimos emprender esta ardua y complicada tarea. ¿Cómo podremos advertir a las gentes del futuro de lo que está por venir? ¿Qué podría perdurar a través de los siglos?

—Escritos e Inscripciones —fue la réplica instantánea—; profundamente escondidos del Oscuro del mar de la Noche, pero disponibles y al alcance de aquellos que deberán encontrarlos. Ya he ideado un plan.

—Oigámoslo.

—Hablaremos en el lenguaje de la mente, Randole. No nos interesa que esta información caiga en manos de quien no corresponde.

Después, sólo quedó el silencio.