4
El cónclave

Myster, myster, ¿acaso tu sabiduría

no está encerrada en la piedra

de las leyes que envuelven tu magia,

del séptimo tono de la discordia de Loh?

Myster, myster, ¿cuáles son las limitaciones

que enmarcan tu potencial?

¿O acaso tus poderes fueron engendrados

por el hecho de ser tan afamado?

Myster, myster, ¿qué tratos audaces

nos aguardan en nuestro registro de Stormburg,

para esculpir estas arrugas profundas y sinuosas

sobre la piel del bien y el mal?

CHABHOR DE LOH ORIENTAL, El país es blanco

En la frontera de Loh Central, los edificios del Instirium que salpicaban el paisaje parecían apoyarse en las estribaciones rocosas con vetas calcáreas de la Cadena Gris. Decenas de edificios de arenisca amarilla, coronados por cúpulas de cobre verdoso, formaban un círculo irregular alrededor de otra edificación anodina, de planta rectangular y dos alturas. De casi todas las chimeneas salían espirales de humo gris que se entretejían formando un cordón umbilical entre el Scolo Mysticae ay Magicae y la gran cúpula del cielo azul.

Siete venerables ancianos habían tomado asiento alrededor de una mesa oval en una de las estancias del edificio principal. Todo parecía indicar que eran perfectamente conscientes de su estatus: sus movimientos eran precisos; sus ademanes, eficientes. Su actitud indolente podría haber pasado desapercibida para un observador neutral; tal vez creían que era lo que correspondía a su posición. Se trataba de los siete últimos altos mysters de Loh.

Presidiendo la mesa se encontraba Karn, el más anciano, aunque su edad era difícil de determinar. Un espectador atento podría haber intentado adivinarla basándose en la observación de sus dedos huesudos y en las venas de color azul púrpura que aparecían como dibujadas sobre la piel tirante, pero a Karn no le agradaba esa clase de observaciones. Como de costumbre, había desplegado un Campo Borroso No Focal a su alrededor. Parecía que únicamente sus ojos, casi negros, y su transparente mirada pudieran traspasar el hechizo. Karn era mago de la corte de desran de Romander. Lo único que denotaba su rango era su toga de seda gris, de hechura aparentemente sencilla. La blanca cabellera, que le llegaba hasta los hombros, había sido recogida en la nuca con una cinta dorada.

—Doy por inaugurado el tercer cónclave del año 8997 —anunció, y su voz llenó por completo la sala, aunque hablaba casi en susurros. Seis pares de ojos lo miraron—. Se trata de un cónclave extraordinario, debido a que mi amigo Matei tiene importantes noticias que comunicarnos —dijo, e hizo una señal a la figura sentada a su derecha.

Matei estaba encorvado sobre sí mismo, con la mirada fija en sus manos crispadas. Era el segundo en edad de los altos mysters. Sus ojos azul claro destacaban en su rostro moreno, enmarcado por una pequeña barba del mismo color que su pelo, rubio ceniza. Bajo su toga roja se veía un sencillo jubón de raftan negro. Frente a él se amontonaban, desordenados, numerosos papeles. Tomó y examinó unos cuantos folios, como si quisiera absorber las palabras que contenían. Entonces, cogió la jarra de aguamiel que tenía delante, se la llevó a los labios, vaciló y volvió a dejarla en su sitio.

—Efectivamente, Karn, se trata de noticias de gran relevancia —dijo por fin, desplazando la silla hacia atrás—. Como todos sabéis, estoy trabajando en las Rompientes Exteriores, islas que no poseen la belleza ni el esplendor de Romander, ni pueden compararse con los sobrecogedores paisajes naturales de Lan-Gyt. Se trata de fortalezas naturales desoladas, y sus habitantes se asemejan considerablemente a las inaccesibles rocas y los afilados acantilados que afrontan de continuo los temporales procedentes del norte. Esas islas, a primera vista, no cuentan con ningún atractivo que ofrecer a los mysters corrientes.

Algunos de los reunidos asintieron. De hecho, todos se preguntaban —¡en nombre del Creador!— qué era lo que había llevado al genial Matei a escoger ese reducto situado en el límite noroeste del reino.

—Me parece que estáis de acuerdo conmigo —continuó con un amago de sonrisa—. Tenía mis razones para escoger ese lugar. Cuando llegué a ser myster, y después, cuando parecía obvio que algún día podría llegar a ser alto myster, decidí estudiar algunas cuestiones especiales. Todos lo hemos hecho.

De nuevo muchos asintieron. La tensión iba en aumento. El único que no parecía darse cuenta era el alto myster calvo sentado a la izquierda de Karn. Aclaró la voz y miró pensativo al techo.

—Recuerdo cuando escogí mi especialidad. El Instirium entero…

—Balmir —dijo Karn, dándole unas palmaditas en la mano—, todos conocemos la historia, y por supuesto es lo suficientemente apasionante como para escucharla otra vez, pero después del cónclave. Matei tiene ahora la palabra.

El alto myster Balmir se ruborizó y se inclinó levemente.

Matei prosiguió con su monólogo.

—Me interesaban sobre todo las técnicas de encantamiento de tercer nivel y el encauzamiento visual erróneo. Elegí dos especialidades, al igual que la mayoría de vosotros. Pero en mi tiempo libre trabajé en un ámbito completamente diferente, un campo de estudio que tal vez sorprenda a algunos.

Con su profunda voz desgranó lentamente las últimas palabras. Recorrió con los ojos el círculo formado por los asistentes, deteniéndose en cada uno de los altos mysters para mirarles profundamente a los ojos.

—Me dediqué a estudiar un fenómeno que me fascina desde que oí mencionarlo por primera vez aquí, en el Instirium; sí, me dispuse a investigar la magia incolora.

Un velo de silencio pareció envolver la estancia. Las palabras de Matei eran la confesión de lo que algunos consideraban un pecado mortal. Desde que el alto myster Raïelf había muerto, hacía ya ochocientos años, mientras experimentaba con la magia incolora, su estudio e investigación habían quedado prohibidos. Oficialmente, se evitaba su mención y cualquiera que se interesara por ella era considerado un desequilibrado. Si el Consejo de Ancianos hubiera tenido noticia de ello, Matei nunca habría llegado a convertirse en alto myster.

—Sorprendente, ¿no les parece? —inquirió Matei, sonriendo. Asió la mesa con ambas manos y avanzó el rostro. Su voz subió una octava—. No obstante, señores altos mysters, ¿cómo podremos descifrar el misterio de la magia incolora si no nos está permitido estudiarla?

Nuevamente el silencio se impuso durante unos minutos en la estancia. De repente, un mago situado al otro lado de la mesa se levantó de un salto, lo que hizo caer la silla con gran estrépito. Acto seguido, tiró con brusquedad del cuello de encaje de su toga de color púrpura, hasta alzarlo a la altura de la garganta.

—¡No importa lo que diga Matei! —exclamó furioso—. La magia incolora proviene de las profundidades del mar de la Noche. Y es allí donde debe permanecer. Es la magia del mal. El primero de los altos mysters ya era consciente de ello, todos nosotros lo sabemos, incluso Raïelf lo sabía.

Respiró profundamente, con el rostro enrojecido y los ojos ardiendo de ira.

—Si hubiera algún modo de relegar a Matei de su puesto, yo lo respaldaría de buen grado. Pero eso no es posible. El juramento tiene carácter eterno e irreversible. Siempre me ha parecido que éste era uno de los puntos débiles de las Normas. El tiempo me ha dado la razón.

Miró a Karn, después a Matei, y el rubor fue desapareciendo lentamente de su rostro. Se inclinó para recoger la silla. A continuación, hizo una señal con la cabeza.

—Les ruego que me disculpen, venerables ancianos —dijo—, no puedo seguir escuchando las palabras de un desequilibrado.

Caminó hacia la puerta, pero cuando ya tenía el pomo de la puerta en su mano, Matei intervino suavemente.

—Wyl, tengo una noticia importante que comunicaros. Es un asunto de vida o muerte. El reino está en peligro.

Todos los altos mysters se giraron hacia él, boquiabiertos. Wyl lo miró por encima del hombro, sin soltar el pomo.

—¿Debemos escuchar la palabras de un desequilibrado?

—¿Quién está más desequilibrado —replicó Matei sin perder la calma—: alguien que estudia la magia incolora o un alto myster que opina que las Normas no sirven?

El rostro de Wyl se tornó rojo escarlata. Giró sobre sus pies, con los puños apretados.

—Tú, inconsciente… Yo… Tú… No es… —tartamudeó.

—¡Silencio! —La voz de Karn se abrió paso a través de la tensión. El anciano se había puesto en pie—. ¿Somos honorables altos mysters, o acaso no somos más que un montón de jovenzuelos con ganas de pelea? Wyl, demostrarías tu sabiduría si volvieras a tu sitio. Los altos mysters provenimos de una larga tradición. Quizá en ocasiones no estemos de acuerdo, pero debemos escucharnos mutuamente.

Sólo Matei se dio cuenta de que Karn había añadido una brizna de Ocultación de la Voluntad Primordial a sus palabras.

—Os agradecería profundamente que escucharais lo que tengo que deciros. Después podréis decidir si valía la pena o no hacerlo —añadió Matei.

Karn sonrió; se había dado cuenta de que Matei había arropado sus palabras con un toque apenas perceptible de la Fuerza Impalpable de las Caricias.

De nuevo la cara de Wyl, antes roja como la grana, retomó su aspecto habitual. Frunció la boca y enderezó la espalda.

—Por la unidad de los altos mysters, me quedaré —anunció con voz ronca. Reunió lo que le quedaba de dignidad y volvió a su sitio.

Se cruzaron las miradas por encima de la mesa. El alto myster que estaba sentado más cerca de Wyl le presionó brevemente la muñeca con una mano. Los demás asistentes demostraron su aprobación de forma casi imperceptible.

Karn hizo una señal, y Matei reanudó su discurso.

—La trágica muerte de Raïelf convirtió la magia incolora en un tabú y condujo a su tácita proscripción. Esto es por supuesto comprensible, aunque a la vez lamentable. Como la mayoría de vosotros sabéis, soy extremadamente precavido cuando me dispongo a realizar cualquier estudio. Me encerré en la biblioteca del Instirium durante una semana. Cuando me di cuenta de que debía haber mucha más información, me desplacé a la ciudad de Romander y solicité permiso para buscar material preparatorio para mis especialidades en los archivos imperiales. Como de costumbre, pasó bastante tiempo hasta que me lo concedieron. Me acompañaba un guarda de los archivos, el temperamental escriba Fidal. Me resultó bastante difícil evitar sus curiosas miradas mientras buscaba indicios de magia incolora en la historia. Estaba seguro de que debía haber algún rastro, porque uno de los mysters que había sido mi maestro sabía de su existencia.

Esa información sorprendió a la audiencia. Matei permaneció en silencio un momento; mientras tanto, cambió el peso de todo su cuerpo de un pie a otro.

—¿Alguno de vosotros conoce acaso las obras del magyster Randole? —preguntó.

Balmir frunció el ceño. Parecía que quería intervenir, pero un gesto cortante de Karn le hizo callar.

—Yo tampoco las conocía —prosiguió Matei—. En los archivos encontré un pergamino al que le faltaba poco para convertirse en polvo. Lo que quedaba de él estaba cubierto de extraños signos. Tuve suerte: Fidal estaba familiarizado con el alfabeto y, para mi sorpresa, se mostró muy interesado en traducir parte de los textos. Si conseguíamos descifrar correctamente la grafía, estaríamos ante una obra de más de nueve mil años de antigüedad. El mismo Fidal se quedó estupefacto, y me comentó que, en ese caso, se trataría del escrito más antiguo de Romander del que se tuviera noticia.

»Fidal se preguntaba cómo era posible que no lo hubiera encontrado antes. Me habló de una época en la que el pueblo de los magysters gobernaba sobre innumerables islas. Acordamos establecer que la principal isla de ese reino, que abarcaba la mayor parte de la región sur y oriental del actual reino de Romander, debía haber sido Loh, y no Romander. No fue fácil llegar a esa conclusión porque el contorno de la mayoría de las islas ha cambiado; de algunas no queda ni rastro, y otras deben yacer ahora en el fondo del mar. Loh se extendía muchas millas más hacia el oeste y estaba muy próxima a Ribbe. Gyt era con diferencia la isla de mayores dimensiones; Gyt oriental y occidental estaban unidas a Lan-Gyt. A Fidal se le ocurrió la hipótesis de que el nivel del mar podría haber sido inferior en aquella época. La región del norte de lo que hoy conocemos por Romander se encontraba bajo el dominio de unas criaturas voladoras de increíble tamaño, permanentemente en guerra con los magysters. Randole las llamaba h'ranz. Fidal tuvo algunas dificultades para traducir las innumerables palabras relacionadas con esas criaturas y su historia, que le eran desconocidas.

»Una noche Fidal no se animó a ayudarme. Durante el tiempo que habíamos trabajado juntos, sin embargo, mirando por encima de su hombro, había llegado a adquirir algunos conocimientos de aquella escritura y del idioma, e intenté descifrar el resto del pergamino por mí mismo. Fue precisamente esa noche cuando encontré, en el fragmento que me esforzaba por traducir, referencias del autor, un magyster llamado Randole de Cerjin, a la magia incolora.

Matei hizo una pausa y tomó un sorbo de aguamiel. Un pesado silencio cayó como una losa en toda la sala.

—No utilizaba exactamente esa denominación, pero tras una minuciosa investigación, llegué a la conclusión de que no podía ser otra cosa. —Rebuscó entre el montón de papeles desordenados y extrajo dos profusamente escritos—. Escuchad lo que Randole dijo hace muchos siglos:

… ni los magysters ni los impuros h'ranz serán capaces de hacerle frente. Ataca a las islas desde el norte y devora todo lo que encuentra a su paso. Y cuando digo todo, quiero decir literalmente todo…

»A continuación, sigue una descripción de todas las clases de rocas, plantas y arbustos de aquella época. Después describe los árboles, los animales y finalmente a las gentes. —Matei suspiró—. Por desgracia, Randole es…, era bastante ampuloso. Omitiré esa lista, aunque estoy convencido de que puede tener un gran interés para los expertos. —Y recorriendo con el dedo índice el documento, leyó—:

… Y todo queda afectado, aunque tal vez el término afectado no sea el más adecuado. En realidad, se trata más bien de un asesinato. Rocas de color gris oscuro que palidecen hasta adquirir una tonalidad verde azufre y después el color de los huesos; la piedra va consumiéndose lentamente, y al final, se convierte en polvo, que es barrido por el viento del norte. Las hojas presentan diminutas fisuras que se transforman en brechas en cuestión de semanas. Su verdor se desvanece, mientras se extienden tonalidades amarillentas y grisáceas. Por último, las hojas, desmenuzadas, son arrastradas por ese mismo viento del norte. Ramas, árboles, todo corre la misma suerte.

Al norte del grupo de islas situadas al noroeste, que los h'ranz denominan Fyres, se encuentran tres pequeñas islas, las Fyres Exteriores. Viajé a las Fyres en calidad de ayudante del magyster Aya y visité una de aquellas islas peligrosamente cercanas al mar de la Noche. No hay mucho que ver allí. El tempestuoso viento del norte azota las rocas durante casi todo el año. No viven más de treinta personas en la isla; sobre todo, se trata de ermitaños. El año pasado visité de nuevo esa isla, a petición urgente del Kum de Last, la principal isla de las Fyres. Me llevó…

»Desgraciadamente, en este punto se interrumpe la narración —dijo Matei—, pero existen otros fragmentos de algunas frases que podrían ser preocupantes.

… hace también nueve mil años en estas mismas islas…

… que incluso los mejores magysters fueron incap…

… incluso hasta la costa oeste de Span. Cómo llegó allí…

… no. Temo lo peor para el reino. Es cierto que…

… penetró en palacio. Tamaña traición, sin embargo, parece poco prob…

… sólo contamos con la esperanza de que el Sin Magia descubr…

… orqu…

… de otro modo, nuestro prot…

… a mí al fin.

Con ademán preciso, Matei colocó de nuevo los dos papeles en el montón. Miró a los demás altos mysters.

—Éste es un informe sobre el poder destructivo de la magia incolora —dijo, y nadie pudo contradecirle—. Podemos extraer otras conclusiones de este texto. En el dialecto local, los habitantes de las Rompientes Exteriores llaman V'ryn al grupo de islas situadas más al norte; posiblemente éstas tengan algo que ver con las islas Fyres, a las que se refiere Randole en sus escritos. Con extrema precaución, pregunté a Fidal, quien parece saberlo todo, si conocía la evolución etimológica de los nombres de las islas a lo largo de los siglos. El archivero inició con entusiasmo una relación exhaustiva de topónimos. Tuve que esperar un buen rato, pero al final de su enumeración, bastante aburrida por cierto, mencionó las Rompientes Exteriores. «Eran llamadas Vej'ryn, y en ocasiones, también V'ryres», dijo sin saber que estaba confirmando mis sospechas.

»Los isleños de las Rompientes Exteriores cuentan leyendas en las que se mencionan las islas de los límites del mar de la Noche, y se narran las más estrambóticas historias. En todo caso, siempre son tres islas. ¿Debo indicar cuál es la que se corresponde con Last? Serth Central, la principal isla de las Rompientes Exteriores, solía llamarse Leyst hace menos de diez siglos. Según Fidal, previamente se había llamado La'est. Y el territorio sumergido de Rak Espen, al oeste de Aerges, puede ser que fuera la isla que Randole llama Span. Los demás nombres mencionados en el pergamino no ofrecen tantas pistas, pero hay que tener en cuenta que han pasado más de nueve mil años. Sólo en el último milenio la capital de las islas Espejo ha cambiado de nombre tres veces.

Tomó asiento frunciendo los labios.

—Algunos fragmentos del texto han llegado a preocuparme. Junto con Fidal, habíamos concluido que el pergamino tenía unos nueve mil años de antigüedad. Tal vez parezca demasiada coincidencia, pero Randole habla de un ciclo de esa misma duración: nueve mil años. Si el pergamino es auténtico, cosa que no dudo, podría suceder que la magia incolora volviera a atacar en nuestro tiempo. Randole escribe sobre el fin de la civilización a la que pertenecía. Cuando me otorgaron el título de alto myster, decidí buscar indicios de magia incolora, y para ello, ¿qué mejor que empezar por las Rompientes Exteriores?

El más joven de los altos mysters, llamado Harkyn, interrumpió el monólogo de Matei.

—¡Ah!, entonces es ésa la razón de tu elección.

—¿Cuál es la propuesta de Matei? —preguntó Karn con fingida curiosidad—. Puede ser que haya descubierto por casualidad la llegada, o mejor dicho, la posible llegada de la magia incolora, pero ¿existe alguna solución? ¿Podemos enfrentarnos a ella?

—No lo sé —respondió Matei—. Realmente no lo sé, pero tengo algunas ideas. La magia incolora va en pos de nuestra magia, al igual que la gran marea va en busca de las fisuras más profundas que se abren en la arena. Todos sabemos que hay campos mágicos: los eternos bancos de niebla al norte de las Rompientes Exteriores. Los pescadores más audaces se han aventurado en ellos en repetidas ocasiones, haciendo caso a la creencia popular de que esos campos son ricos caladeros. Ninguno ha regresado jamás. También sabemos que Raïelf mencionó algo acerca de ellos justo antes de su muerte. Convencí a un pescador, un hombre valiente llamado Rayn, para que me llevara a los límites de esos campos en su barca. Como mínimo, ésa era nuestra intención; pero Rayn tuvo que maniobrar en una rápida retirada. No era él quien se sentía amenazado, sino yo. Me resultaba imposible aproximarme a esos campos mágicos. Lo intentamos varias veces; casi me costó la vida. No, debemos encontrar otra manera, o utilizar un hechizo.

Miró a Karn.

—Tal vez exista otra manera; ésa es la otra razón por la que vine a Loh. Parece ser que hay un No Mago en esta isla —dijo, indiferente.

Karn lo miró fijamente. Los otros mysters lo observaban, estupefactos.

—¿Qué quieres de él? —preguntó Karn.

—Randole menciona a un No Mago, aunque no en esos términos. Ya lo habéis escuchado: habla del Sin Magia. En otro fragmento del pergamino los magysters lo llaman el Metagnomo, por lo menos es así como pude traducirlo. Desgraciadamente, falta gran parte del texto, pero en la que se conserva hay muchas referencias a esa figura. No poseía poderes mágicos tal como los entendemos; sin embargo, era capaz de llevar a cabo gestas que ningún otro podía hacer. Tenía algo que ver con la influencia, pero como dije, gran parte del pergamino se ha perdido.

Karn se inclinó para dirigirse hacia él:

—Vuelvo a preguntártelo: ¿qué es lo que quieres del No Mago?

—En primer lugar, me gustaría hablar con él. Puede ser que tenga algún poder del que nosotros o los demás mysters carecemos. Lo importante es que no posea ningún tipo de don o conocimientos mágicos. Me gustaría que fuese mi ayudante. Quizá él sí pueda acercarse a los campos mágicos. Sin embargo, no podré venir a buscarlo hasta dentro de unas cuantas semanas, puesto que tengo que ocuparme de unos asuntos urgentes en las islas Espejo.

Se produjo un largo silencio.

Karn dirigió la vista hacia Matei, pero en realidad tenía la mirada perdida en el infinito, y permaneció en silencio.

—Las palabras de Matei son terribles —murmuró Karn a continuación— y a la vez memorables. ¿Acaso nos equivocamos al prohibir la magia incolora tras la muerte de Raïelf? ¿O tal vez es Wyl quien tiene razón? ¿Debemos dejar que el misterio permanezca sumergido en las profundidades del mar de la Noche? No obstante, podríamos correr el riesgo de vernos arrastrados por él. De ser ciertas las palabras de Matei, eso significa que la paz del reino de Romander ha llegado a su fin. Por primera vez desde hace siglos somos víctimas de una amenaza, si creemos a Matei… —Sacudió la cabeza—. Mejor dicho: si creemos a Randole, la magia incolora, en un nuevo avance, está amenazando la totalidad del reino.

Karn recorrió con la mirada la totalidad de los asistentes.

—Ha llegado el momento de escuchar la opinión de los altos mysters, y lo haremos, como de costumbre, por orden de antigüedad. En primer lugar, hablará el más joven de nosotros, Harkyn.

Muy pronto se hicieron patentes las tremendas discrepancias. Harkyn y Balmir apoyaban a Matei. Por supuesto, Wyl se opuso a todos. Berre y Gezyrah, los altos mysters de mayor edad después de Karn, no entendían el propósito de seguir investigando la magia incolora. El voto de Karn sería decisivo.

—No hace mucho me di cuenta de que corría el peligro de convertirme en un dogma andante. —Así empezó su disertación el más anciano—. Como sabéis, utilizo, ¡hum!, algunos hechizos para ocultar mi avanzada edad. No me gusta envejecer, como tampoco me gusta que me consideren anticuado. Mi voto es para Matei, cuya sinceridad me resulta evidente. En lo que a mí concierne, su importante investigación sobre el peligro que supone la magia incolora queda, a partir de ahora, autorizada. Asimismo, podrá preguntar al No Mago si desea ser su ayudante.

Wyl se puso en pie de un salto para hablar, pero Gezyrah se acercó a él y le susurró algo al oído. Entonces, vaciló, miró a los concurrentes y volvió a sentarse apretando los labios.

—Me gustaría añadir algo —prosiguió Karn—: a pesar de que Matei está ahora autorizado para investigar la magia incolora, y para solicitar ayuda al No Mago, deberá mantenernos informados con regularidad. Cada seis meses, el día del solsticio, volveremos a reunimos aquí. Y también cada seis meses votaremos de nuevo si debe proseguir con sus investigaciones.

Matei se mordió el labio inferior, pero asintió con la cabeza. El cónclave había terminado con mejores resultados de los esperados, así que debía sentirse satisfecho.

—Doy por finalizado el cónclave —dijo Karn con voz pausada.

Wyl se levantó bruscamente y abandonó la sala sin decir palabra. Los demás fueron saliendo tranquilamente, comentando en voz baja lo acontecido.

Matei y Karn se quedaron a solas. El más anciano observaba a su joven colega. Podría decirse que eran casi amigos, aunque nunca habían dispuesto del tiempo suficiente para cultivar semejante relación. Karn ya no mantenía su Campo Borroso No Focal. Tras el rostro surcado por las arrugas, el anciano irradiaba una fuerza que parecía capaz de machacar a Matei en cualquier momento; pero Matei conocía a Karn, y sabía que nunca abusaría de su tremendo poder. Seguía siendo una amenaza latente para sus enemigos, pero no para los demás altos mysters.

—¿Y bien? —preguntó Karn.

Matei giró la mitad del cuerpo hacia Karn y arqueó las cejas. En la frente se le dibujaron unos cuantos pliegues asimétricos.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Matei, ¿acaso crees realmente que a mí también puedes engañarme? Has compartido con nosotros muchas cosas. —Karn alzó la mano en un ademán suplicante cuando Matei se disponía a interrumpirlo—. No, ahora es mi turno. Como acabo de decir, nos has contado mucho, pero también nos has ocultado otro tanto. Basta escuchar con atención. En el texto se hablaba de traición, pero no has entrado en detalles al respecto. Has omitido una sección entera con la excusa de que Randole era demasiado verboso. No acepto tal justificación. Sus palabras sonaban bastante concisas.

»Hay otras razones. ¿Acaso describe cómo encuentra la muerte la gente alcanzada por la magia incolora? ¿Cuentas con otros datos sobre la virulencia del ataque? ¿O albergas alguna sospecha acerca de quién podría estar detrás de esa magia incolora? ¿Por qué no trataste con mayor detenimiento la relación entre los conceptos magyster y myster? ¿Es sólo una coincidencia, o existen rasgos comunes entre los magysters y nosotros? Por otro lado, me gustaría conocer realmente la seriedad de la situación en las Rompientes Exteriores. Tengo una última pregunta, que ruego me respondas: ¿qué tienes pensado hacer en las islas Espejo? ¿Qué es eso tan urgente que ha conseguido domeñar tu curiosidad, de forma que puedes esperar unas cuantas semanas para hablar con el No Mago?

Matei dejó caer la cabeza.

—Debía haberlo imaginado —masculló.

Karn sonrió.

—Con los años te has vuelto aún más perspicaz —continuó Matei—. Has leído mis pensamientos. Para decirte la verdad, he revisado una mínima parte de esos documentos. Hay pasajes de especial relevancia, aunque en realidad todo el escrito parece importante: contiene algunas cuestiones inquietantes, Karn.

—Debo advertirte algo —afirmó Karn, enérgicamente—. En palabras del anciano Witval: saber algo a medias es como no saber nada. ¿Sabes todo lo necesario sobre el Sin Magia, Matei? Me refiero a aquel que vivió hace nueve mil años.

Matei negó con la cabeza.

—Yo sí —dijo Karn. Al viejo mago le complació ver a Matei boquiabierto por primera vez, y le ofreció una amplia sonrisa.

»Creías que eras el único que se había interesado por la magia incolora. Uno de mis cometidos, en calidad de alto myster de mayor edad, es examinar todo aquello que pueda amenazar al reino. Estoy absolutamente de acuerdo contigo en que puede suponer una importante amenaza. Pero si sigues por tu cuenta en compañía del No Mago, tal vez te expongas a grandes peligros. Te contaré todo aquello que necesitas saber si me comunicas a cambio tus miedos y sospechas. Ya sabes lo que se dice sobre compartir el miedo.

Matei acercó su silla a la de Karn y empezó a hablar en voz baja y de forma apremiante.