La memoria popular recuerda que algunos pensadores del reino advirtieron de aquello que algunos de sus opositores consideraban simplemente como una teoría de la conspiración. Dirmanbyar de Dargnell fue uno de esos agoreros. Afirmaba que existía una combinación de fuerzas superiores que gobierna el reino desde el mar de la Noche. Hacía referencia a algunos pergaminos que sólo él estaba autorizado a consultar, en la isla de Oscura, en los que se menciona el Pacto de los Diez. Esos diez poderes representan a cada uno de los elementos de poder activos en el reino y sus alrededores.
ENDYR DE CIUDAD DEL SUR,
Las debilidades del poder
Estaba solo.
No había rastro de Matei y los demás. Lethe gritó sus nombres unas cuantas veces, pero aparte de algún chasquido producido por un animal, no obtuvo respuesta. Se dio por vencido. Ya había emprendido el camino que debía andar solo; era consciente de ello. El sendero serpenteaba descendiendo cada vez más hacia el interior del abismo. Atravesó la primera puerta sin darse cuenta. Finalmente, llegó a los escalones toscamente tallados en la roca, que el dulse había utilizado el día anterior.
El ambiente era opresivo. Las paredes del abismo se estrechaban en un intento vano de tocarse, como dos estatuas sublimes, a más de mil metros de altura sobre su cabeza. Se detuvo cuando alcanzó el pasaje que en realidad era la segunda puerta. Sintió un hormigueo en la piel, pero no había viento. Percibió un fuerte olor a tierra, mezclado con un hedor de carne en proceso de putrefacción. La luz fue perdiendo intensidad hasta tal punto que parecía de noche. Simultáneamente, el frío empezó a subirle por los pies hasta apoderarse de todo su cuerpo.
Llegó a un puente tendido sobre una enorme grieta del abismo. Involuntariamente, se detuvo cuando se encontraba en el centro del puente. Un fuerte olor a azufre casi le quita el aliento, pero permaneció allí de pie y miró hacia abajo.
Oyó un burbujeo. Columnas de humo amarillo se elevaban como pilares etéreos para esfumarse por encima de su cabeza. Arrugó la nariz; el hedor era insoportable.
Siguió avanzando hasta encontrarse al otro lado del puente. En la distancia, se oyó resonar la voz grave de bronce de un pesado gong, que hizo temblar el suelo bajo sus pies. Un segundo más tarde, oyó un sonido familiar.
—Auc, Auc.
—¡Mirada Rasuradora!
La silueta de una águila imperial se dibujó por encima del abismo.
De prisa —respondió el ave en el lenguaje de la mente—. El representante del Oscuro no está aquí. Debemos actuar ahora.
Lethe no comprendió lo que el águila quería decir, pero su mera visión le llenó de alegría. Ya no se sentía solo.
Mirada Rasuradora lo guió hacia la puerta de la cúpula.
De repente, el águila desapareció. Lethe intentó entrar en la mente del águila, pero Mirada Rasuradora no se lo permitió.
En seguida penetró en un valle de forma semiesférica y muy pronto se encontró ante unos altos barrotes coronados por afiladas púas. Tras ellos, vio la cúpula, brillando con una titilante luz marrón. Se hicieron visibles los contornos de una figura.
—Los jugadores dan la bienvenida al No Mago de los nueve mil.
La voz susurró en su cabeza como una brisa. Lethe sintió que sus pensamientos estaban siendo analizados. Se percató de que nuevos recuerdos estaban siendo implantados en su mente.
—El No Mago y Tyr Arrax deben separarse para entrar en la cúpula —murmuró la voz—. Las armas están prohibidas aquí.
Los dedos de Lethe deshicieron el nudo con el que sujetaba la vaina de Rax, y la depositó en el suelo. Por un instante, creyó ver un resplandor en su espada, pero cuando la miró directamente no vio nada extraordinario.
—El No Mago entrará en la bóveda y se reunirá con aquellos que le están esperando. Nueve de los diez están presentes. Entonces, tendrá lugar el ritual.
La puerta se abrió. Se encontró sumido en un silencio artificial. Sabía que ese lugar no podía existir, que las criaturas se congregaban allí bajo formas no humanas. Vio una estancia bañada por la luz marrón. Le llamó la atención una fosa rodeada por un muro, en cuyo interior la superficie silenciosa y negra del agua parecía estar esperándolo. Un miedo indescriptible se acercó revoloteando hacia él como una ave gigantesca amenazándole con sus garras como cuchillos. En el ojo de su mente, vio un oleaje lento rodeándole por todas partes.
¡Había soñado eso antes!
Con la respiración entrecortada por el miedo, apretó sus ojos cerrados. Su destino acechaba como un depredador y no tenía escapatoria. La puerta de acceso a sus nuevos recuerdos se abrió, y su destino cobró forma. Abrió los ojos de golpe y profirió un grito aterrador. Chilló con todas sus fuerzas, pero de su boca únicamente salió un gemido ronco que quedó ahogado debajo de la bóveda.
—El No Mago ha llegado en el momento predestinado. Viene solo, tal como estaba escrito. Posee un poder que le permitirá llevar a cabo la gran misión que le ha sido reservada. Hablaremos con el No Mago antes de dar paso a los rituales, y entonces se unirá a sus predecesores.
Aquellas palabras, pronunciadas por la misma voz que le había dado la bienvenida, perturbaron a Lethe aún más. El pánico y el miedo corrían por sus venas. No había forma de escapar, no había vuelta atrás; la suerte estaba echada.
—¿Quién es tu padre, muchacho? —preguntó una voz profunda que no parecía humana.
—Welm —susurró Lethe, tembloroso. Se acurrucó en sí mismo. El frío y el dolor llenaban todos los rincones de su mente cuando repitió—: Welm.
—En efecto, Welm —confirmó la voz pensativa—. Su nombre también era Welm.
—Dargyll —murmuró Lethe, en un susurro casi inaudible.
—Así es como le conocemos. Y por otros muchos nombres. Muy pronto los conocerás todos.
Entonces habló una mujer.
—¿Sabes qué es lo que va a suceder?
—No —replicó Lethe rápidamente. No era cierto.
—Verdad, realidad y veracidad son tres de las cualidades necesarias para romper el ciclo —dijo una voz monótona—. Este No Mago no está preparado. Si consigue atajar la pulverización, vagaremos en el tiempo estancado durante nueve mil años más.
—No tan de prisa, señora.
Una voz ronca flotó bajo la cúpula. A Lethe le pareció más amable.
—No tan de prisa. Las circunstancias son distintas. Incluso en su nuevo… estado, el No Mago tiene la oportunidad de encontrar la verdad, descubrir la realidad y obtener la veracidad.
—Una nimia posibilidad —replicó la mujer.
—Pero una posibilidad al fin y al cabo —dijo la voz ronca con serenidad.
Otra voz, en un tono muy bajo, intervino en la conversación.
—La posibilidad es proporcional a su tamaño, señora. Conocéis los ritos de la veracidad. Por tanto, también sois conscientes de la inexistencia de la relación entre grande y pequeño.
Lethe no entendía una sola palabra de lo que decían.
—Tanto el guardián de los nueve mil como el emisario de los Ayinti son conscientes de que la posibilidad, no obstante, es exigua en términos humanos.
Se hizo el silencio.
—El día avanza —dijo la voz que había hablado en primer lugar—. Pronto regresará el esbirro del Oscuro. Los rituales deben comenzar ahora.
Lethe no podía pensar con claridad. Un negro manto de miedo nublaba su mente. Cerró los ojos, apretándolos.
—¿Imfarse? —preguntó la voz.
Lethe sintió las nueve presencias a su alrededor. Atisbo a través de sus párpados entrecerrados.
Vio nueve formas, algunas humanas y otras de gran tamaño que le semejaban dragones. Formaron un semicírculo alrededor de Lethe y le condujeron hasta la parte central de la cúpula.
—El Sin Magia debe hacer esto solo —dijo la primera voz.
En ese momento, Mirada Rasuradora volvió a entrar en su mente. El águila era uno de los nueve. ¿Quién era realmente Mirada Rasuradora?
Eso no tiene importancia ahora —respondió Mirada Rasuradora de inmediato—. Tienes que hacer esto tú solo.
En un primer momento, Lethe no sabía qué esperaban de él, pero Mirada Rasuradora le envió una cadena de imágenes y pensamientos de aves, que le permitieron mirar hacia el futuro.
Y hacia el pasado —añadió Mirada Rasuradora—. Los vientos te serán favorables.
La primera voz solicitó sin palabras el silencio. Mirada Rasuradora se replegó.
—Nueve mil veces nueve mil años ha durado la omnipresencia de los Ayinti. Han permitido el ciclo y Romander es el lugar de su elección.
—Las Nueve Mil Palabras hablan del ciclo —añadió la voz ronca.
—Éste es el día de Welden Taylerch, en la era centésimo decimocuarta. Éste es el día del No Mago. Entrará en el laberinto y se unirá al guardián del tiempo.
—Que así sea —bramó una nueva voz—. De ese modo, la leyenda de los nueve mil años se cumplirá, como así ha sido en cientos de ocasiones anteriores.
Lethe se dio cuenta de que la voz pertenecía a uno de los dragones.
Un nombre se hizo patente, y de pronto Lethe recordó el sueño en el que Iarmongud'hn emergía de las aguas del mar.
La primera voz volvió a hablar.
—Así se decidió en el otro lado del tiempo, cuando la primera era todavía no tenía nombre. Éste es el tiempo que se despliega desde dos frentes. Éste es el lugar, puesto que cada ser tiene su propio lugar. Esto es Welden Taylerch, donde las líneas se dan encuentro.
El retumbar de un gong inundó la cúpula. La tierra y la bóveda se estremecieron; se produjeron ondulaciones en las aguas negras. El aire rieló sobre el agua y una extraña tonalidad de marrón cubrió la cúpula durante unos segundos.
—El emisario del Oscuro se acerca —ceceó una voz susurrante—. Cuando el Pacto de los Diez esté completo, el No Mago no podrá dar el primer paso hacia el entrelazado.
Lethe sentía los latidos de su corazón en la garganta. La sangre corría por sus venas como un río de lava ardiendo. Curiosamente, el miedo se retiró a algún punto en la parte posterior de su mente; en su lugar, la emoción lo ocupó todo. Vislumbró un atisbo de cuál sería su misión una vez el Entrelazado hubiera tenido lugar.
Algunas de las voces empezaron a entonar una melodía extraña y monótona.
—El No Mago se reunirá con el guardián del tiempo —dijo la primera voz.
Acércate al borde.
La voz de Mirada Rasuradora en el lenguaje de la mente tenía un tono neutro, como si hubiera dicho algo banal.
Lethe obedeció. Observó la impenetrable negritud del agua, fascinado. Su corazón latía con tanta fuerza que temió que su pecho estallara. Imágenes aterradoras asaltaron su mente consciente.
En la distancia, oyó un poderoso batir de alas. Un aullido desgarrador recorrió el abismo.
¡De prisa!
Cada fibra de su cuerpo oponía resistencia, pero un mar de pensamientos, como miles de agujas, tocó a Lethe.
Salta —dijeron las voces, empapadas de Enturbamiento de la voluntad.
Entonces saltó.