El camino seguido por la inocente juventud tiene un nombre: se llama destino. El muchacho no tiene la menor idea de las desagradables sorpresas que la vida le tiene reservadas. Únicamente ve desafíos y nuevas oportunidades, y una larga vida ante él. Pero en un momento dado toma el camino llamado destino. De pronto, ya no puede reír. De un segundo a otro, es consciente de la presión que la vida ejerce sobre él. Mano a mano con el sentido de la responsabilidad, aparece la mueca de la muerte. Aunque ese brusco final parece estar muy lejos, el muchacho, de repente, se da cuenta de que siempre le estará esperando.
HUMBYER DE EBBESTAEDE,
Nuestro destino tiene un nombre, prefacio
Apenas había nevado en Pórtico de Lan Alto.
Pasaron de largo, dejando a mano izquierda la ciudad. Atrás quedó también la primera entrada de los abismos. Tras ellos, una capa de nubes grises y amarillas parecía irles a la zaga.
—Ya hemos dejado atrás la antigua entrada del abismo más occidental —dijo Matei—. Se encuentra justo detrás de la posada de Tasker, y también conduce al primer abismo.
Señaló hacia el este, hacia un punto en el que se veía otra entrada.
—Ése es el acceso al abismo intermedio.
Lethe observó la entrada, que parecía haber sido cortada en la roca mediante una hacha gigante. Su desazón arremetía como olas hostiles contra los acantilados de su mente, y la visión del abismo le produjo dolor de cabeza. Tuvo la misma sensación que cuando presintió el ataque de Dotar en la Torre del Viento; en aquel momento tampoco había sido capaz de imaginar lo que le aguardaba.
—No tengo comprensión de los acontecimientos —murmuró—. Soy un juguete a merced de poderes que no entiendo.
—¿Qué has dicho? —preguntó Matei, que le seguía de cerca.
Lethe habló en voz baja para que los demás no pudieran oírle.
—Con cada paso que doy, más me acerco a mi destino. Sigo avanzando, pero en realidad deseo salir corriendo.
—¿Crees que yo era feliz cuando siendo tan sólo un muchacho, me di cuenta de que mi cuerpo y mi mente estaban anegados por la magia? —susurró con voz ronca—. Marakis también debe sentir algo parecido, Lethe. El destino nos ha elegido a nosotros, entre cientos de miles de almas. Los magos de nacimiento simultáneamente heredan algo llamado deber. Por supuesto, mi posición presenta ventajas, pero aun así, el deber, con frecuencia, se antepone a todo: tomar conciencia de que eres portador de poder, pero todavía sin una finalidad concreta; ser consciente de que el principal objetivo en tu vida será utilizar el poder con sabiduría.
Se mordió el labio y frunció la nariz. Una sonrisa dibujo una curva en sus labios.
—¡Mírame, hablándote de mi propia suerte! Como si eso importara lo más mínimo. Lo más importante ahora es tu destino.
Hizo que Lethe se detuviera y dejó que los demás pasaran, haciéndoles señas para que siguieran avanzando. Cuando se hubieron alejado lo suficiente como para que la conversación no estuviera al alcance de sus oídos, Matei dijo:
—Hoy o mañana por la mañana tendrás que continuar solo. Así está escrito; así es como Randole lo dejó esculpido en el tiempo.
Lethe asintió, con la mirada baja.
—Tú elegirás el momento, pero me gustaría que antes me advirtieras, hijo.
Era una pregunta, pero parecía casi un ruego. Lethe miró al alto myster con seriedad.
—Me pediste que te acompañara. Entonces, yo no sabía que el destino me había elegido a mí. Yo…
Miró hacia otro lado para que Matei no pudiera ver las lágrimas en sus ojos.
—Puede ser que sepa algo de mi misión —añadió—. De ser eso cierto, es mucho peor de lo que nunca pudiera haber imaginado. Te avisaré cuando esté preparado para seguir solo.
—Tú y yo somos los únicos que hemos visto llegar a Kasbyrion a los reguladores que nos persiguen —dijo Matei—. Conseguí sembrar en ellos la confusión para conseguir un poco más de ventaja. Deben encontrarse en algún punto entre Kasbyrion y este lugar. Nosotros seremos un escudo viviente entre ellos y tú.
Lethe le clavó la mirada. A continuación, dio media vuelta y se alejó precipitadamente de Matei para reunirse con los demás.
Al penetrar en el abismo, parecía como si las nubes estuvieran adheridas a ellos. Poco después, empezó a llover; una cortina de gruesas gotas descargaba justo encima del abismo y les caló hasta los huesos. Decidieron guarecerse y pronto encontraron una gruta. Todavía había restos de sus anteriores visitantes: unas cuantas ramas junto a una hoguera apagada. En seguida, hicieron fuego y, una vez sentados a su alrededor, Llanfereit procedió a contar historias que los mantuvieron a todos absortos.
Matei hizo una seña a Lethe y le condujo hasta la entrada de la cueva. Extrajo una capa corta con capucha de la bolsa y se la tendió. Ocupaba el lugar entre Lethe y los demás.
—Tal vez éste sea un buen momento —susurró—. Nosotros te seguiremos a cierta distancia.
Lethe comprendió lo que Matei quería decir. Asintió con un breve movimiento de cabeza, rozó el brazo de Matei y se volvió para desaparecer en la cortina gris de la lluvia. Matei le siguió con la mirada, sacudiendo la cabeza.
—Adiós, muchacho. ¡Ojalá pudiese haberte dicho más! Desearía haberte hablado de tu destino o de lo que creo que te espera.
Durante un buen rato nadie se acercó a Matei. Finalmente, Pit se aproximó al alto myster. Observó, sorprendida, la entrada de la cueva.
—Creí que hablabas con Lethe. ¿Dónde está?
—Se ha ido —dijo Matei—. Está de camino hacia su destino, solo.
Pit palideció. Acto seguido, asió la toga de Matei de modo apremiante.
—Dime que no es cierto —susurró con la voz quebrada—. Dime que no es cierto lo que Llanfereit me dijo acerca del destino de Lethe.
Matei la miró con los ojos llenos de tristeza, y permaneció en silencio. Pit profirió un grito y se precipitó hacia fuera, bajo la lluvia.
—¡No! —exclamó Matei en un tono de voz bañado de Enturbamiento de la Voluntad.
Pit se detuvo de repente y deshizo sus pasos en contra de su voluntad, llorando y gimiendo.
—¿Por qué? ¿Por qué él? —dijo en un aullido.
Matei se encogió de hombros.
Los demás se acercaron. Cuando Matei les informó de la situación, todos parecían estupefactos.
—Entonces, ¿cuál es nuestra misión ahora? —preguntó Dotar.
—No tenemos una sola misión, sino varias —respondió Matei—. Vamos, regresemos al lado del fuego. Os explicaré lo que está sucediendo a nuestro alrededor.