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El Vuelo Doble Escindido

Raïelf dijo: «La magia de Loh no contempla todos los aspectos del Arte».

Al decir «el Arte», se refería a la magia. Por supuesto, la magia de Loh está limitada. No son necesarios los constantes ataques contra los Preceptos del escriba Ectar Wernalek de Rak para saberlo. Teniendo en cuenta todos sus aspectos, los Preceptos no son sino un conjunto de hechizos, conjuros e ilusiones. Hechizos de la solidez del mangiet, poderosos conjuros e ilusiones tan perfectas como la realidad, admitámoslo. Por supuesto, también cabe destacar la magia del tiempo doble y la extraordinaria conjunción de mentes mágicas, que recibe el nombre de «reunión de voluntades». Impresionantes demostraciones de magia y conjuros impecables son responsables de muchos acontecimientos e historias memorables. Pero, en palabras de Kandel, místico de la isla de los Gatos: «¿La magia de Loh? Es una ornamentación arquitectónica, el decorado, la fachada. La verdadera magia es la estructura en sí misma, con unos sólidos cimientos y muchas estancias decoradas con buen gusto».

Puede ser que se trate de un juicio demasiado perspicaz, pero algo de cierto hay en ello.

Lamentablemente, durante siglos no se ha producido ninguna manifestación de la magia antigua. Eso sólo puede ir en favor de un mayor poder de Loh. ¿Es eso bueno para el reino? Aunque mi opinión no es importante, estoy convencido de que cualquier poder absoluto, antes o después, está condenado al fracaso.

LADY DERMIUNE ARTHAK DE PEQUEÑA MELISA,

La ilusión de la realidad

La niebla amarilla que había rodeado al navío durante diez días se disipó a la mañana del día siguiente. En su lugar, un resplandor anaranjado teñía el horizonte y el cielo recuperó su color azul pálido. Seguía sin haber viento, pero se intuía un cambio. Al cabo de una hora, un ejército de nubarrones negros cubrió todo el horizonte y ocultó el sol.

El silencio en el que había estado envuelto el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares era entonces distinto. Todos subieron a cubierta, compelidos por aquella indefinible diferencia a salir de sus camarotes.

—El vacío ha acabado —retumbó la voz de Wedgebolt.

Un ruido sordo se oyó en la distancia y una leve ondulación quebró el espejo del mar, como una confirmación de sus palabras. La primera ráfaga de viento fue ligera y sutil como el tejido de una vela, y bailó con ligereza por toda la nave.

—¡Ah, el viento! —dijo Mano Firme, alzando la barbilla y con los ojos cerrados—. Casi me había olvidado de esta sensación.

Wedgebolt dio órdenes a la tripulación.

—¡Arriad las velas! La tormenta estará sobre nosotros antes de que nos demos cuenta.

Como de costumbre, tenía razón. Al cabo de unas cuantas horas, olas enormes, de más de diez metros, atacaban al Astuta Cuchilla de los Nueve Mares por todos lados. El barco se balanceaba y crujía. Nubes negras como la tinta alcanzaron el navío a ras de agua. El viento ululaba a través de la jarcia. La proa se encabritaba como un caballo enloquecido, luchando contra el infierno de agua y espuma.

Sin embargo, Wedgebolt había decidido no arriar por completo el foque de proa. La vela había quedado amarrada a un metro por debajo del penol en una anchura de quince metros, y simultáneamente al pasamanos con dos cabos del grosor de un puño. La pequeña superficie aprovechó el embate de la tormenta e impulsó al barco, que no cesaba de cabecear y chocar contra las olas, por encima de las crestas y atravesando los senos entre una y otra.

—De otro modo, apenas tendríamos capacidad de gobierno en una tormenta como ésta —había comentado Wedgebolt a Lethe—. En caso de que el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares se dirigiera directamente hacia el norte, nos veríamos en apuros.

Todas las manos disponibles estaban en cubierta. Matei, Lethe, Pit, Gaithnard, Marakis y Dotar ayudaron a estibar el cargamento que había sobre cubierta y achicar el agua, lo cual sólo era posible cuando se encontraban en un seno entre dos olas. Cada vez que el barco se izaba sobre la cresta de una ola, se producía una carrera para alcanzar la cubierta de popa, donde con ayuda de un arnés se amarraban a los elementos fijos de la embarcación.

De pronto, Rax empezó a cantar y a brillar con fuerza. Lethe vio extraños círculos de color amarillo que pasaban rozando el barco, y entre el ulular del viento creyó oír un desagradable chillido agudo. Antes de que pudiera comentar este hecho con Matei, la tormenta llegó a su clímax y uno de los cabos que sujetaban el foque de proa se rompió como si se tratara de un hilo. El Astuta Cuchilla de los Nueve Mares giró sobre su eje, y en uno de los senos entre dos olas el barco escoró peligrosamente. Cuando parecía que la situación no podría ser peor, uno de los cabos de estiba se soltó, lo que hizo que algunos arcones y canastos se agolparan en la banda de estribor. Si no reaccionaban con rapidez, el barco podría volcar. Una ola se alzó como una torre sobre la proa; en cuestión de segundos se abalanzaría sobre el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares como un monstruo marino enfurecido. Todos observaban, aterrados, aquella enorme ola.

—¡Llanfereit!

Era Matei, aferrado a la parte interior del pasamanos junto a Lethe. Gracias al Eco Mágico, su voz se abrió paso por encima de la tormenta. El otro mago apareció al cabo de un instante en la puerta de su camarote.

—¡Es el Oscuro! —gritó Matei—. Tenemos que salvar el barco. ¡El Vuelo Doble Escindido! ¡Ahora!

Aparentemente, Llanfereit comprendió de inmediato lo que Matei quería decir. Los dos magos avanzaron tambaleándose hasta el centro de la cubierta y se cogieron las manos, para recitar al unísono un hechizo.

—¡Irsayent levituït chestre!

No era posible saber si el repiqueteo del barco era consecuencia del hechizo o de la violencia de la tormenta. Fue un momento espeluznante. La ola se encontraba prácticamente sobre el barco, como suspendida entre aquellas aguas convulsas y embravecidas.

Justo en ese instante, una llama estilizada y pálida irrumpió en la oscuridad de la tormenta. Dos pájaros grises emprendieron vuelo desde la cubierta y se alejaron aleteando penosamente, uno hacia proa, el otro hacia popa. Volaban rozando las aguas. Un silbido exasperante, estridente y desafinado perforó los oídos de los tripulantes mientras se aferraban con todas sus fuerzas al pasamanos. Algunos no se atrevían a mirar y mantenían los ojos fuertemente apretados, esperando el momento en que morirían ahogados. Lethe, sin embargo, siguió mirando hacia el cielo y, con gran asombro, vio cómo la ola se dividía en dos justo por encima de la nave, para atacar a ambos magos.

El barco se bamboleó y zozobró de forma pavorosa, tremendamente escorado, y se sumergió en el seno entre dos olas. El tiempo que tardó en volver a emerger se les antojó una eternidad. Lethe vio cómo el pájaro que había volado hacia la proa se alejaba aleteando hacia lo alto, en el cielo, perseguido por una ola negra que se alzó desde el mar. El ave describió un brusco giro, se alejó del barco y escapó a duras penas. De la otra ave no quedaba rastro.

La tormenta amainó rápidamente. Rax dejó de cantar. Wedgebolt dio órdenes a voz en grito a sus hombres, que se aproximaron a él desde todas partes. Consiguieron amarrar de nuevo el penol y poner proa al viento. Entretanto, Lethe y Pit escudriñaban, preocupados, el cielo; pero no había ninguna ave a la vista.

Esa misma tarde, de la tormenta sólo quedaba una fuerte brisa, que hacía cabecear y balancearse al Astuta Cuchilla de los Nueve Mares sobre el agitado oleaje. Todavía había nubes negras encima del barco, pero el cielo se estaba abriendo, y aparecía azul y despejado en algunos puntos en el horizonte.

Lethe y Pit seguían en el pasamanos, escrutando el cielo.

—Conozco el hechizo del Vuelo Doble Escindido —comentó Pit, y añadió con una leve sonrisa—, aunque no lo he puesto en práctica. El hechizo requiere los poderes de dos magos combinados. Precisamente ese poder combinado representa en sí mismo un peligro, en caso de que algo salga mal. Si uno de los magos no puede regresar por la razón que sea, el otro tiene pocas probabilidades de sobrevivir.

Tales palabras no eran precisamente un consuelo para Lethe.

—Y nosotros no podemos hacer nada —dijo, resignado.

Se frotó el hombro derecho y enderezó la espada cuando le pareció ver un pájaro por el oeste. Pero la sombra que había visto pasar fugazmente por encima de una nube no se dejó ver de nuevo.

—¿Eres consciente de que Matei y Llanfereit nos han salvado de una muerte segura? —dijo.

—Perfectamente, Lethe —respondió Pit—, tal como tú nos salvaste hace unos días. Matei tenía razón; era el Oscuro en persona. Siempre capta la magia, como si fuera lo único que supiera hacer. El hechizo dividió la ola en dos y salvó al Astuta Cuchilla de los Nueve Mares. Temía que el Oscuro fuera inmune a la magia, y efectivamente lo es, pero en realidad él sólo originó la ola; no era la ola.

Se mordió los labios.

—Nuestra misión pende de un hilo. Desearía encontrar la manera de reforzarla, de conferirle más solidez.

—Quizá mediante el Poder —sugirió Lethe—. Pero todavía no sabemos lo suficiente para aprovecharlo de forma eficaz.

Pit suspiró y rodeó a Lethe por los hombros con sus brazos.

—Tienes razón, pero ¿quién podría enseñarnos? No conozco a nadie capacitado para ello.

—Tal vez Matei sí —dijo Lethe—, si es que volvemos a verle algún día.

Como si fuera una señal, se oyó por duplicado el chillido de dos aves por encima del agua. Venían del norte y volaban directamente en picado hacia el barco.

No mucho después, Matei y Llanfereit estaban sobre cubierta, todavía jadeando, pero ilesos. El Vuelo Doble Escindido de los magos había concluido con éxito.

No obstante, Matei no parecía demasiado satisfecho.

—El Oscuro nos ataca siempre por sorpresa, una y otra vez. Y sin embargo, apenas sabemos nada de él. No sabemos dónde se esconde, ni qué aspecto tiene, y por supuesto no tenemos la menor idea de cuándo volverá a atacar. Sólo podemos afirmar que hasta ahora hemos sido capaces de rechazar sus ofensivas y salvar nuestras vidas.

—Tienes razón, pero creo que en primer lugar sería mejor intentar arribar a Puerto de Serth a salvo —rezongó Llanfereit.