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Veneno real

De todos los venenos, los legendarios tedisuerium y curaïec'htac son los menos susceptibles a la magia defensiva de la escuela de Loh. No es extraño que los reguladores y otros asesinos profesionales hagan un uso liberal de estos potentes venenos. El curaïec'htac, también conocido como «veneno real» por reguladores y maestros de reguladores, es una sustancia natural destilada a partir del zumo púrpura obtenido de los tallos de una alga poco común llamada «kelp», de color azul. Estas algas crecen principalmente en las islas situadas más al norte de las Rompientes Exteriores, al este de Rak y en las aguas próximas a Gyt Oriental. Esto explicaría por qué los buscadores de kelp de Rak se cuentan entre los pescadores más ricos del reino.

LADY SPHEIRE LAVAN DE PEQUEÑA MELISA,

Del Aciterion al Zypuergelon. Enciclopedia de venenos y sustancias tóxicas

El segundo día, el barco seguía siendo prisionero del vacío en el mar sin nombre entre Fang y las Rompientes Exteriores. Matei informó a los demás de sus últimos descubrimientos.

Se habían reunido en cubierta y habían tomado asiento uno al lado del otro, recostados en la tarima de la cubierta de proa. Aunque el mar se extendía como un espejo hasta donde alcanzaba la vista, el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares se balanceaba suavemente. «Mi nave es una mujer y está viva —había dicho Wedgebolt en una ocasión—. Nunca está quieta. Tal vez seguirá moviéndose incluso cuando esté cansada y decrépita, y permanezca varada en tierra».

Matei dio inicio a su exposición. Llevaba una toga azul oscuro con ribetes dorados y un cuello de piel fina que le daba un aire aristocrático.

—Mientras os encontrabais en los pasadizos de la cueva, recibimos un largo mensaje de lady Tulsië —dijo a modo de introducción—. A pesar de que los primeros indicios señalaban en otra dirección, al poco de enviarnos su primera respuesta, descubrió algo: la mujer pájaro aparece únicamente, como ya sospechábamos, en lugares relacionados con la magia incolora. Cabe destacar que ha sido vista en el mismo sitio en varias ocasiones. Tulsië desconoce la razón por la que ese lugar es tan importante, pero es el único en el que la mujer pájaro ha hecho aparición en más de una ocasión.

El alto myster se balanceaba sobre la parte anterior de la planta del pie mientras observaba fijamente las aguas, más allá de la cubierta. Lethe pudo apreciar cierta melancolía en sus ojos.

—¿Dónde se encuentra ese lugar? —preguntó Marakis.

Parecía que Matei no oía nada.

—Una vez concluida nuestra tarea en las Rompientes Exteriores, suponiendo que el vacío no dure para siempre —hizo una pequeña pausa para buscar la confirmación de Llanfereit—, creemos que debemos dirigirnos a Lan-Gyt lo más rápidamente posible.

—¿Se encuentra allí ese lugar? —preguntó Lethe.

—En efecto, allí, en los antiguos abismos situados al norte de Pórtico de Lan Alto —confirmó Matei—. Algunos de esos abismos se prolongan hasta el extremo norte de la península de Yle. En algún punto a mitad del abismo central está el lugar más profundo, al que se accede a través de un angosto y peligroso sendero. Lady Tulsië nos ha advertido de que hay otras personas que también saben de su existencia.

—¿Otras personas? —preguntó Gaithnard—. ¿Enemigos?

Lethe esperaba la confirmación de Matei, pero el alto myster negó moviendo lentamente la cabeza de un lado a otro.

—No lo sé. Todavía no he sido capaz de averiguar cuáles de nuestros enemigos participan en este juego de poder. En las últimas semanas, hemos presenciado acontecimientos contradictorios. Algunos de los que considerábamos nuestros peores enemigos han demostrado estar más de nuestra parte de lo que nunca hubiéramos imaginado.

—Y viceversa —rezongó Llanfereit.

—Tal vez —dijo Matei, pensativo—, tal vez. Pero todavía no podemos estar seguros.

Matei lanzó una mirada a Marakis a través de sus párpados medio cerrados.

—Existe un grupo de personas, cuyo cabecilla probablemente es Danker, que pretenden hacerse con el poder. Ha llegado una paloma mensajera directamente de Stormburg con un mensaje de Harkyn. Los altos mysters sospechan que uno de nosotros se ha unido a Danker y a su grupo.

Se hizo un momento de silencio en el que todos reflexionaron acerca de esa posibilidad.

—Los seis altos mysters han llegado incluso a celebrar una reunión de voluntades sin obtener ningún resultado.

Matei tuvo que explicar a Marakis y a Gaithnard en qué consistía una reunión de voluntades; los demás ya lo sabían.

—Es el único medio de sacar a la luz la presunta traición de un alto myster, y sólo se recurre a él en casos de emergencia. Pero no funcionó. Ahora los altos mysters desconfían unos de otros constantemente. Y eso no es bueno.

Dotar alzó la vista.

—Se ha sembrado la desconfianza —dijo— cuando lo que necesitamos precisamente es colaboración.

Todos se mostraron de acuerdo.

—La traición es el principio del fin —masculló Llanfereit con un dejo de amargura—. Sé lo que me digo.

Lethe se preguntaba por qué experiencia habría pasado el mago para estar tan resentido. Nuevamente, se dio cuenta de que no sabía nada del mago, con la excepción de que irradiaba un poder innegable, un poder muy por encima del propio de un medio myster o un myster.

Pit le merecía idéntica opinión. Hacía unos cuantos días que se había dado cuenta de que no la conocía tan bien como creía. Era tan enigmática o más que su maestro. Ambos vivían en Warding; el mago la había adoptado. Eso era todo lo que sabía. Tal vez debería preguntarle directamente a ella.

—¿Cuál es nuestra misión en las Rompientes Exteriores? —preguntó Gaithnard mientras comprobaba el filo de una de sus dagas—. ¿A qué isla de entre las decenas que componen el archipiélago nos dirigimos?

—Como mínimo visitaremos dos de ellas —respondió sin dudar Matei—: V'ryn Central y Serth Central.

—¡Ah, Puerto de Serth! —dijo en un suspiro Gaithnard—, con la célebre esclusa de Lundyker.

Todos habían oído historias acerca de la extraordinaria estructura situada en la entrada a Puerto de Serth, considerada como uno de los más importantes logros de la civilización.

Matei caminó hacia la barandilla con las manos entrelazadas detrás de la espalda, pero de pronto se volvió con brusquedad y miró directamente a Lethe.

—Hay algo más: he terminado el libro de cuentos.

Lethe le devolvió una mirada cargada de estupor. Entonces recordó que una de las primeras noches a bordo del Astuta Cuchilla de los Nueve Mares, Matei había estado leyendo un libro en una lengua extraña. El alto myster había prometido que traduciría parte de su contenido para Lethe porque le interesaba su opinión.

—Me ha costado bastante —dijo Matei, sonriendo—, pero he conseguido traducir los pasajes más importantes. ¿Te gustaría leerlos? Estoy impaciente por conocer tu opinión.

—¿Por qué es tan importante un libro de cuentos? —preguntó Dotar en tono irónico.

—Lo llamo así porque los habitantes de las islas Espejo creen que las dos leyendas que contiene son fantasías. Pero yo no comparto su opinión. El héroe, llamado Dorlean, vive fantásticas aventuras, pero creo que esos acontecimientos imaginarios ocultan un mensaje.

Lethe alzó las cejas con asombro.

—Dorlean, ¡es otro anagrama de Randole!

—En efecto —dijo Matei—, yo también caí en la cuenta. Creo que es uno de los vestigios que Randole dejó grabado en el tiempo. Eso también explicaría por qué su mensaje se encuentra oculto en algo parecido a un libro de cuentos.

Se oyó un pájaro, con un grito que rasgó el silencio, tras las últimas palabras de Matei. Lethe alzó la vista hacia el animal que planeaba en amplios círculos sobre el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares. No era una gaviota, sino una gran ave de color gris oscuro con un largo pico de tonalidad más pálida y brillantes ojos amarillos. Algo refulgía sobre la cabeza de aquella ave.

Oyeron otro sonido: un zumbido disonante.

—¡Rax! —dijo Dotar entre dientes.

Se levantó, desenvainó su espada y amenazó al ave con la punta. Gaithnard se puso en pie de un salto para tomar posición a su lado. El resplandor que emitía la espada cantarina de Lethe podía verse incluso a través de su funda protectora. Con un suave movimiento, desenfundó el arma. El ave batía sus alas a menos de diez metros de la cabeza de Lethe. Tenía el tamaño de un hombre adulto. Rax empezó a brillar aún con más intensidad, hasta adquirir una tonalidad casi blanca. No cabía duda de que el ave representaba el mal.

Lethe entrecerró los ojos y observó la cabeza del animal. Parecía que llevaba una piedra de puro mangiet justo encima de los ojos.

Llanfereit murmuró algo e hizo una serie de movimientos mágicos con los dedos, pero no surtieron efecto.

—Es un emisario del Oscuro del mar de la Noche —comentó—. Mi magia no le afecta.

—Es cierto —confirmó Matei—. Nunca antes había visto un animal semejante.

Lethe notó que una mente poderosa intentaba derribar sus defensas mentales. Se sentía incapaz de rechazar el ataque, y sin embargo, aquella mente extraña no pudo romper sus barreras.

El ave profirió un grito furioso, plegó las alas y se dejó caer en picado hacia Lethe como una piedra. La velocidad de la maniobra sorprendió no sólo a Lethe, sino también a Dotar y a Gaithnard. Dotar se impulsó hacia adelante en el último momento; protegiéndose el rostro con los brazos, impactó con el hombro derecho en el cuerpo robusto del animal. Como resultado, el ave perdió el equilibrio, lo cual permitió a Lethe echarse a un lado. Tropezó y cayó justo cuando las garras del ave rozaron su cuerpo. Lethe se golpeó la cabeza contra la cubierta. El ave, chillando, le pasó muy cerca de nuevo y después se alejó aleteando.

Rax entonó una desaforada cantinela, que cesó repentinamente. Los demás miembros del grupo quedaron mudos de asombro al comprobar que Lethe yacía inconsciente sobre cubierta. Presentaba una profunda herida abierta desde detrás de la oreja hasta el cuello, de la que manaba la sangre a borbotones. Pit corrió hacia él, gimiendo, y le cubrió la herida con su pañuelo. También Wedgebolt, Kalyk y otros miembros de la tripulación corrieron en su auxilio. Un chillido desgarrador rasgó el silencio, hasta convertirse en un agudo silbido y disolverse en el rumor de las olas.

Cuando estuvieron seguros de que la bestia no volvería a atacar, se ocuparon de Lethe. Matei le examinó rápidamente, y su cara adquirió una expresión adusta.

—Veneno —retumbó su voz. Les mostró su dedo índice, en el que podía verse un fluido azul—. Probablemente procedente de las garras del ave.

Se volvió hacia Dotar y alargó el dedo hacia la nariz del regulador. Al olerlo, Dotar retrocedió con un reflejo.

—Curaïec'htac.

El nombre del veneno vino a su mente al instante. Con un trozo de tela que extrajo de su jubón secó rápidamente el rastro de veneno del dedo de Matei.

—Se trata del infame veneno real, y la concentración es sorprendente. Diez gotas en el flujo sanguíneo bastan para acabar con la vida de una persona. Y no sabemos qué cantidad ha penetrado en la sangre de Lethe.

Matei se mordió los labios.

—Debo admitir que me lo temía. Los venenos como el curaïec'htac son inmunes a la magia, debido a la rapidez con que su ingrediente activo, el vytraïol, penetra en la sangre.

Su faz denotaba un gran pesar mientras miraba a Lethe.

—Si sobrevive, será gracias a ti, Dotar, a quien deberá agradecérselo. Has pagado tu deuda con creces.

Dotar respondió a ese comentario con un leve movimiento de cabeza.

Procedieron a vendar cuidadosamente las heridas de Lethe. Después, entre Gaithnard y Kalyk le llevaron hasta el camarote que compartía con Matei, que permaneció a su lado y prohibió la entrada a los demás.

Tiempo ralentizado.

Flotaba como un pájaro sobre las corrientes térmicas a través de un espacio cerrado por toscos ladrillos. Un alarido tan agudo que resultaba exasperante resonó en sus oídos. Se sentía como una carabela sin timón. En cuestión de segundos se estrellaría contra el muro macizo que había justo frente a él. Sintió que los músculos de la cara se tensaban, como para amortiguar el impacto. A través de las rendijas de sus ojos vio las rocas flotantes, cada vez más cerca. Podía apreciar los poros en las rugosidades de la piedra, y el olor vago del cemento. Al mismo tiempo, se dio cuenta de que había algo en su frente: una concentración de enorme poder. ¿Qué era aquello? Se lo imaginó como una piedra centelleante.

Regresó al tiempo ralentizado y a su desesperada situación. Su muerte parecía inevitable.

Un instante después, sintió una sensación de mareo, y todo lo que había a su alrededor se esfumó. Perdió el conocimiento.

Un segundo más tarde, recobró el sentido y su capacidad visual.

La estancia en la que antes se encontraba había desaparecido. Le llevó unos cuantos segundos darse cuenta de que ahora estaba sumergido bajo el agua. Por un instante, un pánico glacial y líquido fluyó por todo su cuerpo, pero en seguida se dio cuenta de que era capaz de respirar. Al mismo tiempo, percibió una pesadez extraña en algún lugar, fuera de su cuerpo.

Intentó girar la cabeza, pero ¡no tenía cuello! Había algo extraño en relación con su cuerpo. No podía sentir sus brazos ni sus piernas. En su lugar, una sensación plena, espesa y pesada le mecía. Poco a poco se dio cuenta: ¡era una criatura marina! De nuevo, el pánico se apoderó de él. Su mente se negaba a aceptar su nueva forma física; cada una de las fibras de su cuerpo oponía resistencia. Era una pesadilla diabólica; sabía que despertaría pronto, pero de momento seguía inmerso en ella. Se vio envuelto en la cólera de la criatura marina. Su ira desenfrenada iba dirigida a algo que interfería en su visión de la perfección, la totalidad del cielo convulsionado.

La mente de Lethe quedó desgarrada por otra mente, mayor y muchas veces más poderosa que la suya propia. El proceso vino acompañado de un dolor insoportable. El lugar en el que antes se encontraba su estómago estaba en llamas. Deseaba gritar, pero no tenía cuerdas vocales con las que expresar su dolor. Pero la impresión más fuerte llegó justo antes de que perdiera el sentido de nuevo. En la frontera entre el conocimiento y el naufragio, alcanzó a ver el tamaño real de la criatura.

Justo antes de entrar deslizándose en la oscuridad, se percató de algo más. Un fragmento de conciencia se separó de su ser en proceso de desintegración y, de manera inadvertida, alcanzó el lugar en el que la mente de mayores dimensiones se balanceaba. Era un fragmento tan pequeño que pasó desapercibido.

Así de minúsculo es el Poder —susurró la voz en el límite de su estado consciente—. El Poder no se basa en el tamaño ni en las dimensiones; el Poder no obtiene su fuerza de los grandes gestos. No, el Poder es invisible para

El resto quedó ahogado en un repentino torrente de voces que hacían imposible pensar.