El poder de la esencia de la magia de Loh proviene de las palabras. No sólo de las palabras que componen los hechizos, conjuros e ilusiones, sino también de aquellas con las que mysters y altos mysters pueden «ponerse a prueba» mutuamente. Para ello, se utiliza un proceso denominado «reunión de voluntades». Los magos de Loh han tejido un velo de misterio en torno a la reunión de voluntades. Pero Styrdal de Handera, un medio myster no nacido en Loh, cree que se trata de un método a disposición de los hechiceros para comprobar la fiabilidad de otros brujos. La historia ha demostrado que en ocasiones resulta muy útil. La intuición de Styrdal de que la reunión de voluntades tiene como objetivo revelar el verdadero nombre de un myster o alto myster queda corroborada de forma tácita por el silencio de los magos de Loh.
«Ésa es la prueba que necesitaba», afirma el mago de Handera.
CARHUELA DE YNYSTEL,
Búsqueda de la esencia de la magia de Loh
Seis altos mysters murmuraron de forma simultánea el hechizo que conocían como la Desconexión Prematura del Cuerpo y de la Tierra; «el sucedáneo de la muerte», como el gran Raïelf había dado en llamar al conjuro según el cual, los tres elementos de la conciencia —el cuerpo, el espíritu y el alma— quedaban desvinculados unos de otros para caer en un abismo de intenso silencio. Ese lugar etéreo tenía un nombre: Legnahifnal, o la otra cara de la mente. Las seis presencias se reunieron allí, cada una a su manera y de acuerdo con su propia naturaleza: unas, renuentes y precavidas; otras, intensas y resueltas. Pero todas estaban allí.
Debido a su condición de altos mysters, conocían los entresijos de los ritos de la reunión de voluntades. Éstos formaban parte de su formación. Nunca habrían llegado a ser altos mysters de no conocer y controlar los rituales a la perfección. Sin embargo, aunque conocían la teoría, nunca habían llegado a ponerla en práctica.
La finalidad de la reunión de voluntades era obtener la verdad al más alto nivel. La voluntad individual quedaría sometida a la voluntad colectiva de los seis altos mysters durante la ceremonia. Cualquier impureza, mentira o, como en ese caso, una posible traición, saldrían a la luz.
La reunión de voluntades se basaba en los Preceptos, los fundamentos de la magia recogidos por un mago anónimo. Los Preceptos hablaban de la pureza de la mente en un nivel superior a la individualidad. Todos los mysters, y por supuesto cada uno de los altos myster, debían someterse a ellos en el momento de pasar la Prueba. Durante mucho tiempo existió la creencia de que únicamente los puros de mente y seguidores de los Preceptos, eran capaces de hacer magia. Pero la irrefutable existencia de la magia oscura y de otras formas de magia igualmente censurables echó por tierra esa suposición como si se tratara de un castillo de arena a orillas del mar de la Noche. Con todo, los Preceptos seguían siendo la base de la magia en Loh. «A falta de una teoría mejor», como el famoso alto myster Rekbalt Falyrse solía decir.
Harkyn siempre había considerado que los Preceptos, en calidad de cimientos del poder de Loh, ofrecían escasa estabilidad, debido precisamente a ese punto débil. La amenaza de una infiltración de la magia negra estaba siempre presente, después de todo. Había incluso intentado encontrar una nueva base que pudiera ofrecer mayores garantías a Loh. Su investigación se fundamentaba principalmente en el estudio detallado de escritos antiguos que hablaban de otras clases de magia. A pesar de los resultados obtenidos, era demasiado pronto para aventurar la redacción de nuevos Preceptos, basándose en los recién adquiridos conocimientos.
La primera fase de la reunión de voluntades consistía en dejar la identidad terrenal de cada uno a un lado. Esto no resultaba fácil para un alto myster, puesto que cada uno de ellos debía parte de su individualidad a la palabra que contenía su nombre. En sí mismo, el nombre era tan sólo una herramienta, pero la verdadera identidad que se ocultaba tras él contenía otro nombre, muchas veces más largo que el primero (en la lengua antigua, que era patrimonio exclusivo de los altos mysters), cargado de conceptos que recogían las principales acciones y los acontecimientos decisivos de la vida del alto myster en cuestión. Entre los altos mysters, esa identidad era conocida como «verdadero nombre». En caso de que alguno de ellos pretendiera ocultar un hecho o acontecimiento, con la intención de mantenerlo en secreto, los demás detectarían una pausa o una vacilación. De ese modo, el traidor quedaría al descubierto.
Harkyn fue el primero en iniciar el proceso de dejar a un lado su verdadero nombre. El núcleo de su identidad liberó una cadena de vocablos que contenían los primeros años de su vida. Nunca antes había revelado su verdadero nombre por completo. Como resultado, todas sus acciones y hazañas, pero también su forma de pensar básica sobre cuestiones de gran relevancia, salieron a la luz. Su propia voluntad se hizo visible para todos.
Con un tono reverencial, murmuró las primeras sílabas de su verdadero nombre:
—Alaondeïrimeiìntermya tosuorelïmgebenen duruoëlachesardem nixaraëlyzister thaqimenkhedemolyn…
En el marco de una reunión de voluntades, el tiempo era relativo, pero a Harkyn todo el proceso se le antojó lento, largo y pesado, algo que achacó a su mente joven e impaciente. Acabó de pronunciar la primera parte de su verdadero nombre:
—… spheyruikheëmbiaerthe yfiëgeiron vaeleilzathe heymalaärtzifuongy worchleëthaezejym.
De nuevo se hizo el silencio, entonces cargado con el eco del primer fragmento del verdadero nombre de Harkyn.
Acto seguido, los otros cinco altos mysters recitaron las primeras partes de sus respectivos verdaderos nombres.
—… illaàyoiklei nembrabynuoliïcuzel depaerflylazauderuny thedamnuïthery vinaängyagazaylao thelfuargïva vymbreächo chudor jadiorgylaävan —se oyó decir por último a Karn. Puesto que era el más anciano, su nombre era el más largo.
Los seis corearon un suspiro que evocaba la brisa del viento del norte rasgando el silencio. A esas alturas, ya se habían dado cuenta de que aquella reunión de voluntades consumiría gran parte de su energía.
Harkyn no se arrepentía de haber convencido a Karn y a los demás de ejecutar el proceso de reunión de voluntades. Inmediatamente después de que Karn les comunicara la posibilidad de que uno de los altos mysters hubiera roto el juramento, se le ocurrió que ésa era la única forma de sofocar una amenaza, tal vez incluso de mayor envergadura que la magia incolora, al margen de que quizá existiera una relación directa con esa clase de magia, aunque eso estaba todavía por ver.
Su ser más profundo, su voluntad, se acurrucó entre las de los demás magos para escuchar de nuevo los distintos fragmentos de sus verdaderos nombres, entonces conectados. Por un momento, creyó haber detectado la presencia de la duda en algún punto de la cadena de nombres, pero tras examinarla con mayor detenimiento comprobó que la cadena parecía estar cerrada. Esa sensación le causó cierta extrañeza. ¿Se había equivocado, o acaso la reunión de voluntades estaba siendo manipulada? ¿Era eso posible? ¿Podía uno de los altos mysters no abrirse completamente a los demás? Por lo que sabía, nunca antes nadie había intentado nada semejante.
Buscó de nuevo dentro de su propia mente. ¿Cómo podía un alto myster ocultar su verdadero nombre, y de ese modo alguna de sus acciones, sin que los demás se dieran cuenta? De ser eso posible, eso significaba que los poderes combinados de los cinco magos no bastaban para hacer frente al poder del supuesto traidor. Le parecía increíble. Ni siquiera otros grandes magos, como Themondyr, Rekbalt Falyrse, Ris Ianagew, Dermrod, Raïelf y Durat, habían poseído más que una pequeña porción adicional de poder en comparación con el de cualquier alto myster. Normalmente, éste se concentraba en una sola habilidad, como por ejemplo, un control mejorado del tiempo doble o una mayor perspicacia en relación con la naturaleza de ciertos hechizos. Aquel que pudiera ocultar parte de su verdadero nombre a los demás altos mysters debía ser el más poderoso alto myster de todos los tiempos. Se preguntó si los demás habían percibido la vacilación. Nada parecía indicar que así fuera. Por el momento, decidió guardarse sus sospechas para sí mismo.
A continuación, comenzó la segunda fase de la reunión de voluntades. Al pronunciar la segunda parte de sus verdaderos nombres, la conexión de las mentes de los seis altos mysters fue absoluta. Cualquier pausa, cualquier tentativa de ocultación, sería advertida por cinco personas a la vez. Aquel que había vacilado era hábil y astuto. Había insertado su duda en el momento en que todavía podía pasar desapercibida. A partir de entonces, el fraude sería imposible.
Los seis magos recitaron la segunda parte de sus verdaderos nombres en aquel idioma antiguo. Su presencia se manifestaba aún con más intensidad en el abismo de silencio; las de Karn, Wyl y Harkyn eran las que más destacaban por su rotundidad. «Así ha sido desde que pasé a ocupar el cargo de alto myster», pensó la parte individual de la mente de Harkyn. Junto con Karn y Wyl, los tres presentaban la personalidades más fuertes. El enérgico Matei había ocupado siempre un lugar intermedio, y los otros tres aparentemente se habían conformado con un papel secundario. Pero eso no convertía a ninguno de ellos en el principal sospechoso.
Harkyn analizó el verdadero nombre de Wyl y comprobó que el alto myster había viajado mucho en los últimos meses. Wyl había protegido subrepticiamente los nombres de los lugares de destino, pero Harkyn consiguió ubicarlos en su mayoría, así como las islas que había visitado, de forma indirecta. Se preguntaba qué había llevado al alto myster a algunos de aquellos lugares.
Los demás altos mysters utilizaron la misma clase de palabras engañosas e intentaron complicar algunos hechos de forma que su significado directo no resultara tan obvio.
Pero esa vez no se produjo ninguna vacilación.
Harkyn sentía vagamente su cuerpo, pero no había confusión posible en el cansancio que empezaba a penetrar en su ser interior.
La tercera fase de la reunión de voluntades fue la más espectacular y la más agotadora. Parte de la verdadera naturaleza y emociones reprimidas de los altos mysters quedó al descubierto. Esto a menudo venía acompañado, según les había sido enseñado, de estallidos de violencia que liberaban potentes bolas de magia. Todos los altos mysters experimentarían brotes semejantes que podían ocasionar daños físicos y mentales. En sí mismos, no era nada fuera de lo común. Con frecuencia se trataba de reacciones de la mente ante una gran carga emocional, ni más ni menos.
Karn les advirtió de nuevo. Su mente, conectada a la de los demás, les instó a ser prudentes y a permanecer alerta.
—En el transcurso de la tercera fase puede ser que tengamos alucinaciones y experiencias visionarias, pero también es posible que debamos hacer frente a explosiones de ira y manifestaciones mágicas extraordinariamente poderosas. Intentad mantener la calma.
En un principio no hubo contratiempos. La última parte del verdadero nombre se pronunció en el lenguaje de la mente. Harkyn volvió a no percibir ninguna vacilación. Curiosamente, sólo sentía ira cuando salía a la luz algo relacionado con Berre, Wyl o Karn. No sabía a ciencia cierta a quién iba dirigida su ira, pero de manera involuntaria pronunció un hechizo reforzado de Intrusión Disímil de Fragmentos Fisurados, un hechizo doble que podía causar daños tanto físicos como mentales. Harkyn se dio cuenta, no obstante, de lo que estaba sucediendo, e inmediatamente neutralizó el pernicioso conjuro con una simple Inversión Abrupta. Los demás permanecieron impasibles.
Balmir, Berre y Gezyrah no desencadenaron ninguna manifestación de magia especial ni ninguna otra irregularidad. Pero cuando le tocó el turno a Wyl, de inmediato se produjo una tormenta de ira, hechizos y conjuros. Afortunadamente, la mayoría de los hechizos se contrarrestaban unos con otros, pero alguna vez los demás magos se vieron alcanzados por un fuego cruzado de palabras de poder. Llamas, cristales rotos, espadas, dagas y gran variedad de armas salieron despedidos hacia ellos. La tierra misma tembló. Pero los otros cinco altos mysters erigieron muros de protección y hechizos de defensa a su alrededor, de modo que al finalizar su turno nadie parecía haber sufrido heridas visibles.
Todos conocían suficientemente bien a Wyl, de modo que su actuación no pareció sorprender a nadie. Era el más temperamental de todos.
Cuando le llegó el turno a Karn, de nuevo se hizo la calma. Harkyn tenía la impresión de que incluso en ese momento, en el marco de la transparencia total de la reunión de voluntades, Karn había tejido algún tipo de campo protector en torno a su persona. Pero Harkyn también había tenido la misma sensación respecto a Gezyrah.
La reunión de voluntades llegaba a su fin. Había sido una experiencia irreal, etérea.
Una vez más, cada uno de ellos repitió minuciosamente su verdadero nombre, mientras era observado por los demás atentamente. Pero no se produjo la más mínima irregularidad. Sus acciones eran abiertas, y en caso de que se hubiera percibido la menor vacilación, cada uno de ellos podría haberla rastreado de forma justificada, ponderando el peso de todas las acciones y pensamientos relacionados con la duda en proporción a la magnitud del juramento.
Pero no se produjo ninguna vacilación.
Los seis individuos se retiraron al abismo de silencio e iniciaron el regreso a sus propias mentes. A medida que regresaban, cada vez eran más conscientes de la gran cantidad de energía que había consumido todo el proceso.
Únicamente Karn parecía no estar cansado. Con sus claros ojos perforaba su Campo Borroso No Focal. Los otros cinco se desplomaron en sus respectivos asientos, demostrando distintos grados de agotamiento.
—Pues bien, henos aquí de nuevo —dijo Karn—. La buena noticia es que hemos sobrevivido y que aparentemente ninguno de nosotros ha sufrido daños permanentes. La mala noticia es que seis de los hombres más poderosos de Loh, del reino, podríamos decir incluso, nos encontramos aquí reunidos sin saber qué decir. Cinco de nosotros estamos contra las cuerdas, y el sexto sabe que sus planes no se verán obstaculizados mientras su personalidad permanezca oculta.
Se puso en pie y empezó a caminar de arriba abajo frente a la chimenea.
—¿A alguien se le ocurre alguna idea al respecto? ¿Alguien tiene un plan? —preguntó.
—¿Es posible que el alto myster no sea consciente de su traición? —se preguntó Berre en voz alta.
En un primer momento, nadie respondió. Karn siguió caminando.
Harkyn, que empezaba a recuperar su energía, respondió.
—Nuestros predecesores creían que eso era imposible, Berre. Tal vez se equivocaban. Otra posibilidad es que uno de nosotros haya conseguido descifrar el código de los ritos y nos oculte fragmentos de su verdadero nombre. En mi opinión, eso también parece imposible. Después de todo, la unión de cinco poderes debería ser capaz de detectar cualquier ruptura en la declamación del verdadero nombre. ¿Quién de nosotros puede acumular tanto poder? Nunca se ha dado un caso semejante en toda la historia.
Wyl alzó la barbilla. Parecía que quería decir algo, pero en el último momento cambió de opinión. Harkyn vio cómo el alto myster miraba fijamente a lo lejos con los ojos vidriosos y, finalmente, hacía un gesto como para rechazar un pensamiento sacudiendo la cabeza.
—Sin embargo —prosiguió Harkyn—, debo informar de que percibí una vacilación en la primera parte de la desynsiave.
Todos le miraron atónitos. Wyl le observó boquiabierto.
—¡Así que no soy el único! —exclamó, resollando—. No tuve tiempo de comprobarlo. Era ligeramente parecido a un grito de socorro, pero sólo me di cuenta transcurridos más de diez segundos.
Harkyn asintió con la cabeza. Él también lo había percibido de ese modo. Por supuesto, cabía la posibilidad de que hubiera sido el mismo Wyl y que precisamente por eso pudiera describir la sensación.
Harkyn comprobó que no sabía casi nada de sus colegas altos mysters. Conocía sus orígenes, pero nunca se había preocupado por saber más de su trayectoria profesional. Tal vez había llegado el momento de hacerlo. De forma involuntaria examinó sus caras. Mentalmente descartó a Balmir y Karn por varias razones. En caso de estar en lo cierto, sólo quedaban tres posibles sospechosos: Berre, Gezyrah y Wyl. Se prometió a sí mismo que en los próximos días dedicaría algún tiempo a investigar sus antecedentes.
Se despidieron.
—Debo ir a Lan Alto —dijo Karn ya en la puerta—. Altagin, el vicegobernador, es un gran conocedor de la historia antigua. Tengo la esperanza de averiguar algo más sobre lo que sucedió hace nueve mil años. Después, iré a Ebstee y a Xomney, donde espero descubrir más cosas.
Harkyn se preguntó por qué Karn les había hecho partícipes, sin ningún tipo de reservas, de sus destinos más próximos. ¿Acaso tenía otros planes, o estaba intentando confundir al traidor?