Cueva de Nardelo constituye uno de los innumerables misterios de las islas Espejo; un nombre incomprensible para un pueblo con una historia de más de nueve mil años. Algunos místicos y científicos han investigado el origen del topónimo, pero nunca llegaron a conclusiones sólidas.
TRYGBALD DE GRAN MELISA,
Réplicas y premisas de la historia del reino de Romander
A la mañana siguiente, aparecieron nubes negras sobre el horizonte, en el norte. Se avecinaba una tormenta.
Después de desayunar, Lethe y Pit fueron a recoger a Sprondel con un caballo y un carro que pidieron prestados al posadero. Los demás se dirigieron a la Torre del Viento.
Sprondel los esperaba en su banco, cubierto con un abrigo raído de piel de bonter. Se levantó trabajosamente con ayuda de su bastón y avanzó hacia ellos arrastrando los pies. Lethe y Pit le ayudaron a subir al carro, donde ocupó el asiento delantero. Pit se aupó de un salto en la parte de atrás, y Lethe condujo el carro por el camino que conducía a la Torre del Viento. Sprondel permaneció en silencio durante todo el recorrido, con aspecto sombrío y la mirada fija al frente. Desde la distancia podían oír el ulular del viento al atravesar la torre.
Al llegar a la Torre del Viento, se unieron a los demás miembros del grupo. Estaban sentados en círculo al pie de la torre y ofrecieron a Sprondel un caluroso recibimiento.
—¡Ah!, los buscadores —dijo Sprondel mientras Pit y Lethe le ayudaban a bajar del carro. El anciano observó el grupo arrugando ligeramente el ceño—. Os mostraré la entrada de la cueva.
Apoyándose con fuerza sobre su bastón, caminó penosamente hacia las aguas, se detuvo un momento para observar mejor el entorno, y después se dirigió hacia el lugar exacto en el que la mujer pájaro había hecho aparición el día anterior. Sprondel avanzó cuidadosamente, dio unos cuantos pasos hacia adelante y acto seguido señaló un punto que quedaba oculto detrás de las rocas más bajas.
—Debéis sumergiros en el agua justo en ese punto y bucear siguiendo el contorno de la roca que se adentra en el mar. En el lugar en el que la roca aparece agrietada, sobresale otra piedra; bajo ella se encuentra la entrada de la cueva. A la izquierda hay una pequeña plataforma; desde allí, algo semejante a un sendero conduce a la galería de la cueva en la que se hallan los símbolos.
Se decidió que Lethe y Pit bucearían e intentarían descifrar los símbolos. Matei entregó a Lethe una bolsa hermética en cuyo interior había una manta, papel, una pluma, unas cuantas velas y una caja para la yesca.
Lethe se quitó la túnica. Buscaron un lugar desde el que pudieran acceder fácilmente al agua. Matei encontró un paso entre las piedras: unos cuantos escalones erosionados, excavados en la roca, conducían a una plataforma situada a un metro sobre el agua, a unos veinte del lugar indicado por Sprondel. Pit y Lethe bajaron por los escalones y saltaron desde la plataforma. Pit se sumergió en el agua fría mientras Lethe se adentraba en el mar y esperaba su regreso. Pit desapareció largo rato, y Matei miró por encima del hombro a Llanfereit con aire de preocupación.
—No te preocupes por Pit —dijo el mago—. Es como una nutria de mar.
Tras unos instantes, Pit emergió, resoplando.
—¡La encontré! —exclamó mientras hacía señas a Lethe—. La entrada se encuentra a más profundidad de lo que pensaba, y el agua está turbia.
Pit tomó aire y volvió a sumergirse, seguida de Lethe. Éste había buceado a menudo entre El Vencejo y el puerto de Loh, en busca de ostras y conchas insólitas. El mundo submarino siempre le había fascinado. «La maraña de plantas y los bancos de peces piedra, con su lento movimiento, parecen ralentizar el tiempo», pensó mientras nadaba detrás de Pit. Cuanto más descendían, más turbia se tornaba el agua.
Pit se sumergió en picado hasta deslizarse dentro de una grieta en la pared de roca. Parecía un túnel de no más de un metro de ancho, cuyos contornos estaban recubiertos de algas y otras plantas marinas. Una enorme raya costera pasó junto a Lethe a gran velocidad cuando éste se disponía a adentrarse en la oscuridad del túnel. Lethe se sobresaltó e inevitablemente expelió parte del aire retenido. Deseaba ver pronto el final del túnel, puesto que sentía la necesidad de respirar. Comprobaron que la longitud del túnel era superior a los diez metros que les había dicho Sprondel.
Una sombra gris se intuía ante ellos: era la cueva. Lethe, detrás de Pit, avanzó nadando con enérgicas brazadas, hasta salir a la superficie. Trató de recobrar el aliento.
—Respira profundamente —dijo Pit, jadeando.
Echaron un vistazo a su alrededor. Había luz, pero no podían ver su procedencia. El techo de la cueva era bajo, y los muros de color negro y gris oscuro parecían prolongarse considerablemente. A su izquierda, donde Sprondel les había indicado que encontrarían una plataforma, sólo hallaron sus restos en parte sumergidos. Salieron del agua no sin cierta dificultad. Hacía frío; Pit estaba tiritando. Lethe sacó la manta de la bolsa estanca y envolvió a Pit en ella. Él también tenía frío, pero consideró que todavía podía aguantar un rato.
Un angosto sendero discurría por el borde del agua. Pit miró en derredor y señaló dos aberturas en el techo de la cueva: por ahí entraba la luz. En la parte posterior de la cueva, la senda giraba bruscamente y empezaba a descender. Al doblar la esquina, se adentraron en una zona débilmente iluminada, a la que no llegaba el agua. Lethe sacó de la bolsa una vela de color marrón y la encendió. Durante un instante, la llama chisporroteó y se elevó como una prolongación de la vela. Gradualmente, la luz de la vela fue iluminando la cueva, desvelando los contornos de una cúpula perfecta. No parecía una cueva natural; Lethe supuso que en alguna ocasión sus muros habían sido retocados.
El ambiente que se respiraba en la cueva le sorprendió: el aire estaba cargado y era denso, como en un sepulcro, y había un hedor rancio de hongos y piedras viejas. Randole había estado allí. El legendario mago había dejado un mensaje nueve mil años atrás.
Empezó a buscar los símbolos. Al principio, no pudo distinguir nada bajo la tenue luz de la vela, pero cuando ambos examinaron el muro que tenían más próximo con mayor detenimiento, encontraron las primeras runas, apenas visibles. Lethe tendió a Pit la vela y encendió otra que dispuso en una fisura. A continuación, extrajo de la bolsa el papel y la pluma, y empezó a copiar los símbolos. Mientras tanto, Pit recorrió todos los muros de la cúpula.
—Hay otra hilera de símbolos en ese lado. Qué raro…
Su voz resonó como si tuviera la garganta seca.
Lethe dejó de anotar los símbolos y se acercó a ella.
—¿Qué te parece tan raro?
Señaló las runas situadas un metro por encima de la primera hilera, a la altura de sus ojos.
—Los símbolos son más pequeños —dijo—, más nítidos, y además penetran más en la roca.
—Es como si hubieran sido añadidos posteriormente —comentó Lethe con sorpresa—. Parece que los haya grabado otra persona. Además, la escritura es más angulosa. Fíjate en el símbolo que significa «oscuro». También aparece aquí —dijo mostrándole una de las anotaciones—, pero sus bordes son mucho más redondeados.
Pit levantó la vela. Las runas parecían cobrar vida bajo la titilante luz.
—Se trata de runas nuevas, no cabe duda. Tal vez sirvan para completar el mensaje de Randole. Sigamos copiando. Acercaré las dos velas para que puedas concentrarte en tus anotaciones.
Se pusieron manos a la obra. Mientras Lethe escribía, Pit intentaba interpretar algunas de las Inscripciones, pero había unos cuantos símbolos que no figuraban en las ruinas de Ak Romat.
—Va a ser un trabajo duro —comentó, un tanto desilusionada.
Lethe se afanaba en silencio. Le llevó bastante tiempo copiar todos los símbolos. Comprobaron de nuevo las anotaciones para asegurarse de que no había errores. Después introdujeron la manta y los útiles de escritura en la bolsa e iniciaron el regreso.
Un muchacho se dirigía corriendo hacia el pueblo por el camino que iba desde el desfiladero de Gervel hasta Cueva de Nardelo. Al ver dos figuras que se movían en su dirección, rápidamente abandonó el camino para ocultarse entre los matorrales. Aguardó pacientemente a que los dos transeúntes desaparecieran de su vista y examinó el camino, en ambos sentidos.
Nadie.
Siguió su camino. En el lugar donde un ramal se desviaba hacia la Torre del Viento, vaciló. Oyó voces en las proximidades de la construcción y decidió explorar en primer lugar los alrededores del pueblo.
Una vez que regresaron a tierra firme, todo el grupo se dirigió a El Pez Fugitivo. Después de que Pit y Lethe se pusieran ropas secas, Sprondel fue agasajado con un almuerzo completo. El anciano les contó innumerables historias sobre sus exploraciones en los alrededores.
—¿Miraste hacia arriba, muchacho? —preguntó a Lethe más tarde.
Lethe negó con la cabeza, sin comprender.
—En la cueva, en el lugar en el que se encuentran los símbolos. ¿Miraste justo encima? ¿Viste la abertura?
Lethe miró al hombre, pasmado. Había inspeccionado la cámara de la cueva en su totalidad, pero no había mirado hacia arriba. Sprondel no insistió, pero Lethe retuvo en su mente el comentario.
Después del almuerzo, Gaithnard y Dotar acompañaron a Sprondel a su casa. Los demás se reunieron en el comedor alrededor de una amplia mesa y desplegaron las anotaciones con los símbolos. Lethe los dispuso en el orden correcto, para intentar traducirlos.
Era una tarea más complicada que el rompecabezas de Ak Romat. Había muchas palabras y expresiones nuevas. Además, tampoco parecía que las palabras siguieran un orden concreto. Cabía suponer que las runas angulosas, aparentemente más recientes, componían una frase, aunque todavía faltaban algunos símbolos por traducir.
Casi al final de la tarde, Matei se levantó del asiento.
—Veamos, en primer lugar —dijo—, si podemos traducir esta frase. Nos ocuparemos de las demás y de su orden esta noche. Como ya es habitual, todo resulta bastante críptico. Randole lo hizo a propósito. En el caso de que el Oscuro encontrase las Inscripciones, su carácter enigmático probablemente no le llevaría más que a un callejón sin salida. De nuevo, deberemos aunar los esfuerzos de nuestras mentes contra el Oscuro del mar de la Noche.
—Respecto a la frase —dijo Pit, que había estado trabajando duramente en ella, mano a mano con Lethe—, hemos deducido el significado de la mayoría de los símbolos, con la excepción de cinco o seis. No creo que os sorprenda saber que el mensaje que se desprende es a su vez un enigma.
Lethe señaló el papel en el que habían anotado la posible traducción.
—Creemos que hemos conseguido determinar la antigüedad de las nuevas runas, que según nuestra traducción dicen lo siguiente: «Las palabras (o pensamientos) de aquel que dejó las pistas merecen (o desean) un anexo».
»En nuestra opinión, resulta obvio que Randole no grabó estos símbolos. Continúo: “En el año (o la era) condicionada (o gobernada) por la criatura (o el hombre) Antas de las Fyres del norte, el (o la) (palabra desconocida) ha sido trasladado (o eliminado) por los Nibuüm al laberinto situado bajo (palabra desconocida) para salvaguardar el secreto”.
»Esto nos indica el año en que esta frase fue grabada en la roca. Pit conoce la runa que representa a “Antas”; de lo contrario, nunca la podríamos haber descifrado. El nombre de Antas se encuentra estrechamente relacionado con el desastre del año 6393.
—¡Oh! —Llanfereit suspiró—. Antas, el Infortunio de Romander.
Lethe prosiguió.
—«Aquel que observa (o busca) se encuentra de pie, frente a estas marcas y (palabra desconocida) la parte superior de la cúpula. El sendero (o camino) conduce a lo largo de los sellos hasta las nuevas runas (o Inscripciones). En esa ubicación hay (palabra desconocida) runas (o Inscripciones) que llevan a (palabra desconocida).»
Señaló el último símbolo.
—Este mensaje parece incluir una firma. Por lo que hemos deducido, se trata de una D.
—Entonces, todavía no hemos solucionado la traducción de la frase —suspiró Matei.
—Eso nos parece a nosotros también —dijo Pit, señalando la traducción—. Lethe y yo creemos que hay más Inscripciones en algún otro lugar. Aquí, de forma críptica, se incluyen las indicaciones para llegar hasta tal ubicación. Lamentablemente, no hemos sido capaces de descubrir el significado de algunas palabras de importancia crucial. Si pudiéramos descifrar tan sólo una de ellas…
—«Aquel que observa (o busca) se encuentra de pie, frente a estas marcas» —farfulló Llanfereit—. En mi opinión, deberíamos empezar desde este punto. Lethe, Pit, vosotros habéis estado ante las marcas. ¿Qué conclusión podéis extraer de esto?
—Quizá la solución sea muy simple —respondió Lethe—. Lo que Sprondel nos contó durante el almuerzo coincide con el contenido de la frase. Dijo que había una abertura en «la parte superior de la cúpula». Tal vez sea el acceso a un camino o un pasadizo.
—Y los sellos probablemente sean señales que apuntan en la dirección correcta —añadió Pit—, dirección que, sin embargo, por ahora desconocemos.
Matei asintió.
—Creo que estáis en lo cierto. Eso significa que debéis regresar a la cueva. Que sea mañana por la mañana, con la marea baja.
—¿Qué altura tiene la cueva? —preguntó Dotar, que había estado escuchando atentamente.
—Calculo que unos diez metros —respondió Lethe.
—Y la abertura se encuentra probablemente en su punto más alto. ¿Cómo pensáis llegar hasta ella?
No supieron responder.
Dotar sonrió.
—Creo que puedo ayudaros a solucionar ese problema. Necesito unos cuantos metros de soga gruesa y tres o cuatro postes. En los establos de la posada hay una gran cantidad de madera. Pero eso significa que debo acompañaros.
Recorrió con la mirada a los demás componentes del grupo.
—¿Alguna objeción?
Todos miraron a Gaithnard, por ser quien había demostrado más reticencias respecto a Dotar. Pero Gaithnard mantuvo la mirada al frente y contuvo la lengua.
—Entonces, está decidido —dijo Matei—. Espero que vuestras pesquisas no se prolonguen demasiado. El tiempo apremia. Deseo volver lo antes posible a Haramat para embarcar en el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares. El mensaje oculto en algún lugar bajo la superficie de la tierra aparentemente tiene mayor relevancia que los antiguos símbolos. Nosotros seguiremos trabajando en su significado mientras vosotros estáis en la cueva.
Poco después de la medianoche, el silencio y la más profunda oscuridad reinaban en Cueva de Nardelo. El único sonido audible era el murmullo sordo del mar del Espejo.
Una sombra se movió en la oscuridad. Una esbelta figura se recortó contra el oscuro telón de fondo de un edificio y se dirigió sigilosamente hacia El Pez Fugitivo.
Cuando se encontraba cerca de la puerta, las contraventanas de una de las habitaciones del piso superior se abrieron con un chirrido. La sombra huyó como un rayo para esconderse tras la fachada lateral de la posada. Matei se asomó a la ventana y examinó la calle.
—Nada —farfulló para sí—. Sin embargo, habría jurado que…
Nuevamente inspeccionó la calle con ojos escrutadores.
—Creo que voy a asegurarme, de todos modos.
La figura escondida detrás de la esquina desapareció.