¿Quién podría haber imaginado que el principal elemento en la lucha contra las fuerzas del mal no sería la magia, sino precisamente lo contrario?
Tarbyrt de Gate, mi viejo maestro, solía definir la no magia como «una carencia de talento extraordinaria». Casi siempre lo decía en un tono irónico. Por supuesto, se refería principalmente a su sentido literal, puesto que éste indica que la característica especial del Sin Magia es que carece de algo. Eso es lo que la mayoría de la gente cree, y probablemente así debería seguir siendo. De este modo, el No Mago puede actuar con mayor libertad y pasar desapercibido cuando sea necesario.
La verdadera no magia está por encima de cualquier otra fuerza, pero curiosamente todo su poder proviene de la magia.
Sólo me preocupa que el Oscuro lo descubra antes de que el ciclo de nueve mil años se haya cerrado de nuevo.
RANDOLE DE CERJIN,
Segundo libro de texto del linaje de los Nibuüm
Aquella noche, el grupo se reunió en el comedor de la posada.
—Llanfereit y yo tenemos mucho que contaros —dijo Matei cuando todos hubieron ocupado su sitio alrededor de la acogedora chimenea—. En realidad, deberíamos haberos informado antes. Esa era nuestra intención, pero siempre surgía algo que nos lo impedía.
Se puso en pie y recorrió la estancia con la mirada. Llanfereit sacó una larga pipa de piedra caliza que llevaba bajo su toga de raftan gris y empezó a cargarla con un tabaco aromático. Gaithnard extrajo a Preter, su espada, de la funda y se dispuso a engrasar la hoja. Dotar, a su lado, le observaba meditabundo. Pit y Lethe compartían un estrecho banco. Marakis miraba hacia el frente desde una esquina; el príncipe heredero tenía un aire sombrío.
—En anteriores ocasiones, cuando ni Marakis ni Dotar estaban presentes, nuestra intención era determinar el objetivo de nuestro viaje —prosiguió Matei—. Entonces todavía nos era desconocido, pero tomé la decisión, basándome en mi intuición, de actuar con la mayor rapidez posible. No repetiré ahora todos los asuntos que ya hemos tratado; en su mayor parte, se harán evidentes en el transcurso de los próximos días, de todos modos.
Dirigió la vista hacia Llanfereit, que estaba intentando encender su pipa con una yesca profusamente decorada. Tras varios intentos, la chispa prendió, y el tabaco empezó a humear. Al succionar la pipa, ésta llameó brevemente. El mago miró a través de sus párpados semi cerrados a Matei, que siguió hablando.
—Desde la destrucción de V'ryn del Norte, la magia incolora no ha vuelto a manifestarse, por lo menos que nosotros sepamos. Pero eso tampoco me tranquiliza. Sería lógico suponer que V'ryn Central será la siguiente, pero la historia nos demuestra que el Oscuro del mar de la Noche es impredecible. También podría tratarse de Handera.
—El Oscuro del mar de la Noche —murmuró Gaithnard, meditabundo. Interrumpió un momento su tarea y alzó la vista—. Todos los habitantes del reino hablan continuamente del Oscuro. Los padres lo utilizan para asustar a sus hijos y muchos refranes lo identifican con la fatalidad y la muerte. Pero nadie sabe cuál es su verdadero aspecto.
—¿Podemos afirmar siquiera que es un ente masculino? —intervino Pit.
Gaithnard la miró atónito, pero no respondió.
—Matei, ¿acaso sabes algo más acerca del Oscuro? ¿Ha mostrado su aspecto a alguien que haya sobrevivido a su presencia? ¿Existe algún ser que haya vivido para contarlo?
Matei negó con la cabeza.
—Según mis conocimientos, todos aquellos que han tenido un encuentro con él, o ella —sonrió con benevolencia—, murieron en el transcurso del mismo.
—Excepto el No Mago, hace nueve mil años —dijo Gaithnard.
Matei vaciló y de nuevo miró a Llanfereit. Éste apartó la pipa de la boca.
—Ni siquiera podemos estar seguros de ello —dijo el mago—. No hay testimonios escritos que confirmen su supervivencia. La historia ha omitido por completo la batalla entre el No Mago y el Oscuro.
—Es uno de los enigmas que Llanfereit, Pit y yo mismo estamos intentando resolver —añadió Matei.
Todos evitaron la mirada de Lethe.
—¿Cuáles son los planes del desran? —preguntó Llanfereit con voz suave.
Lethe estaba convencido de que intentaba desviar la atención del destino incierto que le aguardaba.
Marakis alzó el rostro.
—Mi padre siempre tiene dudas, pero quizá decida enviar un equipo de exploradores a las Rompientes Exteriores. A estas alturas ya debería estar al corriente de la gravedad de la situación, en caso de que la paloma haya llegado a Tulsië.
—Un equipo de exploradores —dijo Gaithnard—. La ayuda llega cuando el mal ya está hecho. Nadie parece capaz de detener la magia incolora a tiempo.
Matei alzó un dedo.
—Ése es el meollo de nuestra tarea, Gaithnard. Todavía no estamos seguros, pero debemos confiar en Lethe como la única persona en todo el reino capaz de hacerlo.
De nuevo miró de reojo a Llanfereit.
—¿Cómo podemos saberlo? Nuestra fuente principal es la historia. Tanto Llanfereit como yo mismo hemos consultado numerosos documentos con el fin de aclarar lo sucedido hace nueve mil años.
Llanfereit se levantó de la silla.
—Sí, eso es básicamente lo que debemos hacer. Hace nueve mil años, el No Mago fue capaz de detener el avance de la magia incolora. En sí mismo, este hecho resulta bastante esperanzador, pero nos gustaría descubrir cómo lo hizo. Podemos hacer un ejercicio de imaginación, aunque lo único que obtendremos, en realidad, serán conjeturas.
Fumó su pipa. El tabaco resplandeció con un color rojo vivo, y el humo formó espirales alrededor de su rostro.
—Nuestra mayor esperanza reside en el padre espiritual de las Inscripciones, Randole de Cerjin.
—Randole —murmuró Marakis, que se rascó la cabeza entre los cabellos rizados—. Leí algo acerca de él no hace mucho.
—Cuéntanoslo —dijo Llanfereit—. Sabemos muy poco del anciano magyster. Por insignificante que parezca, cualquier información es bien recibida.
Lethe arrugó la frente, pensativo. Llanfereit había hablado como si Randole siguiese con vida, lo cual parecía imposible.
Marakis se enderezó en su asiento e intentó dejar a un lado su pesimismo.
—Creo que era uno de los libros de Tulsië, uno de esos gruesos tomos del siglo pasado, lleno de referencias a otras obras científicas. No puedo recordar el título, pero su autora fue lady Eilia Vandery Betel de Deemster.
—¡Ah, la mística! —dijo Llanfereit—. He oído hablar de sus obras, pero esa a la que te refieres no me suena. ¿Recuerdas qué decía acerca de Randole?
Lethe percibió la tensión en la voz del mago. Randole desempeñaba un papel importante. Cualquier información sobre el legendario magyster sería de ayuda.
—Me pareció una historia curiosa —dijo Marakis—. Lady Betel afirma que Randole… ¡sigue vivo!
Lethe miró a Llanfereit de hito en hito, y comprobó que no parecía sorprendido.
—Una hipótesis sorprendente, ¿no os parece? —prosiguió Marakis—. Nunca antes había oído hablar de nadie que viviera durante nueve mil años. Ella también había leído en los manuscritos del místico Jesoph Algri de Wikkel que Randole había dejado varias pistas en el tiempo. Menciona siete, aparte de las Inscripciones, pero la verdad es que he olvidado de qué se trataba exactamente.
Llanfereit miró a Marakis y a Matei alternativamente.
—Eso confirma algunas de nuestras sospechas. En efecto, existen múltiples pistas. Aunque tampoco sabemos cuántas en concreto. Puede ser que lady Betel tenga razón.
—Pero ¿por qué tantas? —preguntó Marakis.
—Tengo mi propia teoría al respecto —dijo Matei—. Randole temía que el Oscuro del mar de la Noche descubriera sus planes, y hay indicios de que así ha sucedido. Randole debió pensar que aunque una de las pistas fuera descubierta, todavía quedarían otras seis.
Lethe advirtió que tanto Matei como Llanfereit habían ignorado el comentario de Marakis acerca de la posible supervivencia de Randole. No tenía intención de intervenir, pero de repente oyó su propia voz, como si otro ser consciente estuviera utilizando sus cuerdas vocales.
—¿Sabéis si Randole sigue vivo?
Durante unos instantes sólo hubo silencio. Parecía como si cada uno de los magos esperara que respondiera el otro.
—Tenemos pruebas de que Randole vivió más tiempo del que suponen muchos historiadores —respondió Matei, finalmente.
—Parece poco probable que siga con vida —añadió Llanfereit—, pero existen otras formas de vida distintas para el espíritu.
Matei alzó una mano.
—Deseamos compartir nuestros conocimientos con Lethe, pero sólo cuando llegue el momento oportuno. Entretanto, consideramos que es mejor dejar este asunto al margen. Es mucho más importante que sigamos avanzando.
Gaithnard hizo un gesto amargo, pero los demás aceptaron las palabras de Matei.
—Hay algo más —dijo Lethe mientras se levantaba—. La mujer que encontramos cerca de la Torre del Viento…
Matei y Llanfereit asintieron a un tiempo.
—Durante los últimos siglos, regularmente ha habido noticias sobre una mujer pájaro —empezó a decir Llanfereit, que se mesó su larga cabellera gris—. Aparece aparentemente de forma aleatoria, en lugares que no tienen nada de especial. En ese sentido, se parece al Profeta, Galle Rybonder. Matei, Pit y yo mismo hemos documentado la mayoría de sus apariciones, y hemos llegado a la conclusión de que probablemente la elección del lugar y el momento esté relacionada con la presencia de la magia incolora.
Lethe estaba hipnotizado por los dedos inquietos de Llanfereit, entonces ocupados en trenzar su barba. Se le antojó que el mago ocultaba algo. Por un momento, pensó que sería mejor no insistir, pero al final pudo más su curiosidad.
—Tengo la sensación de que sabes más sobre la mujer pájaro —dijo en un tono de voz más duro de lo que era habitual—. Creo que nos ocultas algo.
Llanfereit apartó de nuevo la pipa y le miró estupefacto.
Matei empezó a reír.
—Llanfereit, me he dado cuenta de que resulta casi imposible ocultar nada a Lethe. Tienes razón, Lethe, hay ciertas cosas que no diremos de la mujer pájaro. Tenemos nuestras razones, pero prefiero hablar contigo en privado.
—Estando yo presente —dijo Llanfereit con una vaga sonrisa.
—Y yo —dijo Pit con voz ronca.
Llanfereit asintió.
—De acuerdo —dijo Matei—. Más tarde, cuando los demás hayan regresado a sus habitaciones.
La estancia permaneció en silencio. Gaithnard dejó de lustrar la espada.
—¿Estamos abordando bien este asunto? En todo el reino crece el malestar, y la magia incolora ya ha demostrado su fuerza destructiva en el noroeste, mientras nosotros buscamos las Inscripciones. ¿Estamos seguros de que esos grabados antiguos son tan importantes? ¿No deberíamos dirigir nuestra búsqueda directamente al Oscuro?
—Como Llanfereit ha dicho antes: debemos poner nuestras esperanzas en Randole —respondió Matei—. Poco a poco hemos descubierto que hay algo más que una advertencia en las Inscripciones y los Escritos. Es una pena que casi nadie se haya dedicado a investigar sobre la magia incolora y los mensajes de Randole. Deberíamos contar con muchos más conocimientos para hacer frente a la magia incolora. Éste es un hecho que no podemos ignorar.
»Tenemos dos opciones. Podemos acudir al desran y pedirle que organice todas las tropas disponibles para ofrecer resistencia. La cuestión entonces será: ¿Dónde deberán ser enviados los investigadores y los soldados? ¿A V'ryn del Norte? Ni siquiera tenemos la certeza de que el Oscuro se encuentre allí. Y en caso de encontrarlo, ¿de qué manera podrán luchar esas gentes ordinarias contra una criatura escurridiza y con poderes indescriptibles, una criatura a la que parece no afectar el poder de la magia? Debo admitir que ni siquiera nosotros sabemos cómo hacerle frente.
Llanfereit tomó la palabra.
—La otra opción consiste en que un pequeño grupo de investigadores busque los mensajes de Randole. Podemos suponer que el magyster no sólo dejó advertencias, sino también pistas acerca de cómo consiguieron vencer al Oscuro y su magia incolora hace nueve mil años. Y ése debería ser nuestro mensaje de esperanza: funcionó hace nueve mil años; por lo tanto, podemos conseguirlo de nuevo.
Dotar alzó una mano.
—¿Por qué no puede ser Randole más concreto? ¿Por qué no incluyó un mensaje directo en una de esas pistas?
—Conocemos la respuesta a esa pregunta. En primer lugar, un mensaje escrito en las lenguas existentes hace nueve mil años podría ser mal interpretado en su totalidad. Por esa razón, Randole lo dispuso todo para que sus seguidores actualizaran sus mensajes a través de los siglos, traduciéndolos a su propio idioma. La mayor preocupación de Randole era que el Oscuro del mar de la Noche descubriera la naturaleza de sus mensajes, de modo que decidió dejar múltiples pistas en el tiempo: Inscripciones, Escritos, y estamos seguros de que como mínimo existen dos vestigios más. Por lo que hemos sido capaces de deducir hasta el momento, todas esas pistas apuntan en una dirección.
Llanfereit señaló a Lethe.
—El No Mago, el muchacho de Loh a quien conocemos como Lethe Welmson. Según Randole, únicamente depende de él la continuidad del reino, o que se haga el caos, situación que se prolongaría durante siglos. El problema es que Randole se vio obligado a hablar a través de acertijos. Pudimos comprobarlo al descifrar las Inscripciones de Ak Romat. Pero también parece convencido de que el No Mago será capaz de sacar a la luz su significado. Y eso, a su vez, indica que el No Mago posee habilidades especiales.
—¿Sabemos algo más sobre la época en la que vivió Randole? —preguntó Dotar—. ¿Qué sabéis del anterior No Mago?
Llanfereit lanzó un suspiro.
—Mi casa en Warding está llena de libros. La mitad de ellos hablan, directa o indirectamente, de la magia incolora, el Oscuro del mar de la Noche y Randole, por ese orden. En cambio, apenas se menciona al No Mago. Es como si los autores hubieran querido omitirlo expresamente, como si el No Mago fuera un tabú aún mayor que la magia incolora. Pero desconocemos el motivo.
—Resulta extraño si tenemos en cuenta que el No Mago probablemente es el salvador del reino entero —rezongó Gaithnard.
Llanfereit observó al maestro de armas con ojos soñadores.
—Y eso nos lleva a la cuestión principal.
Lethe se enderezó en su asiento.
—¿Qué es la no magia? —dijo.
—Efectivamente, qué es la no magia. Matei y yo daríamos lo que fuera por saberlo. Podría ahorrarnos mucho trabajo y quebraderos de cabeza.
—Tampoco se habla mucho de nosotros, los reguladores —dijo Dotar—. La gente prefiere no saber cómo se solucionan algunos problemas. ¿Podría ser ése el caso? Tal vez la gente que vivió hace nueve mil años no quiso saber cómo se resolvió aquel conflicto tremebundo causado por la magia incolora, que concluyó con el ataque del Oscuro del mar de la Noche.
Gaithnard frunció el ceño.
—Las manos manchadas de sangre de los reguladores —dijo, pensativo.
—Exactamente —añadió Dotar—. Nadie quiere saber nada.
Una sombra se movió en la mente de Lethe. Las palabras de Dotar le habían afectado. Al considerar la posibilidad de que tuviera razón, de repente se sintió apesadumbrado.
—Una idea interesante —murmuró Llanfereit, que se rascó la barbilla mientras miraba a Dotar y a Lethe alternativamente.
Matei también se había enderezado en su asiento.
—Has hecho una valiosa contribución, Dotar —dijo el alto myster.
Matei avanzó hacia Lethe hasta situarse detrás de él y le colocó las manos sobre los hombros. Su voz estaba cargada de dulzura y compasión.
—¿Tienes alguna intuición sobre la naturaleza de la no magia, hijo?
Lethe miró fijamente al frente. Intentó poner en perspectiva todo lo que le había sucedido en las últimas semanas. Lo consiguió sólo en parte.
—Tengo visiones —empezó a decir, titubeante—. Y oigo voces que me aconsejan.
Alzó la vista hacia Matei.
—Había visto a la mujer pájaro varias veces antes de que hiciera aparición en las proximidades de la Torre del Viento. También había visto a Mirada Rasuradora antes de mi primer encuentro con ella. Me pregunto si soy el único que ha tenido este tipo de experiencias. Otras personas tienen visiones o sueños significativos.
—¿Qué más? ¿Qué es lo que realmente ha cambiado en tu interior desde que nos conocimos en el cabo del Llanto de las Esposas? —inquirió Matei.
Lethe pensó en la voz que le había preguntado acerca del Poder. Nuevamente, decidió hacer caso de su intuición y no comentar nada al respecto. Sin embargo, añadió:
—Ya he hablado de ello, Matei. Sé cuando alguien está mintiendo. Hace un momento sabía que Llanfereit estaba ocultando algo. Sabía que Foot estaba maquinando una maniobra no autorizada durante el combate entre él y Gaithnard. Sabía que el marinero que acompañó a Gyndwaene estaba mintiendo. ¿Cómo lo sé? No tengo la menor idea. Y también percibo cosas antes de que sucedan. Pero no pude prever el ataque de Dotar.
—Ninguna de esas habilidades por separado tiene nada que ver con los poderes relacionados con la no magia capaces de detener al Oscuro —dijo Matei, que se puso ante Lethe y le miró a los ojos—. ¿Acaso hay algo más?
De nuevo, las visiones que hablaban del Poder aparecieron por un instante en la mente de Lethe. Estaba a punto de decir algo.
Un frío intenso le sesgó el aliento.
Sintió que se balanceaba en la frontera entre la vida y la muerte. Curiosamente, no tenía miedo. Detrás de un manto de oscuridad, algo innombrable le observaba. Una sombra se deslizó avanzando hacia adelante. Dos estrechos ojos amarillos aparecieron como suspendidos en medio de la intensa oscuridad. Lethe se sentía confuso debido al miedo intenso y ala sensación tranquilizadora que estaba experimentando al mismo tiempo. Algo dentro de él conocía a la criatura.
—Todavía no ha llegado el momento, No Mago.
La voz cavernosa atravesó su cerebro como una espada cuya hoja estuviera desafilada.
Lethe apretó los ojos cerrados, avanzó tambaleándose y se hizo un ovillo, gimiendo. Una sombra negra pasó fugazmente por el ojo de su mente, y le pareció que su cabeza estaba a punto de explotar.
Pit profirió un grito y le agarró por los hombros.
—¿Qué fue eso? —preguntó Matei con rudeza.
Lethe alzó la vista hacia Pit; después, los ojos se le quedaron en blanco y se sumergió en un oscuro túnel.
Su conciencia titiló como la llama de una vela casi consumida. No había diferencia entre abrir y cerrar los ojos; no podía ver nada. Echaba de menos también la masa familiar de su cuerpo.
Estaba flotando. De repente, oyó una voz susurrante, en el límite de lo audible.
—… porque se trata del marco que contiene todas las formas de magia, pero sólo puede evolucionar dentro de aquel que creció rodeado de magia aunque es incapaz de hacer uso de ella. Tú puedes comprender…
La voz se alejó, pero otra ocupó su lugar, más fina, como la de una mujer.
—Ése es el vacío del que te hablé. Es más peligroso que una tormenta porque en ese vacío duerme el Oscuro, protegido por sus esbirros, y los negligentes podrían despertarle sin darse cuenta.
Entonces se hizo el silencio, un silencio tan intenso que parecía capaz de absorber cualquier sonido; un silencio que tal vez anticipaba un grito omnipresente o un rugido ensordecedor. En medio de ese silencio que le rodeaba, y que inundaba su cuerpo y su mente, reflexionó sobre los mensajes de las voces. La primera voz había hablado de la esencia de la no magia. Lethe había entendido parte de lo que había dicho, pero no había sido capaz de encontrarle un sentido completo. El mensaje de la segunda voz era más enigmático. ¿A qué se refería con «el vacío»?
La voz de una mujer emergió de la oscuridad como una sombra. Hablaba en un idioma incomprensible para él y, sin embargo, sus palabras le emocionaron.
En algún lugar en su interior, se abrió un nuevo horizonte: la sospecha de que había un poder que observaba todo lo que sucedía en Romander con una benévola sonrisa; un poder que vigilaba el reino desde el exterior y que en ocasiones intervenía, cuando el curso de los acontecimientos se desviaba de la dirección correcta; un poder que no estaba interesado en las tribulaciones de todas aquellas criaturas; un poder que no se tomaba demasiado en serio la magia incolora o al ser que la había creado.
Y con razón.
Porque ese poder era capaz de hacer temblar la tierra con un simple movimiento del dedo meñique.
Súbitamente, la primera voz perforó las palabras ininteligibles de la mujer.
—… y ninguna forma de magia puede escapar de ese poder. Y lo mismo es aplicable a la magia incolora. Pero el Oscuro tiene otros métodos que pueden hacer peligrar la vida del No Mago…
La voz calló.
Lethe consiguió controlar la visión. Reflexionó sobre lo que la voz había dicho acerca de la naturaleza de la no magia. La no magia era un marco alrededor de la magia, una prisión de la que ninguna forma de magia podía escapar. Pero el Oscuro contaba con otros métodos, según había dicho la voz.
El mensaje era de vital importancia, pero ¿cómo podría ayudarle todo eso? Empezaba a comprender, pero no tenía información suficiente para estar seguro.
Suspiró y lentamente se distanció de la maraña de imágenes y voces, de nuevo sin saber cómo.
Pit y Matei habían acostado a Lethe en el sofá al darse cuenta de que estaba teniendo una visión. Cuando volvió en sí, rápidamente se incorporó y sonrió a las caras que le observaban preocupadas.
—Ahora sé algo más —dijo, y acto seguido describió su visión.
—Tus visiones no siempre llegan de improviso —dijo Matei pensativo—. Estamos hablando de la no magia, y tu espíritu reacciona. Quizá muy pronto seas capaz de elegir el momento en que deseas tener una visión. Eso podría ayudarnos a llegar hasta el Oscuro.
Lethe le miró con los ojos llenos de lágrimas.
—No me parece que tenga demasiado control sobre mis visiones.
Poco después, Gaithnard, Dotar y Marakis se retiraron a sus habitaciones.
—A mí también me gustaría acostarme en breve —dijo Llanfereit—. Estoy cansado.
Se volvió hacia Matei.
—La mujer pájaro.
—Esa mujer sólo aparece en lugares de una importancia crucial —dijo Matei—. Hemos dedicado mucho tiempo a estudiar sus apariciones. Pit descubrió que sólo visita lugares relacionados con la magia incolora y cree que es otra de las pistas de Randole.
Pit asintió.
—Estoy convencida de que la entrada de la cueva se encuentra en el lugar en el que la mujer pájaro se nos apareció esta mañana.
De pronto, a Lethe se le iluminaron los ojos.
—¡Randole! Creo que acabo de descubrir algo. ¿Os habéis dado cuenta de que las letras del nombre de Randole son las mismas que las de Nardelo? Es un…
—… anagrama. —Pit acabó la frase con gran alegría—. ¡Tienes razón, Lethe! ¿Cómo no ha caído nadie antes en eso?
Matei y Llanfereit se mostraron sorprendidos.
—¿Cuántos altos mysters ha habido en los últimos nueve mil años, Llanfereit? —preguntó Matei, ligeramente turbado por el descubrimiento de Lethe—. La solución de algunos misterios se hallaba ante sus ojos, pero estaban demasiado ocupados en sus importantes asuntos.
—Tengo otra pregunta —dijo Lethe—. ¿Por qué no podemos contar a los demás que la mujer pájaro aparece sólo en lugares especiales?
—Simplemente intentamos ser prudentes —respondió Llanfereit—. Cuanta menos gente lo sepa, menos probabilidades hay de que otros puedan abusar de la información.
Lethe asintió, aunque no parecía totalmente convencido.
Llanfereit bostezó.
—Voy a acostarme. Mañana nos espera un día muy duro.
Cuando todos se hubieron retirado a sus habitaciones y Matei se preparaba para acostarse, alguien llamó a su puerta.
Era Lethe.
—Matei, tengo que pedirte algo.
Fue todo lo que pudo decir. Agachó el rostro para que el alto myster no viera sus lágrimas. Pero Matei se dio cuenta, y le tomó por los hombros.
—Creo que sé lo que te pasa, muchacho. Dime qué te apena.
Lethe le miró con ojos llorosos.
—No lo sé —respondió con voz ronca—. He estado pensando en mi madre y mis amigos de Loh en los últimos días. Seguramente porque me asusta pensar en el futuro; mi destino no parece nada halagüeño. Tal vez preferiría seguir siendo aquel Lethe sin ningún talento para la magia, siempre vagando por El Vencejo, buscando conchas raras para mi colección.
Matei le observó en silencio, con una mirada cargada de compasión. Enjugó las lágrimas de Lethe con el dorso de la mano.
—¡Oh!, ya lo sé, Matei; es mi destino. Estoy empezando a aceptarlo como inevitable.
Emitió un suspiro acompañado de un estremecimiento.
—Lo que tengo que pedirte tiene que ver con mi madre y con mis amigos. No saben si estoy bien. ¿Podría enviarles una de tus palomas con un mensaje?
El alto myster reflexionó unos instantes.
—¡Hum!, puede ser que necesite todos mis animales en breve.
Durante unos minutos, permaneció con la mirada fija al frente. Después sonrió.
—Pero tu petición también es importante —dijo.
Sacó papel, una pluma y un tintero. Lethe empezó a escribir.
Durante un buen rato pudo oírse cómo la pluma rasgaba el papel interrumpidamente. Cuando hubo terminado, Lethe se levantó, abrazó a Matei y se dirigió a su habitación sin decir una palabra.
Matei se quedó mirando la puerta cerrada largo tiempo, sumido en sus pensamientos. Sabía que Lethe estaba pasando por momentos difíciles. Los poderes que se estaban desarrollando en su interior, tales como su aguda capacidad de observación y sus premoniciones, naturalmente eran de gran utilidad, pero no le convertían en un no mago, independientemente del significado de ese concepto.
En los últimos días, Matei había considerado varias posibilidades en relación con la naturaleza no mágica de Lethe. Sopesó todo lo que había leído en los libros. A través de esas referencias, aunque no fueran demasiado explícitas, había llegado a la conclusión de que Lethe cumpliría con su destino, un destino que no le desearía a nadie. A pesar de que ésos eran pensamientos inquietantes, cada vez estaba más seguro de ello.
Seguía mirando la puerta, con ojos tristes. De repente, sacudió la cabeza, como si de ese modo pudiera ahuyentar sus pensamientos más sombríos. Sacó una paloma mensajera de la jaula y ató el mensaje a una de sus patas. Acto seguido, abrió una ventana, susurró algunas órdenes al oído del animal y lo dejó libre. La paloma se alejó aleteando, para ser engullida en seguida por la oscuridad.
Matei permaneció así largo tiempo, con la mirada perdida en la noche. Cuando las lágrimas empezaron a empañar sus ojos, se alejó de la oscura ventana.
—Lethe, Lethe —susurró—, cómo desearía aliviarte de parte del peso que cargas sobre tus hombros.