El Poder no es algo inherente a los dones mágicos. Después de todo, ni modifica la realidad visible, ni de forma temporal, ni permanente, como es el caso de una ilusión o un hechizo vinculante.
Entonces, ¿qué es el Poder?
Únicamente aquel que lo posea podría decirlo con exactitud, pero el fenómeno sigue siendo un enigma. Elondar el Blanco es el único que habló de él, justo antes de que se viera obligado a huir de su desran.
«Cuando siento el Poder fluyendo a través de mi ser, las pequeñas cosas pasan a ser grandes, y viceversa. Soy capaz de arrastrarme hasta el interior de un ser y eliminarlo en el acto, desde su interior. En ocasiones, soy capaz de controlar el mundo entero. Eso es todo lo que puedo decir porque el Poder tiene una dimensión que no puede expresarse con palabras».
HASSEL DE KOMBER,
Descripción del Indescriptible Poder, prólogo
El alto myster Matei, Lethe el No Mago, el enigmático mago Llanfereit y su aprendiza Pit, el maestro de armas Gaithnard de Quym, el príncipe heredero Marakis y Dotar, el regulador que casi asesina a Lethe, pasaron la noche en la posada El Pez Fugitivo, en Cueva de Nardelo. La posada contaba con habitaciones apenas amuebladas, pero limpias. El príncipe heredero Marakis había convencido a Dotar verbalmente y por escrito de que la misión imperial había sido cancelada. Llanfereit sugirió que no debían considerar al regulador como un prisionero, puesto que había actuado siguiendo órdenes. A pesar de algunas dudas y tras ciertos momentos de deliberación, los demás miembros del equipo dieron su consentimiento. El regulador, no obstante, durmió en una habitación separada; Gaithnard hizo guardia en su puerta toda la noche, ya que era el que más desconfiaba de Dotar.
Desayunaron en el pequeño comedor, tan escasamente amueblado como las habitaciones. Harten, el guía de Marakis, había partido antes del amanecer.
—Tengo nuevos indicios de que Lethe tiene poderes especiales —dijo Matei sin ninguna otra introducción.
Lethe alzó la vista, sorprendido. El alto myster le sonrió con los ojos entrecerrados.
—No sé de qué clase de poderes o habilidades se trata —continuó—, pero en los últimos días Lethe se las ha arreglado para tomar las decisiones más acertadas.
—Pero no fui capaz de prever el ataque de Dotar —rezongó Lethe.
Pit le miró de soslayo y le ofreció una tímida sonrisa.
Matei ignoró el comentario y se sirvió una copa de aguamiel.
—Nos encontramos en una encrucijada de múltiples posibilidades —prosiguió el alto myster—. Debo admitir que no sé qué camino debemos tomar. Nos han sucedido tantas cosas. Todavía quedan enigmas por resolver; la magia incolora se ha manifestado con toda su fuerza en las Rompientes Exteriores, y Dotar y Marakis se han unido al equipo, lo cual no deja de complicar las cosas. Ha llegado la hora de que el No Mago tome la iniciativa.
Lethe se levantó como movido por un resorte.
—Pero yo no sé…
—Espera un momento, muchacho. —Matei alzó una mano—. Ibas a decirnos que careces del conocimiento en el que basas tus decisiones. Tienes razón. He esperado hasta estar seguro de que eres realmente aquel del que hablan los Escritos.
Sonrió mientras señalaba a Dotar, que había estado escuchando con atención.
—Curiosamente, fue el regulador quien acabó de convencerme.
Dotar arqueó las cejas.
—No has sido tú, personalmente, Dotar —se apresuró a corregir Matei—, sino el hecho de que se te encomendase la misión de eliminar al No Mago. Al margen de quién te diera la orden, eso significa que hay gente en la corte que ve al No Mago como una amenaza. Me gustaría saber de quién o quiénes se trata. Con el debido respeto, el desran carece de los conocimientos históricos para llegar a semejante conclusión por sí mismo.
Miró de reojo a Llanfereit.
—Hubo otros no magos, aunque ya casi nadie se acuerda de ellos. Pero el verdadero No Mago, aquel destinado a salvar el reino, supone una amenaza para los poderes establecidos. De todos los no magos, Lethe es el único que ha sido objeto de una intriga que pretendía asesinarlo.
—¿De qué poderes estás hablando? —preguntó Marakis.
Matei alzó de nuevo una mano.
—Trataremos ese punto más tarde, Marakis. Las cuestiones de mayor relevancia son las siguientes: ¿cómo sabían que Lethe supone un peligro?, ¿y quién creen que es?
Durante unos instantes, se hizo el silencio. Lethe miró fijamente a Dotar. Sus ojos se encontraron con los del regulador, el hombre que fracasó en su intento de empujarle desde lo alto de la Torre del Viento, gracias a la intervención, en el último momento, de Mirada Rasuradora, la majestuosa águila imperial. Pero Lethe determinó que Dotar no era peligroso. Rax tampoco había reaccionado ante la presencia del regulador. Dotar era frío y distante, pero eso se debía probablemente a su formación como regulador.
—¿Quién te encomendó esa misión? —le preguntó Lethe.
—La firma era del desran, por supuesto —respondió Dotar—, pero fue Danker quien me entregó el real decreto; fue él también quien habló cuando se me mandó llamar.
Matei avanzó unos cuantos pasos hacia él.
—¿Había alguien más presente? —preguntó.
—El desran y lady Isper.
Matei se alejó de nuevo, dándole la espalda, para reflexionar sobre la respuesta.
—Desconfié de Danker desde el momento en que le fue asignado su cargo —dijo Llanfereit—. Inmediatamente después de su nombramiento empezó a halagar de forma interesada a lady Isper. En pocos años pasó a ser el principal consejero de la corte.
Lethe se preguntó cómo era posible que Llanfereit estuviera tan al corriente de la vida en la corte. Según sus informaciones, el mago era un eremita que rara vez abandonaba Warding, la isla en la que vivía. Se dio cuenta de que apenas sabía nada del mago. Tal vez debería preguntar a Matei. Tomó una barra de pan, que rompió para comer un pedazo.
De repente sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Algo estaba arrastrando su conciencia hacia atrás en el tiempo. Nuevamente alargó la mano hacia la barra de pan. Tocó la dura corteza marrón y la quebró por el mismo lugar para tomar el mismo pedazo.
¡El mismo pedazo!
¿Había retrocedido realmente en el tiempo?
Otra parte de su mente observó el movimiento e intentó aprehender la estructura del pan. Aspiró el aroma de la barra recién salida del horno y su corteza tostada.
«Esto es importante —dijo una voz en su interior—. ¿Qué está sucediendo? ¡Observa! Es importante, como lo era el pescador de Ribbe del Sur».
Lethe se acordó entonces del pescador de Ribbe del Sur en el momento en que había arrojado una red triangular, algo que probablemente formaba parte de su rutina. Sin embargo, mientras Lethe observaba al pescador faenando, había tenido el presentimiento de que eso era de la mayor relevancia. Pero ¿por qué?
Pensamientos y recuerdos se encontraron.
Sorpresa.
La comprensión estaba floreciendo. Una posibilidad empezaba a cobrar forma.
En ese momento, la visión empezó a perder intensidad.
Todavía asía con fuerza el pedazo de pan. Intentó recordar el final de la visión. Miró a su alrededor, pero nadie parecía estar observándole.
—Hay algo que debemos hacer antes de partir hacia la Torre del Viento —dijo Llanfereit, dirigiendo la mirada hacia Dotar—. ¿Qué pasa con el regulador?
Nadie respondió.
—Hay una posible y sencilla solución —se oyó Lethe decir a sí mismo—. Dotar es leal a la corona. La corona comprende al desran, lady Isper y al príncipe heredero Marakis. Si Dotar jura a Marakis que no intentará hacerme ningún daño, le creeré. Después de todo, no hay nada más inquebrantable que el juramento de un regulador. Eso es evidente.
—No debemos precipitarnos —repuso Gaithnard rotundamente mientras con el dedo índice se acariciaba la cicatriz que le cruzaba el rostro—. En una ocasión yo también confié en un regulador. Me equivoqué. Dotar dará más importancia a las palabras del desran. Marakis es tan sólo el príncipe heredero. Quién sabe…
—Espera —dijo Dotar con voz suave. Se incorporó y alzó una mano en un gesto apaciguador. Se volvió hacia Gaithnard—. Bosal fue un traidor para el gremio. Cuando luchaste contra él, ya había sido expulsado. Ha sido la única excepción en un período de varios siglos. Como sabéis, hay más de cuatrocientos reguladores que consideran su juramento como el principio más importante en su vida. Yo soy uno de ellos. Ahora que Marakis me ha confirmado que mi misión ha sido cancelada, ninguno de vosotros debe temer nada de mí. De hecho, las palabras de Marakis me han hecho reflexionar.
Se volvió hacia Lethe.
—No Mago, he leído acerca de ti.
Lethe, atónito, miró a Dotar.
—Leí las leyendas y los mitos del reino cuando me preparaba para la misión. En uno de los libros se mencionaba al No Mago.
Matei y Llanfereit profirieron sendas exclamaciones de sorpresa. Por fin, Llanfereit tomó la palabra.
—¿Qué libro es ése?
—He olvidado su título —contestó Dotar, pensativo—. Provenía de la biblioteca del gremio. Lo leí porque mi maestro me dijo que versaba sobre puñales y venenos.
Llanfereit se aproximó al regulador, resuelto.
—¿Acaso algunos capítulos del libro tratan sobre ciertas islas? ¿Ynystel, Lan-Gyt, Boret y la isla de los Gatos, por ejemplo?
—¿Y sobre Fernion? —añadió Matei.
Dotar arrugó el ceño.
—Creo recordar que sí. Incluía parte de la historia de esas islas, con descripciones detalladas de edificios antiguos y algunas características especiales del paisaje. También se mencionaba al No Mago.
—El libro se titula La isla de la antigua lealtad, de Bartys Lyn de Oscura —confirmó Matei, con ojos brillantes—. Llanfereit y yo hemos estado buscándolo durante años. Bartys Lyn es uno de los pocos historiadores que investigaron el período anterior al Cambio del año 6393. La biblioteca imperial en teoría debía contar con una copia, pero parece que se ha perdido.
—Y lo que es más importante —añadió Llanfereit—, no sólo se menciona de pasada al No Mago. Hacia el final del libro encontramos la historia completa del anterior No Mago.
Se hizo un silencio cargado de asombro, que quedó interrumpido por la llegada de Stander, el mesonero, quien volvió a llenar de aguamiel las copas. Después de comprobar que estaban servidos, regresó a la cocina.
—¿Dónde está ahora ese libro? —preguntó Matei con viva atención.
Dotar respondió con la mirada perdida, meditabundo.
—En la biblioteca del gremio, supongo. Existe un registro de lectores. Entonces me llamó la atención el hecho de que sólo había sido tomado prestado en una ocasión, pero no sé por quién.
—Ese libro tiene una gran importancia, tal vez crucial —dijo Matei enérgicamente—. Llanfereit y yo mismo estábamos seguros de su pérdida. Debemos hacernos con él.
Reflexionó unos instantes.
—Quizá debería pedir a Tulsië que lo busque para nosotros —farfulló. Después asintió con la cabeza, como si se hubiera respondido a sí mismo. Alzó la vista.
»Marakis, me gustaría hablar contigo más tarde. En privado.
Marakis asintió.
La estancia permaneció en silencio. Lethe seguía mirando hacia adelante, pero se percató, con el rabillo del ojo, de que Pit lo estaba observando.
—La cuestión sigue sin respuesta: ¿qué debemos hacer con Dotar? —intervino de repente Gaithnard.
—Lethe decide —respondió Matei de inmediato, como si hubiera estado esperando la observación de Gaithnard. Giró la vista de manera inquisitiva hacia Llanfereit, que dio su consentimiento con un gesto.
Nuevamente, Lethe sintió que Matei le transfería toda la responsabilidad. Se concentró e intentó sopesar los pros y los contras, pero su mente fue transportada casi de inmediato a otro lugar.
Algo se movió.
Parecía como si una criatura hubiera cobrado vida en su interior. Fragmentos de imágenes centellearon en el ojo de su mente. Arriba, por encima de su cabeza, un techo salpicado de manchas grises, verdes y azules empezó a ondularse lentamente. Y túneles, túneles inacabables, por los que vagaba una presencia (distinta de su propia mente). Pudo captar parte de la confusión de la criatura cuando ésta fue consciente de la existencia de Lethe.
La oscuridad era tan profunda que pasó algún tiempo antes de que pudiera reconocer el lugar en el que se encontraba. Algunos destellos de luz de color azul turquesa revelaron una serie de imágenes congeladas del pasadizo que ahora albergaba a su conciencia. Un ruido lejano fue aumentando de intensidad… y en el instante siguiente pasó como un trueno a su lado. Parecía como si un bloque hubiera colisionado con su yo más profundo.
¡Un pensamiento!
Desconocía la procedencia del pensamiento, pero había percibido su roce. ¡Y eso significaba que se encontraba en el interior de una mente distinta a la suya!
Sintió que el corazón le daba un vuelco. Su mente intentó dar órdenes a su cuerpo.
¡Nada!
La familiar masa de su cuerpo había desaparecido. Los cables invisibles que controlaban sus miembros ya no estaban, ni siquiera sentía la gravedad en su pesada cabeza. Podía ver, aunque sin la vaga sensación de los ojos moviéndose en las cuencas. Aspiró un olor que le recordaba al de una hoguera que acabara de apagarse. Una sombra se deslizó muy cerca de su campo de visión. Se acurrucó en su mente, pero no la sentía como una amenaza.
—¿Tienes el Poder?
Las palabras eran tan sólo un susurro, pero llegaron hasta él como un rugido. Se sintió machacado, aplastado y pulverizado. Esa misma voz ya había formulado esa pregunta con anterioridad, de camino entre Quym y las islas Espejo. Simultáneamente, llegó a la conclusión de que la duda implícita en la pregunta tenía mucho menos peso que en la última ocasión. La persona que había hablado sabía que él estaba en posesión del Poder. La primera vez había sonado como un desafío, pero entonces las palabras estaban cargadas de tensas expectativas. Lethe seguía sintiendo que todavía no había llegado el momento de responder. Intentó sentir su cuerpo; esa vez lo consiguió, aunque no supo cómo.
—… y con suerte podremos regresar a Haramat la semana próxima.
La voz de Matei atravesó el último fragmento de la visión. Apenas había durado unos pocos segundos. Lethe sintió que había visto algo importante. Su mente empezó a buscar combinaciones posibles, mientras sus sentidos trabajaban a un nivel que nunca antes había experimentado. Asoció la inquisidora voz con otras parcelas de conocimiento. Su mente transformó los detalles más nimios de las distintas personalidades de sus compañeros en un todo coherente.
En cuestión de segundos, analizó el carácter de Matei, Llanfereit, Pit, Gaithnard, Marakis y Dotar, y extrajo conclusiones de las posiciones tomadas y de sus respectivas actuaciones en los momentos importantes. Le sorprendió la increíble velocidad de ese proceso mental. Dos nombres aparecieron en su mente como posibles responsables de la voz que había oído en su visión. Las implicaciones eran asombrosas. ¿Era eso realmente posible?
Sacudió la cabeza y se levantó de su asiento. El proceso mental en su totalidad le había llevado como mucho diez segundos. Cinco pares de ojos buscaron su mirada. Uno de ellos le había hablado desde el interior de su mente, por segunda vez. ¿O acaso se trataba de otro ser? Le llevó algún tiempo descartar uno de los dos nombres. Sonrió involuntariamente. Alguien respondió a su sonrisa arqueando imperceptiblemente las cejas.
Lethe guardó los conocimientos recién adquiridos en su mente para más tarde.
—Embarcaremos en el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares en Haramat —dijo Matei—. Disponemos de cuatro o cinco días para resolver el enigma de las Inscripciones. Una de las claves debe encontrarse aquí, cerca de la Torre del Viento.
—O en su interior —murmuró Pit para sí misma.
Únicamente Lethe pudo oír el comentario. Intentó deducir por qué Pit había dicho eso, pero no encontró la respuesta.
—Entonces, ¿qué decisión debemos tomar respecto a Dotar? —preguntó Llanfereit.
—Si en alguien debemos confiar, ése es Dotar —se oyó decir Lethe a sí mismo. El tono firme y seguro de su propia voz, como si proviniera de un extraño, le sorprendió—. A partir de este momento, forma parte del equipo.
Advirtió que Matei asentía, dando su consentimiento, como si el alto myster no hubiera esperado otra cosa. Pit le lanzó una mirada inquisidora. Llanfereit, Marakis y Dotar no demostraron ninguna reacción visible; Gaithnard se mordió los labios, pero permaneció en silencio.
Lethe se levantó.
—Vamos —dijo—. No tenemos mucho tiempo y todavía quedan misterios por resolver.
Sólo entonces advirtió que Matei le observaba con actitud divertida, y en ese momento se dio cuenta de que por primera vez había tomado el papel de líder del equipo. Curiosamente, percibió ese hecho como una derrota.