—¿Así que tan solo nos sentamos y escuchamos? —preguntó Yaldin con el ceño fruncido. Dejó que sus ojos vagaran por el Salón de Noche mientras se concentraba en las voces. Rothen contuvo una risita. El rostro del anciano mago era demasiado expresivo. Cualquiera que le viera sabría que estaba esforzándose por escuchar algo.
Pero tras la marcha de Dannyl, Rothen necesitaba a alguien para «espiar» a los otros magos. Todo el mundo se mostraba suspicaz ahora que circulaba un rumor escandaloso, y como este involucraba a Rothen, los chismosos comprobaban siempre si él estaba cerca antes de hablar con libertad, por lo que había decidido instruir a su viejo amigo, Yaldin, en las técnicas de Dannyl.
—Estás siendo demasiado obvio, Yaldin.
El anciano torció el gesto.
—¿Obvio? ¿Qué quieres decir?
—Cuando…
—¿Lord Rothen?
Rothen se sobresaltó. Alzó la vista y se topó con el administrador Lorlen de pie junto a su silla.
—¿Sí, administrador?
—Me gustaría hablar con usted en privado.
Echando un vistazo alrededor, Rothen notó que varios de los magos que se encontraban cerca miraban a Lorlen con expresión expectante. Yaldin frunció el ceño, pero no dijo nada.
—Desde luego —respondió Rothen. Se levantó y siguió a Lorlen a través de la habitación hasta una pequeña puerta. Se abrió al aproximarse Lorlen, y los dos entraron en el Salón de Banquetes.
La sala estaba a oscuras. Un globo de luz llameó sobre la cabeza del administrador y flotó hasta iluminar una gran mesa. Lorlen se acercó a una de las sillas. Tomando asiento junto al administrador, Rothen se preparó para la conversación que había estado temiendo.
Lorlen miró detenidamente a Rothen, luego dejó que su vista se deslizara hasta la mesa. Suspiró y su rostro adoptó una expresión adusta.
—¿Eres consciente de los rumores que circulan sobre ti y Sonea?
Rothen asintió.
—Sí, lo soy.
—Sin duda te lo ha contado Yaldin.
—Y Sonea.
—¿Sonea? —Lorlen alzó las cejas.
—Sí —dijo Rothen—. Hace cuatro semanas me contó que uno de sus compañeros aprendices había inventado ese rumor, y le preocupaba que la gente lo creyera. Le dije que no se angustiara. Los cotilleos tienen un período de vida limitado; tales especulaciones con el tiempo se convierten en noticias pasadas, y se olvidan.
—Hummm. —Lorlen torció el gesto—. Rumores como ese no se disipan tan a la ligera como podrías esperar. Algunos magos han venido a mí para expresarme su preocupación. Sienten que no es apropiado que un mago tenga a una joven viviendo en sus habitaciones.
—Trasladarla no hará nada para desmentir el rumor.
Lorlen asintió.
—Eso es cierto. No obstante, evitaría mayores especulaciones que podrían ser bastante dañinas para ambos. En retrospectiva, Sonea debería haberse mudado a los alojamientos de los aprendices cuando empezó las clases. —Miró a Rothen directamente—. No para impedir lo que los rumores sugieren, sino para impedir que se iniciara cualquier tipo de rumor. Nadie cree que haya ocurrido algo indecoroso entre Sonea y tú.
—Entonces ¿por qué trasladarla? —Rothen extendió las manos—. Ella seguirá pasando tiempo conmigo en mis habitaciones, estudiando o durante la cena. Si cedemos ahora, ¿cuánto tiempo transcurrirá hasta que otros cuestionen las intenciones de cada momento que pasamos juntos? —Sacudió la cabeza—. Deja las cosas como están, y aquellos que sean tan necios como para dar credibilidad a ese chisme descubrirán que no se ha hallado evidencia alguna de conducta inapropiada.
La boca de Lorlen se curvó en un sonrisa irónica.
—Estás muy seguro de ti mismo. ¿Qué piensa Sonea?
—Ese rumor la ha disgustado, desde luego, pero cree que se olvidará cuando deje de ser el blanco del predilecto de Garrel.
—¿Cuando… si alcanza a la clase de invierno?
—Sí.
—¿Crees que logrará alcanzar a la clase superior y permanecer allí?
—Fácilmente. —Rothen sonrió, sin molestarse en ocultar su orgullo—. Aprende rápido y con mucha determinación. Lo último que ella querría es retroceder de nuevo a la clase de Regin.
Lorlen asintió con la cabeza y miró a Rothen con atención.
—No comparto tu optimismo sobre ese rumor, Rothen. Tus argumentos en contra de trasladarla poseen cierta valía, pero si te equivocas, la situación podría empeorar mucho. Creo que debería mudarse, por su propio bien.
Rothen miró al administrador con cara de pocos amigos. Seguramente Lorlen no creería que Rothen se estaba acostando con una aprendiz, y en especial con una chica que era tres veces más joven, ¿o sí? Sin embargo, la mirada de Lorlen se mantenía firme y dura, y Rothen, conmocionado, se dio cuenta de que el mago había considerado realmente la posibilidad.
¡Lorlen no podía dar crédito a eso! ¿Cómo lo había pensado siquiera? ¿Cuándo había dado Rothen motivos a Lorlen para dudar de él?
Entonces se le encendió la luz y le vino la respuesta.
«Es por Akkarin —pensó—. Si yo me hubiera enterado de que mi amigo más íntimo y antiguo practicaba la más maligna de las magias, estaría reconsiderando mis opiniones sobre todas las personas que conociera.»
Respirando profundamente, Rothen midió con especial cuidado sus siguientes palabras.
—Solo tú puedes entender por qué quiero mantenerla cerca de mí, Lorlen —dijo en voz baja—. Ella ya tiene suficiente miedo aquí sin necesidad de ser enviada a vivir entre aquellos que le harían daño, donde sería vulnerable, y no solo a los otros aprendices.
Lorlen frunció el ceño; luego sus ojos se agrandaron ligeramente y apartó la mirada. Se irguió y asintió lentamente con la cabeza.
—Entiendo tu preocupación. Debe de ser aterrador para ella. Pero si tomo una decisión que vaya en contra de la opinión de la mayoría, llamará la atención. No tengo la impresión de que Sonea vaya a estar en mayor peligro viviendo en los alojamientos de los aprendices… pero trataré de postergar la decisión tanto como sea posible con la esperanza de que esto caiga en el olvido, como tú crees que lo hará.
Rothen asintió.
—Gracias.
—Y… —agregó Lorlen como si se le acabara de ocurrir— vigilaré de cerca a ese aprendiz, Regin. Los alborotadores son un problema que debería ser resuelto mucho antes de la graduación.
—Te lo agradecería —respondió Rothen.
Lorlen se levantó, y Rothen siguió su ejemplo. Por un momento sus ojos se encontraron y Rothen percibió una cruda expresión de agobio en la mirada de Lorlen que hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. Entonces Lorlen se dio media vuelta y se encaminó hacia la puerta del Salón de Noche.
Una vez allí se separaron, y Lorlen se dirigió a su sitio de costumbre. Cuando Rothen cruzó el salón hacia su asiento, captó varias miradas en su dirección. Mantuvo una expresión sobria y despreocupada. Yaldin le miró inquisitivamente.
—Nada de que preocuparse —dijo Rothen, dejándose caer en su silla—. Bien, ¿dónde estábamos? Ah, sí. Ser obvio. Esto es lo que pareces…
Sonea suspiró ante el sonido de unos nudillos en la puerta. Dejó de escribir y, sin volverse, gritó:
—Adelante.
La puerta se abrió.
—Hay alguien que desea verla, lady Sonea —dijo Tania con voz tensa.
Al mirar por encima del hombro, Sonea vio a una mujer con túnica verde parada en el umbral de su dormitorio. Un fajín negro rodeaba la cintura de la mujer. Sonea se puso en pie de un salto y se inclinó rápidamente.
—Lady Vinara.
Sonea miró detenidamente a la líder de sanadores. Era difícil medir el humor de la maga, pues la expresión de Vinara siempre parecía ser adusta y fría. Los ojos grises de la mujer parecían más duros de lo habitual.
—Es un poco tarde para estar estudiando —apuntó Vinara.
Sonea echó un vistazo a su mesa.
—Trabajo para alcanzar a la clase de invierno.
—Eso he oído. —Vinara gesticuló hacia la puerta, y esta se cerró, pero antes Sonea tuvo tiempo de vislumbrar a Tania, que observaba con ansiedad—. Deseo hablar contigo en privado.
Sonea hizo una seña para que Vinara tomara su silla, y luego se sentó en el borde de la cama. Observó a Vinara, con el estómago encogido de pavor, mientras la maga se sentaba y se arreglaba la túnica.
—¿Eres consciente de ciertos rumores referentes a ti y a lord Rothen?
Sonea asintió.
—He venido para preguntarte acerca de ellos. Debes ser sincera conmigo, Sonea. Este es un asunto serio. ¿Hay algo de cierto en ellos?
—No.
—¿Te ha hecho lord Rothen alguna proposición indecorosa?
—No.
—¿No te ha… tocado de ninguna forma?
Sonea sintió que su rostro se acaloraba.
—No. Nunca. Es solo un rumor absurdo. Rothen nunca me ha tocado, ni yo a él. Me pone enferma oírles decir eso.
Vinara asintió lentamente con la cabeza.
—Me alegra oírlo. Recuerda, si tienes algún motivo para estar asustada, o si has sido coaccionada de alguna manera, no tienes por qué quedarte aquí. Te ayudaremos.
Sonea se tragó su rabia.
—Gracias, pero no ocurre nada malo.
Los ojos de Vinara se entrecerraron.
—Debo decirte también que si se demuestra que estos rumores son ciertos, y que accediste voluntariamente, tu permanencia en el Gremio se vería perjudicada. Como mínimo, perderías la tutela de Rothen.
Desde luego. A Regin le encantaría. Podría haber sido su objetivo durante todo ese tiempo. Sonea hizo rechinar los dientes.
—Si se da el caso, Lorlen puede someterme otra vez a una lectura de la verdad.
Vinara se irguió y apartó la mirada.
—Esperemos no llegar a eso. —Resopló—. Bien, lamento haber tenido que tratar este delicado asunto contigo. Debes comprender que es mi obligación investigar. Si deseas discutir cualquier cosa, por favor, ven a verme. —Se levantó y miró a Sonea con actitud crítica—. Estás agotada, jovencita. Demasiado estudio te hará enfermar. Duerme un poco.
Sonea asintió. Se quedó observando cómo lady Vinara abría la puerta y salía majestuosamente, luego esperó hasta que oyó a Tania cerrar la puerta principal de los aposentos. Entonces se volvió y propinó un puñetazo a la almohada.
—¡Quiero matarlo! —bramó—. Quiero hundirle en el río Tarali con piedras atadas a sus pies para que nadie encuentre su cadáver jamás.
—¿Lady Sonea?
Al oír la tímida voz, Sonea levantó la vista y se apartó de los ojos unos mechones de su enmarañado cabello.
—¿Sí, Tania?
—¿A qui… a quién quiere matar?
Sonea volvió a colocar la almohada en su sitio.
—A Regin, por supuesto.
—Ah. —Tania se sentó en el borde de la cama—. Me ha tenido preocupada por un momento. Ellos también me han interrogado. Yo no me lo creo, claro, pero me dijeron todas esas cosas para que vigilara y… bueno… yo…
—No te preocupes, Tania —dijo Sonea lanzando un suspiro—. Solo hay una persona en el Gremio que alguna vez haya intentado algo conmigo.
La sirvienta abrió los ojos de par en par.
—¿Quién?
—Regin, por supuesto.
Tania arrugó la frente.
—¿Y usted qué hizo?
Sonea sonrió al recordarlo.
—Un pequeño truco que aprendí de Cery.
Se puso en pie y procedió a explicárselo.
Era tarde cuando Lorlen regresó a su despacho en la universidad. Un poco antes ese día, lord Osen, su ayudante, le había entregado una caja con el correo. Al revolver en su interior, Lorlen había descubierto entre las demás cartas un pequeño paquete procedente de Elyne. Lo había dejado a un lado para leerlo después.
Lorlen encendió ahora su globo de luz y recuperó el paquete. Lo abrió y contempló con agrado la elegante letra de Dannyl. La caligrafía del joven mago era segura y nítida. Lorlen se reclinó en su silla y comenzó a leer.
Al administrador Lorlen:
Visité la Gran Biblioteca por primera vez hace una semana, y he regresado cada noche para continuar con mi investigación. El bibliotecario Irand me ha asignado al mismo académico que ayudó al Gran Lord en su búsqueda: Tayend de Tremmelin. Este hombre posee una extraordinaria memoria de las visitas del Gran Lord, y he hecho considerables progresos.
De acuerdo con Tayend, el Gran Lord llevaba un diario en el que tomaba notas, copiaba pasajes de libros y dibujaba mapas. Guiado por el académico, he leído la mitad de las fuentes que consultó el Gran Lord, y copiado mucho material útil, incluido todo aquello que Tayend recuerda que interesó al Gran Lord.
A partir de aquí se me presentan varios caminos a seguir, como también le ocurrió al Gran Lord. La mayoría de ellos requieren un viaje a alguna tumba, templo o biblioteca de las Tierras Aliadas. Cuando haya terminado de leer, debería conocer todas las posibilidades consideradas por el Gran Lord, y a partir de ahí elegir por dónde proseguir.
Para asistirme en mi decisión, Tayend visitó el embarcadero, donde se han guardado registros de todas las llegadas y salidas durante muchos años. Encontró una mención a un tal lord Akkarin que llegó aquí hace unos diez años y que unos meses más tarde se marchó a Lonmar; luego regresó a Capia para tomar otro barco a las islas Vin, y regresó de nuevo a Capia un mes después. No había más entradas.
Considerando la información que he recopilado, es probable que el Gran Lord visitara el Templo del Esplendor de Lonmar. He hecho una copia de mis notas, que adjunto a esta carta.
Segundo embajador del Gremio en Elyne,
DANNYL
Lorlen dejó la carta a un lado y hojeó las notas que la acompañaban. Claras y bien escritas, describían y recopilaban retazos de información de épocas anteriores a la formación del Gremio. Finalmente, en la última página, Dannyl había incluido una pequeña nota.
Encontré un libro que relata la guerra Sachakana y que fue escrito poco después. Es de destacar el hecho de que califica al Gremio como el enemigo, ¡y hay además una ilustración muy poco favorecedora! Tras completar esta tarea, regresaré a la biblioteca y lo leeré entero.
Lorlen sonrió. De haber sabido que Dannyl era tan bueno investigando habría recurrido a él antes. Aunque Dannyl aún no hubiera desenterrado nada que pudiera usarse contra Akkarin, había recopilado una gran cantidad de información en un corto espacio de tiempo. Las esperanzas de Lorlen de que encontraría algo útil se habían fortalecido.
Tampoco había formulado ninguna pregunta embarazosa. Como había esperado, Dannyl era lo bastante sensato para mantener silencio sobre el asunto, incluso aunque no conociera la razón para guardar el secreto. Si Dannyl descubría algo que le llevara a sospechar que Akkarin había aprendido magia negra, Lorlen estaba seguro de que el joven mago le informaría confidencialmente.
Y entonces ¿qué? Lorlen frunció los labios, meditando. Probablemente tendría que contar a Dannyl la verdad. Pero confiaba en que el joven mago sabría cómo evitar una confrontación con Akkarin hasta que esta no implicara riesgo alguno. Saber que Rothen y Sonea habían accedido al plan también ayudaría a convencer a Dannyl para que guardara silencio.
Pero lo mejor sería evitar contar a Dannyl la verdad durante el máximo tiempo posible. Por ahora, Lorlen ayudaría a Dannyl a recopilar tanta información como pudiera. Sacó una hoja de papel y escribió una carta al primer embajador del Gremio. La selló cuidadosamente, grabó la dirección de la Casa del Gremio en Elyne y la dejó en otra caja de su escritorio. Lord Osen se ocuparía de que un mensajero la enviara al día siguiente.
Lorlen se levantó y guardó la carta y las notas de Dannyl en una caja que reservaba para los documentos importantes. Reforzó la barrera mágica que impedía a otros alcanzar su contenido y la escondió en un aparador detrás del escritorio. Mientras abandonaba la estancia, se permitió esbozar una pequeña sonrisa.
«Akkarin tenía razón cuando dijo que escogí al hombre idóneo para el cargo de segundo embajador del Gremio en Elyne.»