A Rothen se le escapó un bostezo mientras Tania recogía las tazas de sumi vacías de la mesa. Ya estaba tomando una cantidad menor de nemmin, pero eso implicaba que con frecuencia se despertaba temprano y pasaba desvelado las horas restantes de la noche.
—Esta tarde hablé con Viola otra vez —dijo Tania de repente—. Sigue muy distante; los demás sirvientes dicen que se le ha subido a la cabeza lo de ser la sirvienta de Sonea. Pero conmigo es simpática porque soy la que mejor puede decirle cómo tener contenta a la predilecta del Gran Lord.
Rothen la observó expectante.
—¿Y…?
—Me ha contado que Sonea está bien, aunque algunas mañanas parace cansada.
El mago asintió con la cabeza.
—Eso no es ninguna sorpresa, con todas las lecciones extra. He oído que además ha estado ayudando a lady Tya.
—Viola me ha dicho también que Sonea cena con el Gran Lord los primerdías, así que a lo mejor no la está descuidando tanto como usted temía.
—La cena, ¿eh?
El humor de Rothen se ensombreció ante la idea de Sonea comiendo con el Gran Lord. Podría ser peor, se recordó. Akkarin podría haberla mantenido cerca, podría haber… Pero no, él sabía lo obstinada que podía llegar a ser. Sonea no permitiría que la corrompiera. Aun así, no pudo evitar preguntarse de qué hablaban.
¡Rothen!
Sorprendido, Rothen se enderezó en su asiento.
¿Dorrien?
Padre. ¿Cómo estás?
Bien. ¿Y tú?
Yo estoy bien, pero aquí en mi aldea no lo están. Rothen pudo sentir la preocupación de su hijo. Tenemos un brote de la enfermedad de lengua-negra, una variedad poco habitual. Cuando haya pasado, os haré una corta visita, y llevaré una muestra a Vinara.
¿Te veré?
Por supuesto. ¡No me haría todo el camino para no hablar contigo! ¿Puedo quedarme en mi antigua habitación?
Siempre eres bienvenido.
Gracias. ¿Cómo está Sonea?
Bien, por lo que me cuenta Tania.
¿No has hablado con ella todavía?
No muy a menudo.
Pensé que te visitaría a todas horas.
Está ocupada con sus estudios. ¿Cuándo vendrás?
No puedo decírtelo con exactitud. La enfermedad tiene que seguir su curso, y podrían pasar semanas o meses. Te lo haré saber cuando tenga una idea más aproximada.
Muy bien. ¡Dos visitas en un año!
Desearía poder quedarme más tiempo. Hasta entonces, padre.
Cuídate.
Lo haré.
Cuando la voz mental de Dorrien se desvaneció, Tania rió por lo bajo.
—¿Cómo está Dorrien?
El mago levantó la mirada, sorprendido.
—Bien. ¿Cómo sabías que era él?
La mujer se encogió de hombros.
—Por la expresión de su cara.
—¿Sí? —Rothen sacudió la cabeza—. Me conoces demasiado bien, Tania. Demasiado bien.
—Sí —asintió ella, sonriendo—. Es verdad.
Se volvió al oír un golpe en la puerta. Rothen movió una mano y su voluntad obligó a la puerta a abrirse. Se sorprendió cuando entró Yaldin.
—Buenas noches —dijo el viejo mago.
Echó un vistazo a Tania, quien hizo una reverencia y se escabulló por la puerta, cerrándola tras ella. Rothen señaló una silla y Yaldin se sentó mientras soltaba un suspiro de alivio.
—He estado practicando un poco esa «escucha» que me enseñaste —dijo Yaldin.
Súbitamente, Rothen recordó que era cuartodía. Se había olvidado por completo de la reunión en el Salón de Noche. Era definitivamente hora de dejar de tomar nemmin. Quizá intentara dormir esa noche sin la poción.
—¿Has oído algo interesante?
Yaldin asintió, y su expresión se tornó seria.
—Probablemente son solo rumores. Ya sabes lo chismosos que son los magos, y tú tienes un don para escoger aprendices que no paran de meterse en líos. Pero me pregunto si él puede permitirse que surjan esos rumores otra vez. Especialmente aho…
—¿Otra vez? —interrumpió Rothen. El corazón había empezado a latirle con fuerza ante las palabras de Yaldin. Ahora apenas podía respirar. ¿Había ocurrido algo en el pasado que hiciera que la gente cuestionara la integridad de Akkarin?
—Sí —contestó Yaldin—. La corte de Elyne es un hervidero de especulaciones, bien conoces tú cómo es. ¿Qué sabes del asistente de Dannyl?
Rothen respiró hondo y dejó escapar el aire lentamente.
—¿Se trata de Dannyl, pues?
—Sí. —Las arrugas en la frente de Yaldin se hicieron más profundas—. ¿Recuerdas los rumores que circularon sobre la naturaleza de su amistad con cierto aprendiz?
Rothen asintió.
—Desde luego, pero nunca se probó nada.
—No, y la mayoría de nosotros hicimos caso omiso de los rumores y olvidamos todo el asunto. Pero, como puede que sepas, los elyneos son más tolerantes con este tipo de comportamiento. Y el asistente de Dannyl es conocido por ello. Afortunadamente, la mayoría de la corte de Elyne cree que Dannyl ignora los hábitos de su ayudante. Parece que esto lo consideran bastante divertido.
—Ya veo. —Rothen movió la cabeza de lado a lado lentamente.
«Ah, Dannyl —pensó—. ¿No tengo bastante con mi preocupación por Sonea? ¿Tú también tienes que hacerme perder el sueño?»
Pero quizá eso no era tan malo como parecía en primera instancia. Como Yaldin había dicho, los elyneos toleraban mucho, y adoraban los cotilleos. Si los elyneos pensaban que Dannyl ignoraba las preferencias de su ayudante, y meramente les divertía su ignorancia, no debía de existir ninguna prueba de que la relación fuera algo más.
Y Dannyl ya era adulto. Podía manejarse de cara a un escrutinio público. Si no por otra cosa, su experiencia pasada le habría preparado para ello.
—¿Crees que deberíamos avisar a Dannyl? —preguntó Yaldin—. Si no sabe lo de su ayudante…
Rothen meditó la cuestión.
—Sí. Le escribiré una carta. Pero pienso que no deberíamos preocuparnos en demasía. Estoy seguro de que sabrá cómo tratar a los elyneos.
—Pero ¿qué hay del Gremio?
—Aquí nada detendrá los rumores salvo el tiempo, y ni tú ni yo, ni Dannyl, podemos hacer nada al respecto. —Rothen suspiró—. Creo que este tipo de sospecha va a perseguir a Dannyl toda su vida. A menos que se demuestre, cada vez que surja el rumor, este sonará más trillado y ridículo.
El anciano asintió, luego dio un bostezo.
—Probablemente tengas razón. —Se puso en pie y se desperezó—. Me voy a la cama, entonces.
—Dannyl estaría orgulloso de tu éxito como espía —agregó Rothen, sonriendo.
Yaldin quiso quitarse importancia.
—Es fácil una vez que le coges el truco. —Caminó hasta la puerta—. Buenas noches.
—Buenas noches.
Rothen se levantó, fue al dormitorio y se puso la ropa de noche. Cuando se acostó, las inevitables preguntas empezaron a cruzarle la mente. ¿Estaba en lo cierto? ¿Los cotilleos sobre Dannyl caerían en el olvido?
Probablemente. Pero solo si no se encontraban evidencias.
El problema era que, aunque conocía a Dannyl mejor que nadie, existía un lado en su amigo que para él seguía siendo una incógnita. El aprendiz que había adoptado estaba lleno de temor y dudas. Rothen había mantenido la distancia respetuosamente, evitando ciertos temas y dejando claro que no pretendía interrogar a Dannyl sobre el incidente con el otro aprendiz. Sabía que cualquiera cuya vida personal hubiera sido debatida públicamente, en especial a una edad tan joven, necesitaba que se respetara su intimidad.
Todos los aprendices tenían deseos, y pensaban en las cosas de las que Dannyl había sido acusado. Así era como funcionaba la mente. Sin embargo, no significaba que fueran culpables de actuar de acuerdo con sus pensamientos.
Pero ¿y si los primeros rumores eran ciertos?
Rothen lanzó un suspiro, se levantó y regresó a la antesala. Cuando tomó a Dannyl bajo su tutela, se había acercado al líder de sanadores, el predecesor de Vinara, en busca de consejo. Lord Garen le había contado a Rothen que los casos de hombres con amantes masculinos eran más comunes de lo que por lo general se pensaba. El viejo sanador, sorprendentemente, aceptaba aquella práctica, diciendo con sus típicas maneras clínicas que no existía peligro físico en una relación entre hombres si ambos estaban libres de enfermedades.
Las consecuencias sociales, sin embargo, eran mucho peores. El honor y la reputación importaban a las Casas más que cualquier otra cosa, y la corte kyraliana era exasperante en su conservadurismo. Aunque Dannyl no podía ser expulsado del Gremio por tal «delito», se convertiría en un paria social. Perdería probablemente su posición de embajador, y nunca volverían a ofrecerle un cargo de importancia. No sería incluido en los proyectos del Gremio, y ninguno de sus experimentos recibiría fondos o atención. Sería blanco de bromas y víctima de…
«Basta. No se ha demostrado nada. Solo es un rumor.»
Rothen suspiró y fue en busca del tarro de nemmin. Mientras mezclaba el polvo con agua, recordó con añoranza el año anterior. ¿Cómo podían haber cambiado tanto las cosas en solo unos pocos meses? Cómo deseaba que todo fuera aún como hacia un año, antes de que Dannyl partiera hacia Elyne y Sonea iniciara la universidad.
Tras prepararse para el amargo sabor, se llevó el vaso a los labios y se tomó la droga de un trago.
Lorlen levantó la mirada sorprendido al oír el golpe en la puerta de su despacho. Raramente era molestado a esas horas de la noche. Se puso en pie, caminó hasta la puerta y la abrió.
—Capitán Barran —exclamó sorprendido—. ¿Qué le trae al Gremio a estas horas?
El joven hizo una reverencia, y sonrió apáticamente.
—Perdóneme por visitarle tan tarde, administrador. Me tranquiliza encontrarle despierto. Me dijo que debería contactar con usted si se encontraban evidencias de magia relacionadas con los asesinatos.
Lorlen sintió una punzada de alarma. Abrió más la puerta y se echó a un lado.
—Pase y cuénteme qué ha encontrado.
Barran siguió a Lorlen al interior de la habitación. Indicando con la mano al joven guardia que se sentara, Lorlen rodeó su escritorio y regresó a su asiento.
—Bien, dígame, ¿por qué cree que el asesino está usando magia? —inquirió.
Barran torció el gesto.
—Por las quemaduras de uno de los cadáveres… Pero déjeme primero que le describa la escena. —Se detuvo, obviamente para ordenar los detalles en su mente—. Fuimos alertados de los asesinatos hace unas dos horas. La casa está en la Cuaderna Occidental, en una de las zonas más ricas, lo cual fue una sorpresa. No encontramos signos de que hubieran forzado la entrada, pero había sin embargo una ventana abierta del todo.
»En un dormitorio encontramos a un hombre joven y a su padre. El padre había muerto, y presentaba todas las señales que hemos llegado a asociar con el asesino: cortes en las muñecas y manchas de sangre con sus huellas. El joven seguía vivo, aunque a duras penas. Presentaba las quemaduras típicas de un azote en pecho y brazos, y tenía machacada la caja torácica. A pesar de esto, pudimos interrogarle antes de que muriera.
Barran escuchaba con expresión tensa.
—Dijo que el asesino era alto y tenía el pelo oscuro. Llevaba una ropa rara, oscura. —Barran alzó la vista al globo de luz de Lorlen—. Y uno de estos flotaba en la habitación. Oyó gritar a su padre cuando llegó a casa. El asesinó se sobresaltó al ser descubierto, pero le lanzó un azote sin vacilación, y después huyó por la ventana. —Barran hizo una pausa y se quedó mirando el escritorio de Lorlen—. Ah, y llevaba un…
Al notar la expresión de sorpresa del guardia, Lorlen bajó la mirada. Contuvo el aliento al darse cuenta de que el anillo de Akkarin, que emitía destellos rojos bajo la luz, estaba a la vista. Pensando con rapidez, alzó la mano para ofrecer a Barran una mejor visión.
—¿Un anillo como este?
Barran levantó los hombros.
—No lo sé exactamente. El joven no tuvo tiempo para describirlo en detalle. —Frunció el ceño, con creciente vacilación—. No recuerdo que llevara eso antes, administrador. ¿Puedo preguntarle dónde lo adquirió?
—Fue un regalo —contestó Lorlen. Sonrió irónicamente—. De un amigo que ignoraba ese detalle de los asesinatos. Creí que debía llevarlo, aunque fuera solo una breve temporada.
Barran asintió.
—Sí, el rubí no es una piedra muy popular en este momento. Bien, ¿qué hará ahora?
Lorlen suspiró y meditó sobre la situación. Con una prueba tan evidente de magia, debería alertar a los magos superiores. Pero si Akkarin era el asesino y la investigación conducía a su desenmascaramiento, eso provocaría la confrontación con Akkarin que tanto temía Lorlen.
Pero si Lorlen intentaba tapar el evidente uso de la magia, y resultaba que Akkarin no era el asesino, la gente continuaría muriendo a manos de un mago descarriado. Tarde o temprano el asesino sería encontrado, la verdad saldría a la luz y la gente se preguntaría por qué Lorlen no había hecho nada…
Debes investigarlo por ti mismo.
Lorlen parpadeó por la sorpresa. La voz mental de Akkarin fue tan discreta como un susurro. Logró contenerse para no mirar al anillo.
Dile a Barran que la evidencia de la magia debe permanecer en secreto. Si el pueblo se entera de que un mago se ha convertido en un asesino, eso generará pánico y desconfianza.
Asintiendo, Lorlen miró a Barran.
—Tengo que discutir esto con mis colegas. Por ahora, no deje que se divulgue más de lo necesario que este asesino usa magia. Podremos ocuparnos mejor de ese hombre si no sale a la luz pública que es un mago descarriado. Contactaré con usted mañana.
Barran asintió con la cabeza. Cuando Lorlen se levantó, el joven guardia se puso rápidamente en pie.
—Hay otro dato que podría interesarle —dijo Barran mientras seguía a Lorlen hasta la puerta.
—¿Sí?
—Corre el rumor de que los ladrones están buscando a ese hombre, también. Parece que no les gusta tener rondando a un asesino que no está bajo su control.
—No, me imagino que no.
Barran franqueó la puerta.
—Gracias por recibirme a una hora tan tardía, administrador.
—Suelo estar levantado hasta tarde. Aunque dudo que duerma mucho durante el resto de la noche, después de estas noticias. Aun así, le agradezco que me haya informado de ellas con tan poca demora.
El joven guardia sonrió, luego se inclinó.
—Buenas noches, administrador.
Observando a Barran alejarse, Lorlen lanzó un suspiro. Bajó la mirada al anillo de su mano.
«¿Eres tú el asesino?», proyectó hacia él.
No hubo respuesta.
El pasadizo volvía a torcer y Sonea se detuvo para orientarse. Al principio intentó dibujar el plano en su memoria, pero tras varios intentos se rindió y metió la mano en el bolsillo de la túnica.
Hacía una semana que había entrado en los pasadizos por primera vez. Los había visitado todas las noches, dejando en cada ocasión el plano en el bolsillo de la túnica hasta que se veía obligada a usarlo. Quería memorizarlo todo por si Regin y sus aliados la emboscaban y registraban su caja o sus bolsillos después de haberla agotado.
Los exploradores dedos de Sonea no encontraron nada. El plano no estaba allí. Le dio un vuelco el corazón, que empezó a latirle desbocado. ¿Se había perdido? ¿Se le había caído en algún lugar de los pasadizos? No tenía muchas esperanzas de poder volver sobre sus pasos. Todos los recodos e intersecciones detrás de ella…
Entonces recordó que había escondido el plano dentro de la deshilachada cubierta de uno de sus libros de medicina, que estaban en su caja… y había dejado la caja en la entrada al pasadizo, pues no quería cargar con ella mientras exploraba.
Maldijo para sí misma por olvidarlo, y emprendió el camino de vuelta por donde había venido. Tras varios centenares de pasos se detuvo, sacudiendo la cabeza. Debería haber llegado ya a una zona que le fuera familiar, pero los recodos e intersecciones estaban todos mal.
Se había perdido.
No se sintió asustada, solo enfadada consigo misma. Los terrenos del Gremio eran grandes, pero dudaba que los túneles se extendieran más allá del área ocupada por los edificios. Si continuaba avanzando, tarde o temprano tendría que hallarse irremediablemente bajo la universidad. Mientras no vagara sin rumbo y prestara atención a la dirección de los pasadizos que tomara, encontraría la salida.
Por tanto, empezó a caminar. Tras varias vueltas y giros, y tras el descubrimiento de un pequeño complejo de habitaciones, que incluía una con una chimenea tapiada y un cuarto alicatado que debió de haber sido en alguna ocasión un baño, llegó a un punto muerto donde el techo se había desmoronado. No era uno de los túneles ciegos que había localizado anteriormente. Volvió sobre sus pasos y eligió otro camino.
Finalmente se encontró en un pasadizo recto sin ninguna abertura lateral. Su curiosidad se intensificó a medida que avanzaba por él. Un túnel recto como aquel debía de conducir a algún sitio. Quizá a otro edificio del Gremio. O quizá al exterior del Gremio.
Tras unos centenares de pasos se topó con un hueco en la pared. Se metió allí y descubrió el mecanismo de una puerta oculta. Encontró la mirilla que todas las puertas tenían y arrimó el ojo a ella.
Al otro lado había una habitación, pero no pudo distinguir mucho. No solo estaba en penumbra, sino que además un trozo de cristal sucio había sido colocado sobre el orificio, emborronando la visión.
Pero sí pudo divisar lo suficiente para saber que la habitación estaba vacía. Alargó la mano hacia el mecanismo, tiró de una palanca y la puerta se abrió. Recorrió la habitación con la mirada y se le heló la sangre.
Era la habitación situada bajo la residencia del Gran Lord.
Durante lo que pareció una eternidad, lo único que pudo hacer fue quedarse mirando, con el corazón martilleando con fuerza en el pecho. Entonces, lentamente, sus piernas empezaron a obedecer a su necesidad de alejarse. Sus manos buscaron a tientas la palanca que cerraría la puerta y dieron con ella. Tras accionarla, sus músculos se desentumecieron y relajaron. Se dejó caer contra la pared, haciendo caso omiso de farenes y otros insectos, y resbaló hasta quedar de rodillas.
Si él hubiera estado allí…
Era demasiado aterrador pensar en ello. Respiró hondo, y se obligó, con toda su fuerza de voluntad, a no temblar. Levantó la mirada hacia la puerta y la bajó hacia ella misma. Estaba arrodillada al lado de una entrada secreta que daba a la habitación de Akkarin. No era un buen lugar para estar, sobre todo si él tenía la costumbre de utilizar esos pasadizos.
Fortalecida por el temor, se puso en pie tambaleándose y se alejó a toda prisa. Aunque el pasadizo continuaba más allá del hueco, ya no sentía urgencia alguna por saber adónde conducía. Respirando aceleradamente, echó a correr y huyó en la dirección que esperaba fuera la de la universidad.