Conviene decirlo una vez más. Esto es una novela. Nada de lo que va a leerse ha existido. Pero como es imposible quedarse indiferente ante la lectura cotidiana de los periódicos, mi historia toma irremediablemente los caminos de lo real. Porque es ahí, sin duda alguna, donde se ventila todo, en la realidad. Y el horror, en la realidad, supera —y con mucho— todas las ficciones posibles. En cuanto a Marsella, mi ciudad, siempre a medio camino entre la tragedia y la luz, eco de lo que nos amenaza.