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THE ROUND POUND

Copo a copete.

[Alto! Da capo…]

Otra capa.

[Caspa de nieve…]

Copo a copo se hace la copia.

[Coppolavoro.]

Cráneo ucraniano? Cabezón olmeca?

[Una pera?]

—Esto es el colmo, Cata; no le pongas colmillos, o mocos…

Aquella mala testa, los traía de cabeza.

—Baabelle, más bolas. Rápido. Dépêche-toi.

Destacándose, negras, su melena y la bolsa de plástico. Allá recogiendo nieve, a puñados, por el césped. Bolas a la bolsa… Otro alud, que viene.

Neva, amor, poetizando con Catarina la brasilírica el albominable Milalias de las… Mírala. Tan blanca, que apenas se ve que viene, por la nieve, una paloma. Y sobre el lago, cometa de mal agüero?, un murciélago.

—Qué miráis ahí como aleladas… Hale, manos a la obra!

Se hará como diga el haragán, arengando…

Más topetones en lo alto, top!, de ese cabezo de turco.

[Cabezón, Monsieur Grosseteste…]

Qué cabeza redonda… Nevada. Montaña. Donde están las nieves d’antaño? Ya no están en el estanque, en el Pond de Pound. [The Knight of the Round Pond. El caballero del charco Redondo… Dónde?] Où sont… Juegos de villanos, Villon. Cuando la gran nevada. [Ezra glacial.] Gritos de cristal en el espejo helado de la reina Anne: the Round Pond. Tirándose bolas y corresbalando por el estanque, los chillones, y de vez en cuando se acercaban a esta orilla a mirar como crecía el muñecón de nieve. No tiene pies!, a grito herido la muchachiquillería. Todo cabeza…, y Catarina la Grande sacudía sus rizos y se sacudía con sus risas, echando humo entre sus dientes tan blancos, algo separadillos, y continuaba moldeando la mole y plas plas aplastando nieve con un trozo de tabla. Milalias [maestro de obras maestras] se sacaba de vez en cuando de la manga del chaquetón un papelote, lo desdoblaba y se lo ponía ante los ojos [una lámina arrancada de algún libro o revista…] para volver a mirar con ojo crítico a la masa cefálica. Ese copete o tupé parece un gorro frígido…, mientras Catarina la esculturosa amasaba [amasa lo que amas…] y Babelle, helada, buena, seguía amontonando nieve. Media tonelada, o casi. Protestante, al final. Ya está bien, no? Ya está. Testa de esteta. Helarte por helarte…, repetía Milalias, frotándose con nieve las manos, encogido. La cabeza fría y… Dando vueltas alrededor, admirándola. Te ha salido redonda, Cata; bueno, cuadrada… Carrée. [Aunque no en mármol de Carrara.] Quijotesta, como la otra.

((El hombre de la máscara de hierros… La Quijotesta: dispuesta a armar brrr Brzesca, con todas aquellas latas, la esculatonera Catarina que estaba entonces en la edad de hierro y en plena fase avorticista. En homenaje al miglior fabbro había alargado casi como un tubo la cabeza Gaudierática de Pound [aquella que él, Gaudier-Brzesca, había esculpido en mármol poco antes de irse a la guerra, allons enfants, a morir por la pétrie] y la había coronado con un baciyelmo de Mambrino, o algo parecido. [Petaso hermético?] Ahora es más fálica que nunca, comentó muy serio Reynaldo doblándose ante el tubo. [De la risa?] Don Pijote…, empezó impudiciendo Milalias. Pues a mí me parece una chimenea…, dijo Babelle. A camino largo, passio corto, ya Milalias echando humor y una chispa de italiano. Nel mezzo del kamín… [Chimenea, y risa, rusa.] Y la sonrisa forzada (diminuendo) de la artista se torcía en mueca de mosqueo. Chim! Chim!?… Menea que menea el chisme. [Mejor no meneallo…] Y Babelle tratando de evitar el cataclismo: Lo que me parece genial, Cata, es que le pusieras ese embudo de perilla…))

Sienes de nieves, temporales, no perpetuas. Una réplica de la cabeza hierática y herética de Pound, qué cabezota…, allí al borde del estanque, vigilando de día la toilette aleteante de las gaviotas [and the gulls be as neat on the pond], y las pizpiruetas de las nínfulas con sus rápidos leotardos de colorines chillones, que aún no se derrita!, falo radiante al anochecer, y tiene un halo, míralo, gallo de pelea, cock up!, con un mitón rojo de Babelle como cresta [se le fue la mano al mitómano…], así erecto, de espaldas a la estatua de la reina Victoria en su trono con su nariz aplastada. Estará que trina en su casi trineo. Que no cante. Fin de una era. Otro round, otro… Pound? Derretido pero no derrotado, comentaría más tarde Milalias, mirando melancólicamente el charco a sus pies.

(III.46) <<