5
CORRERÍAS CON REIS
[De un «Cuaderno de bitácora & bitter»…]
A eso de las dos echamos el ancla para un piscolabis y la última cerveza o bitter-end [journey’s jargon] en el Blue Anchor de Chancery Lane, esquina a Rolls Passage: en este callejón estaba The New Age y aquí venía con frecuencia el Ezradical Pound a reunirse con su director, Orage, y con otros colaboradores de la revista. Solían tomar té con pastas y discutir de estética y política e incluso concluir el número de cada semana en el ABC —de la lectura de pruebas a la escritura sin pruebas…— de Chancery Lane. La época, circa 1912, aún estaba para bollos… [A dos peniques cada uno y a dos también el té… Como Pound era goloso, procuraría repetir, cuando le quedara algún penique extra. Otro Pound cake?] Antes de que saltara [blast!] en pedazos. Reis armaba el rompecabezas de Osiris [de 14 o de 12 piezas?] y al salir del pub, soslayando un islote de serrín, aún hablaba brillantemente de la ley del Detalle Luminoso. [E qui refulgo…] Yes, Dr. Reis… Una peluca de magistrado presidiendo un escaparate. Su señoría… Chancery Lane arriba. No se le ha hecho aún la debida justicia, me refiero a Orage, Alfred Richard Orage [1873-1934], que fue un sembrador de ideas, en diversos campos, y Reis abría bruscamente los brazos como si aventara sus palabras, arte… economía… política… literatura… qué sé yo, las suyas y sobre todo las de los colaboradores de The New Age. Luchó con pasión por una nueva edad, por un hombre nuevo. Y no le faltó compasión, como recuerda Pound en algún canto. Aunque al final de su vida volvió a las andadas misticoides de su primera juventud. En 1922 vendió The New Age y se hizo discípulo de Gurdjieff. La gente, en cualquier época, necesita un seguro de vida eterna…, y le señalé, en esa valla de la esquina con High Holborn, la hilera de carteles en los que resplandecía la misma cara de luna llena, de efebo, dentro de un círculo, de un GURU MAHARAJ JI. (Ji? Los hay que se vuelven majaretas con sus budines exóticos…) Pero X. Reis, dado a quisicosas [para hacer honor a la inicial de su nombre], no estaba del todo de acuerdo. Déjalos que crean. Además cualquier creencia, cuando es búsqueda y no una credencial, resulta saludable… [El que no cree no crece: celui qui ne croit pas, ne croît pas.] Y Reis pasó a contar una anécdota de la entrada del converso Orage en el Instituto para el Armonioso Desarrollo del Hombre que el gurú Gurdjieff tenía instalado cerca de Fontainebleau. Los ejercicios físicos antes que los espirituales!? Y se conoce que el gurú ruso o shamán [el que sabe, sabe…] le dijo al «sembrador de ideas», pobre Orage, que menos palabras y más pala, hala!, y lo envió sin más a cavar y a cavar en el jardín, hasta que, de puro acabado, se encontró con que la iluminación y la sabiduría y la felicidad lo inundaban como el sudor y las lágrimas que hacía brotar aquella pala o azadón de Dios, meditación profunda!, que cava cava y no acaba. El cuento de nunca acabar, y a cavar, y acabar cultivando su jardín. Qué cándido.
(En cambio, Pound, a pesar del largo trato y amistad con Yeats, otro jardinero místico [su rosario de rosas…], tuvo siempre en cuenta que la mística se suele mixturar con la mixtificación. Esto lo discutiríamos en otro paseo, en Woburn Walk, WC1, frente a la casa de Yeats. A su tertulia de los lunes solía acudir Pound. Y frente a la casa de Yeats, en esta otra casa, señaló Reis, aunque aquí no han puesto ninguna placa, observé, vivió durante una época, de 1905 a 1906, la autora de Pilgrimage, Dorothy Richardson. Desde su cuarto, que compartía con una tal Miss Moffat, veía a veces las sombras parlanchinescas…)
Pero después de éstos y de otros muchos trabajos de propagandismo [incluso con hache intercalada, alma grande?], debió de cansarse, porque en 1932, dos años antes de su muerte, dejó a Gurdjieff, y sus teorías de trabajo a destajo casi stajanovistas, para dirigir The New English Weekly, en Londres, y volver a la carga con el antiguo caballo de batalla del Crédito Social. Clavileño o Pegaso de pega [montado por el Mayor C. H. Douglas] que también trajo de cabeza a Pound. Y lo coceó, con sus cocientes y coedeficientes… Pero Reis seguía echando sus cuentas. Y tenemos que anotar además en el haber de Orage, dijo, el abrirle a Pound las arcas de The New Age, en tiempos difíciles. Durante… Y dio un gran traspiés, a la entrada del metro de Holborn. Durante doce años. Enredados aún sus pies, en las hojas de periódico traídas por el viento. Una zapatada, zape!, y planeó un Times a toda plana. [Here is the taste of my boot…] Y Reis seguía expandiéndose sobre Pound [expound it again] mientras íbamos por High Holborn hacia New Oxford Street. Pasamos por donde estuvo, sin dejar traza, el Vienna Café, antes de la primera gran guerra; en aquel tiempo se servía ahí café con crema de verdad, la crema de la crema, dijo Reis que dijo Pound, y nos contentamos con tomar una taza de espresso en Torino. Reis avivando la pipa y los recuerdos. Mesándose, de vez en cuando, la perilla. Al Vienna solía acudir Pound, a la salida de sus sesiones intensivas de kulchurización y gaya ciencia en la biblioteca del British Museum. Y en el Vienna conoció, en 1909, a Wyndham Lewis. Un caso casi único, gran pintor y escritor que aún no ha sido suficientemente comprendido. Sí, qué gran retrartista, y qué maravilla su retrato de Pound recostado, verdad? Pero para Reis el autor de The Apes of God y de Human Age era tan gran novelista como pintor. Qué no las has leído!? Mejor no contarle que esos Monos, de Dios o del demonio, se me cayeron de las manos. Pero a lo mejor tenía demasiado sueño. En frente, vomitando muchedumbre, la boca del metro de Oxford Circus. Rostros rostros rostros, arrastrados en la riada oscura. Sin dejar rastro. Y de repente… La aparición de esos pétalos, de unos pómulos perfectos. Japonesa? [Ja, pon esa en tu lista de fantasmadamas de las camelias que se fueron de rositas y no volverán.] Sí? Ay. Desbaratada en esa barahúnda.
Rosetas de un instante?
Coge la flor del día, como dice el redicho, diablo, as the say goes: carpel diem. Y qué vana tanta vaina. ((Imagen de un aquí y ya no ahora. Todo se marcha y todo se marchita: este es mi tema. Memento mori in situ, junto a este bosque oscuro que anda. Esa rama… Miira! O no. No la mires más que así es la cosicosa. Satori en Torino? [Mejor hubiera quedado Florencia.] En un flash. Al evocar una historieta que Reis nos contaba, al salir por Hermitage Lane, risoteando ya yo, hacia Finchley Road. Otro viernes [Pound again along the road…] de otoño. Otro ramillete para Ezra… Aquí y ahora, en Oxford Street, mirando el maremagnum humano o inhumano desde este café. Y tras la vitrina vi, inmarcesible imagen, al poeta Papapétalos, que casi suena a griego, al joven poeta engullepétalos, E. P., zampándoselos tan pancho, ñam ñam, pétalo a pétalo, para épater a algún papanatas? [How beastly the boorgeois is…], en aquella cena de cenáculo en Hampstead, año de gracia de 1909, con las flores y natas [vade retro, con tus flores del mal…] de la poetambre [W. B. Yeats, F. S. Flint, D. H. Lawrence…] londinense. Ñam ñam. Rica! [Azucenas de algún mecenas? No sólo de tulipán vive el hombre… Every man must have one. Un búcaro bucólico…] Oh sí. Sépalo usted: los poetas comen pétalos. [Y beben…, —a pistar pistilos para despistar! Apura el cáliz hasta las heces, Ezra.] Mm. Este tulipán está suculento. Otro pétalo, rojo, con exquisitos modales charlotescos. Última tulipa? Come lotos, Camelot risueño. [Petalismo de un Camelotófago…] No se irá a envenenar? Yo!?, frunciendo el ceño. No. Sigue comiendo esa cena tan rica de tulipanes que adornaban el centro de la mesa. Se comió más de un tulipán, no?, prorrumpí, rompiendo el silencio. Cómo?, dijo Reis, aún en sus nubes de humo. Y se vuelve y mira cómo se chupetea los dedos la vieja lady ensombrerada de la mesa de al lado. Con un crujido, esa bruja le hincó el diente a su milhojas…))
(III.33) <<