Capítulo 21

Martin Wirthir

Martin se escondió un rato en la callejuela por si alguien volvía al lugar. Si había sido un atentado contra la vida del muchacho, el atacante querría saber si había tenido éxito. La noche anterior, Ambrose le había hablado a Martin del último problema de Jasper. Hacía dos semanas que el muchacho estaba en la calle con heridas infectadas. Era un muchacho fuerte, pero incluso así, la fiebre quemaba su frágil cuerpo. A Martin le parecía mejor saber contra quién estaban peleando, pero era difícil resistirse a llevar de inmediato al muchacho a un lugar seguro.

La vigilancia de Martin fue pronto recompensada, pero no por el hombre del carro. Lo que oyó fue la voz de una mujer, que paraba a la gente en la calle.

—Dicen que un carro ha atropellado a un muchacho en esta calle. —Oyó Martin que decía—. Yo quisiera saber… Mi hijo ha desaparecido. Hace más de una semana… Está herido… el padre…, fue una discusión espantosa. Y describieron a un muchacho que… puede ser mi hijo. ¿Tú sabes algo? ¿Han atropellado a un muchacho en esta calle? ¿No sabes dónde está?

Martin se asomó para observar a esa excelente actriz. La mujer era alta, de porte majestuoso. No le veía la cara, que escondía debajo de la capucha, pero había algo en ella que le resultaba familiar.

La gente no podía darle ninguna información a la mujer. Había habido un conductor imprudente, sí, en esa calle. Y alguien creía haber visto a un muchacho corriendo. Pero nadie había advertido si éste había sido atropellado. Al final ella desistió y se fue en dirección a Shambles.

Martin se puso a Jasper al hombro y se encaminó a la botica.

* * * * *

Owen y Tildy habían esperado a que Lucie regresara de San Clemente, pero como se hizo tarde, decidieron comerse el estofado que Tildy había preparado; después Owen iría a buscarla. Cuando llamaron a la puerta de la tienda, los dos levantaron la vista, con el miedo dibujado en sus caras. Lucie no llamaría así, pero si alguien la había encontrado…

Con unas pocas zancadas Owen llegó a la puerta. Cuando vio el cuerpo que Martin traía al hombro, temió lo peor.

—¡Lucie! Dios del cielo, ¡no tenía que haberle permitido…!

—¡Tranquilo! —Martin levantó una mano—. No es la señora Wilton. Es Jasper. Lo acabo de encontrar. Casi no llego a tiempo. Un hombre ha tratado de atrepellarlo con un carro.

Martin se volvió para que Owen pudiera ver la horrible herida en la cara del muchacho y le tomara la temperatura. Owen le tocó la mejilla caliente.

—Espero que lo hayas traído a tiempo.

Martin llevó a Jasper a la cocina.

—Virgen Bendita —exclamó Tildy.

Cuando Owen vio el cariz de las heridas del muchacho, sacudió la cabeza.

—Esto supera todo lo que podamos hacer aquí. Necesita los oficios del hermano Wulfstan.

—¿Dónde está el Wulfstan ese? —preguntó Martin.

—En la abadía de Santa María. Es el enfermero.

—Bien. No queda demasiado lejos. Vamos enseguida.

Owen volvió la cabeza para echarle una mirada exhaustiva a Martin.

—Supongo que tú eres Martin Wirthir.

El hombre asintió y se encogió de hombros.

—Perdonadme. Mi preocupación por Jasper me ha hecho perder los modales. Soy Martin Wirthir. Me enteré de que Jasper había desaparecido y estaba en peligro y salí a buscarlo.

—Gracias a Dios que lo has hecho.

—Tenemos que llevarlo enseguida a la abadía.

Owen asintió.

—Sin demora. Primero ayuda a Tildy a lavarle las heridas, ponedle ropa seca y tratad de que beba unos tragos de vino. Yo tengo que salir. Lucie fue a San Clemente a hablar con Cecilia Ridley.

—¿Está fuera de los muros de la ciudad de noche?

—Cuando se fue era de día. No sé por qué tarda tanto.

—Alguien tiene que ir a buscarla —dijo Martin—. Os propongo ir yo, mientras vos lleváis a Jasper a la enfermería de la abadía.

—No. Yo iré a buscar a Lucie.

—Ya traje una vez a la señora Wilton sana y salva. El muchacho necesita atención ahora, y a vos os conocen en la enfermería.

—Lucie es mi prioridad —insistió Owen.

—Sed sensato, amigo. Yo conozco a la gente de la noche en York.

Owen montó en cólera.

—No te he pedido que aprobaras mi plan. Habrá tiempo para llevar al muchacho después de que encuentre a Lucie.

Los dos se volvieron cuando se abrió la puerta de la cocina y, junto con el frío, entró Lucie. Ésta miró a Martin con sorpresa y, acto seguido, al muchacho que yacía frente al fuego.

—¡Dios mío, lo habéis encontrado! —Lucie corrió hacia Jasper. Miró a los dos hombres que la observaban como si fuera una visita inesperada en su propia casa—. ¿Qué pasa?

—¿Por qué has tardado tanto? —preguntó Owen—. ¿Y cómo lo has hecho para volver de noche?

—Después de hablar con Cecilia me he quedado a comer con las hermanas. Me ha traído el diácono de la catedral. Es hermano de Isobel, la priora, y se había quedado a cenar con ellas. —Lucie miró a uno y luego al otro—. ¿Sobre qué discutíais?

—Discutíamos sobre cómo llevar a Jasper a la enfermería de Santa María esta noche —dijo Owen.

—¿A Santa María? —Lucie se inclinó sobre Jasper, levantó la camisa rota para examinarle el costado y le tocó la mejilla herida. Se santiguó y murmuró una plegaria—. Tenemos que llevárselo enseguida al hermano Wulfstan. ¿Le pido a Bess que nos preste el carro y el burro?

—Será más rápido si lo llevo yo —dijo Owen.

—¿Voy contigo?

—No —dijo Owen, con más fuerza de la necesaria—. Quédate aquí con Tildy y no te metas en líos.

Martin levantó una ceja y miró alternativamente a Lucie y a Owen.

Lucie se puso colorada y entrelazó las manos a la espalda.

—Entonces ve rápido. Que Dios te acompañe.

Tildy había logrado lavarle la cara al muchacho sin causarle mucho dolor, pero el agua lo despertó. Jasper miró fijamente a los ojos preocupados de Tildy y susurró:

—John está muerto. ¿Puedes perdonarme?

A Tildy se le llenaron los ojos de lágrimas, pero con un esfuerzo fue capaz de decir:

—No hay nada que perdonar, Jasper. Él se lo buscó. —Le secó la frente.

Lucie se arrodilló junto a él.

—Owen va a llevarte con nuestro amigo de la abadía, Jasper. Él te curará las heridas y te aliviará el dolor. Y allí estarás seguro.

El muchacho le apretó la mano.

* * * * *

Llamaron a Wulfstan a la capilla para que acudiera al lecho de Jasper. Mientras examinaba las heridas del muchacho, sacudió la cabeza.

—En esta fecha tan sagrada, qué triste es ver en qué se ha convertido el hombre. Que Dios me dé la gracia para reparar este daño. —Miró a Owen—. Que Dios os acompañe, Owen. Ahora id a vuestra casa, con Lucie. Henry y yo nos pondremos a trabajar.

Martin se había quedado en la puerta de la enfermería, sin interferir, mientras Owen explicaba lo que él y Lucie habían observado en las heridas y el estado de Jasper. En ese momento Martin avanzó unos pasos.

—Debéis saber que el muchacho está en grave peligro. Hoy alguien ha tratado de matarlo. Y estas heridas de cuchillo habrían sido mortales si otro muchacho no se hubiera interpuesto entre Jasper y el atacante.

Wulfstan asintió.

—Aquí el muchacho estará seguro. Ese otro joven, ¿está muy malherido?

—Está muerto —dijo Martin.

Wulfstan y Henry se santiguaron.

* * * * *

Cuando volvieron a la botica, Martin y Owen se sentaron al lado de Lucie, que estaba junto al hogar. Tildy le había puesto especias a una jarra de vino, la había calentado y se había ido a la cama para dejarlos hablar.

Owen levantó su copa hacia el visitante.

—Te he buscado mucho, Martin Wirthir. No me malinterpretes, en mi casa eres bienvenido. Pero me gustaría saber por qué no querías encontrarte conmigo.

Martin levantó la copa hacia Owen y luego hacia Lucie.

—Sois muy amable al ofrecerme vino y un fuego. Con mis modales misteriosos he tratado de eludiros, ya que no tenía plena confianza en vos. Creía que sí podía confiar en la señora Wilton, pero con respecto a vos, capitán Archer, tenía mis dudas. La verdad es que es un asunto muy complicado.

Lucie estudió a Martin y notó que, aunque vestido como un calderero, con cuero y lana tosca, había detalles, como su limpieza, el aro en la oreja o el suave aroma a aceite perfumado, que de cerca contrastaban con su disfraz.

—Tú no sueles vivir en la calle.

—No. Trabajo con comerciantes adinerados y con la nobleza, señora Wilton. Pero desde el asesinato de Will Crounce…

Owen se inclinó hacia delante y clavó el ojo en Martin.

—Si te sentías amenazado por el asesinato de Will, ¿por qué te quedaste en York?

Martin se restregó los ojos y suspiró.

—Por muchas razones.

—¿Cuáles son esas razones?

Martin miró a Owen, luego a Lucie, que lo observaba con la misma atención, y volvió a fijar sus ojos en Owen.

—Os lo explicaré. Como sabéis, vine a York poco antes del Corpus Christi. Había estado cerca de la corte y oí que una familia cruel, que no tenía motivos para querernos a Gilbert y a mí, había alcanzado de pronto el favor del rey, de modo que vine aquí a contárselo a Gilbert. Y a advertirle a Will Crounce que, por su relación con Gilbert y conmigo, podía estar en peligro.

—Entonces, ¿Will era conocedor del peligro que corría? —preguntó Lucie.

—Sí, aunque no le sirvió de mucho.

—Normalmente, se corta la mano derecha —dijo Owen— para señalar a un ladrón.

La mirada de Martin bajó hasta al suelo.

—Si una persona triunfa en el comercio, es probable que alguien lo acuse de ladrón.

Lucie miró a Owen. Por su mandíbula tensa, se dio cuenta de que la respuesta no le satisfacía. A ella tampoco.

Owen se encogió de hombros.

—Sigues desconfiando. No sé cómo demostrarte que se puede confiar en nosotros. Mi interés por tus actividades tiene que ver con el deseo del arzobispo de entender por qué mataron a Ridley. No tengo intenciones de utilizar esa información para ningún otro fin, excepto, por supuesto, para proteger a Jasper y mi propia casa, que ahora está involucrada. Te buscaba para avisarte de que podías correr peligro.

Martin levantó bruscamente la cabeza.

—El hecho de ser extranjero aquí me convierte en un paria. Aparte de que otras cosas de mi vida no contribuyen a mejorar la situación. Sin embargo, vos me buscabais para advertirme. ¿Por qué?

Owen se reclinó en el asiento y sonrió.

—Confieso que, después de haberte advertido, esperaba poder averiguar más sobre ti y tu relación con Ridley y Crounce: cualquier cosa que me ayudara a entender el por qué de los asesinaron y la forma en que los coometieron. Me parecía un trato razonable.

Martin se encogió de hombros.

—Agradezco vuestra sinceridad. —Estiró los brazos y bostezó—. Estoy muy cansado.

—Todos lo estamos —dijo Owen—. ¿Has ido a Riddlethorpe después de la muerte de Crounce?

—Sí. En secreto. En Beverley conozco una posada, donde me alojé y desde la que avisé a Gilbert. Él no quería que ni su familia ni sus empleados lo relacionaran conmigo. Por su seguridad. Considerando lo que ha sucedido, me doy cuenta de la sensatez de su decisión.

—¿Y te diste cuenta de lo desmejorado que estaba Ridley?

Martin pareció intrigado.

—¿Ridley, desmejorado? Ese hombre disfrutaba mucho comiendo.

—No últimamente, según el propio arzobispo Thoresby.

Martin miró su copa y reflexionó.

—Recuerdo que parecía inquieto y cansado, pero eso era todo. Y aquella noche comió bien. ¿Por qué? ¿Gilbert estaba enfermo?

—Estaba siendo envenenado lentamente —dijo Owen.

Lucie clavó los ojos en el suelo, porque no quería revelar delante de Martin lo que había averiguado en San Clemente.

Merde. —Martin estaba visiblemente contrariado—. ¿Cómo pudo ser? Gilbert había vuelto a su casa. Seguramente hacía casi todas sus comidas en Riddlethorpe.

—Era algo que él tomaba por un tónico —dijo Owen.

—Qué horrible. —Martin se santiguó—. No. Yo no vi señales de nada por el estilo.

—¿Cuánto tiempo pasó después de la muerte de Crounce hasta que visitaste a Ridley?

—Una semana, tal vez. No esperé mucho. ¿Quién estaba envenenando a Gilbert?

Lucie contuvo el aliento.

—No lo sabemos —dijo Owen—. ¿Y tú?

—Como he dicho, no conocía a su familia; así que ignoro qué enemigos pudiera tener allí.

Owen asintió.

—Así, avisaste a Ridley, volviste a York y te quedaste aquí. No parece muy prudente.

—Cuando regresé de Riddlethorpe encontré a Jasper de Melton en las calles. Yo había cenado con Will la noche antes del Corpus Christi y luego paseé con él hasta el prado de la finca, donde habían juntado las carrozas. Me señaló a Jasper con mucho orgullo. «Espero poder ser un padre para él», me confesó Will. Estaban instruyendo al muchacho en el uso del cuerno de grasa, así que no me lo presentó, pero advertí que era una criatura vivaz e inteligente. Me alegré por Will. Era un hombre sensible. Sin una esposa no era feliz, y yo sabía, aunque él todavía no, que Gilbert volvía a casa para quedarse. Pronto se quedaría sin Cecilia Ridley.

—¿Así que estabas al tanto de esa relación? —preguntó Lucie.

—Sí.

Owen se cruzó de brazos.

—¿Qué más puedes contarnos?

Martin se encogió de hombros.

—Hay poco más que contar. Traté de no perder de vista a Jasper, de indicarle dónde conseguir comida. Parecía salir del paso bastante bien. Entonces me fui por un tiempo. —Martin bebió un trago y a sus ojos asomó una repentina tristeza—. Recuerdo que lo primero que pensé cuando me enteré del asesinato de Will fue que lo había matado Gilbert, y que lo de la mano era por haberle robado a Cecilia. No es que me imaginara realmente a Gilbert haciendo eso, pero me parecía la única explicación, ya que Will estaba muy poco involucrado en nuestras empresas más secretas y por lo tanto no tenía enemigos. —Martin dejó la copa y se restregó los ojos—. Fue una sospecha que duró muy poco. Era demasiado espantoso. Y cualquiera que conociera a Will sabía lo bueno que era. No podía inspirar un odio así en un amigo.

Owen ahogó un bostezo. Se estaba haciendo tarde.

—Parece que todos los que conocieron a Will Crounce lo querían.

Martin asintió.

—¿A qué te refieres con eso de «empresas más secretas»? —preguntó Lucie.

—Corríamos riesgos, Gilbert y yo.

—¿Y uno de esos riesgos tenía que ver con la familia que obtuvo el favor de la corte?

—Eso fue sobre todo una estupidez mía. Mi avaricia. Gilbert se enteró después, pero Will no. Él no sabía nada.

—¿Qué familia? —preguntó Lucie.

—Es demasiado peligroso para decíroslo.

Lucie levantó una ceja.

—No sé si para nosotros la situación puede ser más peligrosa.

—Por el momento no pronunciaré el nombre de la familia. Y ahora me toca a mí hacer una pregunta. ¿Sabéis quiénes cometieron esos asesinatos?

Owen negó con la cabeza.

—No.

Martin suspiró y se puso de pie.

—Estáis cansados. Y yo también. Debo retirarme.

—¿Volveremos a vernos? —preguntó Lucie.

—Por supuesto. Quiero enterarme de lo que averigüéis, teniendo en cuenta las probabilidades que tengo de ser la próxima víctima.

* * * * *

Arriba, Lucie se acurrucó contra Owen y cerró los ojos. Owen le sacudió el hombro.

—¿Crees que te voy a dejar dormir sin que me cuentes lo que has averiguado en el convento?

Lucie lo miró con ojos somnolientos.

—¿Te has dado cuenta de que las heridas de Jasper están en el lado derecho?

Owen temió que ella ya estuviera aturdida de sueño.

—¿Y eso qué tiene que ver con Cecilia Ridley?

—Cecilia dice que Kate Cooper es zurda. Colocada frente a Jasper, es más fácil que lo hubiera herido en el lado derecho. Tiene que ser ella.

Owen sonrió.

—Eso es útil. ¿Qué más te ha contado Cecilia Ridley?

—Sobre Kate, muy poco.

Muy poca información…, y tanto que él se había preocupado por ella.

—Pero después de haber pasado allí tanto tiempo, te habrá dicho algo.

Ante el tono airado de la voz de Owen, Lucie se puso alerta. Se incorporó apoyándose en un codo.

—Tú me pediste que fuera a hablar con ella. ¿Y ahora estás enfadado porque lo he hecho?

—Estoy enojado porque te has quedado a comer y no has avisado.

Lucie tocó a Owen en la mejilla, obligándolo a mirarla. La expresión del hombre era airada. Ella se estiró y lo besó.

—Perdóname, amor. Por favor, perdóname. Estaba tan orgullosa de mí misma por haberle sacado una confesión que me emocioné.

La sonrisa de ella era presumida.

—¿Una confesión? ¿Has esperado todo este tiempo para contármelo?

—Había gente, mi amor.

—¿Qué confesión?

—Cecilia estaba envenenando a Gilbert. Pensó que él había matado a Will por celos. No tenía intenciones de matar a su marido; sólo quería que sufriera de la misma manera que la muerte de Will la había hecho sufrir a ella.

—¿Cecilia ha dicho esto?

—Sí. —Lucie acercó la lámpara de aceite a la cara de Owen—. ¿Te parece difícil de creer?

Owen se encogió de hombros.

—Yo sabía que ocultaba algo. Supongo que es exactamente lo que sospechaba.

—Pero no te gusta que hiciera algo así.

—Es muy cruel. —La verdad era que él no sabía qué sentía por Cecilia, pero estaba decepcionado.

—Fue un acto impulsivo, Owen. Ella amaba a Will Crounce.

—¿Y a su esposo no?

Lucie guardó silencio.

—¿Y pues?

—Hubo un tiempo en que tú no entendías cómo había podido yo amar al mío.

Cierto. Owen decidió cambiar de tema.

—¿Crees que Martin nos ha dicho la verdad?

Lucie asintió.

—Hasta el momento, sí. Pero se está guardando muchas cosas.

—Yo pienso lo mismo. ¿Crees que volverá?

Lucie puso la lámpara a un lado y volvió a acostarse.

—La próxima vez que el asesino actúe, Martin vendrá a vernos. Esperemos que no tarde más de la cuenta. —Owen suspiró y se acostó a su lado.

—Es difícil esperar.

Lucie se arrimó a él.

—Qué noche tan fría.

En aquellas palabras él interpretó una invitación y se volvió hacia su esposa.

—Cuando abrí la puerta y vi el cuerpo que Martin traía cargado sobre el hombro, tuve miedo de que fueras tú.

Lucie lo besó en la nariz.

—Perdona mi falta de consideración. Pero ahora estoy aquí, sana y salva, y deseando a mí esposo. —Lo abrazó con fuerza.

—Esta noche hay algo diferente. —Owen acercó la lámpara a la cara de Lucie. Ella parecía en paz, sonreía—. ¿Qué ha pasado en San Clemente?

—Me perdoné a mí misma.

—¿Por qué cosa?

Ella le tocó la cicatriz.

—Por amarte más que a Nicholas.

Owen dejó la lámpara y acercó a Lucie hacia él.