Capítulo 18

El secreto de Tildy

Cuando Tildy fue a despertar a Jasper, no lo encontró. Sólo Melisende dormía entre la colcha astutamente amontonada.

Tildy inspeccionó por fuera, en el jardín cubierto de nieve. Jasper tampoco estaba allí. No tenía sentido buscar huellas porque nevaba mucho. Como la esperanza es lo último que se pierde, volvió corriendo a la casa y se dirigió a la tienda pensando que estaría allí, tal vez ordenando cosas para la señora Lucie. Algunas mañanas lo hacía.

Pero no había ni rastro de Jasper. Seguramente él y John habían ido a casa de la señora Fletcher. A menos que el muchacho hubiera ido precisamente a hablar de eso con John.

Cuando Lucie bajó, Tildy estaba quitándose el chal.

—¿Dónde has ido tan temprano? —preguntó Lucie. Entonces advirtió la expresión de la cara de Tildy—. ¿Qué te pasa? ¿Qué ha sucedido?

—Ay, señora Lucie, Jasper se ha ido. No está en la cama, ni en la tienda ni en el jardín. Y John no está en la cuadra. Y la capa de Jasper… —Tildy se la mostró a Lucie y se echó a llorar.

—¿Dónde has encontrado la capa de Jasper, Tildy? —preguntó Owen, que entraba en la cocina.

Tildy trató de dejar de llorar.

—Es culpa de John. Lo engatusó con la idea de recuperar el arco del padre.

—¿Dónde estaba la capa de Jasper, Tildy? —preguntó Lucie.

—En la cuadra donde duerme John.

Lucie cogió a Tildy de los hombros y la llevó a una silla.

—Siéntate y cálmate.

Tildy respiró hondo unas cuantas veces y se secó los ojos con una punta del chal.

Cuando estuvo más calmada, Lucie preguntó:

—¿Qué es esa historia de John, Jasper y un arco?

Tildy les habló del baúl que Jasper había dejado en la casa de los Fletcher y la idea de John de que los dos fueran a ver si seguía allí.

—Yo una vez fui, buscando al muchacho —dijo Owen—. Está cerrado. Voy a ver qué ha pasado.

—Estoy segura de que es demasiado tarde —exclamó Tildy—. Ella lo ha atrapado; los ha atrapado a los dos. Ay, María, Madre de Dios, ¿por qué Jasper le ha hecho caso?

Owen se volvió desde la puerta.

—¿De qué estás hablando, Tildy? ¿Quién es «ella»?

Tildy abrió los ojos de par en par. Sacudió la cabeza.

—Tildy, tienes que decírnoslo —le advirtió Lucie.

—No puedo, señora. Hice un juramento.

Un juramento. Lucie recordó la conversación cuando estaban con el rábano picante.

—Tildy, yo te dije que estaba bien jurar si el secreto no perjudicaba a nadie. Pero tú sabes algo sobre el peligro en que se encuentra Jasper. Algo que el capitán Archer también debería saber antes de ir.

Owen se arrodilló frente a Tildy y le tomó las manos.

—Jasper es el único que vio lo sucedido a Will Crounce, Tildy, y los asesinos lo saben, igual que toda la ciudad. Si yo fuera un asesino, querría deshacerme de cualquiera que pudiera reconocerme y contar lo que hice. ¿Tú no harías cualquier cosa para salvar tu propia vida, Tildy?

—Pero él no vio quién lo había hecho. —Tildy no quería creer que Jasper corriera tanto peligro. Y John. Su queridísimo John.

—Jasper afirma que no podría identificar a los hombres —dijo Lucie—, pero tal vez ellos no quieran arriesgarse.

—Hice un juramento —dijo Tildy con una vocecita débil e insegura.

—Si no lo encontramos, si esos hombres lo encuentran primero, mantener tu juramento ahora puede perjudicar a Jasper —dijo Lucie con suavidad.

Tildy lamentaba todo esto. Estaba confundida. Había pensado que ayudaría a Jasper guardando su secreto. No obstante, la señora Lucie y el capitán decían que no. Eran personas inteligentes. Entonces, tal vez sería mejor escucharlos. Ella sabía que no le harían daño a Jasper. Era éste quien no confiaba en ellos, aunque deseara ser el hijo del capitán.

—¿Le vais a explicar por qué os lo dije, capitán Archer?

—Te prometo que lo haré, Tildy. Dime lo que sepas, rápido.

—Hay una mujer a la que él vio en el Corpus Christi, hablando con el segundo hombre que murió. Jasper volvió a verla cuando él dormía en la catedral. Ella llevaba un bulto ensangrentado; se le cayó y era una mano. Dios Santo, protégelo. —Tildy se hizo la señal de la cruz—. Y entonces ella le dijo a Jasper que lo mataría si él se lo contaba a alguien. Y también refirió algo de otra persona, del asesino, pensó Jasper, que lo quería ver muerto. Ah, y le parece que la mujer era la misma que iba caminando con maese Crounce cuando lo asesinaron. Por eso ella lo persigue.

—¿Te la describió? —preguntó Owen.

Tildy lo pensó.

—Dijo que era bonita. Y fuerte; en la catedral lo arrastró.

Owen y Lucie cambiaron miradas de preocupación; el capitán se fue enseguida.

* * * * *

El alguacil y el oficial de justicia de la corona ya estaban en casa de los Fletcher. Owen, preparado para encontrar a Jasper muerto o herido, miró a John, anonadado.

—¿Y qué estaba haciendo aquí el mozo de mulas de la taberna York? —preguntó el alguacil.

Owen se acercó a la familia, que se hallaba arracimada junto al fuego. Parecían todos aturdidos.

—¿Había otro muchacho allá arriba? —les preguntó Owen—. ¿Más joven? Rubio…, no, pelirrojo.

Joanna Fletcher sacudió la cabeza.

—Vimos a alguien correr por la callejuela. Armaron mucho escándalo; eso fue lo que nos despertó. Y cuando me di cuenta de que el ruido era ahí arriba, en ese cuarto vacío, desperté a Matt y subimos juntos. Con palos. Y ahí estaba este muchacho, al lado de una lámpara derramada. Sólo el Señor sabe que la casa se podría haber incendiado con nosotros dentro si yo no los hubiera oído y hubiera subido corriendo. El muchacho tenía la cara quemada, como podéis ver, y había una gran cantidad de sangre. —Se calló y miró el cuerpo ensangrentado de John.

—¿Pero no visteis a Jasper de Melton? —preguntó Owen.

Joanna Fletcher lo miró, sorprendida.

—¿A Jasper? ¿Esto tiene que ver con él? ¿Este muchacho perseguía a Jasper? ¿Era el asesino?

—No, señora Fletcher. Era amigo de Jasper.

—¿Y qué fueron a hacer ahí arriba en mitad de la noche?

—Se les había ocurrido la estúpida idea de venir a buscar un arco que la madre de Jasper guardaba en el baúl.

—Pero el arco está aquí abajo, esperando a Jasper —exclamó Joanna—. ¿Por qué no vino a pedírmelo? —No lo sé, señora Fletcher. Ojalá lo supiera.

—Pobre muchacho. Entonces, ¿adónde se fue?

—Esa persona a la que visteis correr —dijo Owen—, ¿podía ser Jasper?

Joanna Fletcher miró por encima de la cabeza de Owen mientras pensaba.

—No, era más alta que Jasper. Y no corría como un muchacho.

—Era una mujer, por eso —dijo Matt Fletcher.

Joanna resopló.

—Es imposible que una mujer le hiciera esto a un chico tan fuerte.

—Os lo juro, capitán Archer; eso es lo que yo vi. La que se escapó corriendo era una mujer. —Matt asintió para reforzar su certeza.

La mujer otra vez. Owen daría un año de su vida por encontrar a esa mujer fuerte que perseguía a Jasper. Y que tal vez había sido la asesina de John.

—Gracias por la información. Si recordáis algo más, o si detectáis algo sospechoso, por favor avisadme a mí o al alguacil.

Con gran solemnidad, los Fletcher prometieron hacerlo.

Owen se dirigió al alguacil.

—Hay que llevarles el cadáver a los Merchet. Querrán enterrar a John.

—¿Vos adónde vais? —preguntó el alguacil.

—Tengo que averiguar si hay señales de Jasper. Podría estar herido; aunque quizá sólo esté asustado. Subiré a ver si encuentro algo en la habitación.

El alguacil asintió.

—Siempre y cuando me digáis lo que hayáis encontrado.

—Lo haré. —Owen se detuvo ante el cuerpo de John y rezó una plegaria silenciosa. Aquel día habría mucha aflicción en las dos casas.

La nieve no dejaba de caer y Owen no esperaba encontrar mucha ayuda fuera, pero debía intentarlo. Con la ayuda de una pequeña lámpara, examinó el suelo debajo de la escalera y encontró en la pared la huella de una mano ensangrentada, del tamaño de la de un niño, además de sangre y de vómitos de alguien en el suelo. Siguió la intermitente estela de sangre por la callejuela, pero pronto la perdió por completo allí donde ésta se abría a una plazoleta en la que la nieve caía libremente. Se sintió algo decepcionado, pero aún había esperanzas. Aunque estuviera herido, Jasper podía estar vivo.

Owen volvió y subió a la habitación donde habían vivido Jasper y Kristine de Melton. Al lado de un viejo baúl el suelo estaba chamuscado, en el lugar donde había caído la lámpara. El suelo frente al baúl estaba sucio de sangre y había un charco cerca de la puerta; pero ni rastro de Jasper.

Si el muchacho estaba malherido, probablemente se había arrastrado hasta algún escondrijo. Si Jasper podía caminar lo suficiente, Owen sospechaba que iría a casa de Magda Digby, donde había ido antes, cuando corría peligro. Owen se debatió con la idea de volver primero a contarles a Tildy y a Lucie lo sucedido, pero debía ir a buscar a Magda. La Mujer del Río tenía ojos y orejas en toda la ciudad. Ella alertaría a su gente del peligro que corría Jasper.

Y, si tenía mucha suerte, quizás Owen encontraría a Jasper sentado junto al fuego con Magda.

Owen caminó por la ciudad silenciosa, maldiciendo no sólo los copos que lo hacían parpadear sino también su ojo de pájaro, que, para poder caminar sobre la nieve, le obligaba a volver continuamente la cabeza a un lado y a otro. Si para evitar la nieve se echaba la capucha sobre la frente, ésta le tapaba la poca visión periférica que tenía. Avanzaba despacio.

* * * * *

Magda corrió la cortina, ocultando a una paciente que yacía en la cama del rincón, y luego invitó a Owen a tomar un poco de cerveza.

—Un cliente se la dio a Magda anoche. A Ojo de Pájaro le gustará.

—Cómo desearía que fuera Jasper de Melton la persona que ocultaras en ese rincón —dijo Owen. Se había quitado las botas y se había sentado con las piernas cruzadas junto al fuego, con las manos extendidas hacia las llamas—. Si Jasper está fuera, con esta nieve y herido, tengo pocas esperanzas.

—¿Jasper? No, no es el tipo de muchacho que se queda tirado por ahí. ¿Y ahora qué le ha pasado?

Owen le contó a Magda lo sucedido.

—Antes, cuando tuvo necesidad, vino a verte a ti, y yo esperaba que esta vez hubiera hecho lo mismo.

Magda frunció el entrecejo y miró su cerveza. Tenía los ojos ensombrecidos.

—Se te ve cansada. ¿Tu paciente está muy enferma?

—Toda la noche ha tenido pesadillas provocadas por la fiebre. Magda tiene muchos años y no precisa mucho sueño, pero dormir un poquito es bueno y ella hace dos días que no duerme.

—Soy egoísta viniendo aquí con mis problemas sin pensar nunca en los tuyos.

Magda sonrió.

—No venís con vuestros problemas, Ojo de Pájaro. Sois un buen hombre. Y no debéis desesperar todavía.

Owen rezongó.

—No, Magda ve las sombras que nublan la mirada. Los miembros heridos se mueven despacio. Jasper puede llegar aún.

—¿Querrías avisar a aquéllos en quienes confías? Diles que ahora los cabellos de Jasper son rojos. Está teñido con alheña.

Magda abrió sus cansados ojos como platos.

—¿Con alheña? —Resopló—. ¿Quisisteis ocultarlo con colores vivos?

—Si busco a un muchacho rubio, un pelirrojo no me va a llamar la atención. —En ese tema, Owen se puso a la defensiva, tal vez con razón. En su momento había parecido una idea muy sensata, pero sonaba muy tonto dicho con las palabras de Magda.

Magda bebió el resto de su cerveza y se secó la boca con la manga con un movimiento brusco.

—Lo pasado, pasado está. Magda dará la voz de alarma y tendréis noticias pronto. ¿Qué sabéis hasta el momento, Ojo de Pájaro?

Él le habló de Jasper y de la mujer, y también le confesó su sospecha de que el amigo de Jasper, Martin, y el extranjero a quien Lucie había ayudado eran la misma persona, Martin Wirthir, que a veces se alojaba en casa del músico de la ciudad Ambrose Coats. También le contó a Magda que Coats le había llevado la mano a Lucie.

—El pobre Ambrose vive con miedo a que se le endurezcan los dedos y no pueda tocar su música. Fue una broma cruel. —Magda rio, pero enseguida se puso seria—. ¿El amigo flamenco de Ambrose es este Martin Wirthir? Quizá Magda lo conozca.

Owen se asombró.

—¿Conoces a Martin Wirthir?

Magda se restregó los ojos y sacudió la cabeza, como si se estuviera despertando.

—Esta noche Magda debe descansar. No hay más remedio. Así es, Magda piensa que conoce a ese hombre. Ella llama «pirata» a ese granuja. Parece ser la misma persona. Él está buscando a Jasper, aunque no sé si eso es muy bueno, porque él mismo está escondido.

—¿De quién se esconde?

Magda se encogió de hombros y bostezó.

—Ha venido a Magda porque ella no hace preguntas. Es bueno que sea pirata. Él quiere al muchacho. Le llegará la noticia. No tan pronto como vos querríais, pero no hay remedio. El protege a Ambrose Coats no diciéndole jamás a ese pobre hombre dónde puede encontrarlo.

—¿Por qué lo llamas «pirata»?

Magda se encogió de hombros.

—Hay algo en él, acaso la manera de hablar. Flamenco… Magda se dio cuenta antes de que vos lo dijerais. Como los tejedores protegidos del rey. Y qué hace un hombre como ése, que no es tejedor, en York, se ha preguntado Magda. ¿Y por qué se esconde? Ah, piensa ella, tal vez él haga contrabando con la lana que el rey quiere robar a los comerciantes para su guerra.

Owen estaba asombrado. Magda, y no Owen, debería trabajar para Thoresby. Ella sabía hasta de las finanzas del rey para la guerra. El capitán se bebió el resto de la cerveza.

—¿El pirata este ha mencionado alguna vez el nombre Martin Wirthir?

Magda arrugó la cara, pensando.

—No. Pero es el tipo de nombre que tendría. —Asintió—. Sois muy inteligente, Ojo de Pájaro. Habéis atado muchos cabos sueltos.

Owen se sintió ridículamente orgulloso por el halago recibido.

—Estoy empezando a pensar que debería vigilar la casa de Ambrose Coats.

—Como dice Magda, el pirata se preocupa de Ambrose. Mantienen su amistad en secreto.

—¿Por qué? ¿Porque Wirthir es flamenco?

Magda se encogió de hombros.

—¿Cómo conociste a Wirthir? ¿Te trajo a su amante? ¿Un niño no deseado?

Magda rio.

—No, Ojo de Pájaro. El pirata no es de los que traen una dama a la choza de Magda.

—Es un amigo leal, que se preocupa por Jasper y que no te trae mujeres en situaciones comprometidas. Es un dechado de virtudes. ¿Para qué viene aquí, entonces?

Magda estalló en una de aquellas carcajadas que parecían ladridos.

—Magda sabe lo que pensáis de ella. Bien, escuchad esto y sorprendeos, Ojo de Pájaro. Martin Wirthir es amigo de Magda Digby, así de sencillo. Le gusta charlar con ella.

Owen se dirigió despacio a su casa bajo la nieve que seguía cayendo. Temía llevarles a Lucie y a Tildy la noticia de la muerte de John. Después de semejante primicia, ¿cómo asegurarles que Jasper probablemente estuviera escondido en algún lugar, herido pero vivo? No sabía si él mismo lo creía.

Owen se detuvo en la catedral para rezar por Jasper. A continuación, recorrió los talleres de los artesanos y preguntó si alguien había visto al muchacho. En particular preguntó a los carpinteros, hombres del oficio del padre de Jasper, que querrían ayudar a uno de los suyos. No lo habían visto desde la mañana de la tormenta, cuando encontraron la capa del muchacho en la capilla de Nuestra Señora, aún por terminar. Pero le prometieron a Owen que estarían atentos y que le llevarían sin demora cualquier novedad que hubiera.

El arcediano Jehannes alcanzó a Owen en la capilla todavía en obras.

—¿Por qué tan adusto, amigo mío? —preguntó Jehannes.

Owen le contó.

—Que Dios lo guíe a buen puerto. —Jehannes se santiguó—. El muchacho vive bajo una nube de mala fortuna. Alguna que otra vez yo le dejaba un poco de comida cuando dormía en el agujero de esa pared. Descubrí que si se daba cuenta de que alguien le tenía lástima, desaparecía, así que yo no podía hacerlo con frecuencia si no quería que se asustara y se fuera.

—Yo había supuesto que confiaría lo suficiente en nosotros para regresar si estaba en peligro.

Jehannes negó con la cabeza.

—Ese muchacho ha aprendido que para él es mejor no confiar en nadie. No hay bondad de vuestra parte que lo pueda cambiar. Eso sucederá sólo cuando haya pasado el peligro.

—¿Conocéis a una bordadora llamada Felice? Es una viuda que vive en el manso.

Jehannes pensó.

—No, pero tengo poco que ver con las bordadoras. ¿Queréis que pregunte?

—No. No debe sospechar que haya alguien interesado en ella. Se me ocurrió que podíais saber si tiene una hija que la visita.

—Mantendré los oídos atentos por si escucho ese nombre. ¿Tiene algo que ver con los asesinatos?

—Es posible. No estoy más cerca de encontrar a los asesinos que cuando comencé. No soy el hombre apropiado para este trabajo.

Jehannes palmeó a Owen en la espalda.

—Habéis dicho eso cada vez que Su Eminencia os ha encomendado un trabajo, y siempre lo habéis dejado satisfecho. Encontraréis a los pecadores, Owen, y los entregaréis a la justicia. Tal vez os falta oír todavía un verso del acertijo.

—Tenéis exceso de fe, Jehannes.

Jehannes rio.

—La fe nunca es excesiva en un sacerdote, amigo mío. —Se puso serio—. Pero no creáis que el muchacho no me preocupa. Lo mencionaría en el capítulo, pero dudo si hacerlo o no, porque el que cometió el asesinato que Jasper presenció tenía conexión con este manso. No quiero pensar que uno de nuestro capítulo pueda ser culpable, pero aunque el único pecado de alguien fuera conocer a los culpables, una palabra dicha en el oído equivocado podría ser fatal para el muchacho.

Owen estuvo de acuerdo.

—Ah, casi lo olvido. Un tal padre Cuthbert, de Ripon, vino a misa esta mañana. Me pidió que os hiciera llegar un mensaje. La señora Anna Scorby está en el convento de San Clemente. Me dijo que esperabais recibir esa noticia.

—Gracias, Jehannes. Iré a verla en cuanto pueda. Por el momento debo dar la noticia de la muerte de John a los que lo amaban.

—Dios os dé fuerza en vuestra difícil tarea.