La gastronomía es el arte de preparar una buena comida, y en este apartado incluimos todo lo relacionado con la cocina; gazapos y barbaridades que han caído en nuestro poder.
Y justo es que, hablando de barbaridades, mencionemos en primer lugar la carta de un restaurante de Calahorra, que entre otras cosas dice: «Sopa de ajo-derme. Ajoarriero a la navarra y ajoarriero cojo al nudo. Y a continuación vamos a tocar los huevos. Con los huevos de nuestros proveedores hacemos tortillas variadas, y si usted tiene el capricho, se los puedo freír. Y ya que estamos metidos en carnes, les ofrecemos pollo asquillo rico o conejo al “quién lo pillara”.» Y esta carta termina así: «El hombre, por condición, es igual que los cabritos. O se muere chiquitito o crece y se hace… mayor.» Y en cuanto al vino: «Si blanco lo bebo y blanco lo meo, con nada me quedo. Si tinto lo bebo y blanco lo meo, con algo me quedo.»
Y todo esto se lo presentan a uno a la hora de comer.
En el matadero de Guecho (Vizcaya) organizaron una especie de festejo el día que sacrificaron una res que en vivo pesaba 1400 kilos. Era un buey al que llamaban Cordero. Y un diario local decía: «Hoy también, junto con Cordero, se sacrificará al buey del alcalde de Gámiz, que ha sido campeón en los probaderos.»
Pobre señor alcalde, con lo bueno que era.
En Bilbao se hicieron obras para modernizar una vieja cafetería donde se servían comidas y platos combinados. Con ese motivo se publicó un publi-reportaje elogiando la cocina de esta casa, y entre otras cosas decía: «Ignacio y Mary, su señora, cuyas lenguas se han hecho famosas en salsa con sobradas razones para ello.»
Quedaría mudo el matrimonio.
Haciendo un estudio del metabolismo del hierro del hombre, sobre la alimentación y sobre el hierro que el hombre ingiere en las comidas, leemos que «la alimentación diaria de la mujer debe ser de 12 milímetros, y de 15 para las embarazadas. Para los hombres basta con 10 milímetros».
Todo eso está muy bien, pero donde dice milímetros, debe decir miligramos, que cambia bastante.
Sobre producción y consumo del vino en el mundo, leemos que España ocupa el tercer lugar en la lista de productores y el quinto lugar en cuanto al consumo, asegurando que en España «se consumen 58 millones de litros por habitante y año».
Pues si con esa cifra ocupamos el quinto lugar, ya me dirán lo que se bebe más allá de nuestras fronteras.
Decía un famoso tragaldabas vasco, de los que pesan 120 kilos a fuerza de comer y comer: «Lo que tomo entre horas y con una copita de chacolí, son unos trozos de bacalao al pil pil, que es fruto de nuestra tierra.»
Por lo visto, en su aldea sacan el bacalao dé la huerta.
En un diario riojano leemos: «Para regular la libertad de circulación y el precio del vino, el “año vinícola” se extiende desde el 30 de agosto al 1 de septiembre.»
O sea que es un año que, como mucho, dura tres días.
Al observar en Las Palmas de Gran Canaria ciertas irregularidades en la venta y distribución de plátanos para la Península y el extranjero, decía un diario que «la primera autoridad había destituido ciertas cantidades de plátanos en los últimos meses».
No sabemos qué cargos podían ocupar esos plátanos en Las Palmas para llegar a ser destituidos.
Cuando se celebró en Logroño el IV Festival de la Chuleta al Sarmiento, en un diario local se resaltaba lo bien organizado que estaba todo y lo bonito que había quedado el decorado de la presidencia del certamen, y decía: «Está adornada con una plataforma de 24 medias cubas y una tinaja de 1200 litros del mejor vino, que tiene dos litros de altura.»
Al medir la altura por litros y no por metros, se supone que el vino había empezado a hacer efecto.
En una amplia entrevista al famoso Dionisio Duque, especializado en asados, en Segovia, en un diario bilbaíno, dialogando con él sobre temas culinarios, ponen en su boca la siguiente frase: «No hay nada más fácil que freír un huevo frito, cuando está bien frito, claro.»
Es que freír un huevo frito no es freír un huevo frito. Es refreír un huevo frito.
Destacaba en San Sebastián una ondarresa por su acierto en la cocina. Al preguntarle el periodista de turno si esa facilidad la había heredado, ella contesta: «De eso, nada. Mis padres tienen una carnicería donde hacen cajas para embalaje de pescado.»
Un negocio de lo más extraño, porque lo lógico es que hicieran cajas para embalar chuletas.
Comentando un almuerzo especial que se celebró en el hotel Reina Cristina, de Algeciras, un diario de allá publicó íntegro el menú, y decía: «Primero, cometas de jamón al huevo hilado, seguido de una crema de tomate, lenguado Colbert —y aquí viene lo bueno— y paco relleno a la inglesa.»
Suponemos que donde dice paco debería decir pavo, porque leído así el lector supone que han descuartizado a algún camarero.
Hablando de la pesca de anchoa en el Cantábrico, se quejaban los pescadores de Bermeo de que, en general, eran piezas muy pequeñas. «Ahora lo que hace falta es que entre la anchoa grande. El tamaño excelente para los conserveros es el de 25 a 30 gramos por kilo.»
Eso. Y los 970 gramos restantes, a base de aceite y rellenos.
«Veinte artesanos de la Rioja presentarán sus vinos en la Feria de Bilbao. Igualmente acudirán un número aún indeterminado de gamberros de la provincia y se expondrán quesos y chorizos.»
Pues se inflarían a comer y beber los gamberros de la provincia.
Cuando la tan sonada expropiación de Rumasa, comentaba un diario madrileño el número de cavas de champán que tenía la empresa, pero se metió el gazapo en medio y el titular de la noticia apareció así: «Las vacas de Rumasa.»
Comentando los precios de los alimentos en vísperas de Navidad, decía un diario de Valencia: «Hay que poner coto a este desmadre, porque a medida que se acerca la Navidad, los alimentos cuestan menos.»
El que esto escribió debía ser propietario de un supermercado.
En plena campaña en favor del chacolí, se publicaba en Bilbao una entrevista con un cosechero, y parte del diálogo era éste: «¿Tiene alguna ventaja el chacolí con respecto a otras bebidas?» «Muchas. Se puede tomar chacolí en abundancia y luego seguir con otra bebida sin temor a perder la horizontalidad.»
Está claro que hay que tomarlo tumbado.
No sabemos por qué, pero el 90 por ciento de las veces que en un periódico se habla de «endivias», pone «envidias», y la verdad es que va un abismo de una palabra a otra.
En el pueblo de Zalla (Vizcaya) tienen fama sus morcillas caseras. Un periodista visitó a quien las elaboraba y publicó esto: «Tomás, en los papeles con que envuelve sus morcillas pone: “Morcillas caseras.” Y, efectivamente, las hace con miembros de su familia.»
O sea que Tomás hace las morcillas con un brazo de su mujer, una pierna del padre y una mano de su hermana.
En un diario madrileño ofrecieron un comentario sobre los restaurantes más destacados del momento en la capital. De uno de ellos dice: «Perfecta su merluza frita. El punto está perfectamente conseguido y por 8000 pesetas se toma probablemente la mejor merluza de Madrid.»
Una ración, por ese precio, ya puede ser buena.
Los huevos o monas de Pascua es una tradición que se mantiene en muchos lugares. En Bilbao hubo un pastelero que hizo una monumental, de chocolate, que llamaba la atención en el escaparate de su establecimiento. Y dice el pastelero: «Tardamos en hacerla dieciocho años y tres semanas.»
¡Pues estaría bueno el chocolate!
He aquí un consejo práctico de un cocinero, para las amas de casa: «Los pescados, para que se cuezan antes, es conveniente ponerlos a hervir en agua fría.»
La lógica dice lo contrario. Cocerán antes si se les pone en agua muy caliente. Hagan la prueba y verán.
He aquí los ingredientes necesarios —según una revista— para hacer una Charlota de fresas: «350 gramos de bizcochos. Medio kilo de fresas», otras cosas más y por último: «250 kilos de almendras en polvo.» Y lo grande es que al final agrega: «Ración para cuatro personas.»
Pues menuda panzada de almendras en polvo.
Se comentaba en un diario catalán que «los impuestos crecen y crecen, como la yema de huevo batida a punto de nieve».
Lo que se pone a punto de nieve es la clara, no la yema.
En una tahona que había en Madrid, en la calle de Leganitos, había un cartel que decía: «Se sirve pan a domicilio por un mozo sacado del horno cada dos horas.»
Pobre mozo. Así murió san Lorenzo.
Escribía un gastrónomo: «En estas fechas, la demanda nacional es impresionante y suben de precio todos nuestros productos agrícolas, como espárragos, ostras y mariscos.»
Sí, sobre todo las ostras y los mariscos de huerta.
Se aseguraba en una crónica: «En Madrid se consumen a diario todos los días más de doscientos kilos de pescado.»
¡Qué abundancia! Y eso que es «a diario todos los días».
En un caserío vasco tenían una gallina que ponía unos huevos enormes de tamaño. En un periódico local apareció una fotografía donde se comparaba uno de ellos con un huevo normal y la diferencia era notable. Pero también es notable el comentario del pie de la foto: «El propietario de tan fenomenal gallina ponedora, en varias ocasiones ha recogido huevos de mayor tamaño que éste, o sea a continuación de la junta general ordinaria.»
El huevo llama la atención, pero anda que la última frase.
Se celebraba en Madrid una jornada dedicada a las cocinas gallega, vasca y asturiana y con tal motivo se confeccionó un programa donde se detallaba el almuerzo que se ofrecería a quienes quisieran acudir. ¿Y saben lo que pusieron a modo de titular?… pues «Comida gastronómica».
Ya me dirán ustedes si existe algún tipo de comida que no sea gastronómica. Es como si se anunciara un concierto musical de música.
Sabida es la fama que, en gastronomía, tiene el gazpacho andaluz, pero de pronto salió un chef de cocina de Bilbao que se sacó del caletre un «gazpacho vasco», y en un diario local recogieron la buena nueva, pero con este titular: «También hay gazapo vascongado.»
Efectivamente, el gazapo era llamar «gazapo» al «gazpacho».
Se cerró en la capital vizcaína un bar que llevaba once años abierto al público, y el último día invitó a sus clientes a beber lo que quisieran para agotar las existencias. Era un gesto simpático y generoso, pero en un periódico lo explicaron así: «Fue durante todo el día de ayer, que el dueño del bar invitó a sus clientes de once años a consumir todo lo que había en el establecimiento.»
Lo que da a entender que sólo bebieron los niños de once años.
En un hostal de carretera de la N-1, a la hora de comer le ofrecían a uno una carta con las «especialidades del día» y junto a la «lubina portuguesa», figuraba «merluza de san Turce».
Pensaron que san Turce era un santo varón, como san Antonio o san Cristóbal.
Leemos que «en los muelles del puerto de Valencia, un mercante holandés descargó 478 toneladas de patatas para el consumo nacional, que llegaron envasadas en 478 sacos que fueron retirados del muelle en camiones».
Ahí es nada: ¡mil kilos de patatas en cada saco!
Leemos este alarmante titular en una revista gastronómica: «Recogida de críticos.»
¿Eran críticos musicales o críticos de pintura, o críticos de toros o deportes?…
Pues no. Se trataba de naranjas, mandarinas y limones. O sea que eran «cítricos». Menudo susto.
Desde Orense, informaron que, para celebrar la festividad de Santiago Apóstol, los vecinos del barrio de El Puente habían degustado una empanada que pesó cincuenta y ocho kilos, pero, al detallar los ingredientes, hablan de 45 kilos de harina, 35 de carne, 20 de anguilas y el resto a repartir entre cebollas y pimientos.
Resulta que pesó más de 100 kilos. El que informó sufrió una empanada mental.
Hablando de la cocina típica de Sudáfrica, en un folleto turístico leemos: «En el capítulo de postres sienten preferencia por los dulces de jalea de albaricoque, churros dulces e hijos en conserva.»
Meter en conserva a los hijos nos parece una crueldad, aparte de que llegará un momento que se acabará la población de Sudáfrica.
En el II Festival Gastronómico de Logroño —según información de la capital riojana—, aseguraban que «el campeón del Festival de la Chuleta consumió un total de 7300 kilos netos de carne.»
Eso no es un campeón, eso es un monstruo.
En un comentario gastronómico titulado «La lucha por la obtención de proteínas animales» leemos que «los cerdos y los pollos son auténticos amigos del hombre ya que son los más prolíficos y precoces». Y luego sigue con esta frase: «Así, por ejemplo, una gallina puede poner al año 300 kilos de carne de forma muy segura y más regular que una vaca.»
Será porque la «vaca pone huevos» y la «gallina da filetes».