Epílogo

El 10 de octubre, fiesta de Paulinus de York, Lucie rompió aguas por fin. Magda había asegurado a Lucie y a Owen que no era infrecuente que un niño tardara en dejar el vientre, pero se habían preocupado de todos modos y habían pasado muchas noches sin sueño simulando dormir para no preocupar al otro. Pero al fin, al alba, Lucie había anunciado que era la hora.

Bess, Magda y Phillippa, la tía de Lucie, estaban de guardia. Owen y Jasper se paseaban en la planta baja. La espera se estaba haciendo larga. Magda les había pedido que abrieran todas las puertas, ventanas y cajones para animar al niño a salir. Cuando pasaban las horas y seguían sin oír nada, Jasper sugirió que abrieran los frascos de la tienda también. Terminaron pronto la tarea y siguieron oyendo los gemidos de Lucie, no el llanto del niño.

A mediodía, Tom Merchet los arrastró a su casa.

—Venid a la taberna. Hay una vieja costumbre del país del Norte, de tentar al niño brindando a su salud y larga vida.

Owen estaba casi seguro de que Tom lo había inventado (vio el brillo en sus ojos) pero estaba cansado de dar vueltas y de todas maneras la tienda estaba cerrada. Así que no había motivo para negarse.

—¿Qué dices, Owen, será varón o niña? —preguntó Tom mientras llenaba tres jarras.

—Quizá para Jasper deberías servir un vaso más pequeño —sugirió Owen.

—¿En un día como éste? —Tom siguió sirviendo—. ¿Varón o hembra? —dijo, sentándose con ellos a la mesa.

Owen se encogió de hombros.

—Trae mala suerte predecir, Tom.

—Bueno yo espero que sea un hermoso varón. Así Tom será su segundo padrino. Pero si es niña, Bess tendrá el honor de ingresar en tu familia antes que yo. Y se jactará de ello hasta el fin de los tiempos. Peor aún, ha dicho desde el principio que sería una niña. —Tomó un largo trago.

—¿Qué seré yo del niño? —preguntó Jasper en voz baja.

Owen asintió con la cabeza. Él y Lucie se lo habían preguntado también. El chico no era hijo de ellos, aunque lo tenían por tal. Habían pensado que lo mejor sería que él lo decidiera.

—Para nosotros serás hermano de Gwenllian o de John, pero la decisión es tuya, muchacho.

Al final fue Magda Digby, la Mujer del Río, quien decidió. Irrumpió en la taberna dirigiéndole una sonrisa a Jasper:

—Bien, chico, los dioses te han traído una hermana que proteger. ¿Eres bastante hombre para hacerlo?

Owen ya había salido antes de que Jasper pudiera responder.

Tom Merchet suspiró:

—Mi mujer volvió a ganar.

Fin