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Sean no encontró a nadie que hubiera visto a Champ en la Cabaña número dos hasta las tres de la madrugada de la noche del asesinato de Len Rivest. Como consecuencia de ello, Champ Pollion volvió a figurar entre la lista de sospechosos. Mientras Sean regresaba a la casa de Alice, Joan lo llamó.

—Hemos recibido un comunicado de los propietarios de Babbage Town —comenzó a decir.

—¿Quiénes son? —se apresuró a preguntarle Sean.

—No lo sé.

—Entonces, ¿cómo sabes que son los verdaderos propietarios?

—Se establecieron unas contraseñas y un acceso de canal seguro. Son ellos. Desde el asesinato de Rivest se han estado replanteando nuestra presencia en la escena del crimen. Si al menos hubieras hecho algún progreso…

—Joan, me estoy dejando la piel en ello, te lo aseguro. Aquí todo el mundo entorpece y se anda con evasivas, y ni siquiera sabemos quién es nuestro cliente.

—¿Qué has averiguado?

Sean titubeó y le contó lo de los prisioneros de guerra alemanes.

—¿De veras eso tiene que ver con la muerte de Monk Turing?

—Es posible, Joan. Te agradecería que consiguieras una lista de los prisioneros de guerra retenidos en Camp Peary durante la guerra y qué fue de ellos. Y dado que rastreaste su viaje hasta Inglaterra, ¿podrías hacer otro tanto con el de Alemania? Trataré de echar un vistazo a su pasaporte si logro arrebatárselo al FBI.

—Veré qué puedo hacer. ¿Sabes qué parte de Alemania?

—Ni idea.

—He visto que has solicitado fondos para equiparte allí, Sean.

—Exacto.

—Sin embargo, has olvidado especificar qué clase de material necesitas.

—Nada extraordinario, te lo aseguro —dijo él.

—Entonces no veo impedimento alguno para que me digas de qué se trata.

—Joan, si no quieres dar el visto bueno, dímelo. Lo he conseguido todo a buen precio y parte del material es de alquiler.

—No es una cuestión de dinero —aclaró Joan.

—Entonces, ¿a qué viene tanto rollo?

—Digamos que tengo la impresión de no estar al corriente.

—Te informaré en cuanto sepa algo —afirmó Sean.

—¿Cómo se encuentra tu compinche «loca»?

Sean se puso tenso.

—¿A qué coño te refieres?

—Estoy bien informada —respondió Joan de forma críptica.

—Michelle está bien —dijo él.

—Estoy segura. Pero hazme caso, no necesitas a una persona vulnerable cubriéndote las espaldas en los momentos difíciles.

—Mi espalda está perfectamente, Joan.

—Como si no lo supiera, al igual que las otras partes del cuerpo. En serio, Sean, la amistad es maravillosa, pero ¿te jugarías la vida por ella? Ya ha habido tres asesinatos. No quiero que seas el cuarto.

Joan colgó y Sean se odió a sí mismo por dudar de repente de Michelle. ¿Y si se venía abajo cuando estuvieran en territorio de la CIA? ¿Y si hacía algo que les costara la vida?