Sean agarró a Michelle del brazo y dijo:
—¿Viggie? ¿Eres tú, Viggie?
Los sonidos se oyeron con más claridad. Eran gimoteos.
Sean se dirigió a la habitación contigua y buscó el interruptor de la luz.
Viggie estaba acurrucada en una silla contra la pared. Tenía puesto el pijama y llevaba el pelo suelto. Parecía mayor que con las coletas. Tenía los ojos rojos de haber llorado y la expresión de su rostro transmitía un dolor absoluto.
Michelle enseguida enfundó el arma y se acercó a la niña.
Se agachó y le dijo con voz suave:
—Cariño, ¿estás bien?
Ya fuera por la dulzura de las palabras de Michelle o por su expresión preocupada, Viggie le tendió una mano y Michelle se la cogió.
—Viggie, ¿ha ocurrido algo? —preguntó Sean—. ¿Alice está aquí? —Viggie no dijo nada y siguió mirando fijamente a Michelle—. Quédate con ella, voy a ver si está Alice. —Sean subió corriendo las escaleras mientras Michelle se sentaba en el suelo y acariciaba la mano de Viggie.
—Todo irá bien, Viggie. Soy Michelle. Michelle Maxwell. Soy amiga de Sean. Puedes llamarme Michelle o incluso Mick si quieres.
—Mick —dijo Viggie inmediatamente mientras se secaba los ojos con la mano libre.
—¿Puedo llamarte Viggie o prefieres que te llame señorita Turing?
Viggie negó con la cabeza.
—Viggie —susurró.
—Pues Viggie. Qué nombre tan bonito. Conozco a un montón de Michelles, pero nunca he conocido a ninguna Viggie. Eso significa que debes de ser realmente especial.
Viggie asintió, como si quisiera mostrar su acuerdo, pero se agarró con más fuerza a los dedos de Michelle.
—Mick —repitió.
—Ahora somos amigas, ¿no?
Viggie asintió poco a poco, observando fijamente a Michelle como si buscara algún atisbo de duda o, lo que es peor, falsedad.
Sean volvió con Alice. Michelle alzó la mirada y vio la cara de dormida que tenía y luego, visible al final de los pantalones del pijama que le llegaban a media pantorrilla, la pierna artificial. Sean hizo las presentaciones rápidamente.
—No sabía que había bajado —reconoció Alice. Miró a Sean con expresión enojada—. Te hemos esperado hasta muy tarde.
—Lo siento, Alice, me he entretenido con otra cosa.
—Pues entonces a lo mejor deberíamos replantearnos el trato.
—Estoy aquí —dijo Michelle levantándose del suelo, pero sin soltar la mano de Viggie—. Soy Michelle Maxwell, la socia de Sean. Ahora entre los dos podremos encargarnos de todo.
Alice miró de hito en hito a Sean durante un buen rato y luego asintió en dirección a Michelle.
—Veo que tú y Viggie ya habéis hecho buenas migas.
Michelle le dedicó una sonrisa a la niña.
—Creo que Viggie y yo seremos grandes amigas.
Viggie se levantó de un salto y corrió hacia el piano que estaba en la otra habitación. Oyeron la canción que estaba tocando a oscuras.
—Vaya, es alucinante —le dijo Michelle a Sean.
—Es la forma que Viggie tiene de demostrar que le caes bien —explicó Alice.
—¿Por qué estaba tan disgustada? —preguntó Sean.
—El dichoso agente del FBI, Ventris, ha venido esta noche. Ha empezado a hablar de la muerte de Monk. Y Viggie lo ha oído.
—¡Oh, mierda! —exclamó Sean.
—Teníais que haber visto a Viggie hace unas horas. Estaba desconsolada. He tenido que contarle la verdad. No podía mentirle… no, estando como estaba. Al final le he dicho al médico que tenemos en plantilla que le recetara un sedante. Estaba dormida cuando me he ido a la cama, pero supongo que se le ha pasado el efecto.
—¿Qué coño ha venido a hacer Ventris aquí? —dijo Sean.
—Al comienzo quería interrogar a Viggie pero me he negado. Creo que no quería que lo oyera, aunque tampoco se ha quedado a consolarla.
—¿Qué quería saber? —preguntó Michelle.
—Si tenía alguna idea de por qué Monk Turing había ido a Camp Peary. O si había mencionado que hubiera ido allí anteriormente. —Sean y Michelle intercambiaron una expresión de sorpresa—. Oficialmente me dijeron que el FBI piensa que Monk se suicidó.
Alice consiguió sacar a Viggie del piano, pero la niña se negó a irse a dormir hasta que Michelle la tomó de la mano, la condujo escaleras arriba y la acostó.
Tras dar las buenas noches a Alice, Sean y Michelle se acomodaron en sus respectivos dormitorios. Sean fue a sentarse en la cama de Michelle mientras deshacía la maleta.
—Tranquila, no tardarás mucho en desordenarlo todo —comentó él.
—Menudo payaso estás hecho. ¿Qué le ha pasado a la pierna de Alice?
Sean le contó su experiencia en Irak y su trabajo en Babbage Town.
—Una mujer increíble —dijo—. Debe de haber sido horrible para Viggie enterarse así de lo de su padre.
—Debe de haberlo sido —convino Sean. Se oyó una vibración. Sean gimió y miró el teléfono.
Michelle sonrió y dijo:
—A ver si lo adivino, ¿la señorita Joanie? ¿Vas a volver a ignorarla?
—No, si esta vez no respondo probablemente venga directa a Babbage Town.
—Vaya, eso sí que sería divertido —dijo Michelle, mientras dejaba la pistola bajo la almohada—. A lo mejor no deberías responder. Si aparece, podría dispararle accidentalmente pensando que se trata de un depredador que busca carne fresca. Oh, no funcionará porque es depredadora y si le disparara no sería por accidente.
—No estás colaborando mucho que digamos. Tengo que razonar con ella, Michelle.
—Adelante. Pero mientras lo haces quiero oír cómo le echas una verdadera reprimenda a esa bruja de una vez por todas.
Sean se puso en pie.
—Esa bruja es la que nos paga, o al menos a mí. Así que voy a lidiar con ella en la paz y comodidad de mi cuarto —respondió Sean.
—Cobarde. ¿Vas a decirle que estoy aquí?
—He dicho que me dejes lidiar con ella, Michelle.
—¿Qué les pasa a los hombres con las confrontaciones? Las mujeres no tienen ningún problema en saltar a la yugular.
Cuando Sean se marchó, Michelle caminó sigilosamente por el pasillo y abrió la puerta de la habitación de Viggie. La niña estaba sentada en la cama a oscuras.
—Soy yo, Mick —dijo Michelle.
—Hola, Mick —dijo Viggie con un hilo de voz.
—¿Quieres que me siente un rato contigo?
Viggie le tendió la mano.
Michelle se tumbó a oscuras cerca de la niña asustada. Cuando la mano de Viggie entró en contacto con la de ella, Michelle notó una sacudida mientras los fragmentos de un recuerdo distante y desagradable la embargaban. En él, otra niña asustada estaba sentada en la oscuridad intentando esclarecer lo indescifrable. La imagen desapareció tal como había llegado y dejó a Michelle tan perpleja, confundida y asustada como la niña que tenía a su lado.