Sean se sentó frente a Alice en su despacho de la Cabaña número uno. Lo había conducido por la zona principal a tal velocidad que Sean sólo había visto una gran zona abierta poblada de pequeños escritorios y lo que, sin duda, era un genio sentado a cada uno de ellos. Casi era capaz de oler el poder mental de las personas que trabajaban allí, junto con el zumbido de los múltiples servidores.
Señaló la pierna derecha de Alice.
—Si intentas atizarme con eso te dejo K. O. —dijo en tono jocoso.
Ella ni siquiera esbozó una sonrisa.
—¿Cómo murió Len Rivest? Y no me digas que fue un suicidio.
Sean se dio cuenta de que tenía los ojos enrojecidos.
—No sé cómo murió —admitió.
—¿Cómo no vas a saberlo?
—Sólo el asesino lo sabe con certeza. Y teniendo en cuenta que yo no lo maté, lo único que puedo hacer es especular sobre la causa de la muerte.
—Adelante, especula.
—No puedo. La policía está investigando el caso.
—Me parece increíble que me sueltes esa frase tan patética —espetó ella.
—He sido policía y sé que las filtraciones pueden desbaratar una investigación. La policía lo considera muerte sospechosa.
—Pero ¿eso significa que fue asesinado o que murió accidentalmente?
Sean sonrió.
—O quizá se determine que realmente murió por causas naturales.
—Has dicho que alguien lo mató —dijo Alice.
—Y podría estar equivocado.
—Oh, gracias por ser de tamaña ayuda —comentó ella.
Sean se inclinó hacia delante con el semblante serio.
—Lo cierto es que te acabo de conocer y no sé quién eres. Incluso podrías ser la asesina.
—Yo no he matado a nadie.
—Nunca he conocido a un asesino que dijera lo contrario. Por eso existen los abogados defensores, Alice.
—¿Crees que esto guarda relación con la muerte de Monk?
—Me parece que no me has entendido bien. ¿Quieres que lo repita?
Entonces fue Alice quien se inclinó hacia delante.
—Anoche descubrieron las últimas voluntades y el testamento de Monk Turing en su casa. Me han dicho que en el testamento Monk me nombra tutora de su hija. Tengo intención de desempeñar esa función lo mejor posible. Pero si la niña corre peligro, quiero saberlo.
—Monk te nombró tutora. No pensaba que estuvierais tan unidos.
—Monk sabía que yo aprecio a Viggie. Su bienestar es mi principal prioridad.
—Pues ahora que han matado a Rivest, Babbage Town no parece tan seguro.
Alice se cubrió los ojos con la mano.
—¡Pobre Len! —gimió—. ¡Me cuesta creer que esté muerto!
Sean se recostó en el asiento.
—La verdad es que parece que te ha afectado mucho la muerte de Len. ¿Se debe a algún motivo en concreto?
Cogió un pañuelo de papel de una caja que tenía en el escritorio y se sonó la nariz.
—Len y yo éramos amigos.
—Amigos. ¿Buenos amigos o algo más?
—No es asunto tuyo, King.
—Si estabas saliendo con Len Rivest, la policía tendrá que investigarlo.
—Vale, salíamos juntos, ¿y qué?
—¿Una cita de vez en cuando? ¿Algo más serio? ¿Planes de boda?
—¡Eres un gilipollas repugnante!
—Está claro que eres muy lista para algunas cosas, pero parece que no te das cuenta de que te estoy preparando para lo que te preguntarán la policía y el FBI. ¿Te crees que el agente Ventris va a ser amable contigo? «Hombre muerto más relación personal» te convierte automáticamente en sospechosa.
—Yo no lo maté. Maldita sea, me gustaba. Era una buena persona. Quizá lo nuestro tuviera futuro. ¿Algo más? —Giró la cara mientras las lágrimas le surcaban el rostro.
—Vale, Alice, vale —dijo Sean con ternura—. Sé que esto resulta duro para ti. —Hizo una pausa—. ¿Puedes decirme si Len te mencionó algo sobre el hecho de que alguien le deseara algún mal? ¿O si sabía algo que podía hacerle correr peligro? ¿Algo relacionado con Babbage Town? ¿Camp Peary? ¿Algo parecido?
Alice respiró hondo varias veces y se secó los ojos con la manga antes de responder.
—¿Camp Peary? ¿Qué tiene eso que ver con la muerte de Len?
—Si la muerte de Monk Turing está relacionada con lo que le pasó a Len, quizá tenga mucho que ver.
—Pero pensaba que habías dicho que parecía que Monk se había suicidado —le recordó Alice.
—No lo sabemos con certeza. Pero responde a mi pregunta, por favor. ¿Len te mencionó algo?
—Nunca me dijo que alguien quisiera hacerle daño.
Sean se inclinó hacia delante.
—Entendido. ¿Hay espías por aquí? ¿Habló alguna vez de eso?
Alice negó con la cabeza.
—No, nunca, ¿por qué?
—Por algo que me comentó —dijo Sean—. ¿Se te ocurre algo más?
—Bueno, sí que dijo que la gente de aquí no tenía ni idea de en lo que estaban metidos. Que el trabajo que realizábamos cambiaría el mundo. Y no para bien. —Intentó sonreír—. Dijo que nosotros los superdotados no teníamos ni idea de cómo funcionaba el mundo real. Quizás estuviera en lo cierto.
—Me comentó que lo que se estudiaba en Babbage Town era capaz de hacer que los países se declararan la guerra. No puede tratarse sólo de números.
—Estoy asustada, Sean. Len Rivest era un hombre muy competente. El hecho de que lo mataran, así, en su casa, rodeado de medidas de seguridad… —Se estremeció y se dejó caer en el asiento.
Parecía tan desgraciada que Sean se levantó y le rodeó los hombros con un brazo para reconfortarla.
—Todo se arreglará, Alice.
—¡No me trates con condescendencia! Estoy aterrorizada por Viggie. Quizá también corra peligro.
—¿Por qué? —preguntó Sean.
—Tú sabrás. Tú eres el experto en estas cosas.
—¿Sabe la niña que su padre no va a volver?
Alice se mostró incómoda.
—Intento preparar el terreno para decírselo, pero no me resulta fácil.
—Si realmente te preocupa, yo la sacaría de Babbage Town —propuso Sean.
—No puedo hacer eso.
—Pensaba que el bienestar de Viggie era tu máxima prioridad.
—Viggie es feliz aquí. No puedo desarraigarla y llevarla a un lugar desconocido. Podría acabar con ella. Se me ocurre otra opción —dijo Alice de pronto, cogiéndole la mano—. Nos quedamos y tú ayudas a que Viggie esté a salvo.
—Ya tengo una misión. —«De hecho tengo dos misiones», se corrigió Sean mentalmente.
—Es una niña. Necesita ayuda. ¿Vas a quedarte de brazos cruzados y negarte a ayudar a una niña vulnerable que acaba de perder a su padre?
Sean se disponía a decir algo pero se contuvo. Al final, exhaló un suspiro.
—Supongo que podría vigilarla.
Las lágrimas volvieron a surcar las mejillas de Alice.
—Gracias.
—Imagino que ahora que soy el guardaespaldas extraoficial de la muchachita debería conocerla.
Alice recobró la compostura y se levantó.
—Acaba de terminar unos ejercicios de descomposición en factores para mí.
—¿Cómo?
—Viggie tiene la capacidad de descomponer cifras enormes en factores en su cabeza. No tan enormes como para invalidar mi trabajo, pero quizás haya algo en los recovecos de su mente que ofrezca la clave para desvelar el atajo que estoy buscando.
—¿Y entonces la niña vulnerable hará que el mundo tal como lo conocemos deje de girar de repente?
Alice sonrió.
—Bueno, dicen que los mansos heredarán la tierra.