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Se celebró una recepción para los asistentes al funeral, aunque no en la Casa Blanca, sino en Blair House, justo enfrente. En realidad eran cuatro casas conectadas que, con sus setenta mil metros cuadrados, superaban incluso a la Casa Blanca. La Blair House se utilizaba normalmente para alojar a los jefes de estado invitados y a otros personajes de alto rango. El propio Harry Truman se había alojado allí con su familia en los 50, mientras se desmantelaba la Casa Blanca hasta las vigas y se volvía a reconstruir. Esta vez, sin embargo, sería el marco donde se reuniría la gente para recordar a Pam Dutton, tomar unas copas y picar algo de la comida preparada por los chefs de categoría internacional de la Casa Blanca.

Sean y Michelle cruzaron el arco de seguridad, caminaron bajo el largo toldo, fueron revisados con un detector manual en la puerta principal y entraron por fin en la casa. Ambos habían estado allí otras veces, durante sus años en el servicio secreto, en misiones de protección de dignatarios de alto nivel. Esta era la primera vez, no obstante, que visitaban el lugar sin estar de servicio. Aceptaron la copa que les ofrecía un camarero y se situaron en un rincón, observando y aguardando. Pronto llegaron el presidente y Jane, seguidos de Tuck y los niños.

—Ahí está —dijo Michelle.

Sean asintió al ver que Aaron Betack entraba en el salón y lo estudiaba sector por sector, como hacía instintivamente todo agente, retirado o no, que hubiese trabajado en el servicio. Era sencillamente un hábito que ya nunca se te olvidaba. O del que no podías desprenderte.

—¿Cómo quieres hacerlo? —preguntó Michelle.

—Ya no puede despedirnos por aplicarle el tercer grado.

—Pero ¿hemos de enseñarle nuestras cartas y demostrar que sabemos que se vio con Pam?

—Esa es la gran cuestión. Merodeemos alrededor del asunto, a ver si la respuesta sale de él espontáneamente.

Esperaron hasta que Betack se separó de un corrillo para dirigirse al salón contiguo y fueron tras él.

—Eh, Aaron —lo llamó Sean.

Betack les hizo una seña con la cabeza, sin decir nada.

Sean echó un vistazo a la copa que tenía en la mano.

—¿No estás de servicio hoy?

—Solo he venido a presentar mis respetos.

—Un día triste —dijo Michelle.

Betack hizo tintinear los cubitos de hielo de su copa, asintiendo y mordisqueando una galletita salada.

—Un día de mierda en todos los sentidos, a decir verdad.

—¿No solo por el funeral, quieres decir? —apuntó Sean.

—No hay nada de la niña. La primera dama no está contenta.

—Pero el FBI está investigando. Acabamos de ver a Waters. No me parece un tipo que tire la toalla fácilmente.

Betack se le acercó más.

—El mejor detective del mundo necesita alguna pista.

—Eso no te lo discuto.

—Entonces, ¿no ha habido más comunicados de los secuestradores? —preguntó Michelle.

—No desde el cuenco y la cuchara.

—Qué raro —comentó Sean.

—Todo es raro en este maldito embrollo —soltó Betack.

—Pero también estaba muy bien planeado. Si Michelle y yo no nos hubiéramos presentado en la casa de improviso, aún tendríamos menos datos. Sería de esperar que se hubieran puesto en contacto de un modo regular.

Betack se encogió de hombros.

—Así están las cosas.

—¿Ninguna novedad sobre las marcas en los brazos de Pam?

—No, que yo sepa.

Sean echó un vistazo a Michelle y dijo:

—Me acuerdo de la primera vez que vi a Pam. Era realmente fantástica. Una madre formidable. ¿Tú la conocías?

Sean lo dijo a la ligera, pero mirando fijamente a Betack.

—Nunca tuve el placer —dijo, impasible—. Cuando he dicho que venía a presentar mis respetos me refería a la primera dama.

Sean echó un vistazo hacia el umbral, por donde pasó Jane Cox seguida de varios asistentes.

—Es una mujer especial.

—Bueno, ¿y vosotros dos habéis averiguado algo?

Michelle se adelantó.

—Lo que sabemos ya se lo hemos comunicado a Waters.

—Lo importante es rescatar a Willa. Qué más da quién se lleve el mérito —añadió Sean.

—Bonita filosofía —comentó Betack, bebiéndose el resto de su copa—. E insólita en esta ciudad.

—Pero eso implica que todo el mundo esté a la altura y cuente lo que sabe —dijo Michelle con toda la intención, clavándole los ojos a Betack.

Él acusó recibo. Le echó un vistazo a Sean y luego a ella.

—¿Pretendes insinuar algo?

Sean bajó la voz.

—Tuck Dutton vio cómo te reunías con su esposa cuando se suponía que él estaba de viaje.

—Se equivoca.

—Te describió con toda exactitud. Y te ha identificado en el funeral como el tipo al que vio con Pam.

—Tengo el mismo aspecto que muchos tipos. ¿Y por qué debería haberme reunido con Pam Dutton?

—Confiaba en que tú pudieras explicárnoslo.

—No puedo, porque no sucedió.

Sean lo miró largamente y dijo:

—De acuerdo, Tuck se confundió.

—Así es. Se confundió. Disculpadme. —Y se alejó, airado.

Michelle se volvió hacia Sean.

—¿Cuánto crees que tardará en contactar con quienquiera que estuviera trabajando?

—No mucho.

—Entonces, ¿nos limitamos a esperar?

Sean echó una mirada alrededor y se detuvo al ver que Tuck pasaba por su lado.

—Estoy harto de esperar.