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Quarry descolgó el tablón de los ganchos clavados profundamente en el muro, abrió la puerta y le indicó a Wohl que entrara.

—¿Dónde está?

Él señaló a la izquierda.

—Ahí.

Wohl se volvió y contempló un pequeño bulto tapado con una manta en el catre pegado a la pared. Quarry alzó la manta. Willa estaba tendida debajo, durmiendo.

Wohl se aproximó.

—¿Y si se despierta?

—Le he dado algo para dejarla inconsciente. Una hora o así. Se parece a usted —murmuró Quarry—. La nariz, el mentón. Ahora no le ve los ojos, pero son del mismo color que los suyos.

Wohl asintió sin querer. Ella también apreciaba el parecido.

—Willa Dutton. Bonito nombre.

—¿Usted no le puso ninguno?

—No. Sabía que iba a abandonarla, así que no lo hice… es decir, no pude.

Wohl le acarició el pelo oscuro. Se volvió hacia Quarry.

—No va a hacerle daño, ¿verdad?

—No es ella la que está en falta. Ni usted, en realidad.

—Pero usted ha dicho antes…

—Hay grados de culpabilidad.

—Entonces ¿quién…?

—¿Quería usted abandonarla?

—Ya le he dicho que no tenía elección.

—Y yo le he dicho que la gente siempre tiene elección.

—¿Puedo abrazarla?

—Adelante.

Wohl rodeó a la niña con los brazos. Le tocó la cara, le frotó la mejilla con la suya y finalmente la besó en la frente.

—¿Qué recuerda de la adopción?

—No mucho. Yo solo tenía veinte años.

—¿Y el padre?

—No es asunto suyo.

—¿Así que la abandonó sin más?

—Sí. —Lo miró fijamente—. Yo no tenía dinero. Aún estaba en la universidad. No podía cuidar de ella.

—Así que se la quitaron de las manos. Y su vida siguió adelante sin problemas —dijo Quarry—. Terminó la universidad, consiguió un buen puesto. Se casó, pero acabó divorciándose. No volvió a tener hijos.

—¿Cómo sabe tantas cosas de mí?

—No soy un hombre inteligente. Pero trabajo duro. Necesitaba saber sobre su vida. Y me puse a ello.

—¿Y para qué está haciendo todo esto?

—No es asunto suyo.

Wohl se volvió al oír que la niña gemía débilmente.

—¿Ya se despierta? —preguntó, asustada.

—Solo está soñando. Pero volvamos ya.

De vuelta en su habitación, Wohl preguntó:

—¿Cuánto tiempo van a mantenerme aquí?

—Si supiera la respuesta, se la daría. Pero no la sé.

—¿Y Willa?

—Igual.

—¿Dice que la madre adoptiva se llama Pam?

—Eso es.

—Debe de estar terriblemente preocupada.

—No creo —dijo Quarry.

—¿Por qué no?

—Porque está muerta.