Era temprano y Michelle había conducido casi toda la noche para que llegaran a Washington D. C. Sean dormía en el asiento del copiloto. Roy se había dejado vencer por el sueño en el asiento de atrás. Estaba nublado y se preveía más lluvia debido a un sistema tormentoso que azotaba la Costa Este.
—Frío, humedad y oscuridad. Encaja con mi estado de ánimo.
Michelle desvió la mirada y vio que Sean estaba despierto y miraba por la ventanilla.
La miró y sonrió con resignación.
—Mañana será un día ajetreado.
Cruzaron un puente y doblaron a la derecha, siguiendo las indicaciones que Paul les había dado cuando les había llamado para contarles las últimas noticias relacionadas con Megan Riley.
Michelle lanzó una mirada a una esquina.
—Estuve apostada en esa esquina durante doce horas. Fue el día después del 11-S. Nadie sabía qué demonios pasaba. Entonces ni siquiera trabajaba en protección. Me habían asignado un caso de falsificación en Maryland. Nos eligieron a unos cuantos para reforzar al equipo de protección del presidente y el vicepresidente. Para cuando me relevaron tenía todos los músculos agarrotados. Pero ¿sabes qué?
—No tenías ganas de dejar el puesto.
Michelle asintió.
—¿Cómo lo sabes?
—Cuando se produjo el 11-S yo ejercía de abogado, hacía algún tiempo que había dejado el Servicio. Lo vi todo en la tele, igual que el conjunto de habitantes de la nación. Me entraron ganas de volver a ponerme el uniforme, de ir a Washington D. C. y ayudar. Por supuesto era imposible. —Se quedó callado antes de añadir en voz baja—: Pero de verdad que tenía ganas de reincorporarme y ayudar.
—La situación está bien jodida, ¿verdad?
—La verdad es que hace tiempo que está jodida. Lo cual implica que todos tenemos que trabajar un poco más duro para arreglarla.
—Es una buena actitud. —Roy se incorporó y se pasó una mano por el pelo. Los miró—. El mundo es complejo, por eso la gente busca soluciones complejas. Y eso no tiene nada de malo porque las respuestas sencillas no suelen funcionar. Aunque a veces las respuestas sí son sencillas pero la gente se niega a verlas.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Sean.
—Quiero decir que en algunas circunstancias es mejor adoptar un enfoque sencillo, ni que sea porque hay menos cosas que pueden salir mal.
—Ya sabes lo que quieren —dijo Michelle.
—A mí y a Peter Bunting, sí. A cambio de Megan Riley. Y por supuesto amenazan con matar a muchas otras personas inocentes.
—¿Y cuál es la respuesta sencilla en este caso? —preguntó Sean.
—Darles lo que quieren.
—¿Entregaros a ti y a Bunting? Os matarán a los dos.
—A lo mejor sí, o a lo mejor no.
—Os matarán —insistió Sean—. No tienen ningún otro motivo para efectuar el intercambio.
—Eso parece —dijo Roy con cierta ambigüedad.
—Hemos quedado con tu hermana y con Bunting. Llegaremos en unos diez minutos —dijo Michelle—. ¿Crees que ella tendrá una respuesta sencilla?
—Creo que tendrá una respuesta. Kel suele tenerlas. Para todo.
—Sus opciones quizá sean limitadas.
—Estoy seguro de que lo sabe.
—No va a entregarte, Edgar —dijo Michelle—. Eres su hermano. No va a hacer tal cosa.
—Pero entonces mucha gente sufrirá.
—Tendremos que hacer algo llamado contención de daños —repuso Sean.
—Conozco la expresión. Pero suele reservarse para casos en los que hay múltiples activos sobre el terreno. No gozamos de ese privilegio. Foster, y Quantrell por extensión, tienen muchísimos recursos.
—¿Crees que siguen trabajando juntos? ¿Incluso después de que les dijeran que uno intenta perjudicar al otro? —preguntó Michelle.
—Abordan la situación desde distintos frentes. Se prepararán para lo peor pero ejecutarán cualquier plan que les parezca factible. El hecho de que Riley sea un activo valioso es algo que tienen en la reserva. Quizá tuvieran la intención de jugar esa baza desde un principio. Eso no significa que ahora confíen el uno en el otro. De hecho lo más probable es que no.
—Entonces ¿qué es lo que los mantiene unidos?
—Mi hermano me habló de ello. Creen que se trata de James Harkes. Y estoy de acuerdo con ella.
—Háblanos de él —dijo Sean.
—Veterano condecorado. Galardonado con el Corazón Púrpura, Estrella de Bronce. Seleccionado para la de plata. Ha sido agente de campo para la CIA y la DIA. Es bueno.
—¿Es lo bastante listo como para llevar esto a sus últimas consecuencias?
—Tendrás que preguntárselo a mi hermana. Sabe más de él que yo.
—¿O sea que trabajaron juntos? Creo que mencionó algo sobre ello.
—No sé seguro si trabajaron juntos.
—¿Entonces qué?
—Creo que casi se mataron el uno al otro. Y por cómo lo cuenta ella, tuvo suerte de salir ilesa.
—Si los dos son agentes americanos, ¿por qué iba a pasar tal cosa? —preguntó Michelle.
—Parece que es complicado. Pero el hecho de que Harkes esté de su lado no nos beneficia.
Sean se volvió y suspiró.
—Qué bien.
Al cabo de unos minutos bajaron por una tranquila calle residencial. La puerta del garaje se abrió en cuanto se acercaron y Michelle entró en él. La puerta se cerró detrás de ellos.
Kelly Paul les esperaba en la puerta de entrada a la casa.
—¿Tenemos algún plan para mañana? —preguntó Sean en cuanto entraron en la casa.
—Tenemos un plan —repuso Paul—. Pero eso no significa que vaya a funcionar.