Michelle conducía.
Sean llevaba la escopeta.
Edgar Roy estaba sentado en la parte posterior de la furgoneta.
Llevaban muchas horas de camino y solo habían parado dos veces para ir al baño. Se adentraron en el sendero y Michelle aminoró la marcha.
—Ya sé que Bunting nos dijo que esta zona está fuera de cobertura la vez que vinimos a ver a Kelly, pero este caso me ha vuelto muy paranoica.
Sean asintió y recorrió la zona con la mirada. Era un lugar perfecto para una emboscada.
—En cualquier caso, es mejor que ir a un motel.
—Siempre y cuando no acabemos muertos —señaló Roy.
Sean lo miró sorprendido porque Roy apenas había abierto la boca durante el trayecto.
—Brillante observación —dijo Michelle sarcástica mientras aparcaba—. ¿Cuál es el plan? —preguntó a Sean de soslayo.
—Puedo ir a echar un vistazo y, si hay alguien esperándonos, que me mate a mí y vosotros salís corriendo.
—Suena bien.
—Estaba bromeando.
—Ya lo sé. Iré yo.
—No te dejaré.
—No recuerdo haber solicitado su permiso, señor.
—¿Siempre os habláis así? —preguntó Roy.
Ambos lo contemplaron perplejos.
—¿Cómo? —rugió Michelle dedicándole una mirada asesina.
—Eh… Da igual —respondió Roy y se miró las manos.
—Podemos pasar por delante y ver si nos siguen.
—O podemos subir a la colina, agazaparnos y vigilar la casa —dijo Michelle.
—O podemos seguir el método tradicional —sugirió Sean.
—¿Cuál es? —preguntó Roy.
—Esperar en la furgoneta y no abrir la puerta a nadie —contestó Michelle.
Se aproximaron a la casa por delante y por detrás y tardaron diez minutos en revisarla. La granja estaba vacía y tenía el mismo aspecto que la última vez. Michelle aparcó la furgoneta detrás del granero. Roy salió y caminó con Michelle hacia la casa.
—¿Aquí vive mi hermana? —preguntó Roy mirando alrededor.
—Por ahora. Supongo que no se queda mucho tiempo en ningún sitio.
—No.
—A pesar de ello estáis muy unidos. Ha arriesgado mucho para ayudarte.
—Siempre me ha protegido.
Sean oyó el comentario desde el porche.
—¿Has necesitado mucha protección?
—Sí, supongo que sí.
—Vamos adentro —dijo Michelle mirando en derredor—. No me gusta estar aquí fuera, es un paraíso para un francotirador.
Dentro encontraron la despensa llena, troncos para el fuego, chaquetas, botas, camisas de franela, pijamas y sábanas limpias.
Michelle cogió una de las chaquetas.
—Me la voy a poner ya mismo. Fuera hace mucho frío y dentro no se está mucho mejor.
—Voy a encender la chimenea —dijo Sean.
—Yo puedo cocinar, si queréis —propuso Roy.
Michelle lo miró.
—¿Sabes cocinar?
—Sí, pero si prefieres hacerlo tú, ningún problema.
—Prefiere no cocinar —intervino Sean rápido haciendo caso omiso de la mirada fulminante de Michelle.
Después de comer chuletas de cerdo, verdura, galletas y una porción de tarta de manzana que Roy encontró en el congelador, se sentaron delante de la chimenea.
—¿Se sabe algo de Kelly o de Bunting? —preguntó Michelle.
—Acabo de recibir un mensaje. Ambos han contactado con sus objetivos, aparentemente con éxito.
Roy asintió, la vista clavada en el fuego.
—Quieren poner a Quantrell y Foster uno en contra del otro.
—¿Te ha explicado tu hermana el plan? —inquirió Sean.
—No, pero es obvio. He coincidido con Foster un par de veces y es una megalómana, mientras que Quantrell es muy avaricioso y envidioso. Una combinación letal.
Sean echó un tronco al fuego y se sentó más cerca de la chimenea.
—Háblame de los cadáveres del granero.
—¿Por qué? —preguntó Roy.
—Porque somos detectives y Ted Bergin nos contrató para ayudarte, pero para ello necesitamos información, y esta es la primera ocasión que tenemos de comentar el tema contigo.
Roy se tomó un momento para limpiar las gafas en la camisa y acomodarse en la silla.
—Había salido a dar un paseo antes de cenar. Era algo que acostumbraba hacer. Hacía tiempo que no entraba en el granero, pero por algún motivo ese día entré. Todo tenía el mismo aspecto de siempre, pero de pronto observé que la tierra del suelo estaba removida. Cogí una pala y empecé a cavar para ver lo que había. Entonces vi la cara. Iba a llamar a la policía cuando oí las sirenas y me arrestaron. No les culpo. Tenía la pala en la mano y los cadáveres estaban allí. Supongo que parecía que los estaba enterrando en lugar de lo contrario.
—Entonces fue cuando te…
—Cuando me retraje en el interior de mi cabeza —confirmó con expresión avergonzada.
—Pero ¿lo recuerdas todo? —preguntó Michelle.
—Nunca olvido nada. Recuerdo la primera prisión a la que me llevaron y al señor Bergin, que vino a representarme. Lo intentó con todas sus fuerzas y recuerdo que estuve a punto de hablar con él varias veces, pero tenía miedo —Roy hizo una pausa antes de continuar—. Siento mucho que muriera por mi culpa.
—Foster y Quantrell enterraron los cuerpos en el granero para tenderte una trampa.
—Gracias por la presunción de inocencia —comentó Roy.
—No soy dado a las presunciones, pero son demasiadas coincidencias. Seguro que te estaban vigilando y llamaron a la policía en cuanto entraste en el granero.
—Además, eres demasiado listo para dejar que te pillen con las manos en la masa —añadió Michelle.
—Quantrell y Foster te tendieron una trampa y pensaron que estaban salvados, pero ahora que los hemos puesto uno en contra del otro, ¿qué crees que van a hacer?
—Foster no tiene antecedentes, pero el historial de Quantrell no es tan limpio, así que él reaccionará con más tranquilidad que ella.
—Es decir, Quantrell está más acostumbrado a jugar con fuego —dijo Michelle.
—Exacto. Su reacción instintiva será sobrevivir e incluso continuar con el negocio, mientras que Foster empezará a dar palos en todas las direcciones a ver quién cae, o quizá decida retirarse y no hacer nada con la esperanza de que todo pase.
—Lo dudo. Uno no consigue el máximo cargo del DHS sentándose a verlas pasar, sobre todo si eres mujer —argumentó Michelle.
—Estoy de acuerdo. Eso significa que actuará de forma más agresiva para revertir la situación.
—Y acudirá a sus aliados en busca de apoyo y pondrá a todos en contra de Quantrell.
—En este sentido Foster tiene ventaja porque puede solicitar una reunión con el presidente o el director del FBI cuando quiera, pero Quantrell es consciente de ello y jugará sus cartas.
—¿Qué cartas tiene?
—Las operaciones de campo. Foster no habrá utilizado a nadie del DHS para los asesinatos ni para sacarme de prisión, pero los mercenarios son menos puntillosos y son fieles a quien mejor les paga.
—¿Qué crees que va a hacer Quantrell con sus mercenarios? —preguntó Michelle.
—Salir en mi busca, matar a Bunting y a mi hermana y, en caso necesario, a Foster.
—Se necesita valor para atentar contra la directora del DHS —dijo Sean.
—Cuando no se tiene nada que perder, no se necesita demasiado valor —comentó Roy—. Ni tampoco hay que ser un genio para adivinar lo que intentará hacer.