27
Sacrificio
Los días que vinieron después pasaron como en un sueño. Hice todo lo posible por no recordar aquel beso con Loki ni el horrible dolor que me provocaba saber que tal vez no volvería a verlo nunca más. Sabía que debía dejarlo enterrado en el pasado y continuar con mis planes de matrimonio.
El entrenamiento con Tove siempre me dejaba un sordo dolor en la base del cráneo, y los planes de boda que tenía que llevar a cabo con su madre me provocaban dolor en el resto de la cabeza. Willa se esforzó en actuar como intermediaria, pero Aurora no parecía estar lista para olvidar nuestras rencillas.
Elora ya se encontraba mejor, por lo que se reunió con nosotras una tarde; creí que su presencia ayudaría a disipar la tensión, pero no fue así. Cada vez que Aurora dejaba de molestarme, se centraba en irritar a mi madre, y en última instancia ambas se ensañaban conmigo.
Pasé casi todas las tardes con Duncan en la biblioteca, estudiando lo máximo posible acerca de la cultura Trylle. Encontré un diccionario que fui usando cada vez más al revisar los documentos más antiguos, ya que era imposible adivinar lo que aquellos símbolos significaban, pues en el tryllico no se empleaba el alfabeto latino. Por ejemplo, la palabra tryllico se escribía así: Трыллиц.
Iluminada apenas por la única lámpara que había en la sala, la del escritorio, me hundía en las páginas de cada libro. Mientras tanto, Duncan escudriñaba las estanterías repletas de libros en busca de los mejores textos: sabía un poco más que yo acerca de la cultura Trylle, aunque no demasiado.
—¿Trabajando hasta tarde? —preguntó Finn. Me asustó tanto, que estuve a punto de gritar. Estaba de pie junto al escritorio, pero ni siquiera lo había oído entrar.
—Sí, eso parece —dije, y volví a centrar toda mi atención en las amarillentas páginas del libro, sin prestarle atención a Finn.
No había vuelto a hablar con él desde el día que había besado a Loki, y por alguna extraña razón sentía que le había sido infiel, lo cual era bastante ridículo teniendo en cuenta que con quien estaba comprometida era con Tove y que cualquier tipo de relación que hubiera tenido con Finn llevaba largo tiempo extinta.
—Tengo que ir a revisar algo —dijo Duncan en cuanto percibió que su presencia estaba de más.
Sin embargo, fue un acto innecesario, ya que yo misma dudaba de que necesitáramos privacidad. Me pareció un bonito detalle, sin embargo; incluso me sonrió con un aire de complicidad antes de salir de la biblioteca y dejarme a solas con Finn.
—¿Qué estás buscando? —me preguntó Finn, señalando con un gesto las pilas de libros que reposaban sobre el escritorio.
—Cualquier cosa. Todo lo que salga —dije encogiéndome de hombros—. He llegado a la conclusión de que ya era hora de que conociera mi historia.
—Es una historia muy larga —agregó Finn.
—Ajá. Ya me estoy dando cuenta. —Me eché hacia atrás en la silla para poder mirarlo de frente. La luz de la lámpara era tan tenue que las sombras cubrían la mayor parte de su rostro; sin embargo, sus expresiones eran tan indescifrables que realmente aquello tampoco importaba demasiado.
—Mañana es la fiesta de compromiso —comentó—. ¿No deberías estar en tu habitación preparándote con Willa?
—No. Ya tendré tiempo de hacerlo por la mañana. —Lancé un suspiro al recordar lo agotador que sería el día siguiente.
—Por cierto, debo felicitarte.
—¿En serio? —Cerré el libro que tenía en las manos y me puse de pie.
Ya no quería estar cerca de Finn, así que me dirigí con el libro hacia una de las estanterías. No estaba segura de que aquel fuera su lugar correcto, pero necesitaba una excusa para moverme.
—Te vas a casar —dijo Finn con un tono calmado y neutro—. Lo más adecuado es que te felicite.
—Sí, como tú digas. —Empujé el libro con fuerza hasta el fondo y me volví para mirar a Finn.
—No puedes molestarte conmigo por apoyarte —dijo. Sus palabras tenían un dejo de incredulidad.
—Puedo molestarme contigo por lo que se me antoje. —Me apoyé en la estantería—. Pero no te entiendo en absoluto.
—¿Y qué hay que entender? —preguntó Finn.
—Estuviste a punto de arrancarme el brazo porque creíste que estaba coqueteando con Loki, pero ahora que me voy a casar con Tove te comportas como si no sucediera nada.
—Es algo muy distinto —dijo, negando con la cabeza—. El Vittra era un ser maligno. Te habría hecho daño. Tove es tu prometido.
—¿Mi prometido? —pregunté en tono burlón—. ¿Me estabas protegiendo para él? ¿Asegurándote de que nadie más me mancillara para que Tove me recibiera inmaculada?
—No, claro que no. Sólo te estaba protegiendo a ti: tu imagen, tu reputación.
—Seguro. ¿Eso era lo que hacías cuando tu lengua estaba en mi garganta?
—No sé por qué siempre acabas siendo tan burda. —Finn bajó la mirada con disgusto.
—¡Y yo no sé por qué siempre tienes que ser tan educado! —contraataqué—. ¿Podrías, por una vez en tu vida, decirme lo que verdaderamente sientes? ¡Me voy a casar con otro! ¿Es que no te importa?
—¡Pues claro que me importa! —gritó Finn, y sus ojos ardían.
—Entonces ¿por qué no haces algo al respecto? —le pregunté con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Por qué no tratas de detenerme al menos?
—Porque Tove cuidará de ti. Él te defenderá. —Finn tragó saliva—. Podrá hacer cosas por ti, y contigo, que yo jamás podría. ¿Por qué habría de privarte de la oportunidad de vivir algo como esto?
—Porque te importo.
—¡Porque me importas es por lo que no puedo hacerlo!
—No te creo. —Negué con la cabeza—. Ni siquiera te molesta lo más mínimo cuando estoy con él. ¿Por qué te enfadaste tanto cuando me viste con Loki? Incluso admitiste que sentías celos de que conviviera con Rhys. Y sin embargo cuando estoy con Tove te quedas tan tranquilo.
—No es que me quede tranquilo —suspiró frustrado—. Pero es que con Tove es diferente. No me molesta tanto que estés con él.
—¿Cómo puede no molestarte? —pregunté, profundamente consternada.
—¡Porque es gay, Wendy! —confesó finalmente Finn, con un gesto de exasperación.
Me quedé tan pasmada, que durante un rato no pude ni hablar. Durante ese tiempo fueron pasando por mi mente todos los momentos que había compartido con Tove. Finalmente, caí en la cuenta de que lo que acababa de decir Finn podía ser perfectamente cierto.
—¿Es gay? —pregunté en voz baja.
—No le vayas a decir que te lo he contado, ¿de acuerdo? —Finn hizo una mueca de arrepentimiento—. No he debido hacerlo. Es un asunto que sólo le incumbe a él, y yo no tengo por qué divulgarlo.
—Y entonces ¿por qué se va a casar conmigo?
—¿Qué te dijo cuando te lo propuso? —me preguntó.
—Me dijo que… que creía en mí y que quería que yo fuera la líder. —Traté de recordar toda la conversación—. Dijo que lo hacía para apoyarme, para salvar a nuestro pueblo. Fueron las mismas razones por las que acepté.
»Es gay —repetí. En cuanto asimilé aquello, de pronto algo más me perturbó—. Por eso no te molesta. Sabes que no lo amo, que nunca podré hacerlo; ¿por eso prefieres que me case con él? Y entonces, dime, ¿es que acaso creíste que a Loki sí lo amaba, o que al menos podría llegar a hacerlo?
—Era más que eso, Wendy —dijo Finn, negando con la cabeza—. Loki hubiera terminado haciéndote daño.
—Pero eso no fue lo que encendió tu ira. Lo que te pasó es que estabas celoso de que pudiera enamorarme de otro. —De pronto la rabia se apoderó de mí—. Prefieres que viva una mentira a que encuentre la felicidad con otra persona.
—¿De verdad crees que hubieras encontrado la felicidad con un markis Vittra? —preguntó en un tono irónico—. Ese individuo es peligroso, Wendy. No podía quedarme tranquilo viendo cómo se acercaba a ti.
—No. ¡No podías quedarte tranquilo porque te diste cuenta de que me importaba!
—¡Sí! —gritó—. ¡Y no debería parecerte mal porque es un mal tipo!
—¡Ni siquiera lo conoces! —repliqué.
—¿Es que acaso estás pensando en huir con él? —Se quedó petrificado, y trató de ocultar su dolor—. ¿Es eso lo que me estás tratando de decir? ¿Que impedí que vivieras tu cuento de hadas?
—No, no es eso. —Me tragué las lágrimas—. Yo misma me prohibí huir con él, porque sé que lo mejor para el reino es que me quede aquí. Lo que no puedo creer es que tú seas tan egoísta. Andas siempre diciendo que todo lo que haces es por mí, pero si eso fuera cierto, me animarías a que buscara la felicidad en lugar de mantenerme aquí atada a ti.
—¿Qué quieres decir con que estás atada a mí? —preguntó.
—¡Me refiero a esto! —exclamé señalando el espacio entre nosotros—. No puedo tenerte y tampoco puedo vivir sin ti. Estoy atrapada y no tengo salida. Me importas y no puedo evitarlo, ¡y a ti ni siquiera te interesa!
—Wendy. —Su semblante se suavizó. Caminó hacia mí; retrocedí, choqué con la estantería y quedé atrapada en un rincón. Finn trató de acariciarme, pero lo empujé.
—¡No! —le grité con el rostro lleno de lágrimas—. Odio que me hagas esto. Odio que me atormentes. ¡Te detesto!
Finn extendió el brazo y retiró el pelo de mi frente; eché la cabeza hacia atrás, pero él no movió la mano. Lo tenía justo delante de mí; su cuerpo me impedía pasar. Lo empujé pero no retrocedió ni un centímetro; se negaba a hacerse a un lado. Su mano seguía apoyada en mi rostro, y me obligaba a inclinar la cabeza hacia él.
Sus ojos eran tan negros y profundos que, como siempre, me robaron el aliento. Fue resiguiendo la línea de mi cabello con sus dedos; el conflicto en mi interior se desvaneció, pero la pasión seguía allí.
Se inclinó y me besó; presionó su boca hambrienta contra la mía y un intenso temblor surgió de mi corazón e invadió todo mi cuerpo hasta hacerme estremecer. Su barba rozó mi piel mientras me besaba con desesperación.
Luego sus labios se desplazaron a mi cuello y gemí al tiempo que mis dedos se internaban en su cabello. Se apoyó contra mí y el peso nos hizo chocar contra las estanterías; los libros se desplomaron a nuestro alrededor y luego ambos caímos sobre ellos.
—¡Finn! —La voz de Thomas retumbó en el interior de la sala e interrumpió el momento.
Finn dejó de besarme pero permaneció sobre mí, sin quitarme la vista de encima. Su respiración era entrecortada y jadeante; la pasión ardía en sus ojos pero, más allá del deseo, alcancé a ver el terror: se dio cuenta de que había cometido un error terrible y no sabía cómo dar marcha atrás.
—¡Finn! —gritó Thomas de nuevo—. ¡Sepárate de ella antes de que alguien pueda verte!
—Sí, señor. —Finn se levantó y tropezó con los libros cuando trataba de ponerse en pie. Yo me acomodé el vestido y me levanté con mucha más lentitud.
—¡Sal de aquí! —le gritó Thomas—. ¡Ve a despejarte!
—Sí, señor. Lo lamento. —Finn mantuvo la cabeza agachada. Trató de mirarme de reojo, pero estaba demasiado avergonzado y se limitó a salir disparado de la biblioteca, sin más.
—Lo siento —murmuré; no sabía qué otra cosa decir. Todavía tenía el sabor de Finn en mis labios, y la sensación que había dejado su barba en mis mejillas.
—No tenéis por qué disculparos conmigo —dijo Thomas, y me miró con mucha más benevolencia que a su hijo—. Debéis protegeros, princesa. Id a vuestra habitación, olvidad que esto ha sucedido y rezad para que nadie se entere de ello jamás.
—Sí, por supuesto —asentí con premura y caminé entre los libros. Estaba a punto de salir cuando Thomas me detuvo.
—Mi hijo no me cuenta mucho acerca de su vida —dijo. Me detuve junto a la puerta y me volví a mirarlo por encima del hombro—. Nunca hemos estado muy unidos. Este empleo es difícil porque te mantiene aislado, y eso es algo que vos y yo tenemos en común.
—Yo no me siento tan aislada —le expliqué—, siempre estoy rodeada de gente.
—Habéis tenido mucha suerte hasta ahora, pero no siempre será así. —Thomas se humedeció los labios e hizo una pausa—. A veces se tiene que elegir entre el amor y el deber. Es una elección difícil, tal vez la más compleja que tengáis que tomar, pero sólo hay una opción correcta.
—¿Tratas de decirme que se ha de seguir el deber? —pregunté.
—Lo que intento deciros es que el deber fue la respuesta correcta en mi caso —me explicó con cuidado—. Y el deber también será la respuesta correcta para Finn. Siempre.
—Sí —asentí y bajé la mirada—. Lo sé de sobra.
—La gente desprecia a los rastreadores con mucha frecuencia. —Levantó la mano para hacerme guardar silencio antes de que tratara de refutarlo siquiera—. No todos lo hacen, pero sí muchos. Sienten lástima por nosotros. Pero llevamos una vida honrada y estamos entregados al servicio de los demás. Sabemos que somos fundamentales para la creación de un mundo mejor en nuestro reino.
»La reina sirve a los demás tanto como lo hace un rastreador; tal vez mucho más. Vuestra madre ha entregado su vida entera a la gente de aquí. No hay mayor honor que ese, no hay acción más valiosa. Y vos también tendréis ese honor, princesa.
—Lo sé —contesté. La sola idea me abrumaba aún más.
—Al final os daréis cuenta de que con el sacrificio se obtiene más de lo que se brinda —me explicó—. Ha sido un placer conversar con vos, princesa, pero ahora debéis ir a descansar.
—Sí, sin duda —asentí.
Thomas hizo una reverencia y se volvió. Yo corrí hasta mi habitación; tuve que levantarme el vestido para no tropezar con el dobladillo. El pelo se me había soltado, y lo agradecí profundamente porque con él pude ocultar la vergüenza y las lágrimas que me cubrían el rostro.