25

Tryllico

Thomas sacó un libro grande de una de las repisas, y al dejarlo caer sobre el escritorio se oyó un golpe seco y se levantó una nube de polvo de la cubierta. Tove estaba tan ocupado tratando de eludir mi mirada, que saltó del susto.

—Esto podría sernos de ayuda —dijo Thomas al tiempo que señalaba su hallazgo—, pero está escrito en tryllico.

—¿Qué es tryllico? —pregunté, ansiosa por cambiar el tema de conversación a cualquier otro que no estuviera relacionado con el parricidio.

—Es el antiguo lenguaje de los Trylle —explicó Finn, y señaló los papeles que yo había visto, escritos con una especie de lenguaje simbólico—. El único que lo puede leer es Tove.

—Es una lengua muerta —dijo el Canciller—. No sé cómo es posible que todavía haya alguien que la conozca.

—No es tan difícil. —Tove recogió el libro, y cuando abrió las primeras páginas, se esparció por el salón un aroma a humedad—. Podría enseñarle algún día, si usted lo desea.

—Yo debería aprenderlo —dije—, pero no en este momento. Ahora estamos tratando de encontrar la manera de prorrogar la tregua, ¿no es así? ¿En qué os puedo ayudar?

—Busca entre los papeles. —Finn rebuscó entre los que estaban en la mesa y me entregó un pequeño paquete—. Intenta encontrar algo que haga referencia a tratados o treguas. No importa si no se refieren exactamente a los Vittra; cualquier indicio podría ayudarnos.

Tove se acomodó en uno de los sillones de piel de apariencia antigua para leer el libro. Yo me senté en el suelo con mi legajo de papeles y me dispuse a indagar en los recovecos legales de los Trylle. Todo parecía estar escrito con acertijos y adivinanzas; eran tan difíciles de entender, que tuve que pedir que me interpretaran varios pasajes.

Sólo al cabo de un rato pude relajarme un poco, cuando vi que Tove le pedía a Finn que le ayudara a entender un fragmento. Finn se inclinó sobre el sillón para leerlo, y luego él y Tove discutieron sobre su significado.

Aquello me hizo reflexionar acerca de lo extraño que era que ellos dos se llevaran tan bien: Finn siempre se había puesto celosísimo cada vez que había creído que yo estaba coqueteando con alguien más, pero en el caso de Tove parecía no tener ningún inconveniente, a pesar de que era precisamente con quien me casaría.

Finn levantó la vista y nuestros ojos se encontraron durante tan sólo un segundo antes de que él se volviera en otra dirección. A pesar de ello, alcancé a discernir en ellos una nostalgia que extrañaba demasiado, y volví a preguntarme si habría tomado la decisión correcta.

—¿Princesa? —Era Aurora, que me estaba llamando desde el pasillo.

Como estaba sentada en el suelo leyendo, supe que si llegaba a verme así, me lo reprocharía de inmediato y me daría un sermón sobre el comportamiento adecuado de una princesa, por lo que me puse en pie de un salto y dejé los documentos sobre el escritorio.

—¿Princesa? —repitió Aurora al tiempo que se asomaba al salón—. Ah, estás aquí. Y Tove también. Perfecto. Tenemos que discutir los detalles del compromiso.

—Ah, sí. —Tove dejó el libro a un lado y me sonrió extrañamente—. Asuntos de boda. Tenemos que ocuparnos de ello.

—Sí —asentí.

Me volví para mirar a Finn. Su rostro parecía tenso, pero no apartó la mirada del documento que tenía en las manos. Tove y yo seguimos a Aurora mientras hablaba de todos los asuntos pendientes de los que teníamos que ocuparnos antes de la boda, pero antes de salir miré a Finn por encima del hombro.

Aurora nos retuvo durante demasiado tiempo, y ni siquiera Willa logró aligerar el ambiente; todo habría sido mucho más sencillo si las que se casaran fueran mi futura suegra y la propia Willa. Para cuando la madre de Tove nos dejó ir, hasta mi amiga se sintió aliviada.

Después de aquello me encontré con Duncan, que me estaba esperando para acompañarme a la cocina a cenar. Tove regresó al Salón Bélico para continuar trabajando, y Willa nos comunicó que ya tenía planes. Era consciente de que debía ayudar a Tove, pero la verdad es que me moría de hambre y necesitaba comer algo antes de continuar.

Estuve hablando con Duncan acerca de la investigación que estaban llevando a cabo Finn y Tove, y le conté que algunos de los documentos estaban escritos en tryllico; él me comentó que le parecía haber visto un libro en esa lengua en la sala de Rhys. Eso parecía lógico porque, según me enteré, muchos mänks atravesaban una etapa en la que trataban de aprenderlo.

Yo en realidad no necesitaba aprenderlo de inmediato, pero sentía deseos de llegar a conocerlo bien. En cuanto terminamos de comer, me dirigí a la sala de estar del primer piso. La puerta estaba cerrada, como solían estarlo muchas de las habitaciones del palacio, así que la abrí sin llamar antes.

No es que fuera mi intención husmear, pero supongo que entré tan silenciosamente que Matt y Willa no me oyeron. Aunque tal vez todo se debió a que se encontraban excesivamente perdidos en el momento.

Willa estaba recostada en el sofá, y tenía a Matt sobre ella; mi amiga llevaba un vestido corto como era su costumbre, y él apoyaba la mano en su muslo y estaba subiéndole la falda. Con la otra pierna Willa abrazaba la cintura de mi hermano al tiempo que hundía los dedos en el cabello, y se besaban.

—¡Por Dios! —exclamé con un grito ahogado; mi reacción fue inesperada e incontrolable.

—¡Wendy! —gritó Willa, y Matt se levantó de un salto.

—¿Qué sucede? —preguntó Duncan detrás de mí, y de inmediato trató de ponerse ante mí para protegerme si fuera necesario.

—¡Silencio! —susurró Willa mientras se acomodaba el vestido para taparse un poco más—. ¡Cerrad la puerta!

—Oh, claro. —Hice lo que Willa me ordenó, y aproveché para apartar la mirada de aquella escena.

En realidad no es que estuvieran haciendo nada particularmente explícito, pero jamás había sorprendido a Matt en una situación tan comprometedora. Rara vez había tenido novia, y casi no llevaba amigas a casa, de ahí que me resultara bastante difícil imaginar que pudiera tener una relación de aquel tipo con alguien.

Cuando volví a mirarlo, noté que se había ruborizado y que evitaba mirarme a los ojos; llevaba el cabello despeinado y trataba de alisarse las arrugas de la camisa. Mostraba un par de manchas del pintalabios de Willa en la boca y la mejilla, pero no me atreví a decírselo.

—Guau, así que vosotros dos os traíais algo entre manos, ¿eh? —les dijo Duncan con una sonrisa—. Bravo, Matt, jamás creí que Willa saldría con alguien que no fuera de su clase.

—Cállate, Duncan. —Willa lo fulminó con la mirada mientras se acomodaba la pulsera.

—No seas vulgar —le gruñó Matt a Duncan, y este dio un paso atrás porque presintió que tal vez mi hermano se dispusiera a golpearlo.

—¡No le puedes decir nada de esto a nadie! —le advirtió Willa—. Ya sabes lo que pasaría si esto se divulgara.

Willa era marksinna, y aunque sus habilidades no estaban al nivel de las mías, era una de las Trylle más poderosas que existían. Matt, por su parte, era humano y pertenecía a una familia anfitriona, lo cual lo colocaba en una clase aún más baja que la de los rastreadores y los mänks. Si alguien llegaba a descubrir que Matt estaba poniendo en riesgo el importante linaje de Willa, los exiliarían a ambos.

Y como les tenía mucho cariño a los dos, no quería que eso sucediera. No sólo porque los iba a echar mucho de menos, sino también porque existía la posibilidad de que los Vittra los secuestraran a posteriori con el propósito de presionarme. Ambos debían permanecer en Förening para mantenerse a salvo.

—Por supuesto que no diré nada —dijo Duncan, haciendo un gesto que simbolizaba su juramento—. Jamás comenté lo de Finn y la princesa.

—Cállate, Duncan —le dije con rudeza. Lo último que necesitaba en aquel momento era recordarle a mi hermano aquel asunto.

—No te enfades, por favor —dijo Willa, que pensó erróneamente que me había molestado con ella—. No queríamos que te enteraras de esta forma; estábamos esperando el momento indicado para decírtelo, pero has estado demasiado ocupada durante los últimos días.

—Y por supuesto, esto no cambia nuestros sentimientos hacia ti —aclaró Matt de inmediato—. Ambos te queremos mucho. —Hizo un gesto para señalarse a sí mismo y a ella, pero no se volvió para mirarla—. De hecho, esa es una de las cosas que nos han unido desde el principio. No era nuestra intención lastimarte, de verdad.

—No os preocupéis, no me habéis hecho daño —les dije sacudiendo la cabeza—. Y tampoco estoy furiosa. De hecho, ni siquiera me sorprende.

—¿En serio? —preguntó Willa inclinando la cabeza.

—Pues claro. Pasabais demasiado tiempo juntos, y además no dejabais de coquetear el uno con el otro —dije—. Ya me imaginaba que algo había entre vosotros, lo que no esperaba era entrar aquí y encontraros… así.

—Lo siento. —Matt se ruborizó aún más—. De verdad que no tenía intención que nos vieras así como nos has visto.

—Lo sé, no te preocupes —dije encogiéndome de hombros—; en serio, no hay problema.

Los miré a ambos. Los oscuros ojos de Willa mostraban su angustia, y las ondas de color castaño claro de su pelo enmarcaban su rostro como cascadas; era muy hermosa y ya me había demostrado lo dulce y leal que podía llegar a ser.

—Hacéis una hermosa pareja —dije finalmente—, y me gustaría que fuerais muy felices.

—Lo somos. —Willa sonrió, y luego intercambió una mirada con Matt. Fue una escena sumamente tierna, e incluso Matt sonrió.

—Bien, pero tenéis que ser muy cuidadosos. No quiero que os sorprendan y os destierren. Os necesito a los dos aquí, a mi lado.

—Sí, ya sé que soy imprescindible para ti —dijo Willa— sin mi ayuda, Aurora terminaría devorándote viva.

—Ni me lo recuerdes. —Hice una mueca y me dejé caer en uno de los pufs de Rhys—. ¡Y sólo llevo unas cuarenta y ocho horas comprometida! Todo el mundo teme a los Vittra, pero te aseguro que es esta boda lo que va a acabar conmigo.

—Si no te quieres casar con él, no lo hagas —dijo Matt. Se sentó en el sofá junto a Willa, pero eso no le impidió recurrir a su tonito de hermano mayor—. No tienes por qué hacer nada que no quieras.

—No, el problema no es Tove —le expliqué, negando con la cabeza—. No tengo ningún inconveniente en casarme con él.

—¿Que no tienes ningún «inconveniente» en casarte con él? —Willa rio y tomó a Matt del brazo—. ¡Qué romántico!

—Deberías haber visto cómo me lo propuso —agregué.

—Por cierto, ¿dónde está tu anillo de compromiso? —me preguntó Willa al tiempo que me escudriñaba las manos—. ¿Lo has mandado arreglar para que te encaje a la perfección?

—No lo sé. —Extendí mis manos para mirarlas, como si fuera a aparecer el anillo por arte de magia—. No me lo dio.

—¡Pero eso es horrible! —Willa apoyó la cabeza en el hombro de Matt—. Tendremos que corregir eso de inmediato. Tal vez lo mencione mañana cuando estemos con Aurora.

—¡No! —exclamé con vehemencia—. Por favor, no le digas nada: si se entera me obligará a elegir alguna joya espantosa.

—Pero ¿cómo podría forzarte? —preguntó Duncan. Se había sentado en el suelo con las piernas cruzadas—. Tú eres la princesa y ella tu súbdita.

—Pero ya conoces a Aurora —dije con un suspiro—, siempre encuentra la manera.

—Esto es muy extraño. —Duncan me miró como si hubiera descubierto algo nuevo sobre mí—. Pensaba que la vida de la realeza era muy distinta, que teníais una libertad absoluta.

—Nadie posee libertad absoluta. —Negué con la cabeza—. Tú pasas como veinte horas al día conmigo; ya te habrás dado cuenta de cuánto tiempo me queda libre.

—Es bastante deprimente. —Duncan dejó caer los hombros con tristeza mientras reflexionaba al respecto—. Creía que tu vida era así porque acababas de llegar, pero ahora tengo la sensación de que siempre será de esta manera, ¿verdad? Siempre vas a tener que estar atendiendo a los demás.

—Eso creo —contesté—. La vida real no es un cuento de hadas, Duncan.

—Y ya sabes lo que dicen por ahí —intervino Willa—. «El dinero no compra la felicidad».

—Bueno, esa frase sí que da pena escucharla de ti, así que no estoy tan mal. —Me puse en pie—. Tengo mucho que estudiar esta noche y mañana me gustaría entrenar un rato antes de reunirme con Aurora. ¿Crees que podrías mantenerla ocupada hasta que yo llegue? —le pregunté a Willa.

—Si no hay más remedio —gruñó.

—No seas tan exigente contigo misma —me dijo Matt mientras salía— tienes que darte tiempo para ser la chiquilla que todavía eres.

—Creo que ese tiempo ya ha pasado —le contesté con sinceridad.