24
Cuento de hadas
Si Loki estaba al tanto de mi matrimonio arreglado, entonces sólo era cuestión de tiempo antes de que todo el mundo se enterara de ello; por eso pensé que lo mejor sería que fuera yo misma quien se lo dijera a mis amigos, así que me reuní con ellos.
Tal vez Willa y Duncan se alegraran por mí, pero no sabía cómo se lo tomarían Matt y Rhys; quizá no les hiciese tanta gracia.
Nos vimos en la sala de arriba, el lugar que había sido el cuarto de juegos de Rhys; en el techo estaba pintado un cielo con nubes, y todavía quedaban juguetes viejos acomodados en las estanterías de una esquina. Matt se sentó en el sofá, entre Rhys y Willa, y Duncan se sentó en el suelo con la espalda apoyada en el sofá.
—Tengo algo que deciros. —Me coloqué frente a ellos, jugueteando con el anillo que usaba en el pulgar, y finalmente tuve que fingir que no estaba nerviosa.
Matt me miró con suspicacia, y eso no me ayudó en absoluto; para colmo, Rhys no dejaba de sonreír como un tonto a causa de la emoción. Estaba muy contento de que nos reuniéramos porque casi no nos habíamos visto últimamente: él había andado muy ocupado acompañando a Matt y, aparte, por lo que había oído, había empezado a salir con Rhiannon.
—¿De qué se trata? —preguntó Matt, ya algo irritado.
—Son buenas noticias —les expliqué.
—Entonces habla de una vez —dijo Willa, que sonreía confundida—. Me estás matando de los nervios. —Ella había tratado de convencerme de que se lo contara todo antes de que llegaran los demás, pero no había querido hacerlo.
—Quería que supierais que yo, eh… —Tuve que aclarar la voz—. Me voy a casar.
—¡¿Qué?! —gruñó Matt.
—¡Ay, Dios mío! —exclamó Willa con un grito ahogado y los ojos brillantes—. ¿Con quién?
—Entonces ¿es verdad? —preguntó Duncan boquiabierto; al parecer también a él le había llegado el rumor.
—Con Tove Kroner —contesté.
Willa se retorció y aplaudió a milímetros de su cara; no habría estado tan emocionada ni siquiera si hubiera sido ella quien se fuera a casar con Tove.
—¿Con Tove? —preguntó Matt, vacilante—. Pero si ese chico tiene problemas de hiperactividad, y además, creía que ni siquiera te caía bien.
—Sí que me cae bien —dije—. Es un buen chico.
—¡Ay, por Dios, Wendy! —Willa gritó y dio un brinco desde el sofá y a punto estuvo de golpear a Duncan en la cabeza; corrió hasta mí y me abrazó con muchísimo entusiasmo—. ¡Es tan emocionante! ¡Estoy muy feliz por ti!
—Vaya, felicidades —asintió Rhys—. Tove es un tipo con suerte.
—No puedo creer que no me lo dijerais, chicos —dijo Duncan— pero si he pasado con vosotros toda la mañana.
—Bueno, es que en realidad no se lo hemos dicho a nadie —respondí mientras me libraba del abrazo de Willa—. De hecho, no sé si ya podemos divulgarlo, pero es que quería compartirlo con vosotros.
—Pues yo no lo entiendo. —Matt se puso de pie; era obvio que la noticia lo había trastornado—. Creía que estabas locamente enamorada de ese tal Finn.
—No. —Negué con la cabeza y bajé la mirada—. No estoy locamente enamorada de nadie —dije con un profundo suspiro— eso ya pasó.
Me sorprendió descubrir que aquello tal vez fuera cierto. No había superado lo de Finn, pero estaba empezando a comprender que nunca estaríamos juntos. Desde luego, no era a causa de nuestras diferencias sociales, porque a eso hubiera podido enfrentarme y luchar, incluso modificar la ley al respecto.
Sin embargo, la poca decisión de Finn, su desconfianza y su falta de voluntad para estar conmigo me tenían agotada; era imposible continuar enamorada yo sola.
—¡Tu boda va a ser fabulosa! —Willa no podía dejar de estrujarme—. ¿Y cuándo será el gran día?
—No lo sé todavía —confesé—. Después de que cumpla dieciocho años.
—¡Pero sólo faltan tres meses para eso! —gritó Matt.
—¡Casi no tendremos tiempo de planificarlo todo! —Willa palideció—. ¡Nos queda aún mucho por hacer! —dijo, y luego hizo una mueca—. Oh, pero estoy segura de que Aurora meterá mano en todo esto, ¿verdad?
—Ah, sí. —También puse mala cara en cuanto caí en la cuenta de que iba a tener una suegra entrometida—. Supongo que sí.
—Me alegra ser un chico y no tener que organizar cosas como estas —dijo Rhys con una sonrisita retorcida.
—Pero si la planificación es lo mejor de todo —insistió Willa al tiempo que me pasaba el brazo por encima del hombro—. ¡Escoger los colores, los vestidos, las flores, las invitaciones! ¡Eso es lo más divertido!
—Wendy, ¿de verdad es lo que deseas? —me preguntó Matt, mirándome directamente a los ojos.
—Pues claro que sí, Matt —dijo Willa con un gesto de exasperación desmedida—. Es el sueño de toda chica: ser una princesa y casarse con un príncipe en una ceremonia espectacular.
—Bueno, técnicamente Tove es un markis, no un príncipe —aclaré.
—Ya sabes a lo que me refiero —intervino Willa— es como un cuento de hadas hecho realidad.
—Espera un momento, Willa, por favor. —La gélida mirada de Matt se posó sobre mi amiga, y ella retiró el brazo de mis hombros y retrocedió. Matt me miró fijamente a los ojos—. Wendy, ¿de verdad es eso lo que deseas? ¿Quieres casarte con ese chico?
Respiré hondo y asentí.
—Sí, es lo que quiero.
—De acuerdo entonces —dijo Matt, reticente—. Si es eso lo que deseas, te apoyaré; pero si te hace daño, lo mato.
—No esperaría menos de ti —dije sonriendo—, pero todo irá bien.
Willa continuó hablando totalmente exaltada; empezó a enumerar todas y cada una de las maravillosas cosas que teníamos que planear, y al final no tuve más remedio que apaciguarla un poco. Como Rhys y Matt en realidad no querían ni necesitaban estar al tanto de todo aquello, huyeron de inmediato para hacer algo más divertido. Duncan, sin embargo, era mi guardaespaldas, así que no tenía la opción de irse. Por suerte, estaba más interesado que yo en la conversación de mi amiga marksinna.
Willa se cansó al cabo de un rato. Dijo que iría a casa a preparar algunas cosas y que regresaría a la mañana siguiente, fresca y radiante, para comenzar a organizar la boda. Cuando abandonamos la habitación, seguía enumerando todo lo que traería consigo.
—Te veré mañana, ¿de acuerdo? —dijo mientras estrujaba mi brazo.
—Sí.
—Esto es muy emocionante, Wendy —me recordó—. Actúa en consecuencia.
—Lo intentaré —dije con una sonrisa forzada.
Antes de irse se rio de mi débil intento por parecer feliz, y cuando se alejó, me apoyé contra la puerta; Duncan estaba junto a mí pero no dijo nada.
Willa tenía razón. Todo aquello era como un cuento de hadas, así que ¿por qué no lo sentía como tal?
Miré al otro lado del pasillo y vi a Finn haciendo sus rondas vespertinas. Se dirigía hacia mí para inspeccionar el ala norte, pero se detuvo en cuanto me vio; posó sus ojos oscuros sobre los míos durante un instante, y entonces giró y caminó en la otra dirección.
Al día siguiente me levanté ansiosa por entrenar, porque tenía la esperanza de que me distraería lo suficiente para no pensar en el compromiso. Por desgracia, apenas llevaba diez minutos despierta cuando Aurora irrumpió en el palacio; llegó antes que Willa y le robó el placer de planearlo todo desde el principio. Por supuesto, mi amiga se enfadó cuando se enteró, pero hizo todo lo posible por ser amable con la madre de Tove.
Nos reunimos en el comedor principal porque Aurora tenía muchos papeles que quería extender sobre la mesa, entre los cuales estaban la lista de invitados, los croquis con la distribución de los asientos, muestras de colores y de telas, revistas, diseños de vestidos, libros, y todo lo que se podía necesitar para organizar una boda.
—Obviamente, la fiesta de compromiso se deberá llevar a cabo este fin de semana porque la boda será en tan sólo unos meses —dijo mientras repiqueteaba con los dedos sobre un calendario que había colocado sobre la mesa.
Yo me senté en la cabecera; tenía a Aurora a un lado y a Willa al otro. La madre de Tove se inclinaba sobre la mesa, y su vestido verde se agitaba con ella. Con los brazos cruzados, Willa le lanzó una mirada de desprecio.
—Tenemos que elegir la combinación de colores y el cortejo nupcial antes de la fiesta de compromiso —señaló Aurora.
—Pero es todo demasiado precipitado —interpuso Willa—, no tenemos tiempo para preparar todo eso y además planear la fiesta. Estamos a sólo unos días.
—Tendremos que hacer llegar las invitaciones lo antes posible; de hecho, las entregaremos en la fiesta de compromiso —dijo Aurora—. ¿Cuándo es tu cumpleaños, princesa?
—El nueve de enero —contesté.
—¿Y por qué tenemos que entregar las invitaciones en persona? —preguntó Willa—. ¿No podemos enviarlas por correo como la gente normal?
—Es que nosotros no somos gente normal —dijo Aurora, lanzándole una intensa mirada—. Somos Trylle y pertenecemos a la realeza, y la tradición indica que debemos entregar las invitaciones para la boda en la fiesta de compromiso.
—Bien, pero si tenemos que hacer eso, entonces deberíamos retrasar por lo menos una semana la fiesta de compromiso —di jo.
—No voy a discutir contigo sobre ese tema. —Aurora se enderezó y se frotó la frente—. Soy la madre del novio y tengo el deber de ofrecer la fiesta de compromiso. Es un asunto que no te incumbe. Soy yo quien la voy a planear y a llevarla a cabo cuando me parezca adecuado.
—Bien. —Willa levantó las manos para indicar que no le importaba, aunque me di cuenta de que estaba muy molesta—. Haga lo que quiera, Aurora, está en su derecho.
—Por el momento vamos a trabajar en la boda. —Aurora se volvió hacia mí—. ¿Quién quieres que forme parte del cortejo nupcial?
—Mmm… —Me encogí de hombros—. Willa será mi dama de honor, por supuesto.
—Gracias —dijo Willa al tiempo que le sonreía a Aurora con desdén.
—Por supuesto. —Aurora apenas esbozó una sonrisa mientras escribía el nombre de mi amiga en una hoja de papel—. ¿Y el resto del cortejo?
—No lo sé —respondí—. En realidad no conozco a mucha gente aquí.
—Excelente. Te he preparado una lista. —Aurora tomó un documento de tres páginas que tenía en la mesa y me lo entregó—. Aquí están las jóvenes marksinnas de mayor alcurnia, entre las que podrías elegir y que serían unas damas de honor perfectas.
—Pero la lista sólo incluye los nombres y algunos datos al azar —le dije mientras la inspeccionaba—. Kenna Tomas tiene cabello negro y pecas, y su padre es el markis de Oslinna. Eso no significa nada para mí. ¿Se supone que debo elegir a chicas desconocidas basándome en el color de su cabello?
—Si lo prefieres, puedo elegirlas yo —se ofreció Aurora—. Pero para hacer más sencilla tu tarea, he confeccionado la lista por orden de importancia y alcurnia de las chicas, de más a menos. Todas son aceptables, sin embargo.
—Yo la puedo ayudar —dijo Willa quitándome la lista de las manos antes de que Aurora pudiera recuperarla— conozco a muchas de estas jóvenes.
De inmediato buscó en las últimas líneas, y me alegré de saber que iba a elegir a las chicas que menos le gustaban a Aurora.
—¿Y no podría ser Willa mi única dama de honor? —le pregunté a Aurora—. Estoy segura de que Tove tampoco tiene muchos amigos. Podría ser una ceremonia más bien sencilla.
—No seas ridícula —dijo mi futura suegra— eres una princesa y no puedes tener una ceremonia sencilla.
—Aurora tiene razón —dijo Willa, aunque era obvio que le molestaba mostrarse de acuerdo con ella—. Tu boda debe ser espléndida porque la gente se tiene que enterar de que eres una princesa a la que hay que respetar.
—¿Acaso no lo saben ya? —pregunté con sinceridad, y Willa se limitó a encogerse de hombros.
—No está de más recordárselo —agregó.
—Como no contaremos con la presencia de tu padre, Noah te puede entregar en el altar —dijo Aurora mientras escribía algo más en sus papeles.
—¿Noah? —pregunté—. ¿Su esposo?
—Sí, él es una buena opción —contestó con indiferencia.
—Pero si casi no lo conozco —dije.
—Pero no puedes hacer el recorrido hasta el altar sin compañía —agregó Aurora, y me miró irritada.
—¿Y por qué no me puede entregar Matt? —pregunté—. Prácticamente fue él quien me crio.
—¿Matt? —Aurora se quedó perpleja, pero cuando recordó de quién se trataba, arrugó la nariz con disgusto—. ¿Ese chico humano? Absolutamente no. Ni siquiera debería habitar en el palacio, porque si la gente se enterara de que está aquí, te convertirías en el hazmerreír del reino.
—Entonces… está bien. —Pensé rápidamente en alguien más que no fuera Noah—. ¿Y qué tal Garrett?
—¿Garrett Strom? —Aurora estaba consternada, y me pareció que lo que más le inquietaba era que, en realidad, Garrett era un candidato aceptable.
—Casi es su padrastro —señaló Willa con una sonrisa maliciosa. El hecho de que su padre me entregara el día de mi boda representaría más prestigio para ella y para toda su familia.
Sin embargo, no lo había elegido por esa razón: lo cierto era que Garrett me caía bien, y además era lo más cercano a una figura paterna que tenía en Förening.
—Se hará como la princesa desee —espetó Aurora, y de muy mala gana tachó el nombre de su esposo y escribió el de Garrett.
La situación continuó así durante un rato, hasta que llegó el momento en que tuve que retirarme, pues necesitaba un descanso de sus sutiles agresiones e indirectas. Me fui caminando por el pasillo sin rumbo fijo porque mi único objetivo era alejarme de ellas.
Al pasar cerca del Salón Bélico oí voces, y me detuve para investigar quién estaba allí. Se trataba del Canciller: tenía un aspecto pálido y estaba sentado al escritorio ante un montón de papeles. Finn y Tove hablaban desde el otro lado del lujoso mueble, y Thomas buscaba algo en las estanterías.
—¿Qué hacéis? —pregunté al entrar en el salón.
—Estos muchachos tienen un plan estúpido y yo sólo les estoy siguiendo la corriente —dijo el Canciller.
—No es un plan estúpido —dijo Finn, lanzándole al funcionario una mirada de desprecio. Sin embargo, se encontraba demasiado ocupado enjugándose el sudor de la frente para darse cuenta.
—Buscamos la manera de prorrogar la tregua —explicó Tove—. Estamos revisando antiguos tratados firmados con los Vittra y con otras tribus para ver si existe algún precedente.
—¿Y habéis encontrado algo? —pregunté.
Me acerqué al escritorio y tomé algunos de los papeles: la mayoría estaban escritos en un lenguaje incomprensible para mí. Eran puros símbolos que parecían sacados del alfabeto cirílico, como los que había visto en varias ocasiones en los documentos más antiguos de la biblioteca.
—Nada útil todavía, pero acabamos de comenzar —dijo Tove.
—No encontraréis nada —negó el Canciller con la cabeza—. Los Vittra jamás prorrogan sus acuerdos.
—¿Y qué tipo de situaciones podrían servir para prolongar la tregua? —pregunté sin prestarle atención al Canciller.
—No lo sabemos con exactitud —confesó Tove—. Pero en el lenguaje de los documentos legales con frecuencia aparecen lagunas que podríamos usar contra ellos.
—¿Lagunas? —pregunté.
—Sí, como en la historia de Rumpelstilskin —dijo Finn—. Por lo general, cuando elaboran un acuerdo los Vittra introducen en el texto un elemento ingenioso que les sirva para romper el tratado si así lo deciden; normalmente, anularlo o utilizarlo en su contra puede resultar casi imposible, pero a veces tenemos la suerte de cara.
—Conozco este acuerdo y no creo que contenga algo así —dije—, excepto que la paz sólo durará hasta que yo sea reina. ¿Y qué tal si nunca asumo el cargo?
—Eso no es posible: tienes que ser reina —dijo Finn mientras levantaba una pila de papeles.
—Pero mi idea podría hacer que la paz durara indefinidamente, ¿no? —pregunté—. Es decir, si nunca me convirtiera en reina.
—Lo dudo —dijo Tove—. Tarde o temprano el rey encontraría la manera de darle la vuelta al asunto, y sólo lograríamos enfurecerlo más mientras busca un pretexto.
—Pero… —Suspiré y dejé la frase a medias—. Si estáis tan convencidos de que hallará la manera de romper la tregua, lo mismo haría con una prórroga, ¿no? ¿Para qué os estáis tomando entonces la molestia de buscar lagunas?
—Porque nuestro objetivo no es conseguir una prórroga —dijo Tove mirándome a los ojos—. Si lo único que encontramos es una solución temporal, la aceptaremos, pero en realidad lo que queremos es terminar de una vez con todo esto.
—¿Creéis que existe esa posibilidad? —pregunté.
—El rey Vittra sólo responde a la violencia —balbuceó el Canciller—. Tenemos que atacarlos con todo lo que podamos, y de inmediato.
—Pero eso ya lo hemos intentado —intervino Tove exasperado—. ¡Lo hemos hecho una y otra vez! ¡El rey es inmune a nuestros ataques! ¡No podemos herirlo!
De pronto, después de escucharlo, comprendí algo: cuando Tove me habló acerca de Loki, dijo que solamente él, Elora y yo teníamos la capacidad de limitarlo telepáticamente, pero que no sabía si podríamos ejecutarlo… y que el rey era aún más poderoso que Loki.
Nadie había podido someter al monarca porque Elora no tenía la suficiente fuerza y Tove era demasiado disperso. Sin embargo, yo poseía la fuerza del rey y la habilidad de Elora.
—Lo que estáis planeando es que yo lo mate —dije— estáis tratando de encontrar el modo de prorrogar la tregua para que consiga más tiempo de entrenamiento.
Ni Tove ni Finn se atrevieron a mirarme a los ojos, así que supe que estaba en lo cierto. Querían que asesinara a mi padre.