22

Tregua

Se suponía que Sara Elsing, la reina de los Vittra, llegaría a las tres de la tarde para recoger a Loki Staad; por esa razón, a lo largo de toda la mañana se llevaron a cabo reuniones de defensa. Asistí a ellas junto a Tove, Aurora Kroner, Garrett Strom, el Canciller y rastreadores de élite como Finn y su padre.

La ausencia de Elora se hizo más que evidente. No se encontraba con fuerzas suficientes para asistir ni tampoco podría recobrarlas hasta que Loki abandonara el palacio.

Tove me invitó a almorzar con él cuando tuvimos un descanso, pero rechacé su ofrecimiento. Me seguía cayendo tan bien como siempre, pero ahora que sabía que tendría que casarme con él, comencé a sentirme incómoda cuando estábamos juntos.

Además, necesitaba hablar un momento a solas con Loki antes de que se fuera y tal vez aquella sería la última oportunidad que tendría para hacerlo.

Esta vez, sin embargo, no volví a utilizar a Duncan como intermediario: yo misma les dije a los guardias que se retiraran. Protestaron, pero con una glacial mirada les recordé que era la princesa. No me importaba si la noticia de mi visita llegaba a divulgarse; de cualquier manera, Loki se iría ese mismo día y ya no habría material para generar chismes.

—Oh, me encanta verte con tanta determinación —dijo Loki después de que les ordenara a los guardias que se fueran. Se apoyó al pie de la cama con su típica sonrisita arrogante en el rostro.

—No se trata de determinación —señalé—. Quería hablar contigo.

—Supongo que habrás venido a decirme adiós, ¿no es así? —preguntó arqueando una ceja—. Sé que me vas a echar de menos a rabiar, pero ya conoces la forma de evitarlo: estás a tiempo de venirte conmigo.

—Estoy bien así, gracias.

—¿De verdad? —Loki arrugó la nariz—. No me trago que estés tan emocionada con tu futuro matrimonio.

—¿Qué estás diciendo? —le pregunté y me puse tensa.

—He oído que estás comprometida con ese insoportable markis. —Loki hizo un vago ademán con la mano y se levantó—. No se me ocurre nada más ridículo. Es un tipo aburrido e insípido; y para colmo, no estás enamorada de él ni siquiera un poquito.

—¿Y eso tú cómo lo sabes? —Enderecé la espalda dispuesta a defenderme.

—Los guardias de por aquí son increíblemente chismosos; lo he escuchado todo. —Loki sonrió y caminó despacio hacia mí—. Además, tengo dos ojos, y ya me di cuenta del melodramática que te traes con ese rastreador, ¿cómo se llama? ¿Fish? ¿Flipper?

—Finn —especifiqué.

—Eso, Finn. —Loki apoyó el hombro en la puerta—. ¿Me permites darte un consejo?

—Por supuesto; me encantaría recibir asesoría de un prisionero.

—Excelente. —Se inclinó hacia delante y se acercó a mí lo más que pudo sin llegar a salir de la habitación, porque eso le habría infligido un dolor insoportable—. No te cases con alguien a quien no amas.

—¿Qué sabrás tú del amor o del matrimonio? —cuestioné—. Estuviste comprometido para casarte con una mujer diez años mayor que tú, antes de que el rey te la arrebatara.

—De todas formas no me habría casado con ella —explicó encogiéndose de hombros—. A menos que hubiera estado enamorado de ella.

—¿Ahora eres un tipo íntegro? —me burlé—. Quizá te olvidas de que me secuestraste, y de que además tu padre era un traidor.

—Nunca he hablado bien de mi padre —dijo de inmediato—, y jamás te he hecho nada malo.

—¡De todos modos me secuestraste! —añadí con recelo.

—¿En serio? —preguntó al tiempo que inclinaba la cabeza—. Según recuerdo, fue Kyra quien te secuestró y yo quien impidió que te golpeara hasta matarte. Luego, cuando estabas escupiendo sangre, solicité la ayuda de la reina para que te salvara. Además, tampoco te detuve cuando decidiste escapar, y desde que he llegado aquí, no recuerdo haberte hecho absolutamente nada malo. Me he portado bien porque así me lo indicaste. Así que decidme: ¿cuáles son esos terribles crímenes que he cometido en vuestra contra, princesa?

—Yo, yo… —tartamudeé—. Nunca he dicho que me hubieras hecho algo terrible.

—Entonces ¿por qué no confías en mí, Wendy?

Loki jamás me había llamado por mi nombre, y el afecto que acompañaba sus palabras me dejó perpleja. También en sus ojos, que mantenían su habitual velo de picardía, alcancé a ver que algo más profundo se estaba gestando: cuando Loki no se esforzaba tanto en parecer endemoniadamente guapo, aún lo resultaba más.

Aquella creciente conexión que sentía con él me ponía demasiado nerviosa, aunque aquello, por supuesto, era algo que no quería que él notara; además, independientemente del tipo de sentimientos que tuviera hacia el markis, era consciente de que aquella misma tarde él desaparecería de allí y que tal vez nunca lo volvería a ver.

—Sí que confío en ti —le confesé—. En serio. Lo que sucede es que no sé por qué, y tampoco me queda claro por qué me ayudaste.

—¿Quieres saber la verdad? —Loki me sonrió y entonces vi sinceridad y dulzura en su expresión—. Despertaste mi curiosidad.

—¿Arriesgaste tu vida sólo porque sentías curiosidad? —le pregunté con expresión de recelo.

—Desde que llegaste a Ondarike tu única preocupación fue ayudar a tus amigos, y jamás te diste por vencida —señaló—. Además, fuiste amable conmigo y, francamente, no he experimentado mucha amabilidad en la vida.

Loki miró en otra dirección y se quedó contemplando un punto vacío en la lejanía del pasillo; me pareció que trataba de ocultar la tristeza de sus ojos. Sin embargo no le sirvió de mucho, ya que de todas formas pude apreciar una peculiar soledad que estaba más bien fuera de lugar en sus rasgos varoniles.

El markis negó con la cabeza para tratar de sacudirse aquellos sentimientos, y luego torció la boca para brindarme una sonrisa desolada.

—Por primera vez creí que si actuaba con buenas intenciones, sería recompensado. Por eso te dejé ir, y ese es el motivo de que tampoco te llevara de vuelta al palacio del rey.

—Si la vida allí es tan espantosa, ¿por qué no te quedas con nosotros? —le pregunté sin tan siquiera pensarlo.

—No. —Sacudió la cabeza y bajó la mirada—. A pesar de lo tentador de tu oferta, tu pueblo no lo permitiría, y mi gente… vaya, digamos tan sólo que no reaccionaría bien si no volviera a casa. Además, aquello es mi hogar, me guste o no.

—Conozco bien ese sentimiento —agregué con un suspiro. A pesar de que cada vez veía más a Förening como mi hogar, no estaba segura de que algún día me sintiera totalmente a gusto allí.

—¿Lo ves? Te lo dije, princesa —Loki sonrió con más naturalidad— tú y yo no somos tan distintos.

—Lo dices como si eso significara algo.

—¿Y acaso no es así?

—No, en realidad no. Hoy te irás y volverás a tu hogar, donde viven mis enemigos. —Di un hondo suspiro y sentí cómo entraba aire fresco en mis pulmones—. Si tengo suerte no volveré a verte jamás, porque si nos encontramos de nuevo, querrá decir que estamos en guerra y entonces tendré que hacerte daño.

—Ay, Wendy, creo que esa es una de las cosas más tristes que he escuchado en mi vida —dijo Loki con aparente sinceridad—. Sin embargo, no todo tiene que ser fatal y sombrío. ¿Es que acaso nunca ves el lado positivo de las cosas?

—Hoy no —contesté. Oí que Garrett me llamaba desde el otro lado del pasillo, lo cual significaba que había terminado la hora del almuerzo y que la reunión estaba a punto de reiniciarse—. Debo volver. Te veré cuando hagamos el intercambio con la reina de los Vittra.

—Buena suerte —me deseó Loki.

Me di la vuelta, y apenas unos pasos más allá oí que me llamaba:

—¡Wendy! —Estaba inclinado tan afuera del cuarto que tenía el rostro desencajado a causa del dolor—. Si estás en lo cierto y la próxima vez que nos veamos nuestros reinos están en guerra, ten por seguro que tú y yo no lo estaremos. Yo jamás pelearé contra ti. Te lo prometo.

Las reuniones continuaron a un ritmo agotador y seguían girando sobre el mismo tema: qué haríamos si los Vittra incumplían el trato, si nos atacaban, si trataban de secuestrarme otra vez.

Pero todo se resumía en una sola respuesta: contraatacar. Tove y yo usaríamos nuestras habilidades, los rastreadores echarían mano de su fuerza y destreza, y el Canciller se escondería en algún rincón.

El último paso antes de que la reina Vittra pudiera llevar a cabo su visita oficial consistía en firmar el tratado. Este ya había sido enviado a los Vittra, por lo que el nombre de Oren estaba garabateado con rojo sangre al final del documento. Garrett tuvo que llevárselo a Elora a su habitación para que ella también lo firmara. Cuando regresó con él, ya sólo tuvimos que esperar en el Salón Bélico la llegada de Sara.

Elora liberó a Loki a las dos y media, y él prometió comportarse; no obstante, Thomas y Finn lo trataron como si fuera una bomba a punto de estallar.

Como recibiríamos a la dignataria de una nación enemiga y Elora no estaría presente, me pareció que lo mejor sería vestirme adecuadamente para asumir mi papel de princesa: elegí un vestido oscuro de color púrpura y le pedí a Willa que me ayudara con mi pelo.

—Si hubiera sabido que estarías tan hermosa, me habría vestido de etiqueta —dijo Loki para molestarme cuando Finn y Thomas lo llevaron al Salón Bélico. Finn lo empujó contra el asiento con una fuerza totalmente innecesaria, pero el prisionero no emitió la más mínima queja.

—Respeta a la princesa —le advirtió Duncan con severidad.

—Ofrezco mis disculpas —dijo Loki—, no ha sido mi intención ofender a nadie.

Luego miró a su alrededor. Duncan, Finn, Thomas, Tove, el Canciller y yo formábamos la comitiva que recibiría a Sara; el resto de los Trylle estaban en alerta por si llegábamos a necesitarlos, pero en realidad no queríamos que cuando llegara la reina Vittra pareciera que se trataba de una emboscada.

—¿Habéis cambiado de opinión y habéis decidido ejecutarme? —nos preguntó Loki—. Da la sensación de que vais a asistir a un funeral.

—No empieces —dije mientras jugueteaba con mi brazalete y miraba el reloj.

—Y entonces ¿cuándo, princesa? —preguntó Loki—. Sólo nos quedan quince minutos antes de que me vaya. —Por toda respuesta, levanté la mirada y lo ignoré.

Ya había comenzado a dar vueltas por el salón cuando de pronto sonó el timbre; casi salté del susto. Se suponía que el intercambio sería tranquilo y sin complicaciones, pero no sabía bien qué podía esperar. No sería la primera vez que mi padre les mentía a los Trylle y los traicionaba.

—Allá vamos —dije con un hondo suspiro.

El tratado estaba enrollado y atado con una cinta roja; lo tomé en mis manos y caminé por el pasillo hasta el vestíbulo. Duncan iba detrás de mí, a mi izquierda, y Tove caminaba a mi derecha. Finn y Thomas llevaban a Loki sujeto por ambos brazos para evitar que forcejeara, y el Canciller avanzaba detrás de todos ellos.

Sara ya había entrado en el palacio; la recibieron dos guardias que permanecieron junto a ella. La reina Vittra se encontraba en el centro del vestíbulo circular, y en su capa de color carmín llevaba copos de nieve adheridos; se bajó la capucha y pudimos ver sus mejillas rosadas por el frío. Su único acompañante era Ludlow, el pequeño trol duende al que había conocido en el palacio de los Vittra.

—Princesa. —Sara sonrió con calidez en cuanto me vio aparecer. Hizo una ligera reverencia, la cual correspondí exactamente en los mismos términos.

—Majestad, espero que hayáis tenido un buen viaje —dije.

—Sí, pero los caminos estaban algo helados. —Con las manos enguantadas señaló las puertas detrás de ella—. Confío en que no les hayamos hecho esperar.

—No, habéis llegado justo a tiempo —le aseguré.

—Ya está aquí —dijo Loki, pero no me volví para cerciorarme de si estaba tratando de soltarse de Finn y de Thomas—. ¿Ya me podrían dejar ir?

—No hasta que se concrete el acuerdo —masculló Finn entre dientes.

—Reina mía, ¿podríamos terminar con esto? —Loki se dirigió a Sara bastante irritado—. Este rastreador me está manoseando.

—Espero que el markis no les haya causado muchos problemas —dijo Sara, y se ruborizó por lo incómodo de la situación.

—No demasiados —respondí con una leve sonrisa—. Al devolverlo a los Vittra, acordáis mediante el presente tratado que la paz se mantendrá hasta mi coronación, ¿no es así?

—Así es —asintió Sara—. Los Vittra no atacaremos mientras Elora sea reina, pero la tregua terminará en cuanto vos, princesa, accedáis al trono.

Le entregué el tratado. Esperaba que lo desenrollara para volver a revisarlo, pero se limitó a asentir una vez más; al parecer había decidido confiar en nosotros.

—¿Ya me pueden liberar? —preguntó Loki.

—Sí —contesté.

Oí una risita a mi espalda, y luego Loki pasó a mi lado alisándose las arrugas de la camisa. Sara lo miró con desaprobación, pero él ocupó su lugar junto a ella.

—Entonces ¿ya hemos terminado? —preguntó Loki.

—Eso parece —dijo la reina Vittra—. Princesa, ya sabéis que siempre seréis bien recibida en nuestro palacio.

—Lo sé —confesé.

—Debo agregar que el rey me pidió que os extendiera una invitación —dijo Sara—. Su Majestad le ofrece la amnistía a Förening y a todos sus habitantes si vos regresáis con los Vittra para ocupar el lugar que por herencia os corresponde.

Me quedé en silencio durante un rato porque no sabía qué responder a aquello. No quería irme con los Vittra y ciertamente no confiaba en su rey, pero era difícil rechazarlo. En caso de aceptar, estaría protegiendo con ello a todos mis seres queridos, incluyendo a Matt y a Finn.

Miré a Loki; pensé que estaría sonriéndome o haciendo algún gesto infantil para que me uniera a él, pero incluso su arrogante sonrisa había desaparecido. Tragó saliva y en sus ojos de color caramelo pude ver que de hecho estaba asustado.

—Princesa —Tove me tocó el brazo, apenas por encima del codo— tenemos otros asuntos que atender esta tarde. Tal vez deberíamos acompañar a nuestros invitados a la salida.

—Sí, claro. —Sonreí débilmente—. Si me disculpan, tengo varios asuntos pendientes.

—Por supuesto —dijo Sara con una sonrisa—. No queremos haceros perder más tiempo, princesa.

—De cualquier manera… Ondarike no es un buen lugar para una princesa —dijo Loki, aliviado y con una sonrisa.

Markis —lo reprendió Sara con discreción.

La reina volvió a hacer una reverencia que correspondí de nuevo, y luego se dio la vuelta para retirarse. Ludlow, el duende, no dijo nada, pero se encargó de levantar la cola del vestido de Sara para que no se arrastrara por el suelo. El markis estuvo a punto de decir algo cuando se dirigían a la puerta, pero la reina lo hizo callar.

No obstante, se volvió para mirarme por encima del hombro, y cuando sus ojos se posaron en los míos, me sorprendí al descubrir lo mucho que me dolía verlo partir. No habíamos convivido mucho, pero casi desde el momento en que lo había conocido, había surgido una conexión muy peculiar entre él y yo.

En cuanto salió por la puerta y desapareció de mi vida, sentí ganas de llorar.

Suspiré con fuerza nada más se hubieron ido.

—No ha sido tan complicado —señalé, y estaba convencida de ello. En realidad, la parte más difícil había sido el período de nerviosismo previo al encuentro.

El Canciller sudaba como un cerdo, pero claro, tampoco es que aquello fuera nada nuevo. Le sonreí a Tove con sincero agradecimiento porque consideraba que había sido muy generoso al ponerse de mi parte y el apoyo siempre es bien recibido.

—Esos duendecitos me ponen nervioso —dijo Duncan, y se estremeció con tan sólo pensar en Ludlow—. No sé cómo los Vittra pueden vivir con ellos.

—Estoy seguro de que los duendecitos piensan lo mismo de ti —murmuró Finn.

—Bueno, supongo que ahora ya sabemos todos lo que tenemos que hacer —dijo el Canciller mientras se retorcía las rechonchas manos.

—¿Qué? —tuve que preguntar, porque no sabía a qué se refería.

—Debemos atacarlos mientras la tregua esté vigente —dijo el Canciller. El sudor caía sobre sus vidriosos ojos, y su traje blanco mostraba círculos de humedad por todos lados.

—Pero el objetivo principal de la tregua es que tengamos paz —dije con recelo—. Si los atacáramos estaríamos incumpliendo el tratado y la guerra comenzaría de nuevo.

—Es que debemos caerles encima cuando menos se lo esperen —insistió el Canciller con la papada temblorosa—. ¡Esta es nuestra única oportunidad de actuar con ventaja!

—No, esta es nuestra oportunidad de reconstruir lo que se dañó en el último ataque, y de encontrar nuevas formas de sobrellevar el conflicto en paz. —Negué con la cabeza—. Necesitamos trabajar para unir a los Trylle y fortalecernos lo más que podamos, o en todo caso encontrar algo que podamos ofrecer a los Vittra para quitárnoslos de encima.

—Bueno, ya sabemos en qué están interesados —dijo el Canciller mirándome con suspicacia.

—No vamos a negociar con ellos —interpuso Finn.

El Canciller lo fulminó con la mirada.

—Por supuesto que tú no vas a negociar nada con nadie.

—No debemos descartar la posibilidad de una negociación —dijo Tove, y antes de que Finn protestara, se explicó—. Es obvio que no les entregaremos a la princesa, pero también tenemos que considerar alternativas. Ha muerto ya demasiada gente, y a pesar de que llevamos varios años de guerra, aún no hemos logrado vencer. Creo que tendríamos que probar una estrategia distinta.

—Estoy de acuerdo —coincidí—. Deberíamos aprovechar el tiempo para definir cuál podría ser esa estrategia.

—¿Queréis algo nuevo con lo que negociar? —preguntó el Canciller en tono burlón—. ¡No se puede confiar en el rey de los Vittra!

—Sólo porque es un hombre que juega sucio, eso no significa que nosotros también tengamos que hacerlo —dije.

—Además, la única razón por la que ganamos la última batalla fue porque se llevó a cabo en nuestro territorio y porque los Vittra dejaron a sus elementos más valiosos en casa —agregó Tove—. Si los atacáramos en su campo, ellos contarían con ventaja y nos harían pedazos de la misma manera que lo han hecho las veces anteriores. Tenemos que aprender de nuestros errores.

—¡De acuerdo! —Exasperado, el Canciller hizo un ademán con los brazos—. ¡Hagan lo que quieran! Pero entonces serán sus manos las que terminen bañadas en sangre, no las mías.

Tras el exabrupto, el Canciller se retiró derrotado, y le sonreí a Tove.

—Gracias por apoyarme —le dije.

—Me gusta hacerlo —dijo, encogiéndose de hombros.