15
Los Capuleto y los Montesco
—¿Qué estás haciendo aquí? —le exigí a Loki que me respondiera, pero él se limitó a arquear las cejas.
Lo habían hospedado en las antiguas habitaciones de empleados, y la verdad es que no era el tipo de celda que creí que le darían. En alguna ocasión Duncan me había explicado que, en otro tiempo, el palacio había llegado a estar repleto de servidumbre que vivía allí mismo, pero que, sin embargo, en las últimas décadas se había registrado una drástica reducción en el número de mänsklig y de Trylle que permanecían allí, por lo que había una menor necesidad de sirvientes.
A pesar de que no contáramos con un calabozo, había imaginado que encerrarían a Loki en un lugar parecido a aquel en el que los Vittra me habían mantenido en cautiverio, pero no: su cuarto era como el que ocupaba Finn cuando vivía en el palacio. La única diferencia era que el de Loki no tenía ventanas; por lo demás, aunque era pequeño, contaba con baño y una cama de matrimonio.
Para colmo, la puerta estaba abierta de par en par. Había un rastreador montando guardia en el pasillo, pero ni siquiera estaba exactamente a las puertas de la habitación. Quería hablar unos minutos a solas con Loki, así que había convencido a Duncan de que distrajera al rastreador que estaba al cargo del Vittra, lo cual le resultó bastante sencillo.
Loki estaba en la cama, sobre las mantas; tenía la cabeza apoyada en las manos y las piernas cruzadas a la altura de los tobillos. En la mesa se veía un plato lleno de comida que ni siquiera había tocado.
—Princesa, de haber sabido que vendrías a visitarme, habría adecentado un poco el lugar. —Loki sonrió y señaló su cuarto vagamente. No parecía desarreglado porque en realidad no había casi nada en él.
—¿Por qué estás aquí? —repetí la pregunta. Lo miré desde el umbral de la puerta con los brazos cruzados.
—Porque creo que a la reina no le haría demasiada gracia que me fuera. —Se incorporó y dejó que las largas piernas colgaran por el borde de la cama.
—¿Por qué no te vas? —añadí, pero él se rio.
—No creo que eso sea posible, princesa, ¿o acaso sí lo es? —Se puso en pie y caminó con paso lento hasta donde yo me encontraba.
Había algo en mí que me decía que debía retroceder, pero me negué a hacerlo; no quería que Loki percibiera debilidad por mi parte, así que levanté el rostro y él se detuvo al llegar a la puerta.
—No veo nada que te detenga.
—Tal vez, pero es que los métodos de tu madre son más bien invisibles —explicó—. Si saliera de este lugar, me sentiría tan terriblemente enfermo que ni siquiera podría caminar.
—¿Cómo puedes estar seguro de eso?
—Porque ya lo he intentado —dijo con una sonrisa—. No iba a permitir que algo tan trivial como el dolor físico me impidiera escapar, pero entonces descubrí que había sumestimado a la reina Trylle; ella es muy, muy buena en el uso de la persuasión.
—¿Y cómo funciona eso, si se puede saber? ¿Le ha bastado con aplicar la persuasión en ti y decirte lo que sucedería si salías de aquí? —pregunté—. ¿Ahora simplemente no puedes salir?
—No tengo ni idea de cómo funciona su poder. —Loki miró en otra dirección para mostrarme que la charla le aburría—. Ese nunca ha sido un tema que me haya interesado especialmente.
—Entonces, ¿cuáles son los temas que te interesan?
—Esto y aquello —me contestó encogiéndose de hombros. Volvió a sentarse en la cama.
—¿Por qué has venido? —volví a plantear—. ¿Qué esperabas obtener?
—¿Acaso no resulta obvio? —Sonrió de la misma forma traviesa en que siempre lo hacía—. He venido por ti, princesa.
—¿Así, completamente solo? —Mi expresión fue de incredulidad—. La última vez que los Vittra vinieron a capturarme eran todo un ejército y a pesar de eso los vencimos. ¿Qué pretendías lograr sin ayuda?
—Pensé que así no me atraparían. —Volvió a encoger los hombros sin que la situación lo inmutara ni siquiera un poco; era como si ser prisionero no le supusiera ningún problema.
—¡Eso es condenadamente estúpido! —le espeté, exasperada por su falta de preocupación ante lo que le sucedía—. ¿Acaso no sabes que te quieren ejecutar?
—Sí, algo he oído al respecto. —Loki respiró hondo y miró al suelo durante unos instantes, pero de repente recordó algo, porque se animó y se levantó de nuevo—. Me he enterado de que intercediste por mí. —Caminó hacia donde yo estaba mientras seguía hablando—. No lo estarás haciendo porque me extrañarías mucho si muriera, ¿verdad?
—No seas ridículo —le dije en tono burlón—. Estoy en contra del asesinato, aunque se trate de deshacerse de gente como tú.
—Gente como yo, ¿eh? —Loki arqueó una ceja—. ¿Te refieres a jóvenes endiabladamente guapos y varoniles que vuelven locas a las princesas rebeldes?
—Tú has venido a secuestrarme, no a conseguir que me volviera loca por ti —dije, pero él descalificó mi argumento agitando la mano.
—Cuestión de semántica.
—Lo que no entiendo es por qué tendrías que secuestrar a alguien —agregué— eres un markis.
—Soy lo más cercano a un príncipe que tienen los Vittra —confesó con una sonrisa llena de ironía.
—Entonces ¿por qué demonios estás aquí? —insistí—. A mí la reina jamás me permitiría ir en una misión arriesgada.
—Pero sí que le permitió a ese otro markis ir a rescatarte —Loki se refería a Tove—, el que me clavó a la pared.
—Eso es muy distinto —dije sacudiendo la cabeza—. Él es muy poderoso y no fue solo. —Entorné los ojos—. ¿Viniste tú solo?
—Sí, por supuesto. Después de lo que sucedió la última vez que te visitamos, nadie hubiera sido tan estúpido como para acompañarme.
—Pero eso no explica por qué estás aquí —dije—. ¿Por qué te habrías de ofrecer voluntario si sabías lo peligroso que era? Porque supongo que sí sabrás que venir aquí ha sido muy peligroso, ¿no es cierto? Te has reído al oírme decir que querían ejecutarte, pero esta gente habla en serio, Loki.
—Te echaba mucho de menos, princesa; no pude evitar venir. —Trató de pronunciar la frase con su habitual desenfado, pero su sonrisa tenía cierto aire de sinceridad.
—No te burles. —Hice un gesto de fastidio.
—Pero esa era la respuesta que esperabas, ¿no? Que decidí volver por ti. —Loki se apoyó en el marco de la puerta, sin salir del cuarto, y suspiró—. Querida princesa, tienes una opinión demasiado alta de ti misma. No me ofrecí como voluntario.
—No era eso lo que había imaginado. —Su comentario me irritó y provocó que me ruborizara un poco—. Si no te ofreciste tú, entonces ¿por qué te enviaron?
—Porque te dejé escapar. —Se quedó mirando al pasillo, donde Duncan distraía al otro rastreador—. El rey me envió para que enmendara mi error.
—¿Y por qué eras tú el encargado de cuidarme en Ondarike? ¿Por qué tú? ¿Por qué no le encomendaron la tarea a algún rastreador o algo así?
—No tenemos tantos rastreadores porque no solemos practicar el intercambio de changelings. —Loki me miró—. Los duendes hacen buena parte de los trabajos físicos, pero a ellos se les puede someter sin siquiera proponérselo. Los Vittra que trataron de secuestrarte la última vez no son mucho más poderosos que los mänsklig; por eso lograsteis vencerlos. El rey me envió porque soy el más fuerte.
—¿Quién eres? —le pregunté; abrió la boca dispuesto a decir nuevamente algo ingenioso y sarcástico, pero levanté la mano y se lo impedí—. Mi madre dijo que había conocido a tu padre, y que estás muy próximo al rey y a la reina Vittra.
—No estoy próximo al rey —negó Loki con la cabeza—. Nadie lo está. Sin embargo, tuve algo que ver con la reina. Sara, su esposa, fue mi prometida.
—¿Qué? —Me quedé atónita—. Pero ella es… es mucho mayor que tú.
—Sí, diez años —asintió Loki—. Pero así funcionan los matrimonios arreglados, en especial cuando hay muy pocas parejas disponibles en la comunidad. Por desgracia, el rey decidió que quería casarse con ella, antes de que yo alcanzara la mayoría de edad.
—¿Y tú la amabas? —le pregunté sorprendida de mi propio y repentino interés.
—¡Era un matrimonio arreglado! —dijo Loki riéndose—. Yo tenía nueve años cuando ella se casó con el rey. Puedes estar segura de que lo superé. Sara siempre me ha considerado un hermano menor; aún lo sigue haciendo.
—¿Y qué hay de tu padre? Elora dijo que lo había conocido.
—Por supuesto. —Se pasó una mano por el cabello y apoyó el peso de su cuerpo en la otra pierna—. Ella vivió un tiempo con los Vittra. Después de casarse con el rey, vivieron en Förening, pero cuando Elora se quedó embarazada, Oren insistió en que se mudaran a su casa.
—¿Y ella obedeció? —pregunté, asombrada de que Elora hubiera accedido a hacer algo que no deseaba.
—Supongo que no tuvo otra opción. Cuando el rey quiere algo, puede llegar a ser bastante… —Dejó la frase inconclusa—. Asistí a su boda, ¿lo sabías?
Loki sonrió al recordar. Su expresión era encantadoramente honesta, y cada vez que dejaba de lado su típico sarcasmo se tornaba tremendamente atractivo; detrás de su actitud altiva se ocultaba un tipo bastante sexy. De pronto me sentí demasiado agitada para hablar siquiera.
—¿Te refieres a la boda de mis padres? —le pregunté cuando por fin pude articular palabra.
—Sí —asintió—. Era muy pequeño; creo que tenía unos dos o tres años. Lo único que recuerdo es que me llevó mi madre y que me permitió bailar toda la noche. Caminé por el pasillo arrojando pétalos, lo cual es muy poco masculino, lo sé; el problema era que no había más niños de sangre real en la ceremonia.
—¿Y dónde estaban?
—Los Vittra no tenían niños, y los hijos de los Trylle ya habían sido intercambiados como changelings —explicó Loki.
—¿Te acuerdas de la boda? Pero si eras sólo un bebé —exclamé.
—Sí, pero fue la boda del siglo —dijo con una sonrisita burlona—. Allí estaban la flor y nata de los trols. Fue un gran espectáculo.
Descubrí que Loki utilizaba el humor y el sarcasmo para mantener una barrera entre nosotros; era una actitud similar a lo que hacía Finn con su frío exterior. Apenas unos instantes antes había alcanzado a ver el destello de algo auténtico en su mirada, mientras recordaba a su madre, algo similar a lo que había detectado en él cuando en Ondarike se había identificado con los sentimientos que me provocaba estar prisionera.
—¿Sabes por qué motivo se casaron?
—¿Oren y Elora? —preguntó frunciendo el ceño—. ¿No lo sabes?
—Sé que Oren quería un heredero para el trono y que los Vittra no pueden tener hijos; Elora, por su parte, deseaba unir a las tribus —expliqué—. Pero ¿por qué? ¿Por qué era tan importante que se unieran los Vittra y los Trylle?
—Pues porque hemos estado en guerra durante siglos —dijo encogiéndose de hombros—. Tal vez desde el principio de los tiempos.
—Pero ¿por qué? —repetí la pregunta—. He leído algunos libros de historia, pero no he podido encontrar la razón. ¿Por qué nos odiamos tanto?
—No lo sé —dijo sacudiendo la cabeza con impotencia—. ¿Por qué odiaban los Capuleto a los Montesco?
—El señor Montesco le robó la esposa al señor Capuleto —le respondí—. Se trataba de un triángulo amoroso.
—¿Cómo? —preguntó Loki—. No recuerdo que Shakespeare escribiera eso.
—Lo habré leído por ahí en algún libro —le resté importancia al asunto—. Pero eso es irrelevante. Lo que quiero decir es que… siempre hay una razón.
—Estoy seguro de que así es —concedió Loki.
Se me quedó mirando un rato y sentí que sus ojos de color caramelo casi me atravesaban. De pronto fui consciente de lo cerca que estaba de mí, y de que en aquel momento contábamos con una total privacidad allí en su cuarto.
Bajé la mirada, retrocedí un poco y traté de calmar el pulso de mi corazón.
—Lo importante es que los protagonistas han cambiado mucho —dijo Loki al cabo de unos minutos—. Los Vittra quieren más, y los Trylle se aferran a su imperio decadente como si se jugaran la vida en ello.
—Si hay un imperio que está en decadencia, ese es el de los Vittra —contraataqué—. Al menos aquí podemos tener descendencia.
—Uuuy, qué golpe tan bajo, princesa. —Loki se puso las manos sobre el pecho y fingió un enorme dolor.
—Pero es verdad, ¿no es cierto?
—En efecto. —Loki dejó caer la mano y recobró su típica sonrisa socarrona—. Bueno, princesa, ¿qué plan tienes para sacarme de aquí con vida?
—Ninguno —contesté—. Eso es lo que he estado tratando de decirte. Te quieren ejecutar y no sé cómo impedirlo.
—¡Princesa! —gritó Duncan desde el otro extremo del pasillo.
Cuando me volví lo vi parado frente al otro chico, que parecía bastante irritado. No sé qué le habría dicho Duncan para lograr que relajara la guardia, pero era obvio que se le habían agotado los pretextos.
—Debo irme —le dije a Loki.
—¿Tu rastreador te está regañando? —me preguntó Loki mientras se asomaba por el pasillo. Duncan sonrió con timidez, y el guardia caminó hacia nosotros para continuar con su vigilancia.
—Algo así. Escucha, tienes que portarte bien y hacer lo que te digan. No causes problemas. —Cuando terminé de darle instrucciones, me lanzó aquella mirada suya de exagerada inocencia que parecía decir: «¿Quién, yo?»—. Sólo así tendré posibilidades de convencerlos de que no te ejecuten.
—Si ese es vuestro deseo, princesa… —Loki hizo una reverencia y luego me dio la espalda para ir hacia su cama.
El guardia volvió e hizo una reverencia mucho más marcada que la del markis; le sonreí antes de salir de allí caminando a toda prisa. Me habría gustado hablar más con Loki, a pesar de que no estaba segura de haber conseguido nada con ello. Dado que el guardia era un subordinado, tenía el poder de ordenarle que me diera más tiempo, pero no quería que luego anduviera por ahí diciendo por el palacio que yo visitaba al markis; ya me había arriesgado lo suficiente.
—Lo siento —dijo Duncan cuando lo alcancé—. Traté de mantenerlo entretenido durante más tiempo, pero le dio miedo meterse en problemas o algo así. Es una tontería porque al fin y al cabo tú eres la princesa, o sea su jefa, pero…
—Está bien, Duncan —le sonreí para acabar con el tema—. Has hecho un buen trabajo.
—Gracias. —Se quedó callado, asombrado por aquel minúsculo halago.
—¿Sabes dónde está Elora? —le pregunté sin dejar de caminar.
—Mmm, creo que le esperaba un día de continuas reuniones. —Duncan miró su reloj y me siguió el paso—. En este preciso instante debe de estar con el Canciller, repasando la estrategia de seguridad por si Loki no fuera el único intruso.
Todavía no me había quedado claro por qué había ido Loki a Förening, pero no creía que hubiera venido para hacerme daño, ni a mí ni a ningún otro miembro de la comunidad. Mientras estuvimos en Ondarike vi cuánto le molestó que Kyra me hubiera causado heridas, y además tampoco había herido a ninguno de los guardias Trylle que lo habían apresado en nuestro palacio. Si en lugar de él, se hubiera tratado de Kyra o de cualquier otro Vittra, habrían atacado con todas sus fuerzas y habrían intentado por todos sus medios dar conmigo.
¿Habría venido Loki a Förening para protegerme? ¿Sería aquella su forma de librarme otra vez de los Vittra?
—Estoy segura de que Loki es un caso aislado y ni siquiera representa una amenaza —dije—. No creo que haya suficientes Vittra listos para lanzar un contraataque.
—¿Eso es lo que él te ha dicho?
—Digamos que sí —asentí.
—¿Y le crees? —me preguntó Duncan. No lo hizo en un tono sarcástico ni suspicaz, por lo que me dio la impresión de que en el fondo confiaba en mi instinto. Si yo afirmaba que Loki no era una amenaza, Duncan me apoyaría.
—Sí. —Fruncí el ceño en cuanto descubrí que hablaba en serio—. Estoy convencida de que él me ayudó a escapar de Ondarike.
—Entiendo —asintió. Mi razonamiento era suficiente para él.
—Tengo que hablar con Elora. A solas —le expliqué cuando llegamos a la escalinata—. ¿Sabes si tiene algún hueco en su agenda?
—No estoy seguro —contestó. Comencé a subir y me siguió, a unos pasos de distancia—. Tendría que preguntarle a su consejero, pero si te urge reunirte con ella, puedo insistirle para que te consiga un hueco.
—Sí, es muy importante —dije—. Si hablas con ella o con su consejero y te dicen que no tiene tiempo para mí, por favor averigua en qué momento podría estar sola. La acorralaré en el cuarto de baño si es necesario.
—De acuerdo —asintió Duncan—. ¿Quieres que vaya de inmediato a hacer eso?
—Sí, sería genial, gracias.
—No hay problema. —Duncan me ofreció una gran sonrisa; siempre le agradaba poder servir. Regresó corriendo por donde habíamos llegado, para ir al encuentro de mi madre.
Me dirigí a mi habitación para poder pensar un poco. Entre el secuestro, el descubrimiento de quiénes eran mis padres, el entrenamiento de Tove y ahora mis intentos por salvar a Loki, la cabeza no dejaba de darme vueltas, y eso sin contar que, por lo que pude comprobar en la reunión de defensa del día anterior, mi propio pueblo estaba dispuesto a sacrificarme.
Me pregunté si me encontraría en el lugar adecuado. En realidad no quería gobernar un reino, así que en cierta forma no me importaba qué corona terminaría llevando sobre mi cabeza. No cabía duda de que Oren parecía un ser malvado, pero lo cierto era que Elora tampoco se quedaba muy atrás.
Si decidía irme con los Vittra, dejarían en paz a los Trylle; tal vez esa fuera mi mejor maniobra como princesa.
—¡Wendy! —Era Matt. Me gritó en cuanto me vio pasar por delante de su cuarto, de camino al mío; su llamada disipó mis pensamientos.
—Hola, Matt —le respondí sin mucho ánimo; salió a saludarme con tanta premura que ni siquiera le dio tiempo de dejar en su cuarto el libro que leía—. Siento mucho no haberte buscado antes, es que he estado muy ocupada.
—No te preocupes, lo entiendo —dijo, aunque no parecía muy convencido. Pegó el libro contra su pecho y me preguntó—. ¿Cómo estás? ¿Va todo bien? Nadie me ha explicado nada, y con el ataque del otro día…
—No fue un ataque —le expliqué, negando con la cabeza—. Fue sólo Loki. Él está…
—¿Ese no fue el tipo que te secuestró? —me preguntó muy irritado.
—Sí, pero… —Traté de pensar en una justificación para lo que había hecho, pero era obvio que Matt no se tragaría ningún cuento, así que no añadí nada más—. Es sólo un individuo y no hay mucho que él pueda hacer solo. Lo tienen encerrado y todo está bajo control. Estamos a salvo.
—Pero ¿cómo de a salvo, si todavía se producen intrusiones? —cuestionó Matt—. Se supone que estamos aquí porque este es el lugar más seguro para ti, pero si no pueden protegerte, entonces…
—Te aseguro que lo es —insistí, terminante—. Hay guardias por todos lados, y estaremos mejor aquí que en el mundo exterior.
No estaba segura de que eso fuera cierto, pero no quería que Matt saliera a investigar por sí mismo. Oren ya estaba enterado de cuánto me importaba mi hermano, y tenía muy claro que el rey Vittra era el tipo de individuo que, de ser necesario, no dudaría un instante en usar eso como una arma en mi contra. Lo mejor para Matt sería permanecer en Förening, donde los Trylle pudieran cuidarnos.
—Todavía no entiendo qué es lo que sucede ni quiénes son esas personas —confesó Matt—. No tengo otro remedio que confiar en ti, pero necesito asegurarme de que no te pasará nada.
—Estaré bien, te lo prometo. Ya no tienes que preocuparte por mí. —Sonreí con melancolía al percatarme de que lo que acababa de decirle era cierto—. Pero cuéntame: ¿cómo has estado tú? ¿Has encontrado algo que hacer para mantenerte ocupado?
—Sí, he estado conviviendo un poco con Rhys, y ha sido muy agradable, la verdad —contestó—. Es un buen chico; un poco… extraño, pero bueno.
—Te lo dije.
—Así es —agregó con una sonrisa.
—Y veo que también has encontrado algo para leer —comenté, señalando el libro.
—Sí. De hecho, fue Willa quien me lo consiguió. —Matt separó el libro de su pecho para mostrármelo. Estaba encuadernado a mano, en cuero, y parecía muy antiguo—. Son todos los planos y diseños de los palacios que se han construido.
—¿Ah, sí? —Lo tomé para hojear las amarillentas páginas; en ellas se mostraban los elaborados diseños de las espléndidas mansiones que había ocupado la realeza Trylle.
—Le dije a Willa que era arquitecto, y ella me consiguió este libro. —Matt se acercó un poco para poder ver las ilustraciones conmigo—. Creo que su padre lo tenía por ahí.
De inmediato me sentí como una tonta: la verdadera pasión de Matt era la arquitectura, y ahora que vivíamos en un lujoso palacio enclavado al borde de un acantilado, era obvio que se interesaría por su construcción. No podía creer que no se me hubiera ocurrido antes.
Matt iba señalando los detalles en las ilustraciones y comentando cuán ingeniosos eran, y asentí y me mostré asombrada cuando me pareció adecuado.
Estuve conversando un rato más con él y luego me dirigí a mi habitación para descansar por fin. Alguien llamó a la puerta en cuanto me acosté; di un hondo suspiro y me levanté para abrir.
Me encontré a Finn allí parado, junto al marco de la puerta, con sus ojos del color de la noche, como siempre lo habían sido.
—Princesa, te necesito —dijo sin emoción.