14

Síndrome de Estocolmo

Ya estaba acostumbrada a las juntas de defensa: habían comenzado después de que los Vittra irrumpieran en mi ceremonia de bautismo.

Nos reuníamos en el Salón Bélico, en el ala sur. Las paredes estaban tapizadas con mapas en los que se había marcado, en rojo y verde, cuáles eran los territorios de las demás tribus.

En un lado de la sala había una enorme mesa de caoba, y detrás de ella, una pizarra. Elora y Aurora, la madre de Tove, se sentaban en uno de los extremos y siempre conducían juntas las reuniones. Era obvio que Aurora desconfiaba de la capacidad de Elora para dirigir el reino, pero todavía no tenía claro por qué mi madre permitía que aquella mujer asumiera algo de control, aunque fuera mínimo.

El resto del salón estaba lleno de sillas desordenadas que ni siquiera eran del mismo tipo porque las traían de distintos lugares del palacio. Como nuestras madres dirigían las sesiones, Tove y yo éramos los primeros en llegar, lo cual nos daba cierta ventaja porque nos permitía ocultarnos en las últimas filas.

Los veintitantos asistentes eran prácticamente los mismos cada vez: Garrett Strom, padre de Willa y tal vez novio de Elora; el Canciller, un hombre atolondrado y obeso que siempre se me quedaba mirando de una manera que me provocaba escalofríos; Noah Kroner, el siempre callado padre de Tove, y algunos otros markis, marksinnas y rastreadores.

Sin embargo, esta vez la sala se llenó más de lo normal. Acudió gente a la que nunca había visto, incluidos bastantes rastreadores nuevos; ninguno de ellos se sentó porque aquello hubiera sido inadecuado teniendo en cuenta que había tan pocos lugares. Duncan, por ejemplo, permaneció detrás de mí a pesar de que le había dicho en tres ocasiones que tomara asiento.

Willa irrumpió unos minutos antes de que comenzara la reunión, y entró en el salón empujando a los demás. Sus brazaletes tintinearon cuando chocó con un rastreador, y me sonrió emocionada antes de sentarse en la silla que estaba junto a mí.

—Disculpad mi tardanza. —Volvió a ajustar su falda y la estiró hasta que le llegó a la altura de las rodillas. Se apartó el cabello de delante de los ojos y nos miró con alegría—. ¿Me he perdido algo?

—Todavía no han abordado ningún tema —contesté.

—Hay mucha gente, ¿no os parece? —Willa miró alrededor, y cuando vio que su padre nos observaba, lo saludó agitando la mano.

—Así es —contesté.

La silla que estaba justo frente a mí no había sido ocupada, así que Tove pasó el rato jugando a deslizarla hacia atrás y hacia delante con sus poderes. Las multitudes lo abrumaban porque le provocaban demasiado ruido en la cabeza: al mover objetos restaba una parte de su poder, lo cual le ayudaba a minimizar la capacidad que tenía de escuchar cosas y a acallar la estática.

—¿Así que esta vez se trata de algo verdaderamente importante? —me preguntó Willa en voz baja—. He oído por ahí que conoces al Vittra que capturaron.

—No lo conozco —contesté mientras me acomodaba en la silla—. Lo vi cuando me tuvieron presa, pero nada más.

—¿Fuiste tú quien lo capturaste? —le preguntó Willa a Duncan.

Me perturbó demasiado que se dirigiera directamente a él en lugar de preguntarme a mí respecto a lo que había hecho mi rastreador, porque eso significaba que al fin estaba empezando a tratar a la gente con una mínima dignidad humana. Duncan se hinchó de orgullo, pero de pronto pareció recordar que yo había defendido a Loki, así que se mostró algo avergonzado y bajó la mirada.

—Lo descubrí haciendo que un guardia se desmayara y por eso pedí apoyo. Eso fue todo —respondió.

—¿Y por qué a ti no te hipnotizó? —le pregunté.

No había tenido oportunidad de hablar con él desde el día anterior, y todavía me intrigaba que hubiera podido capturar a Loki cuando este habría podido tumbarlo con tan sólo mirarlo a los ojos.

—Supongo que pensó que no necesitaba hacerlo. —Duncan recobró la expresión de orgullo que había mostrado antes, pero eso no me molestó en absoluto—. Mi inofensiva apariencia debió de engañarlo y los otros guardias lo sometieron.

—¿Y qué estaba haciendo cuando lo encontraste? —le preguntó Willa.

—No lo sé —dijo Duncan, negando con la cabeza—. Creo que estaba mirando a través de una ventana.

—Quizá buscaba a Wendy —dijo Tove sin darle mucha importancia al asunto, y en aquel momento la silla con la que jugaba se deslizó hacia atrás con tanta fuerza, que casi golpea mis espinillas—. Lo siento.

—Ten más cuidado —le dije mientras levantaba las piernas para que no pudiera lastimarme.

Me abracé las rodillas y Elora me miró con mala cara. Como no me inmuté, de pronto oí su voz en mi cabeza: «Una princesa no se sienta de esa forma», pero como vestía pantalones, decidí ignorarla y me volví para hablar con Tove.

—¿Qué te hace pensar que me buscaba? —pregunté. Loki me había dejado huir de Ondarike, por lo que me parecía incomprensible que hubiera acudido en mi busca.

—Es que te quiere —dijo Tove, sin intención alguna.

—Eres la princesa —señaló Willa, como si pudiera olvidárseme—. Por cierto, ¿te apetece dedicar esta noche a cosas de chicas?

—¿A qué te refieres? —la interrogué.

—Tengo la impresión de que no te he visto mucho estos días, y por eso se me ha ocurrido que sería muy divertido que nos reuniéramos para hacernos la manicura y ver unas películas —propuso Willa—. Has estado sometida a mucho estrés y necesitas relajarte.

—Sería muy bueno para tu entrenamiento que de vez en cuando desconectaras tu mente —agregó Tove.

—Suena genial, Willa, pero tenía pensado ver a Matt y hacer algo con él —le expliqué—. Los últimos sucesos han sido muy perturbadores y no hemos tenido oportunidad de pasar tiempo juntos.

—Ah, pero Matt está ocupado —dijo Willa, ajustándose un brazalete—. Va a salir esta noche con Rhys; creo que quieren vincularse más como hermanos.

Vi que Tove seguía deslizando la silla hacia atrás y hacia delante, e hice un esfuerzo por no sentirme herida por lo que acababa de decir Willa. Matt y Rhys necesitaban pasar tiempo juntos, y yo había estado demasiado ocupada. Convivir les vendría bien, y para mí también sería beneficioso.

De pronto alguien se sentó en la silla que estaba delante de mí y Tove suspiró con gran dramatismo. Elora le lanzó una de sus miradas, pero su madre ni se inmutó. Era el tipo de reacción que me resultaba totalmente ilógica porque Aurora siempre nos trataba con desdén a Elora y a mí, pero se comportaba de un modo diferente con su hijo a pesar de que él era más rebelde incluso que yo. Tove hacía lo que le venía en gana en el momento en que le placía, mientras que yo por lo menos trataba de mantener un poco las formas.

—Este lugar está hasta los topes —dijo Willa cuando vio que entraban más Trylle al salón.

Ya sólo quedaba espacio para que la gente permaneciera de pie, por lo que incluso algunos de los markis y marksinnas se quedaron sin asiento. Elora se aclaró la garganta y se preparó para la reunión justo cuando entraban dos rastreadores más al salón.

Casi no podía verlos, pero los reconocí de inmediato: eran Finn y Thomas, su padre; encontraron un lugar en un extremo. Finn se cruzó de brazos y Thomas se apoyó en la estantería que había a su espalda.

—Qué bien. Han convocado a los pesos pesados —susurró Tove.

—¿Qué? —le pregunté, apartando la mirada de Finn.

—Finn y Thomas —contestó, señalándolos con un gesto—. Son los mejores. Y conste que no pretendo ofender, Duncan.

—No, no, si tienes toda la razón —dijo el chico y me pareció que hablaba en serio.

—Es hora de dar comienzo a esta reunión —exclamó Elora para que le prestaran atención a pesar del barullo imperante en la sala.

El lugar quedó en completo silencio al cabo de unos momentos. La reina miró a todos excepto a Thomas: lo eludió de la misma manera que Finn me ignoraba a mí.

—Gracias —dijo Aurora con una falsa sonrisa y luego se acercó más a mi madre.

—Como todos sabéis, encontramos a un intruso en el palacio —dijo mi madre con toda calma—. Gracias a nuestro sistema de alarmas y a la oportuna intervención de los rastreadores, pudimos capturarlo antes de que pudiera causar daño alguno.

—¿Es cierto que se trata del markis Staad? —preguntó la marksinna Laris, una Trylle algo histérica que en una ocasión había mencionado que le encantaba que me dejara suelto el cabello, pero que ella jamás sería tan valiente como para hacer algo así de vulgar.

—Sí, al parecer es el markis Staad —dijo Elora.

—¿Markis? —susurré. Willa me miró inquisitivamente, pero sólo sacudí la cabeza.

¿Loki Staad era un markis? Siempre había dado por hecho que era un rastreador, como Duncan y Finn. Los markis y las marksinnas formaban parte de la realeza y por tanto ocupaban un lugar privilegiado, o por lo menos solían estar rodeados de servidumbre, como Willa, que era una de las más sensatas y modestas que conocía.

—¿Y qué andaba buscando aquí? —preguntó alguien más.

—Eso no importa —dijo el Canciller mientras se ponía en pie; el rostro se le llenó de sudor por el esfuerzo que necesitó hacer para levantarse—. Debemos enviarles un mensaje claro a los Vittra. Tienen que saber que no permitiremos que nos intimiden. ¡Debemos ejecutarlo!

—¡No podéis matarlo! —grité, y Elora me miró de tal forma que las orejas me zumbaron. Todos las miradas se volvieron hacia mí, incluida la de Finn. A pesar de ello mostré una convicción ad mirable que me sorprendió incluso a mí—. Eso sería inhumano.

—No somos unos bárbaros. —El Canciller se enjugó el sudor de la frente y me lanzó una mirada condescendiente—. Nos encargaremos de que su muerte sea tan indolora y benevolente como sea posible.

—Pero el markis no ha hecho nada malo. —Me levanté. No estaba dispuesta a quedarme sentada mientras ellos proponían asesinarlo—. No se puede ejecutar a alguien sin tener una razón de peso.

—Es por vuestra protección, princesa —dijo el Canciller, todavía anonadado ante mi defensa—. El markis ha tratado de secuestraros y haceros daño en repetidas ocasiones. Eso representa un crimen contra los Trylle, y en este caso, la única acción que corresponde es la ejecución.

—No es la única acción que podemos llevar a cabo —dijo Elora con suma cautela—, pero la consideraremos.

—No podéis estar hablando en serio —dije—. Fue a mí a quien secuestró, y soy yo misma la que afirmo que no merece morir.

—Se tomarán muy en cuenta vuestras preocupaciones, princesa —dijo Aurora con la exageradamente dulce sonrisa que siempre llevaba tatuada en el rostro.

La multitud comenzó a murmurar, y hubiera podido jurar que oí la palabra «traición»; sin embargo, no fui capaz de saber quién la había pronunciado. Alguien que se encontraba frente a mí dijo algo respecto al síndrome de Estocolmo y luego rio burlonamente.

—Se trata de la princesa —dijo Willa con brusquedad— respétenla, por favor.

—Podríamos negociar con ellos —exclamó Finn, alzando su voz para que se oyera a pesar del ruido.

—¿Disculpa? —Aurora arqueó las cejas y los ojos de Elora estuvieron a punto de salirse de sus órbitas.

—Tenemos al markis Staad —continuó Finn—, y después del rey, es el Vittra de mayor rango. Si lo matamos nos quedaremos con las manos vacías porque habremos aniquilado la única esperanza de un heredero que tienen los Vittra, y entonces vendrán aún con más furia a por la princesa.

—¿Estás proponiendo que trabajemos en colaboración con los Vittra? —preguntó Elora.

—¡Nosotros no negociamos con terroristas! —gritó un markis, pero Elora levantó la mano para acallarlo.

—Nunca hemos negociado, y párense a pensar en lo sucedido —dijo Finn señalando hacia el salón de fiestas—. Los Vittra ya han irrumpido dos veces en Förening en lo que llevamos de mes, y durante la batalla perdimos a más Trylle de los que habían muerto en los últimos veinte años.

Volví a sentarme para observar cómo defendía su postura. Su actitud le permitía ejercer autoridad en todo el recinto aunque me ignorara, y además tenía razón en lo que decía.

—Esta es la pieza más valiosa que podríamos tener para negociar —continuó Finn—. Podemos usar al markis Staad para conseguir que los Vittra se replieguen, porque seguramente no querrán perderlo.

—El markis no es la pieza más valiosa que tenemos —interpuso la marksinna Laris—. Ese lugar le corresponde a la princesa. —Todos los ojos se volvieron a posar en mí—. Los Vittra no nos habían atacado jamás como han hecho recientemente, y todos sabemos que lo que en realidad quieren es a la princesa, y en cierta manera tienen derecho a ella. Si les damos lo que piden, nos dejarán en paz.

—No les entregaremos a la princesa. —Garrett Strom se levantó haciendo aspavientos—. Ella es nuestra soberana, y no sólo es la heredera más poderosa que hemos tenido: también es parte de nuestra tribu. Jamás entregaremos a un Trylle a los Vittra.

—¡Pero ella es la causante de todo el problema! —La marksinna Laris también se puso de pie y gritó con gran estridencia—. Lo que está sucediendo se debe al terrible tratado que hizo la reina hace veinte años. ¡Los Trylle estamos pagando un precio muy alto por su error!

—¿Recuerdas cómo eran las cosas hace veinte años? —preguntó Garrett—. Si la reina no hubiera llevado a cabo el tratado, los Vittra nos habrían asesinado a todos.

—¡Es suficiente! —gritó Elora. Su voz retumbó en mi cabeza y en la de todos los demás presentes—. Os he convocado a todos a esta reunión para que pudiéramos evaluar juntos las diferentes opciones, pero si no sois capaces de debatir de manera inteligente, tendré que darla por terminada. En realidad no necesito vuestro permiso para tomar decisiones. Soy la reina y mis órdenes son absolutas.

En aquel momento entendí por primera vez por qué Elora se mostraba tan intransigente en ocasiones: la gente congregada en el salón estaba discutiendo sin miramientos el sacrificio de su única hija.

—El markis Staad permanecerá en el palacio hasta que decida qué voy a hacer con él —dijo Elora—. Si lo ejecuto o lo uso para negociar será decisión mía y os lo haré saber cuando considere conveniente. —Se alisó inexistentes arrugas en el vestido que llevaba, y dio por finalizada la sesión—. Eso es todo.

—Tenemos que restituir a Finn en su cargo —dijo Tove antes de que la gente comenzara a abandonar el salón.

—¿Qué? —le pregunté con un susurro—. No, Tove, no creo que…

—Dada la situación, todos los rastreadores deberían estar disponibles —agregó sin prestarme atención—. Creo que deberíamos convocar a las cigüeñas al nido. Finn y Thomas deberían permanecer en el palacio. Yo puedo quedarme y ayudar, pero no creo que eso sea suficiente.

—Tove se puede quedar en el palacio —ofreció Aurora apresuradamente—, si eso sirve de algo.

—Se ha aumentado el número de rastreadores que están de guardia —le dijo Elora, y al mismo tiempo miró de reojo a Thomas—. Además, contamos con un nuevo sistema de alarmas y la princesa está protegida en todo momento.

—Pero han enviado a un markis a por ella —le recordó Tove—. Thomas y Finn son lo mejor que tenemos. Ambos han sido guardias personales de Su Majestad durante casi veinte años.

Elora ponderó las palabras de Tove durante unos instantes.

—De acuerdo. Ambos deberán presentarse en palacio mañana temprano —ordenó, asintiendo.

—Sí, Su Gracia —dijo Thomas con una reverencia.

Finn no dijo nada, pero le lanzó a Tove una mirada molesta antes de retirarse. Después de aquello, todos fueron saliendo poco a poco del salón, y yo me quedé sentada en la esquina con Tove, Willa y Duncan.

Garrett, Noah, el Canciller y otras dos marksinnas se quedaron a conversar con Elora y Aurora. Me di cuenta de que mi madre estaba furiosa, así que decidí salir del lugar antes de darle oportunidad de reprenderme; sólo necesitaba aclarar una cosa.

—¿Por qué has hecho eso? —le pregunté a Tove.

—Es la mejor manera de mantenerte a salvo —respondió, encogiéndose de hombros.

—No me digas —susurré, pues todavía estábamos rodeados de gente que podía escucharnos—. ¿Y por qué es tan importante mantenerme a salvo, si puede saberse? Tal vez los Vittra deberían estar con los Vittra. La marksinna Laris tiene razón; si toda esta gente está resultando herida por mi culpa, tal vez debería irme…

—Laris es una bruja estúpida con aires de grandeza —interpuso Willa antes de que yo pudiera terminar la frase—, y nadie va a sacrificarte sólo porque las cosas se pongan difíciles. Eso sería una locura, Wendy.

—Todos los miembros de la realeza están locos y son unos paranoicos, ¿qué tendría eso de raro? —Tove se inclinó hacia delante y apoyó los codos en sus rodillas—. Tú les harás mucho bien a tus súbditos, pero para eso tienes que vivir lo suficiente.

—Gracias, eso resulta muy alentador —dije mientras me recostaba en la silla.

—Voy a casa a preparar mis cosas —comunicó Tove, y se puso en pie.

—¿De verdad crees que es necesario que te quedes en palacio a cuidarme? —pregunté.

—Tal vez no lo sea —confesó—. Pero será mucho mejor que quedarme en casa, y además, así me será más fácil ayudarte a entrenar.

—Entonces no discutiré más —le dije.

—Bueno… —Willa se dirigió a mí en cuanto Tove se hubo marchado—. Te urge una noche de chicas. Sobre todo porque de aquí en adelante tu casa va a estar llena de hombres.

Habría aceptado participar en cualquier plan que me permitiera huir del Salón Bélico antes de que Elora me regañara, pero pensándolo bien, aquello de la noche de chicas no sonaba nada mal. Willa me tomó del brazo y salimos juntas de allí.

Pasamos toda la noche en mi habitación. Pensaba que tal vez tuviera en mente que nos disfrazáramos o algo igual de tonto, pero finalmente nos pusimos unos pijamas cómodos y descansamos.

Después de la reunión, le pregunté acerca de la historia entre los Vittra y los Trylle. Willa tenía un libro que había encontrado entre los objetos personales de su padre; me lo prestó para que lo pudiera leer y trató de contestar todas mis dudas. A cambio, tuve que cantar en el karaoke con ella y dejar que me pintara las uñas de los pies.

No pude leer mucho del libro y tampoco logré investigar todo lo que quería; tan sólo me enteré de que los Vittra atacaban y los Trylle contraatacaban. A veces el número de muertos llegaba a ser muy alto, y en otras ocasiones apenas se habían consignado reportes de pequeños daños materiales.

Terminé desvelándome demasiado con Willa, y para cuando la noche hubo avanzado ya un buen trecho, nos habíamos olvidado por completo del libro y nos divertíamos bailando y cantando canciones de Cyndi Lauper.

Al final, Willa se quedó a dormir, y como acaparó la cama durante toda la noche, no conseguí descansar lo más mínimo.

Al llegar la mañana salí trabajosamente de mi habitación: me sentía como si me hubiera atropellado un tren. Lo único que deseaba era bajar, comer algo, beber agua, y no moverme durante tres o cuatro horas.

Al salir de mi cuarto no me encontré a Duncan merodeando fuera, y pensé que era positivo que al fin hubiera tenido la oportunidad de dormir hasta tarde.

Avancé un poco por el pasillo y entonces descubrí por qué Duncan había podido descansar esa noche.

Finn caminó hacia mí con las manos en la espalda, y yo sólo pude tratar de ahogar un gemido. Ya estaba vestido para trabajar; llevaba la ropa bien planchada y el cabello impecablemente peinado hacia atrás; el mío, por el contrario, era un desastre y lo más seguro era que estuviera espantosa.

—Buenos días, princesa —dijo Finn en cuanto estuvo cerca de mí.

—Sí, más o menos —contesté.

Finn asintió con la cabeza y pasó de largo. Me volví porque pensé que tal vez hubiera alguien a mi espalda que lo llamaba, pero no, estábamos solos.

—¿Qué haces? —pregunté.

—Mi trabajo, princesa. —Se volvió para mirarme por encima del hombro—. Estoy inspeccionando los pasillos para comprobar que no haya intrusos.

—Entonces ¿ni siquiera vas a hablar conmigo?

—Eso no forma parte de mi trabajo —me contestó y continuó caminando.

—Genial —agregué con un suspiro.

Había sido una estúpida al emocionarme porque Finn sería restituido en su puesto. Debí haber imaginado que el hecho de que estuviera de nuevo en el palacio no significaba que las cosas fueran a cambiar entre nosotros. Ahora la situación sólo sería más dolorosa e incómoda.