9

Subestimado

Tove no pudo solucionar el problema que yo le había causado a Rhys, porque la forma en que funcionaban sus habilidades no se lo permitía. Después de hablar con Elora, cuando subí a mi habitación tuve que enviar a Rhys a verla para que le ayudara a deshacerse de los efectos de la persuasión. Podría haberlo acompañado, pero supuse que mi madre ya había tenido suficiente de mí con la visita que le acababa de hacer.

Tove se fue a su casa a descansar después de que le agradeciera todo lo que había hecho por mí; lo más probable es que no hubiéramos podido escapar sin su ayuda, porque incluso a pesar de la relajada seguridad de Oren, Tove había intervenido y había controlado a los trols.

Rhys ya había comenzado a ayudar a Matt a instalarse en una de las habitaciones vacías del pasillo cercana a la mía; fui a ver qué tal les iba y noté que a Duncan le hacía muy feliz seguirme a todas partes casi pisándome los talones. Después de hablar con él un rato, logré convencerlo de que me esperara fuera. Duncan no confiaba en Matt porque era humano, pero si iba a ser mi rastreador, tendría que aprender a lidiar con aquello.

Matt estaba en medio de la habitación y parecía confundido a pesar de que no era el tipo de persona que solía verse sobrepasada por las circunstancias. Se había cambiado de ropa, y ahora llevaba unos pantalones deportivos que le quedaban bien y una camiseta que supuse que era de Rhys porque le quedaba demasiado ajustada.

—¿Cómo te sientes con todo esto? —le pregunté mientras cerraba la puerta con cautela. Sabía que Duncan seguía de guardia fuera y no quería que nos escuchara; no era que planeara hablar sobre nada secreto, pero necesitaba un momento de privacidad con mi hermano.

—Mmm… ¿genial? —Sonrió con melancolía y negó con la cabeza—. No lo sé, ¿cómo se supone que debo sentirme?

—Tal y como te sientes ahora mismo.

—Nada de esto parece real, ¿sabes? —Matt se sentó en la cama y respiró hondo—. Sigo pensando que en algún momento voy a despertar y a descubrir que todo ha sido parte de un sueño muy extraño.

—Sé exactamente lo que es eso. —Recordé lo confundida y atemorizada que estaba cuando llegué a Förening. De hecho, seguía teniendo la misma sensación casi siempre.

—¿Cuánto tiempo me voy a quedar aquí? —preguntó Matt.

—No lo sé, no lo había pensado. —Me acerqué y me senté en la cama junto a él. La verdad es que quería que se quedara para siempre, pero sabía que mi deseo era muy egoísta—. Supongo que hasta que la situación se calme: cuando los Vittra dejen de ser una amenaza.

—¿Y por qué te buscan?

—Es una historia demasiado larga que ya te contaré más tarde. —Quería explicárselo todo de principio a fin, pero me encontraba demasiado exhausta para hacerlo, al menos por el momento.

—Pero tendrán que darse por vencidos, ¿no? —preguntó Matt, y asentí con la cabeza como si estuviera convencida de ello.

—Quiero que te quedes aquí hasta que eso suceda porque necesito saber que vas a estar a salvo —le dije. No estaba segura de cómo manejaría Elora la situación, pero no me importaba.

—Sí, sé a qué te refieres —me contestó con un tono ligeramente sarcástico que me hizo sentir culpable.

—Lo siento mucho, Matt.

—Pudiste haberme hablado acerca de todo esto.

—No hubieras creído ni una sola palabra.

—Wendy, estamos hablando de mí, ¿de acuerdo? —Se volvió para mirarme y por fin pude tenerlo cara a cara—. Vale, ya sé que es muy difícil de creer, y que, al no poder comprobarlo en persona, me habría costado mucho más trabajo asimilarlo. Pero recuerda que siempre he estado de tu lado. Debiste confiar en mí.

—Lo sé. Perdóname —le dije avergonzada—. Pero ahora estoy muy contenta de que estés aquí y de poder decirte todo esto. Me fue bastante difícil ocultarte información, y no quiero volver a hacerlo.

—Muy bien.

—Pero deberías llamar a Maggie —le dije— explícale que estamos bien y convéncela para que no vuelva a casa por el momento. No sé si los Vittra serían capaces de llegar a secuestrarla para forzarme a obedecerlos.

—¿Aquí sí estarás a salvo? —preguntó Matt—. ¿Verdaderamente a salvo?

—Sí, por supuesto —respondí con mayor convicción de la que en verdad tenía—. Duncan está ahí fuera haciendo guardia en este preciso momento.

—Pero ese chico es un idiota —dijo Matt con mucha seriedad, y yo me eché a reír.

—Estamos seguros, no te preocupes —le reiteré, y me puse en pie—. Pero insisto en que llames a Maggie. Tengo que ir a bañarme y a cambiarme de ropa.

—¿Y qué le digo?

—No lo sé —dije negando con la cabeza—. Pero asegúrate de que no vaya a casa.

Le prometí a Matt que aclararía el resto de sus dudas después de descansar un buen rato. Duncan trató de seguirme y entrar a mi habitación, pero no se lo permití.

Hasta que no estuve en la ducha, bajo el chorro de agua, no me permití llorar. Ni siquiera tenía claro por qué lo hacía; tal vez fuera en parte porque Finn me había vuelto a dejar, aunque tenía una sensación general de que aquello era demasiado.

Mi ánimo mejoró después de vestirme. Todo había salido bien y habíamos logrado escapar con tan sólo algunas heridas sin importancia. Además, ahora tenía a Matt cerca de mí otra vez; no sabía cuánto tiempo duraría aquello, pero al menos él ya sabía la verdad.

Y por último, ahora conocía la razón por la que los Vittra estaban tan obsesionados conmigo. No es que la respuesta me facilitara demasiado las cosas, pero el hecho de comenzar a entender algo me parecía un buen avance.

Después de analizar la situación, comprendí que lo único que de verdad me causaba desasosiego era la ausencia de Finn. Tenía un dolor oculto en el pecho que debía ignorar, porque había demasiados temas que exigían mi atención como para quedarme sentada echándolo de menos.

Lo que más me molestaba era que hubiera aparecido de nuevo: me habría sido más sencillo superarlo si me hubiera dejado en paz de una vez y no lo hubiera vuelto a ver nunca.

Después de un rato fui a la habitación de Matt y descubrí que Rhys le hacía compañía; para mi tranquilidad, me percaté de que Elora se había encargado de anular la persuasión y los daños colaterales que yo había causado. Rhys me sugirió que tenía que comenzar pronto mi «entrenamiento» para controlar mis habilidades; no sabía bien lo que aquello implicaría pero tampoco deseaba que me diera más información.

Me senté en un mullido sillón y decidí que se lo explicaría todo. Rhys ya le había contado algunas cosas en el calabozo de los Vittra, pero yo quería aclarar las dudas que aún le quedaran; me parecía que lo más importante era que recibiera esa información de mí.

Comencé desde el principio y le dije que Elora me había cambiado por Rhys. Le conté que Finn había sido enviado para rastrearme y llevarme consigo de vuelta, y le expliqué lo que significaba ser princesa, así como las características de los Trylle y sus habilidades.

Rhys no intervino mientras hablaba, pero me observó con sumo interés: pensé que tal vez no estuviera al tanto de todo lo que le estaba narrando a Matt.

Mi hermano tampoco dijo mucho, sólo hizo algunas preguntas. Y aunque se levantó y dio vueltas por la habitación mientras yo hablaba, no parecía ansioso ni confundido. Cuando terminé, se quedó en silencio durante unos minutos para asimilar la información.

—¿Y bien? —Como no respondía nada, al final tuve que preguntarle.

—Bueno…, pero ¿vosotros coméis, o no? —preguntó Matt—. Porque la verdad es que me estoy muriendo de hambre.

—Pues claro que comemos. —Sonreí con alivio.

—Yo no llamaría comida a lo que ellos comen —dijo Rhys mofándose. Había permanecido sentado en la cama un buen rato, pero se levantó cuando la conversación estaba a punto de terminar.

—¿A qué te refieres? —preguntó Matt.

—Bueno, tú has vivido con Wendy, seguramente sabes qué alimentos le gustan. —Rhys notó que tal vez había dicho algo inapropiado y se apresuró a corregirlo—. Los Trylle son más selectivos a la hora de alimentarse que nosotros. No beben refrescos ni comen carne.

Matt se quedó mirando a Rhys durante unos instantes y luego se volvió hacia mí. Percibí algo nuevo en sus ojos, y era que Rhys había señalado que él y Matt formaban un «nosotros», que eran parte de un club al que yo ya no pertenecía.

Nunca he creído que Matt pudiera valer menos que yo, eso es algo que sencillamente jamás me hubiera atrevido a pensar; sin embargo, habíamos pasado a ser distintos. Nos habíamos desvinculado. Y a pesar de que las diferencias entre nosotros eran evidentes, me resultaba muy extraño comprobar lo diferentes que éramos en realidad; para colmo, otra persona señalaba el hecho de que ahora ya ni siquiera pertenecíamos a la misma especie.

—Por fortuna, tengo un refrigerador lleno de comida de verdad —insistió Rhys para tratar de aligerar el ambiente en la habitación—, y soy un cocinero bastante decente. Pregúntale a Wendy.

—Sí, es muy bueno —mentí. Me percaté de que ya no estaba tan hambrienta: tenía el estómago demasiado tenso y me pareció increíble que, a pesar de todo, todavía pudiera sonreírles a ambos—. Vamos, comamos algo.

Rhys había creído que si continuaba parloteando podría disimular su desafortunado comentario, y ni Matt ni yo tratamos de hacerlo cambiar de idea. Caminamos tras él hasta la cocina y Duncan me siguió desde que salimos de la habitación de mi hermano.

A pesar de que no tenía nada que reprocharle, la presencia constante de Duncan me irritaba mucho más de lo que me había llegado a incomodar Finn al principio; aunque tal vez se debiera a que ahora no era Finn quien estaba junto a mí, sino él.

Me senté en uno de los bancos de la cocina y observé cómo interactuaban los chicos: Rhys seguía alardeando sobre sus habilidades culinarias, pero en cuanto Matt lo vio en acción, decidió intervenir y hacerse cargo del asunto. Me quedé con la barbilla apoyada en la mano y experimenté todo tipo de emociones conflictivas mientras veía que ellos charlaban, reían y se molestaban entre sí.

Por una parte estaba muy emocionada de que ambos se tuvieran ahora mutuamente en sus vidas, tal y como debería haber sido desde el principio; desde mi punto de vista, negarle a Rhys la posibilidad de convivir con un hermano mayor como Matt era un cruel efecto colateral de la práctica de intercambio de los changelings.

Por otra parte, sin embargo, tenía la sensación de que estaba perdiendo a mi propio hermano.

—Princesa, ¿os importa si cojo una botella de agua? —preguntó Duncan, interrumpiendo mis pensamientos.

—¿Por qué habría de importarme? —Lo miré como si fuera idiota, pero no lo notó. O tal vez lo miraban así con tanta frecuencia que ya había asumido como algo normal que la gente lo tratara de ese modo.

—No lo sé. A algunos Trylle no les gusta que los rastreadores cojan sus cosas. —Duncan se dirigió a la nevera para sacar una botella de agua mientras Matt seguía tratando de enseñarle a Rhys a dar la vuelta a las tortitas de arándano.

—Y entonces ¿qué comes y bebes si no puedes coger lo que les pertenece a los otros? —le pregunté a Duncan.

—Tengo que comprar mis propios alimentos. —Duncan todavía tenía la puerta de la nevera abierta y sacó otra botella que me mostró—. ¿Queréis una?

—Sí, claro —dije encogiéndome de hombros, y me la entregó—. ¿Llevas mucho tiempo rastreando?

—Creo que unos doce años. —Destapó la botella y dio un largo trago—. Guau, qué raro se me hace que haya pasado tanto tiempo.

—¿Y de verdad eres lo mejor que tenían? —le pregunté, tratando de no parecer desagradable.

Pero Duncan parecía fascinado con la habilidad de Matt para preparar tortitas; era obvio que el chico no poseía la confianza ni la profesionalidad de Finn, pero desde mi punto de vista jugaba a su favor ser tan diferente a él como le fuera posible.

—No —confesó Duncan, y si mi pregunta lo avergonzó, no lo hizo evidente. Sólo continuó jugando con el tapón de la botella—, pero soy lo más cercano a lo mejor. Mi apariencia es engañosa y eso también cuenta: la gente me subestima.

Por la forma en que lo dijo, recordé la película Scream: tal vez Duncan tuviera algo de aquel torpe y distraído encanto juvenil.

—¿Alguna vez te han dicho que te pareces a Dewey, el ayudante del alguacil en las películas de Scream? —le pregunté.

—¿Te refieres a David Arquette? —preguntó Duncan. Al parecer ya había acumulado la suficiente confianza como para hablarme de tú. Luego agregó—. Pero yo soy mucho mejor parecido, ¿verdad?

—Oh, sí, de eso no cabe duda —asentí. Aquel chico jamás me habría atraído, pero a su manera, tenía su punto sexy.

De repente Rhys soltó una maldición porque se le cayó una tortita al suelo. Con mucha paciencia, Matt trató de explicarle lo que había hecho mal y cómo corregirlo: usó el mismo tono de voz con el que me había enseñado a atarme los cordones de los zapatos, a montar en bicicleta y a conducir; me estaba resultando muy extraño verlo ser el hermano mayor de alguien más.

—¡Wendy! —gritó Willa detrás de mí, y apenas me dio tiempo de volverme cuando ya me tenía abrazada, estrujándome—. ¡Estoy muy feliz de que te encuentres bien!

—Mmm, gracias —le dije mientras me zafaba de ella.

Willa Strom era unos cuantos años mayor que yo, y era la única Trylle aparte de Finn que me llamaba «Wendy» en lugar de «princesa»; supongo que aquello era suficiente para considerarla mi amiga. Garrett, su padre, era el único amigo de Elora, y Willa había sido sumamente amable y atenta conmigo después de que Finn se marchara por primera vez. Sin ella, la ceremonia de bautismo hubiera sido un desastre mucho antes del ataque de los Vittra.

—Mi padre me había dicho que los Vittra te secuestraron, pe ro nadie sabía bien qué había sucedido. —Willa podía ser muy esnob, pero la preocupación que mostraba era auténtica—. He venido corriendo en cuanto me he enterado de que habías regresado. Qué alegría volver a verte.

—Sí, a mí también me alegra estar de vuelta —dije, aunque no estaba segura de si aquello era verdad o no.

—¿Duncan? —Willa lo miró como si apenas se percatara de que también estaba allí—. Tiene que ser una broma: no hay manera de que Elora te haya permitido ser el rastreador de Wendy.

—¿Lo ves? Todos me subestiman —dijo Duncan sonriendo. Parecía muy orgulloso de ello, así que no lo contradije.

—Ay, Dios, se lo tengo que contar a mi padre. —Willa sacudió la cabeza y se acomodó unos rizos castaños de su cabello perfectamente peinado por detrás de las orejas—. No es posible que Duncan sea tu rastreador.

—Estaré bien, te lo aseguro —le dije encogiéndome de hombros—. Además, estoy en el palacio. ¿Qué podría suceder aquí?

Con un gesto, Willa me hizo recordar que ella sabía tan bien como yo lo que podía suceder, pero por suerte, antes de que pudiera añadir nada más, Matt anunció que el desayuno estaba listo. Al hablarle a Matt de mis experiencias con los Trylle, había eludido mencionar que los Vittra habían entrado en el palacio, y también que Oren era mi padre; pensé que toda aquella información le afectaría demasiado.

—¿Te gustaría desayunar también? —le preguntó Matt a Willa mientras servía las tortitas en platos. Con los mejores modales del mundo, la invitó a compartir el desayuno—. Hay suficiente.

—¿Son de arándano? —preguntó Willa, arrugando la nariz y haciendo un gesto de total disgusto ante la idea de comerlos—. Noooo, de ninguna manera.

—Están muy buenas —dijo Matt al tiempo que le acercaba un plato.

Por razones que aún desconocía, los Trylle disfrutábamos de muy pocos alimentos; en general sólo comíamos frutas y vegetales frescos. No me gustaba ningún tipo de zumo, pero sí me podía un poco de vino. Las tortitas se hacían con harina procesada y azúcar, por lo que jamás me habían atraído; no obstante, llevaba varios años comiéndolas sólo por complacer a Matt.

—No pensarás comerte eso, ¿verdad? —Willa me miró con aversión cuando levanté el tenedor y lo acerqué a las tortitas.

Matt también le había servido a Duncan; estaba segura de que a él le apetecerían tanto como a Willa y a mí, pero también tomó el tenedor y se dispuso a comerlas.

—Están deliciosas —mentí.

A lo largo de los años mucha gente me había asegurado que estaban buenas de verdad, aunque nunca había logrado averiguar cómo alguien podía siquiera metérselas en la boca después de bañarlas en mermelada tal y como Matt y Rhys estaban haciendo en aquel mismo momento. Duncan y yo nos negamos a comerlas de aquella forma, más que nada porque jamás habríamos podido tragarlas en aquellas condiciones.

—Llevo años cocinando para Wendy —dijo Matt, sin inmutarse ante la reacción de Willa—. Sé cómo preparar la comida que le gusta.

Podría decirse que en general Matt se había vuelto muy bueno en complacerme, pero con mucha frecuencia comía lo que me daba sólo para hacerlo feliz, y porque de lo contrario me habría muerto de hambre.

—Oh, sí, seguro —interpuso Willa con tono burlón—, como si yo fuera a confiar en un mänks en pantalones y camiseta para que me preparara tortitas.

—Willa —intervine—. Es mi hermano, así que déjalo en paz, ¿de acuerdo?

—¿Cómo? —Willa inclinó la cabeza, sin hacerse a la idea de a qué me refería—. Ah…, ¿te refieres a que es tu hermano anfitrión?

—Sí. —Corté un gran pedazo de tortita y me lo llevé a la boca.

—Pero si sabes que no es tu verdadero…

—¡Willa! —le grité con rudeza y con la boca llena de comida, tanta que estuvo a punto de atragantárseme—. Entiendo lo que quieres decir, pero ahora deja ese asunto en paz.

—No me sorprende que el bobo de Duncan pueda comer algo así —explicó Willa mientras alisaba su vestido de diseño y trataba de no parecer ofendida al haberla hecho callar de aquella manera—, pero tú eres una princesa. Él es demasiado estúpido para…

—¡Oye! —interrumpió Matt. Estaba sentado comiendo junto a Duncan, pero en aquel momento se detuvo y la fulminó con la mirada—. Vale, ahora lo entiendo. Eres guapa, sofisticada y rica: pues qué bien. Pero a menos que tengas pensado preparar el desayuno para todos, te sugiero que dejes ese tono insoportable y te sientes.

—¡Guau! —dijo Rhys entre carcajadas. Le encantó ver que alguien la ponía en su lugar.

Willa le puso mala cara a Rhys, pero no dijo nada; cuando Matt volvió a sus tortitas, se sentó junto a mí.

Desde que la conocí había notado que siempre se comportaba como si fuera superior; era agradable conmigo porque pensaba que éramos iguales, pero definitivamente esa política no la aplicaba con los demás.

—Tengo sed —dijo al cabo de un rato, aunque todavía parecía enfadada.

Duncan se levantó de inmediato para ir a buscarle agua, pero Matt negó con la cabeza y lo detuvo. El chico se volvió a sentar con vacilación porque, debido a su oficio de rastreador, había pasado gran parte de su vida sirviendo a los changelings; se les consideraba empleados, y por tanto los miembros de la realeza los trataban como tales.

—Ya sabes dónde está la nevera —dijo Matt sin dejar de masticar su bocado.

Willa abrió la boca pero no dijo nada. Se volvió para mirarme con la esperanza de que la defendiera, pero yo me limité a encogerme de hombros. Además, era cierto: ella ya sabía dónde estaba la nevera.

Después de un minuto de conflicto interior, se levantó y caminó hasta el refrigerador. Rhys soltó unas risitas ahogadas pero Matt lo aplacó.

Todo el asunto fue bastante asombroso para mí: Finn había sido el rastreador de Willa y siempre se había comportado de una manera muy estricta con ella, pero jamás la había visto obedecerlo o tratarlo con el respeto que le estaba mostrando en aquel momento a Matt, quien para los estándares de los Trylle tenía una jerarquía incluso inferior a la de Finn.

En los cinco minutos que hacía que Matt conocía a Willa, había logrado meterla en cintura como nadie más había hecho en toda su vida.

Willa se quedó conmigo el resto de la tarde. Rhys quería jugar a un videojuego o algo así, y yo no estaba con ánimo suficiente, así que nos separamos y noté que alejarse de Matt le devolvió la calma a mi amiga.

Nos quedamos en mi habitación y Duncan permaneció fuera, pero al cabo de un rato me dio pena y lo invité a entrar y sentarse con nosotras.

Willa, por su parte, se dedicó a organizar mi ropa porque le entretenía mucho hacerlo: clasificó las prendas con un sistema que, aunque ya me lo había explicado, jamás terminé de entender. Mientras tanto me quedé sentada en el suelo, observándola y pensando en lo extraño que resultaba que ahora aquella fuera mi vida.

También me contó lo maravilloso que estaba resultando su entrenamiento: Willa tenía poderes sobre el viento, pero hasta antes del ataque, jamás les había dado importancia.

Ahora quería prepararse y fortalecerse lo máximo posible. En su opinión, mi entrenamiento debía comenzar de inmediato porque yo más que nadie necesitaba estar bien adiestrada.

La noche transcurrió más o menos de la misma forma, pero me sorprendió bastante ver a Willa bajar a la cocina y unirse a nosotros para cenar. En aquella ocasión incluso comió de lo que Matt había preparado, y para mí fue como si el mundo se hubiera puesto cabeza abajo.

Me acosté poco después, pero pasé toda la noche dando vueltas: tenía demasiadas cosas en la cabeza, y aquello me impidió dormir. De pronto alguien me despertó, pero como tenía la impresión de que apenas acababa de conciliar el sueño, me acurruqué aún más y le pedí que me dejara en paz.

En ese momento, totalmente enterrada bajo las sábanas, me percaté de que tal vez fuera una muy mala señal que hubiera alguien en mi habitación, en particular por los malignos trols que trataban de secuestrarme y todo eso.