7
Héroes y calabozos
No tenía un plan y ni siquiera sabía adónde ir. Me puse los pantalones de yoga y el top de color negro que Sara me había llevado porque no me apetecía ir con un vestido arriba y abajo cuando tenía que indagar. Luego me escabullí al pasillo.
Traté de recorrer el camino opuesto al que había tomado con Loki, pero la luz era demasiado tenue y me impedía reconocer los lugares por los que ya había pasado. A pesar de todo, recordaba que no habíamos dado muchas vueltas, por lo que imaginaba que volver no podía ser demasiado difícil.
En cuanto encontrara el calabozo, lo más complicado sería decidir qué hacer. Tal vez usaría la persuasión con el guardia o, si se trataba de otro duende, podría someterlo físicamente y hacer que abriera la puerta.
Entonces divisé la escalera de caracol que comunicaba sólo con el piso principal y supe que estaba a punto de encontrar la ruta al calabozo.
Oí voces en cuanto llegué a la base de la escalera. Durante un instante, me quedé paralizada porque no sabía si correr o esconderme, pero finalmente decidí que lo mejor sería permanecer oculta entre las sombras, así que me apresuré a colocarme tras los escalones y me agaché lo máximo que pude.
A medida que se acercaban, las voces llegaban con mayor claridad; al parecer discutían acerca de la mejor manera de preparar sopa de calabaza. El corazón me latía con tal fuerza que estaba segura de que podían oírlo, así que contuve la respiración. Un instante después vi los pies de dos duendes que pasaban por allí.
Uno de ellos parecía ser una mujer. Tenía el cabello largo y desaliñado, recogido en una trenza que le caía sobre la espalda. Eran criaturas verdaderamente desagradables, pero su forma de caminar las hacía parecer inofensivas. Por si fuera poco, sonaban más normales y humanos que varios de los Trylle que había conocido en Förening.
Esperé un rato hasta que estuve segura de que se habían alejado lo suficiente y volví a respirar de nuevo. Supuse que podría enfrentarme a ellos, pero tampoco tenía ganas de terminar golpeando a desconocidos. Además, podían haber hecho ruido y alertado a toda la gente del castillo, Oren incluido.
Al salir de mi escondite casi choco con Loki. Estaba apoyado en la escalera con toda naturalidad; tenía el codo sobre el pasamanos y las piernas cruzadas a la altura de los tobillos. Estuve a punto de gritar pero pude contenerme a tiempo; sabía que si llamaba la atención de los demás, empeoraría la situación.
—Hola, princesa —me saludó Loki con una sonrisa—. ¿No puedes dormir?
Él y Ludlow me llamaban «princesa» desde que había llegado allí. Hasta ese momento suponía que para burlarse de que los Trylle me consideraran de su realeza, pero de pronto comprendí que era además la princesa de los Vittra y que Loki, en cierta forma, sólo me estaba mostrando algo así como reverencia.
Por desgracia, me percaté igualmente de que mi título no tenía ningún valor para él porque en aquel momento yo era además una prisionera.
—Sí, pero es que… me ha entrado un poco de hambre —dije con torpeza.
—Mmm, eso sería muy creíble… —contestó en tono escéptico— si fuera mínimamente cierto.
—No he comido nada en todo el día. —A pesar de que era verdad, había estado tan atormentada que ni siquiera había pensado en ello.
—¿Y qué planeas hacer? —preguntó Loki, ignorando mi inverosímil pretexto—. Aun en el caso de que llegaras a encontrar el calabozo, ¿cómo piensas sacarlos de allí?
—No lo haré, por ahora. Vas a ir corriendo a delatarme, ¿no es así? —Traté de descifrar su mirada, pero parecía tan divertido como siempre.
—Tal vez —dijo, encogiéndose de hombros como si aún no lo hubiera decidido—. Cuéntame tu plan. Tal vez sea tan malo que ni siquiera valga la pena alertar a los demás.
—¿A qué viene eso? —pregunté.
—Bueno, es que pareces ser de esas personas que se sabotean a sí mismas —contestó. Abrí la boca para protestar, pero comenzó a reírse de mi evidente indignación—. No te lo tomes como algo personal, princesa. Nos sucede incluso a los mejores.
—No voy a quedarme tranquila hasta que mis amigos salgan de aquí.
—Eso sí que me lo creo. —Se inclinó hacia mí—. ¿Ves como es todo mucho más sencillo cuando eres honesta?
—Lo dices como si fuera yo la que anduviera con secretos y artimañas —protesté.
—Pero si aún no te he mentido —dijo en un tono peculiarmente serio.
—Está bien —agregué—. ¿Cómo puedo sacar a mis amigos del calabozo?
—El hecho de que no te haya mentido no significa que vaya a responder a eso —contestó con una sonrisa.
—De acuerdo, los encontraré yo misma.
Por alguna razón sabía que Loki no iba a detenerme, aunque no me quedaba claro por qué. Por otra parte, estaba segura de que si Oren llegaba a enterarse de que no había tratado de impedir mi huida, le iría bastante mal.
Pasé junto a él y caminé por el pasillo que creí que conducía al salón principal. Loki me siguió; traté de andar más de prisa, pero le fue bastante sencillo seguir mi ritmo.
—Crees que es por aquí, ¿no es cierto? —me preguntó Loki en un molesto tono cantarín.
—No trates de confundirme. Tengo facilidad para orientarme y casi nunca me pierdo —mentí. En realidad me extraviaba con mucha frecuencia—. ¿Acaso no es esa una cualidad propia de los Trylle?
—No lo sé porque no soy Trylle —contestó—. Y tú tampoco.
—Soy mitad Trylle —respondí a la defensiva.
Pero ¿por qué defendía algo así? En realidad no quería ser ni Trylle ni Vittra ni nada que se les pareciera. Durante toda mi vida me había sentido cómoda siendo humana, pero ahora que me encontraba en medio de aquella confusión étnica, por alguna razón mi deseo era proteger a los Trylle y Förening; al parecer me importaba mucho más de lo que hubiera imaginado.
—Eres demasiado perseverante para ser princesa —señaló Loki, mirándome mientras caminaba con determinación por el pasillo.
—¿Y a cuántas princesas conoces? —repliqué.
—A ninguna. —Ladeó la cabeza como para reflexionar—. Supongo que esperaba que te parecieras más a Sara: ella es muy sumisa.
—Sara no es mi madre —aclaré.
Me dieron ganas de saltar de alegría cuando llegamos al salón principal, pero no me pareció apropiado. Además, sólo había encontrado la entrada al calabozo; todavía tenía que rescatar a Matt y a Rhys.
—¿Y ahora qué? —preguntó Loki al tiempo que se detenía justo en el centro del salón.
—Ahora voy a ir por ellos —contesté señalando las grandes puertas que conducían al sótano.
—No, no me parece buena idea —negó con la cabeza.
—Por supuesto que no: porque no quieres que los libere —dije. El corazón me palpitaba con fuerza, y no sabía hasta dónde me dejaría llegar Loki.
—No, no se trata de eso, es sólo que no me parece interesante. —Se arremangó el jersey y pude ver sus bronceados antebrazos—. De hecho, todo esto me está aburriendo bastante. ¿Por qué no hacemos otra cosa?
—No, los voy a sacar de ahí —insistí—. No permitiré que nos tengas aquí como prisioneros.
Loki rio con malicia y sacudió la cabeza negativamente.
—¿Qué es lo que te parece gracioso? —le pregunté con vehemencia mientras me cruzaba de brazos.
—Lo dices como si fuera yo el que los mantuviera cautivos. —Miró en otra dirección, pero cuando volvió a mirarme a los ojos sonreía con tristeza y amargura—. Esto es Ondarike: aquí todos somos prisioneros.
—¿Esperas que me crea que estás en este lugar en contra de tu voluntad? —pregunté, haciendo un gesto de incredulidad—. Te mueves libremente por el castillo.
—Tú también. —Loki me dio la espalda—. No todas las prisiones tienen barrotes; tú mejor que nadie deberías saberlo, princesa.
—¿Estás tratando de decirme que no apoyas al rey? —interrogué.
—Yo no he dicho eso. —Loki se encogió de hombros; al parecer la conversación lo agobiaba—. Lo que quiero decir es que, como no te puedo ayudar a salvar a tus amigos, tal vez deberíamos encontrar otra cosa que hacer.
—No pienso hacer nada más hasta que consiga liberarlos —insistí.
—Pero eso es porque no te he dicho lo que me gustaría hacer. —Loki cambió en un instante su expresión taciturna y me miró con tal picardía que me hizo sentir extraña.
No fue algo negativo, al menos no como cuando me hipnotizó para que me desmayara. De hecho no era un poder mágico Vittra ni nada parecido. Fue sólo que la forma en que me miró… me hizo estremecer.
Pero antes de tener tiempo siquiera de analizar lo que sentía, o lo que él trataba de decir, oímos un fuerte estruendo proveniente de las puertas principales. El vestíbulo donde estábamos tenía dos salidas: la que llevaba al nivel inferior, y las enormes puertas que conducían al exterior, mucho más grandes que las de los dormitorios del rey y la reina.
El estruendo se repitió y salté del susto. Loki se puso frente a mí: ¿estaría tratando de protegerme o de ocultarme?
Entonces las puertas reventaron y sentí una oleada de alegría.
Tove las había hecho salir volando con sus habilidades, y se encontraba al otro lado de la salida: parecía un tipo endiabladamente rudo. Tove era un chico Trylle muy poderoso y sexy al que había conocido en Förening: su personalidad extravagante y antisocial me había atraído desde el principio, pero era la última persona a la que hubiera esperado ver allí. Tove era capaz de mover objetos con la mente, por lo que resultaba un aliado muy poderoso.
Luego vi quiénes le acompañaban: Duncan y Finn aguardaban justo detrás de Tove, esperando a que él abriera las puertas para poder entrar. Por supuesto, el corazón estuvo a punto de estallarme en cuanto vi a Finn.
Hasta aquel momento había temido que lo hubieran herido; incluso había pensado que jamás volvería a verlo, pero allí estaba él.
—¡Finn! ¡Estás bien! —Pasé corriendo junto a Loki hasta llegar a Finn.
Le extendí los brazos y me estrujó durante unos cuantos segundos. La fuerza con que me envolvió me hizo saber lo preocupado que había estado por mí; sin embargo, me soltó casi de inmediato y me apartó a un lado.
—Tenemos que salir de aquí, Wendy —dijo, como si yo hubiera sugerido que nos quedáramos a pasar unas vacaciones en el castillo.
—Matt y Rhys también están aquí, tenemos que liberarlos.
Había comenzado a explicarle a Finn que los chicos estaban en un calabozo cuando de repente vi que Tove tenía a Loki clavado al techo con sus poderes: extendía la mano hacia él, que flotaba en el aire haciendo muecas de dolor.
—¡No, Tove! ¡No le hagas daño! —grité.
Me miró vacilante, pero no me cuestionó en absoluto. Al instante bajó a Loki y lo dejó en el suelo; respiraba con dificultad y se inclinó, sujetándose el costado.
Tove no era un tipo violento por naturaleza, pero después de la encarnizada batalla que había librado contra los Vittra unas semanas atrás, no me sorprendía que estuviera un tanto alterado.
—Tenemos que sacaros de aquí —dijo Duncan al tiempo que me sujetaba del brazo como si fuera a arrastrarme hasta el exterior; le lancé una mirada iracunda y me soltó de inmediato—. Lo siento, princesa, pero tenemos que darnos prisa.
—No me iré de aquí sin Matt y Rhys —repetí, y luego me volví para mirar a Loki—. ¿Me ayudarías a liberarlos?
Su mirada se encontró con la mía: su actitud arrogante había desaparecido por completo. Ahora parecía dolorido y daba la impresión de enfrentarse a un conflicto que, como yo sabía, no sólo era consecuencia del daño que Tove le acababa de infligir. Apenas unos momentos antes, me había dado la impresión de que Loki comprendía por qué quería huir de ahí, aunque le hubiera sido imposible ayudarme; ahora que tenía la oportunidad de hacerlo, que tenía un pretexto para ceder, yo sólo esperaba que decidiera brindarme su apoyo.
—Podemos regresar en otro momento a por ellos —sugirió Finn.
Aún no había aparecido ningún Vittra por el vestíbulo para investigar lo sucedido, pero estaba segura de que sólo era cuestión de tiempo. Además, tenía muy claro que más nos valía no meternos en nuevos problemas con Oren.
—No, no podemos irnos. Si lo hacemos, el rey los matará. —Mantuve la mirada fija en Loki—. Loki, por favor.
—Princesa, yo… —No pudo continuar.
—Dile al rey que te sometimos; puedes echarnos la culpa —le expliqué—. No tiene por qué enterarse de que nos ayudaste.
Loki no contestó de inmediato y eso exasperó a Finn, que se alejó de mí, se dirigió hasta él y le estrujó el brazo con determinación.
—¿Dónde están? —exigió Finn, pero Loki no respondió.
Yo sabía que debíamos apresurarnos, por lo que corrí hacia el calabozo.
—Por aquí —dije con ansiedad.
Corrí con tanto ahínco por la escalera que estuve a punto de caer, pero Finn alcanzó a sujetarme antes de que eso sucediera. Duncan sí que tropezó porque llevaba los cordones sin atar; lo miré con exasperación y esperé a que nos diera alcance.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Duncan cuando vio al duende que resguardaba el calabozo. No era Ludlow, sino otro trol igual a él.
Todos se detuvieron en cuanto lo vieron. Fue divertido ver la reacción de sorpresa de Duncan, Finn y Tove: al parecer no era la única que no estaba familiarizada con aquel tipo particular de seres Vittra. No estaba segura de quién era el mejor guardando secretos, si Oren o Elora, pero me daba la impresión de que en este caso ambos lo habían hecho muy bien.
—No os preocupéis por él. —Caminé hasta la puerta y con gran facilidad aparté al trol duende con un empujón.
No se resistió porque, en cuanto vio que éramos cuatro y que Loki era nuestro rehén, supo que no tendría muchas oportunidades de vencernos. Trató de escapar pero Tove lo detuvo y lo dejó clavado a la pared, evitando así que pudiera alertar a alguien más.
—La seguridad es bastante relajada por aquí —señaló Duncan, y luego observó que el duende se agitaba contra la pared mientras yo me dirigía a abrir la puerta.
—En realidad no esperábamos que apareciera nadie y se metiera por la fuerza —aclaró Loki. Articuló las palabras con mucho énfasis, como si sintiera dolor, o como si hablara con un niño. A pesar de todo, no intentó zafarse de Finn en ningún momento.
—Bien, pues eso ha sido una estupidez —dijo Duncan riendo—. Vaya, me refiero a que ella es la princesa; era muy obvio que vendríamos a rescatarla.
—Pues supongo que así es —agregó Loki, sin darle mayor importancia.
—¡No logro entender esto! —dije después de un rato de dar vueltas y girar inútilmente las cerraduras; era el sistema de seguridad más laberíntico con el que había tropezado en la vida. Miré a Loki—. ¿Tú sabes cómo abrirlo?
Suspiró y Finn tiró de su brazo; Loki y yo lo miramos con fastidio, pero Finn sólo hizo caso a mi reclamo.
—Ayúdala, ¿de acuerdo? —dijo, y lo soltó con repugnancia.
Loki se acercó a la puerta y comenzó a abrir las cerraduras en silencio; no dejaba de observarlo y a pesar de eso me era imposible entender lo que hacía. Se oyeron varios clics y luego oí que Rhys gritaba desde el interior de la celda. Finn no despegaba la mirada de Loki por si se le ocurría hacer algún movimiento en falso, mientras Duncan daba vueltas, inquieto, y comentaba lo oscuro que estaba allí.
Matt y Rhys salieron corriendo en cuanto se abrió la puerta y casi derribaron a Loki. Rhys me abrazó entusiasmado, y aunque no pude ver lo enfadado que seguramente estaría Finn al contemplar la escena, sí alcancé a notar el desprecio con que Matt lo miró.
Aquella situación hubiera podido tornarse en una verdadera disputa, pero no había tiempo para ello.
—Tú tuviste algo que ver en este asunto, ¿no es así? —le preguntó Matt a Finn sin quitarle los ojos de encima.
—Matt, deja ya eso —le indiqué mientras soltaba a Rhys—. Finn ha venido a rescatarnos y ahora tenemos que salir de aquí de inmediato, así que cállate y vámonos.
—Ya debería haber llegado alguien para tratar de detenernos, ¿no os parece? —preguntó Duncan, asombrado ante la falta de respuesta de los Vittra.
—Vamos, salgamos de aquí —exclamó Matt interrumpiéndolo.
Tove soltó al duende que mantenía clavado en la pared, y luego los chicos se apresuraron a guiarnos para escapar.
Entonces me detuve y me volví para mirar a Loki. Estaba frente a la puerta del calabozo y tenía una apariencia de enorme tristeza y desamparo; la seguridad que antes había mostrado se había esfumado por completo. Sus ojos de color caramelo se posaron en mí.
—Espera unos minutos antes de decirle a Oren que hemos escapado, ¿de acuerdo? —le pedí.
—Como quieras —fue lo único que dijo. La forma en que me miró volvió a encender la sensación que había tenido poco antes de que llegaran los demás a rescatarme.
—Gracias por dejarnos huir —le dije, pero no respondió. Al recordar lo que me había dicho cuando estábamos solos, consideré la posibilidad de invitarlo a escapar con nosotros; de hecho, estuve a punto de hacerlo, pero Finn me hizo abandonar la idea.
—¡Wendy! —me llamó bruscamente.
Tuve que correr para alcanzarlos, y cuando lo conseguí, Finn me tomó de la mano. Su ligero contacto me transmitió fortaleza y seguridad, y me hizo estremecer por completo. Íbamos subiendo por la escalera a toda velocidad, pero el hecho de que estableciera aquel contacto conmigo casi me hizo olvidar que había resultado herida y que estábamos escapando de una prisión enemiga.
El frío viento nocturno me golpeó en cuanto salimos. Duncan nos iba guiando, pero a veces tropezaba en la oscuridad con Rhys, quien casi le pisaba los talones. Tove y Matt se detenían en ocasiones para asegurarse de que Finn y yo aún los seguíamos, y por supuesto, Matt no dejaba de mirarnos con recelo.
La tierra estaba helada y las ramas y rocas lastimaban mis pies desnudos, pero cada vez que aminoraba la marcha Finn estrujaba mi mano y aquello era suficiente para alentarme a seguir adelante. El aire tenía el aroma del invierno: notaba su helor y su olor a pino. A lo lejos oí el ulular de una lechuza.
Me volví en una ocasión, pero como el palacio Vittra no tenía ventanas por las que se pudiera ver luz alguna, me fue casi imposible distinguir la oscura forma que se erguía amenazante detrás de nosotros.
El Cadillac plateado de Finn estaba aparcado junto al lindero que marcaban los árboles. La luz de la luna se colaba por entre las ramas y hacía destellar el auto. Apreté el paso para llegar a él: no tenía energía suficiente para seguir corriendo hasta Förening, y había llegado a temer que no existiera otra opción.
Cuando llegamos al vehículo, Duncan ya ocupaba la parte trasera y Matt me esperaba con la puerta abierta. Rhys estaba junto a él pero parecía ansioso y no dejaba de balancearse de un lado a otro.
—¡Subid al coche! ¡Vamos! —ordenó Finn como si fueran idiotas. Tove fue el único que le obedeció; se sentó en el asiento del acompañante.
—No me puedo sentar, Wendy —dijo Rhys.
—¿Qué? —Finn parecía irritado y no dejaba de mirarnos a Rhys y a mí.
—Es que usé la persuasión en él y quedó afectado —traté de explicarle burdamente, pero Finn me interrumpió.
—Tan sólo dile que se meta en el maldito coche —dijo Finn, pero como no entendí lo que quería decirme, tuvo que explicarse mejor— usa la persuasión para que se siente en el coche, ya lo arreglaremos cuando lleguemos a casa.
Miré a Rhys con dificultad bajo la luz de la luna; en realidad no sabía si el contacto visual era tan importante, pero me concentré lo más que pude y le dije que subiera. Lo hizo unos segundos después y suspiró aliviado.
—¡Sienta taaaan bien sentarse! —dijo, y me hizo sentir culpable de nuevo.
Matt subió al coche justo después de Rhys y dejó la puerta abierta; esperaba que yo subiera en la parte de atrás con él, pero Finn aún me tenía cogida de la mano. Me hizo rodear el coche por delante y entré por el lado del conductor; me deslicé y me acomodé en medio para que él pudiera conducir.
Matt empezó a protestar, pero Finn arrancó el coche en ese mismo instante. Matt profirió una maldición y golpeó la puerta trasera mientras Finn aceleraba; los demás mantuvimos un incómodo silencio. Creo que todos esperábamos que los Vittra nos atacaran, en especial por la forma en que me habían perseguido hasta capturarme. El rescate había resultado… demasiado sencillo.
—Es muy extraño —observó Duncan— no han hecho nada. Ni siquiera han intentado detenernos.
—Será porque hace poco mermamos su ejército —dijo Tove como si intentara concebir una explicación—. Estoy seguro de que la mayoría de los Vittra se está recuperando o… —No terminó la frase porque no se atrevía a recordar el hecho de que los Trylle hubieran tenido que matar a muchos Vittra en el ataque.
Duncan volvió a comentar varias veces lo raro que había resultado todo y lo distinto que era Ondarike a como siempre lo había imaginado; nadie agregó nada, por lo que finalmente se quedó en silencio.
Me acomodé lo mejor que pude en mi asiento. Pero en cuanto me sentí a salvo, el agotamiento se apoderó de mí y ya no me importó la incomodidad.
Recosté la cabeza en el hombro de Finn y en secreto me alegré de estar junto a él. Me fui quedando dormida mientras escuchaba su respiración, que me ayudó mucho a relajarme.