5
Duende
—¿Qué? —preguntó una voz grave y cavernosa, antes de que se abriera una pequeña ventana en medio de la puerta.
Me agaché para mirar a través de ella y vi al duende que había venido antes acompañando a Loki. Sus ojos estaban ocultos bajo unas tupidas cejas, por lo que no estaba segura de llegar a verlo lo suficientemente bien para aplicarle el poder de persuasión. Además, ni siquiera sabía si funcionaría en trols verdaderos ya que parecía ser una especie completamente distinta.
—Ludlow, ¿verdad? —le pregunté al recordar el nombre que Loki había gritado al pedir ayuda.
—No trates de hacerte la simpática, princesa —dijo el duende entre toses y carraspeos antes de escupir flemas al suelo. Luego se limpió la boca con la manga antes de volver a dirigirse a mí—. He rechazado a chicas mucho más hermosas que tú.
—Necesito ir al baño. —Abandoné mi actitud amistosa porque tuve la corazonada de que la honestidad y el cinismo me funcionarían mucho mejor con él.
—Pues adelante, no te hace falta pedir permiso —respondió riéndose de una forma muy desagradable.
—Aquí no hay baño y, como comprenderás, no pienso hacerlo de cuclillas en el suelo —agregué con genuina aberración ante la idea.
—Entonces aguántate. —Ludlow comenzó a cerrar la pequeña ventana, pero se lo impedí con la mano.
—¿No podrías conseguir que un guardia o quien fuera me llevara al baño? —pregunté.
—Yo soy el guardia —me contestó con brusquedad, bastante enfurruñado.
—¿Ah, sí? —contesté, y sonreí en cuanto advertí que sería mucho más sencillo de lo que había pensado.
—No me subestimes, princesa —gruñó Ludlow—. Desayuno chicas como tú con mucha frecuencia.
—Entonces ¿eres caníbal? —le pregunté arrugando la nariz.
—¡Ludlow! —se oyó una voz que provenía de detrás del duende. ¿Estás molestando a la pobre muchacha?
Ludlow se apartó y pude ver a través de la ventana que Loki se acercaba caminando con un aire arrogante.
—Por supuesto que no. Es ella la que me está molestando a mí —se quejó Ludlow.
—Claro, conversando con una hermosa princesa… Qué vida tan miserable tienes —agregó Loki con sequedad, y Matt resopló detrás de mí.
Ludlow murmuró algo, pero Loki levantó la mano para acallarlo. Estaba demasiado cerca de la puerta para que yo pudiera ver su cara y, además, la ventana estaba a la altura de los ojos de Ludlow, o sea que sólo llegaba a la cintura de Loki.
—¿Cuál es el problema? —preguntó.
—Necesito ir al lavabo. —Me acerqué más a la ventanita y traté de verlo. Quería concentrarme en sus ojos pero no alcanzaba siquiera a divisarlos.
—Sí, y yo le he dicho que podía hacerlo en el calabozo —agregó Ludlow, muy orgulloso.
—Ay, por favor, ¿no ves que ella no es una mänks común? ¡No podemos dejarla en la inmundicia! —le dijo Loki al trol en tono de reprimenda—. Vamos, abre la puerta y déjala salir.
—Pero, señor, se supone que no la debo sacar de ahí hasta que el rey lo solicite. —Ludlow lo miró con nerviosismo.
—¿Crees que al rey le gustaría que la tratáramos así? —preguntó Loki, y el duende se retorció las manos—. Si fuera necesario, le puedes decir a Su Majestad que todo fue culpa mía.
Ludlow asintió con reticencia y cerró la pequeña ventana sin que yo se lo impidiera esta vez. Me puse de pie y oí que se abrían las cerraduras y los seguros.
—Esto no me gusta nada —dijo Matt en voz muy baja.
—No nos quedan muchas más opciones —susurré—. Es culpa mía que estemos metidos en este problema, y yo lo voy a solucionar.
La puerta se abrió un poquito y di un paso hacia atrás para permitir que se abriera más. Había planeado que, en cuanto Loki entrara, usaría con él la persuasión y huiríamos, pero tanto él como Ludlow permanecieron fuera.
—¿Y bien? —preguntó el duende—. No pienso dejar la puerta abierta todo el día.
Ludlow se había limitado a abrir la puerta unos cuantos centímetros, sin dejarme apenas espacio para pasar. No me quedó otro remedio que salir a apretujones, y en cuanto estuve fuera, el duende cerró la puerta de golpe y se entretuvo en volver a echar los cerrojos.
—El lavabo está por aquí —dijo Loki señalando un corredor construido con el mismo tipo de ladrillos húmedos y fríos que había en el calabozo. El suelo estaba sucio y la única luz provenía de las antorchas que iluminaban el camino.
—Gracias —le dije a Loki con una sonrisa mientras me fijaba en sus ojos que, de hecho, eran muy hermosos, de un color dorado oscuro que de inmediato tuve que sacarme de la cabeza.
Me concentré tanto como pude y comencé a repetir en mi mente: «Déjanos ir, déjanos ir. Abre el calabozo y permítenos huir». Pasaron varios segundos antes de que recibiera alguna respuesta, y cuando lo hice, no era la que yo esperaba.
En sus labios apareció una sonrisa divertida y sus ojos brillaron con un placer malicioso.
—Apuesto a que ni siquiera necesitas ir al lavabo, ¿verdad? —me preguntó Loki con una sonrisa burlona.
—Que yo… ¿qué? —tartamudeé. Estaba sorprendida de que no hubiera sucedido nada.
—¡Ya le decía yo que no debíamos dejarla salir! —gritó Ludlow.
—Relájate —le dijo Loki al duende sin quitarme la vista de encima—. Todo está controlado. Es inofensiva.
Redoblé mis esfuerzos, pensando que no me había concentrado lo suficiente; quizá haber usado la persuasión con Rhys me hubiera debilitado, como les sucedía a los sanadores cuando usaban sus habilidades. No me sentía cansada, pero quizá fuera aquello mismo lo que me estaba sucediendo.
Volví a repetir las frases en mi mente una y otra vez, hasta que de pronto Loki hizo un gesto con la mano para detenerme.
—Tranquila, princesa, o acabarás por lastimarte —dijo entre risas—. Ya veo que eres perseverante, eso lo tengo que admitir.
—¿Qué pasa, eres inmune o algo así? —le pregunté.
No tenía ningún sentido fingir que no sabía de qué me estaba hablando: era obvio que él sabía lo que estaba intentando hacer.
—No, no exactamente. Lo que pasa es que estás demasiado desconcentrada. —Se cruzó de brazos y me miró con esa misma expresión de curiosidad que siempre tenía para mí—. Aunque eres muy poderosa.
—Usted dijo que era inofensiva —interpuso Ludlow.
—Lo es. Sin entrenamiento es prácticamente inofensiva —aclaró Loki—. Pero algún día nos será de gran ayuda. Por el momento sólo sabe hacer truquitos de feria.
—Gracias —mascullé.
Me apresuré a rehacer mi plan. Tal vez pudiera vencer a Ludlow; el problema era que no sabía cómo abrir las cerraduras de la puerta. Incluso si lograba persuadir al duende, no estaba segura de conseguir lidiar con todos los cerrojos.
A pesar de todo, mi mayor problema en aquel instante era Loki, que tenía una clara ventaja sobre mí: además de ser más alto y más fuerte, podía dejarme inconsciente con tan sólo mirarme.
—Veo que no dejas de pensar a toda velocidad —dijo, casi asombrado. Me tensé porque me dio miedo que fuera capaz de leer mis pensamientos, y de inmediato traté de poner la mente en blanco—. Tranquila, no puedo ver lo que hay en tu mente; si así fuera, no te habría dejado salir. No obstante, ya que estás aquí fuera, tal vez debamos aprovechar la situación.
—¿A qué te refieres? —le pregunté agobiada, y me alejé de él.
—Estás sobreestimando mi interés por ti —agregó Loki con una enorme sonrisa— prefiero a las princesas que llevan el pijama limpio.
Mi ropa estaría relativamente limpia de no ser por la sangre del jersey y el barro de las rodillas. Era obvio que estaba hecha un desastre, pero aquello no era culpa mía.
—Lo siento, por lo general tengo mucho mejor aspecto cuando me dan una paliza —dije, y su sonrisa desapareció.
—Sí, bueno, creo que eso es algo de lo que no te tienes que preocupar ahora. —Loki contraatacó con rapidez y retomó su tono arrogante—. Creo que ha llegado el momento de que vayas a ver a Sara.
—Señor, estoy convencido de que no ha sido nada sensato dejarla salir —intervino Ludlow, pero calló en cuanto Loki lo fulminó con la mirada.
—¿Y qué hay de mis amigos? —pregunté señalando el calabozo.
—No se moverán de ahí. —Loki se rio de su propia broma, y tuve que hacer un gran esfuerzo para no mostrarle que no me hacía ninguna gracia.
—Lo sé, pero no pienso irme sin ellos.
—Pues tienes suerte, porque no te vas a ir. —Loki dio un paso hacia atrás—. No te preocupes, princesa, están a salvo. Vamos, te conviene hablar con Sara.
—Pero si ya la conozco —dije en una suerte de protesta.
Miré la puerta con aprensión y Loki dio un paso más hacia atrás. Suspiré y pensé que tal vez hablar con los altos mandos sería la única manera de negociar la liberación de Matt y de Rhys, aun cuando no pudiera asegurar la mía.
—¿Cómo lo has sabido? —le pregunté mientras caminábamos.
Avanzábamos juntos por el corredor y pasamos varias puertas iguales a la del calabozo. No oí nada ni vi a otros duendes haciendo guardia, pero no pude evitar preguntarme cuántos prisioneros habría.
—¿Cómo he sabido qué?
—Que yo estaba…, ya sabes, tratando de persuadirte —dije—. Si no ha funcionado, ¿cómo te has dado cuenta?
—Porque eres poderosa —reiteró Loki, señalando su cabeza—. He notado como electricidad estática. He sentido que tratabas de entrar en mi cabeza —agregó, encogiéndose de hombros—. Tú también lo sentirías si alguien te lo hiciera, aunque no estoy seguro de si otra persona podría persuadirte o no.
—Entonces ¿no funciona en los Trylle ni en los Vittra? —sondeé, por más que no esperaba que respondiera a mi pregunta. En realidad, para empezar, no sabía por qué se dignaba dirigirme la palabra.
—No; sí que funciona. De hecho, si lo supieras aplicar bien, yo no habría sentido nada —me explicó Loki—. Pero es más difícil controlarnos a nosotros que a los mänks. Si tratas de persuadirnos de una forma descuidada, podemos percibirlo.
Llegamos a unos escalones de hormigón y Loki los subió a saltos sin esperarme. No parecía importarle que intentara escapar, y además me había dado más información de la necesaria. Desde mi punto de vista, era un guardia malísimo y Ludlow debería tener más autoridad que él.
Loki empujó las enormes puertas que se hallaban al final de la escalera y entramos en una especie de gran vestíbulo. Sin embargo, no se trataba del tipo de distribuidor que conduce a otro sitio, sino de un salón enorme con techos abovedados: las paredes eran de madera oscura con vetas rojas y en el centro de la sala había una espléndida alfombra roja.
Se percibía el mismo tipo de opulencia que en el palacio de Förening, pero los tonos eran más profundos y abundantes. Era más bien una especie de castillo muy lujoso.
—Qué lugar tan bonito —dije sin tratar de ocultar la sorpresa y el asombro en mi voz.
—Pues claro, es el hogar del rey. —Aquel lugar me había dejado estupefacta y Loki no parecía entender por qué—. ¿Qué esperabas?
—No lo sé; mientras estaba allí abajo, supuse que todo sería espeluznante y muy sucio —dije encogiéndome de hombros—. Ni siquiera hay electricidad.
—Es para darle un aire más lúgubre —aclaró Loki con un gran ademán— es un calabozo. —Luego me condujo por un pasillo decorado de la misma manera que el gran salón.
—¿Qué sucedería si tratara de escapar? —pregunté.
No había nadie más allí. Si pudiera correr más rápido que él, tal vez lograra escabullirme, aunque en realidad, no habría sabido adónde ir ni tampoco cómo liberar a Matt y a Rhys.
—Te detendría —contestó llanamente.
—¿Igual que Kyra? —En ese momento me dolió la costilla, como una especie de recordatorio del daño que la Vittra me había causado en mi casa.
—No. —Por un instante hizo un gesto enigmático que desapareció repentinamente en cuanto me sonrió—. Sencillamente, te abrazaría hasta que te desmayaras.
—Tal y como lo dices, suena muy romántico. —Arrugué la nariz al recordar cómo me había hecho perder la consciencia con tan sólo mirarme a los ojos. No me había hecho ningún daño, pero eso no lo convertía en una experiencia agradable.
—Así es como lo imagino.
—Eso me parece un tanto fuera de lugar —dije, pero él se limitó a encogerse de hombros por toda respuesta—. ¿Por qué me secuestraste y me trajiste aquí?
—Me temo que ya me has hecho demasiadas preguntas, princesa —declaró Loki, casi abrumado—. Deberías guardarlas para Sara. Ella es quien tiene las respuestas.
Continuamos caminando en silencio. Me condujo pasillo adelante, hasta que subimos por una escalinata cubierta con una alfombra roja y luego bajamos a otro salón antes de llegar a unas puertas ornamentadas de madera en las que aparecía tallada una escena fantástica llena de parras, hadas y trols, todo muy Hans Christian Andersen.
Loki llamó a la puerta armando mucho alboroto y luego abrió sin esperar respuesta. Lo seguí.
—¡Loki! —gritó Sara—. ¡Tienes que esperar a que te dé permiso antes de entrar en mi habitación!
El dormitorio era muy parecido al resto de la casa. En el centro vi una cama con dosel y sábanas revueltas de color carmesí.
A un lado de la habitación había un tocador y frente a él estaba Sara, sentada en un taburete. Todavía llevaba el cabello recogido en una coleta, pero ahora vestía una larga bata de satén negro que ondeaba a su alrededor.
La tela flotó suavemente cuando se volvió para mirarnos; en cuanto descubrió mi presencia, sus ojos marrones se abrieron aún más. Sin embargo, se obligó a recobrar la compostura de inmediato.
Junto a ella había un duende de la misma raza que Ludlow, y a pesar de que usaba una especie de pequeño uniforme de mayordomo para parecer bien vestido, de todos modos aparecía horrible con su aspecto demacrado. De sus manos colgaban largos collares con muchas hileras de diamantes y perlas; al principio no caí en por qué los llevaba, pero luego entendí que los sostenía para ella, como una especie de joyero vivo.
También percibí la bola peluda que saltó de la cama y se puso a ladrar en cuanto entramos, y que luego se detuvo a unos pasos de nosotros; era un pomerania. Estaba claro que la mayor parte de su enfado iba dirigido hacia mí, así que cuando Loki le dijo que se calmara, se calló, pero no dejó de mirarme enfurruñado mientras caminaba hasta Sara.
—No esperaba verte tan pronto. —Sara sonrió forzadamente y su mirada se tornó gélida cuando observó a Loki—. Si hubiera sabido que venías, me habría vestido.
—La princesa estaba algo inquieta. —Loki se acomodó en un sillón de terciopelo cerca de la cama—. Pensé que merecía un descanso después del día tan duro que ha tenido.
—Lo entiendo, pero no estoy completamente preparada para recibirla —dijo señalando su bata, sin dejar de mirar a Loki con desprecio.
—Bueno, pues entonces no deberías haberme enviado a sacarla tan pronto —dijo Loki, desafiándola también con la mirada.
—Sabes bien que teníamos que… —De pronto Sara se detuvo y negó con la cabeza—. No importa, tienes razón: lo hecho, hecho está.
Me sonrió y su expresión me transmitió algo muy parecido a la calidez; o al menos, algo bastante más agradable de lo que me había transmitido Elora, mi madre, en todo momento.
—¿Qué sucede? —pregunté.
Después de todo lo que habían hecho, seguía sin saber qué era lo que podían querer los Vittra de mí. Lo único que me quedaba claro era que se habían negado a renunciar a mi captura.
—Tienes razón, deberíamos hablar. —Sara tamborileó los dedos sobre la mesa un instante mientras pensaba—. ¿Nos podéis dejar solas un momento, por favor?
—Está bien. —Loki respiró hondo y se levantó—. Vamos, Froud. —El perrito corrió contento hasta alcanzarlo, y Loki lo levantó en sus brazos—. Los adultos tienen que hablar.
Con delicadeza, el duende dejó las joyas sobre el tocador y se dirigió a la puerta. Su caminar era lento y tambaleante debido a su estatura, pero Loki serpenteó un poco para darle la oportunidad de salir antes que él.
—¿Loki? —le dijo Sara sin mirarlo—. Asegúrate de que mi esposo esté preparado para recibirnos.
—Como desees. —Loki hizo una ligera reverencia sin soltar al perrito. Después salió y cerró las puertas para dejarme a solas con Sara.
—¿Cómo te encuentras? —me preguntó sonriendo.
—Mejor, gracias. —No estaba segura de si en realidad debía estarle agradecida por algo: me había curado, pero a fin de cuentas también había tenido algo que ver con que me hirieran.
—Seguramente querrás cambiarte. —Sara señaló mi ropa con un gesto—. Creo que tengo algo de tu talla.
—Gracias, pero en realidad la ropa no es una prioridad: me gustaría saber qué está sucediendo. ¿Por qué me han secuestrado? —Estaba bastante irritada y mi tono me delató, pero ella fingió no darse cuenta.
—Estoy segura de que tengo algo por aquí —continuó Sara, como si no le hubiera dicho nada. Caminó hasta un enorme armario empotrado y abrió la puerta—. Tal vez te quede un poco grande, pero estoy segura de que te servirá. —Después de buscar durante algunos segundos, sacó un vestido largo negro.
—¡Me importa un pimiento la ropa! —le espeté, furiosa—. Lo que quiero saber es por qué no dejan de perseguirme. No puedo darles lo que quieren si no sé de qué se trata.
La observé dirigirse a la cama y me di cuenta de que la había incomodado. Su mirada vagaba por todas partes pero casi nunca se posaba en mí, y cuando eso llegaba a suceder, de inmediato la apartaba para fijarse en alguna otra cosa. Al llegar a la cama, extendió mi vestido sobre ella.
—¿Les has hecho salir de la habitación para que pudiéramos hablar y ahora no dices nada? —pregunté sintiéndome cada vez más frustrada.
—Llevo imaginando este día desde hace mucho tiempo. —Sara tocó el vestido con cariño y le alisó las arrugas—. Y ahora que al fin ha llegado, siento que no estoy preparada.
—¿Y eso qué significa?
Me contempló con una expresión lastimera durante un instante, pero luego recobró el mismo semblante sereno e inexpresivo de antes.
—Si no te importa, voy a vestirme. —Me dio la espalda y se dirigió al biombo plegable que tenía en la esquina, del que colgaba un vestido rojo y negro. Sara cogió el vestido y se ocultó detrás del biombo para cambiarse.
—¿Sabes dónde está Finn? —le pregunté con un profundo dolor en el pecho.
—¿Es tu rastreador? —preguntó Sara mientras colgaba la bata de satén en el biombo. Lo único que podía ver de ella era su cabeza.
—Sí. —Tragué saliva con nerviosismo. Me temía lo peor.
—No estoy segura de dónde se encuentra. Nosotros no lo tenemos, si es eso lo que te inquieta.
—Y entonces ¿por qué no ha venido a por mí? ¿Por qué permitió que me secuestrarais? —cuestioné con severidad.
—Supongo que lo retuvieron hasta que lograron escapar contigo. —Sara dejó caer el vestido por encima de su cabeza en ese instante, por lo que de repente sus palabras se apagaron un poco—. Desconozco los detalles, pero nuestros enviados tenían órdenes de no lastimar a nadie a no ser que fuera absolutamente necesario.
—Vaya, pues creo que Kyra no entendió muy bien esa parte, ¿no te parece? —le pregunté con sarcasmo, pero no contestó nada—. ¿Podrías al menos decirme si se encuentra bien?
—Loki no me informó de ningún hecho fatal —respondió.
—¿Él era quien estaba a cargo de traerme? —Miré las puertas cerradas de la habitación, y entonces comprendí que era a él a quien debería haberle hecho aquellas preguntas.
Estaba planteándome salir a buscarlo cuando Sara salió de detrás del biombo.
—Sí, y aparte del… exabrupto de Kyra, Loki me informó de que todo había salido bien. —Sara se pasó las manos por la falda y luego señaló el vestido que estaba en la cama—. Vístete, por favor, vamos a ver al rey.
—¿Y él contestará mis preguntas? —insistí, gestualizando mi reserva.
—Sí, estoy segura de que él te lo explicará todo —asintió Sara sin despegar la mirada del suelo.
Decidí seguirle la corriente. Si el rey trataba de seguir ocultándome información, saldría disparada de allí. No tenía tiempo que perder en evasivas y respuestas vagas; Matt y Rhys estaban encerrados, y encima Rhys ni siquiera podía sentarse.
Por otra parte, necesitaba agradarles para tratar de convencerlos de que liberasen a Matt y a Rhys, así que si para lograrlo tenía que ponerme un estúpido vestidito, lo haría.
Me dirigí al biombo para cambiarme mientras Sara seguía arreglándose. Se puso uno de los collares que el duende había dejado sobre el tocador y luego se soltó el cabello: era negro y lacio, y brillaba como la seda al caer sobre su espalda. Me recordó al de Elora.
Me pregunté lo que pensaría ella respecto a todo lo sucedido. ¿Enviaría a un equipo para rescatarme? ¿Se habría enterado siquiera de que estaba allí atrapada?
Después de ponerme el vestido, Sara trató de atar una de las cintas que tenía en la espalda, pero no le permití que lo hiciera. Se estiró para tocarla, y cuando me retiré bruscamente para que me dejara en paz, me miró con una expresión casi trágica. Agitó las manos en el aire como si no pudiera creer lo que acababa de pasar, luego las dejó caer a los costados y finalmente asintió.
Me condujo por el corredor en silencio hasta que llegamos a otras puertas, similares a las de su habitación. Llamó y, mientras esperaba que le respondieran, volvió a alisarse la falda carmesí con encaje negro, aunque me pareció que en realidad aquel gesto era una manifestación de sus nervios, porque el vestido ya estaba lo bastante liso.
—Adelante —dijo una voz fuerte y grave desde el interior.
Sara asintió como si el rey pudiera verla y empujó las puertas.
Al igual que las demás estancias, las paredes de aquel salón eran de caoba oscura, y carecía de ventanas. A pesar de su enorme tamaño, provocaba la sensación de estar en una cueva. Una de las paredes estaba cubierta de estanterías llenas de libros del suelo al techo, y muy cerca de ellas se ubicaba un pesado escritorio de madera. Aparte de eso, sólo había unas elegantes sillas de color rojo.
En la más grande, que tenía intrincados diseños tallados en la madera de las patas y estaba situada frente a nosotras, se hallaba sentado un hombre cuyo cabello largo y oscuro le llegaba un poco por debajo de los hombros. Iba vestido completamente de negro: con pantalones bien planchados, una camisa de vestir y un abrigo largo que más bien parecía una bata. Daba la impresión de tener unos cuarenta años, y el desgaste que mostraba su rostro lo hacía bastante atractivo.
Loki estaba sentado en una silla, pero se puso de pie en cuanto entramos. A Froud, el perrito, no se lo veía por allí, y sólo deseé que no se lo hubieran comido los trols.
—Ah, princesa. —El rey sonrió al verme pero no se levantó. Miró a Loki furtivamente durante apenas un segundo—. Puedes retirarte, Loki.
—Gracias, señor. —Loki hizo una reverencia y salió de prisa. Me dio la impresión de que no le agradaba la compañía del rey, y aquello me puso aún más nerviosa.
—Entonces ¿me dirá qué sucede? —le pregunté al rey de forma directa, y sonrió.
—Supongo que deberíamos comenzar por lo más elemental —dijo—. Soy el rey de los Vittra, me llamo Oren y soy tu padre.