4
Rencor
Loki continuó agachado frente a mí, y de esa forma mantuvo alejado a Matt. Tal vez intuía que trataría de abrazarme y prefirió impedir que me llegara a mover y algo dentro de mí se quebrara o lesionara. Matt no dejaba de gritar con delirio, pero Loki insistió en que todo iría bien.
Casi de inmediato apareció en el calabozo una mujer que tenía el largo cabello oscuro recogido en una coleta. Empujó a Loki y se colocó en cuclillas frente a mí. Sus ojos eran casi tan oscuros como los de Finn, y aquello me reconfortó.
—Me llamo Sara y voy a ayudarte. —La mujer colocó la mano sobre mi abdomen y me hizo estremecer.
Me dolía tanto que sentí ganas de gritar, pero de pronto el dolor comenzó a desaparecer y un peculiar cosquilleo me adormeció todo el cuerpo. Tardé un rato en recordar cuándo había tenido esa misma sensación antes.
—Eres una sanadora —musité consternada al ver que me prestaba auxilio. Después de que desapareciera el dolor del pecho y el estómago, puso la mano en mi ojo para curar el moretón.
—¿Te duele algo más? —preguntó Sara sin prestar atención a mis palabras. Era increíblemente hermosa a pesar de que la sanación la hacía parecer abatida cada vez que la llevaba a cabo; ya había visto eso mismo antes.
—Creo que no —dije. Me senté titubeante, pero poco a poco fui adquiriendo más seguridad.
—Kyra realmente se extralimitó —dijo Sara, más para ella que para mí—. ¿Ya te encuentras bien?
—Sí. —Asentí con la cabeza.
—Excelente. —Sara se puso en pie y se volvió hacia Loki—. Deberías controlar mejor a tus rastreadores.
—No son mis rastreadores —dijo Loki cruzándose de brazos—. Si tienes algún problema con la forma en que llevan a cabo su trabajo, háblalo con tu esposo.
—Estoy segura de que a mi esposo no le gustaría el modo en que se ha manejado esta situación. —Sara lo observó con dureza pero él no se retractó.
—Te hice un favor —agregó Loki con parquedad—. Si yo no llego a acudir, el resultado habría sido mucho peor.
—No pienso discutir eso contigo en este momento. —Sara me lanzó una mirada y luego salió del calabozo.
—Entonces ¿eso es todo? —nos preguntó en cuanto ella se marchó.
—Para nada. —Matt había permanecido sentado todo el tiempo a mi lado, pero en aquel momento se levantó—. ¿Qué es lo que quieren de nosotros? ¡No nos pueden mantener aquí encerrados!
—Tomaré eso como un sí. —Loki me brindó una sonrisa hueca y luego se dio la vuelta para salir del calabozo.
Matt se impulsó tras él, pero, antes de que pudiera alcanzarlo, Loki ya había salido. Cerró violentamente la puerta y Matt se precipitó contra ella. Entonces se oyó el ruido de las cerraduras, una tras otra, y Matt se dejó caer al suelo.
—¿Qué está pasando aquí? —vociferó, y luego se volvió para mirarme—. ¿Cómo es posible que ya no te estés muriendo?
—¿Preferirías eso? —Tiré de la manga de mi jersey para limpiar la sangre que tenía en la cara—. Podrían haber traído a Kyra para que terminara conmigo.
—No digas tonterías —dijo Matt rascándose la frente—. Quiero saber qué es lo que pasa porque tengo la impresión de estar en una pesadilla.
—Ya va mejorando —dije, y me volví para ver a Rhys—. Por cierto, ¿qué era esa cosa que estaba junto a Loki? ¿Era un verdadero trol?
—No lo sé —contestó Rhys, negando con la cabeza. Parecía tan confundido como yo—. Jamás había visto a un ser así, pero ten en cuenta que todo el mundo hace lo imposible para que los mänks nunca nos enteremos de nada.
—Creía que los trols reales no existían. —Fruncí el ceño y traté de recordar lo que Finn me había contado acerca de ellos—. Pensaba que no eran nada más que un mito.
—¿En serio? —preguntó Matt—. ¿Después de lo que ha sucedido? ¿Eso quiere decir que basta con elegir una mitología y comenzar a creer en ella?
—Yo no elegí nada —dije levantándome. Aún estaba muy dolorida, pero me sentía infinitamente mejor que al despertar—. Creo en lo que tengo frente a mí, pero nunca había visto nada parecido. Eso es todo.
—¿Estás bien? —preguntó Matt mientras me observaba andar despacio de un lado a otro del calabozo—. Tal vez deberías descansar.
—No, estoy bien —le contesté con brusquedad para que me dejara en paz. Quería adaptarme al espacio y ver si había alguna manera de salir de aquel lugar—. ¿Cómo hemos llegado aquí?
—Entraron en casa y nos atacaron. —Matt señaló la puerta refiriéndose a Loki y a los Vittra—. Ese tipo nos dejó inconscientes de alguna manera, y todos terminamos aquí. Nosotros despertamos apenas un poco antes que tú.
—Genial. —Empujé la puerta como si en verdad creyera que se abriría. No fue así, pero de todas formas tenía que intentarlo.
—Oye, ¿y dónde está Finn? —preguntó Rhys, dando así voz a mis pensamientos—. ¿Por qué no impidió esto?
—¿Qué tiene que ver Finn con este asunto? —preguntó Matt con tono irritado.
—Nada, es que él era mi rastreador. Es una especie de guardaespaldas. —Retrocedí, observé la puerta fijamente y deseé que se abriera—. Finn trató de evitar que esto ocurriera.
—¿Por eso huiste con él? —preguntó Matt—. ¿Te estaba protegiendo?
—Algo así —dije con un suspiro.
—¿Y dónde está ahora? —reiteró Rhys—. Creí que seguía contigo cuando llegaron los Vittra.
Matt comenzó a preguntarme a gritos por qué lo había dejado entrar en mi habitación, pero lo ignoré. No tenía energía para discutir con él acerca de lo que era correcto o de lo que él pudiera pensar sobre Finn.
—Se fue antes de que llegaran —dije en cuanto Matt terminó su diatriba—. No sé dónde está.
Jamás lo reconocería, pero estaba sorprendida de que no me estuviera protegiendo. Tal vez se había ido de verdad. Hasta ese momento había creído que sólo estaría alardeando, pero, en ese caso, habría aparecido cuando los Vittra nos atacaron.
A no ser que algo malo le hubiera sucedido. Tal vez los Vittra lo habían atrapado antes de que pudiera acudir en mi ayuda, porque, le importara o no, Finn era demasiado celoso de su deber. Si no me había protegido, la única razón lógica era que le había sido imposible hacerlo.
—¿Wendy? —preguntó Rhys.
Me dio la impresión de que llevaba un rato hablando, pero yo no había escuchado una sola palabra. Estaba demasiado ocupada contemplando la puerta y pensando en Finn.
—Tenemos que salir de aquí —les dije a los chicos.
—Eso es obvio —agregó Matt con un suspiro.
—Tengo una idea —dije mordiéndome el labio—, pero tal vez no sea muy buena. Puedo usar mi poder de persuasión cuando regresen, y convencerlos de que nos dejen ir.
—¿De verdad crees que eso bastará? —Rhys formuló la misma pregunta que yo misma llevaba un rato haciéndome.
Hasta ese momento sólo había usado la persuasión con humanos que no se lo esperaban, como Matt y Rhys. Además, Finn me había dicho que, si no entrenaba, mis habilidades jamás alcanzarían todo su potencial, y como en realidad no había llegado a iniciar el entrenamiento en Förening, no tenía idea de lo poderosa o débil que podía llegar a ser.
—En realidad no lo sé —confesé.
—¿Persuasión? —preguntó Matt, arqueando la ceja y mirando a Rhys—. ¿Se refiere a eso que me contabas antes? ¿Lo que supuestamente puede hacer Wendy con la mente? —Rhys asintió y Matt puso los ojos en blanco.
—Nada de supuestamente. —Su escepticismo me molestó mucho—. Se trata de algo que puedo hacer. Ya lo he aplicado contigo.
—¿Cuándo? —preguntó Matt, incrédulo.
—¿Cómo crees que te convencí de que me llevaras a ver a Kim? —le pregunté refiriéndome a la ocasión en que me había llevado al hospital psiquiátrico a ver a su madre, es decir, a mi madre «anfitriona».
Matt la odiaba y no quería que tuviera contacto con ella. En aquella ocasión había usado la persuasión con él porque, aunque me sintiera culpable, era la única manera que tenía de poder hablar con ella.
—¿De verdad lo hiciste? —De pronto, la sorpresa y el dolor que había en su rostro se tornaron en enfado; era como si lo hubieran abofeteado. Bajé la mirada y me volví—. ¿Me engañaste? ¿Cómo pudiste hacerlo, Wendy? No dejas de decirme que nunca me mentirás, ¡pero luego vas y haces algo así!
—No te mentí —dije avergonzada.
—¡No! ¡Es algo aún peor! —Matt negó con la cabeza y se alejó como si no pudiera soportar la idea de estar cerca de mí—. No puedo creer que lo hicieras. ¿Y fue sólo esa vez o llevas tiempo empleando tu poder conmigo?
—No tengo ni idea —confesé—. Durante años no supe lo que hacía. Sin embargo, en cuanto lo descubrí, decidí no usarlo más; no me gusta, y mucho menos contigo. Sé que no es justo, soy consciente de ello.
—¡Pues claro que no es justo, maldita sea! —gritó Matt—. ¡Es muy cruel! ¡Eso se llama manipulación!
—Lo siento, de verdad. —Me volví para verlo, pero el dolor que reflejaba su mirada me dolió muchísimo—. Te prometo que jamás volveré a hacerlo. Al menos no contigo.
—Lamento mucho interrumpiros, pero tenemos que encontrar la manera de salir de aquí —intervino Rhys—. Así que ¿cuál es el plan?
—Tenemos que llamar a alguien —dije, agradeciendo la interrupción: necesitaba dejar de pensar en lo mucho que Matt debía de estar odiándome en aquellos momentos.
—¿A qué te refieres con llamar a alguien? ¿Llevas encima tu móvil? —preguntó Rhys, emocionado.
—No, me refiero a que llamemos a alguien de aquí, como hizo antes Matt —dije señalando la puerta—. Podemos decir que tenemos hambre o frío, que alguno está muerto o algo así; en cuanto entren utilizo la persuasión para que nos dejen salir.
—¿De verdad crees que funcionará? —preguntó Matt, pero ya sin atisbo de duda, sino verdaderamente interesado en saber lo que yo pensaba.
—Puede ser —dije, dirigiéndome a Rhys—. Pero tengo que pedirte un favor. ¿Puedo practicar contigo?
—Sí, claro —dijo Rhys encogiéndose de hombros y depositando su confianza en mí de inmediato.
—¿A qué te refieres con «practicar»? —preguntó Matt con cierto grado de preocupación.
Se acercó un poco a Rhys y noté que por fin se había convencido de que aquel chico era su hermano; ahora quería protegerlo de mí. En cierta forma aquello me hizo sentir aliviada y feliz de saber que comenzaría a aceptarlo, pero por otra parte también era un tanto doloroso. Bueno, en realidad era muy doloroso saber que Matt me consideraba una amenaza.
—Es que no he hecho esto suficientes veces. —No me gustó un pelo el modo en que Matt me observaba, así que comencé a caminar por el calabozo para tratar de desviar su atención—. Además, hace mucho que no lo intento.
Aquello último no era del todo cierto porque apenas el día anterior había usado la persuasión con Rhys, pero no quería que reaccionara de la misma manera que Matt. Creí que las cosas fluirían mejor si podía evitar que me odiara la gente que me rodeaba.
—Entonces ¿qué es lo que quieres hacer? —preguntó Matt.
—No lo sé —contesté, encogiéndome de hombros—. Sólo sé que tengo que practicar porque es la única forma de fortalecerme.
A pesar de las evidentes reservas de Matt, Rhys cooperó conmigo. De pronto pensé que iba a ser muy raro que alguien presenciara aquello y en especial Matt, que parecía estar tan en contra de todo el asunto; sin embargo, no tenía otra opción porque no podía enviarlo a ningún otro lugar.
Me observaba con gran intensidad; lo vi con el rabillo del ojo. De hecho, me distraía, pero tal vez eso representaría un ejercicio más desafiante: era obvio que tampoco iba a poder hacer que los Vittra me dejaran el camino libre para usar mi control mental con el guardia.
Decidí comenzar con algo muy sencillo. Rhys y yo estábamos de pie frente a frente, y repetí en mi cabeza: «Siéntate, quiero que te sientes».
Al principio sus ojos azules me miraron inmutables, pero luego una especie de neblina los cubrió; relajó los músculos de la cara, se quedó en blanco y, sin decir una sola palabra, se sentó en el suelo.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Matt, cada vez más nervioso.
—Sí, sí, estoy bien. —Rhys sonaba como si acabara de despertar. Levantó la mirada hacia mí y me dio la impresión de que estaba aturdido—. ¿Y entonces? ¿Vas a practicar o qué?
—Ya lo he hecho. —Jamás había hablado sobre aquello con alguien en quien acabara de aplicar la persuasión, por lo que me pareció raro tocar el tema de forma tan abierta.
—¿Qué estás diciendo? —Rhys frunció el ceño y nos miró alternadamente a Matt y a mí, como si tratara de entenderlo.
—Te has quedado en blanco y luego te has sentado en el suelo —le aclaró Matt.
—¿Por qué te has sentado? —le pregunté.
—Yo… —Noté la concentración en su rostro—. No lo sé. Sólo… me he sentado. —Negó con la cabeza y volvió a dirigirse a mí—. ¿Ha sido cosa tuya?
—Sí. ¿No te has dado cuenta de nada? —interrogué.
No sabía si al utilizar mi poder le causaba algún daño a la gente. Nadie se había quejado nunca, pero tal vez no lo habían hecho porque no entendían lo que les había sucedido.
—No; yo ni siquiera… —Rhys volvió a sacudir la cabeza sin poder articular lo que quería decir—. Creí que me desmayaría o algo así, pero… en realidad, era consciente de que me estaba sentando. Ha sido más bien como un reflejo, como cuando respiras todo el tiempo pero sin pensarlo. Eso mismo era lo que sentía.
—Mmm. —Me quedé pensando—. Levántate.
—¿Qué? —preguntó Rhys.
—Que te levantes —repetí. Se me quedó mirando un instante y luego miró a su alrededor. Su mirada se endureció y arqueó las cejas sorprendido.
—¿Qué sucede? —preguntó Matt al tiempo que se acercaba a nosotros.
—No… no puedo levantarme.
—¿Necesitas que te ayude? —le ofreció Matt.
—No, no es eso —contestó Rhys, negando con la cabeza—. Es decir, creo que podrías levantarme porque eres más fuerte que yo, y porque no estoy clavado al suelo, pero… tengo la sensación de haber olvidado cómo levantarme.
—Qué raro. —Lo contemplé fascinada.
Una vez, tiempo atrás, había obligado a Matt a salir de mi habitación, y después de aquello pasó mucho tiempo antes de que él pudiera volver a entrar a mi cuarto. Y aquello significaba que mi poder de persuasión tenía algunos efectos secundarios que tarde o temprano desaparecían.
—¿Raro? —gruñó Matt—. Wendy, ¡ayúdalo!
—No le pasa nada malo —le contesté a la defensiva, pero me miró con tal furia que sentí deseos de esconderme debajo de una piedra. Me agaché frente a Rhys y le dije—. Mírame, Rhys.
—¿Sí? —preguntó vacilante.
Ni siquiera estaba segura de si podría revertir el proceso, porque jamás había tratado de deshacer la persuasión; no obstante, creí que no sería muy difícil. Además, si no lo conseguía, Rhys únicamente tendría que seguir sentado una semana o dos. Tal vez.
En lugar de preocuparme por todas las repercusiones posibles, enfoqué mi energía en él. Sólo pensé una y otra vez: «Levántate». Me llevó un poco más de tiempo que la vez anterior, pero al final sus ojos volvieron a nublarse: parpadeó algunas veces y luego se puso en pie.
—Menos mal que ha funcionado —dije con un suspiro de alivio.
—¿Estás segura? —me preguntó Matt mientras contemplaba a Rhys, que miraba hacia el suelo con el rostro inexpresivo. Parecía más perturbado que hacía unos segundos—. ¿Rhys? ¿Estás bien?
—¿Cómo dices? —Rhys levantó la cabeza y parpadeó como si acabara de percatarse de que nos encontrábamos allí—. ¿Qué? ¿Ha pasado algo?
—Ya te has puesto de pie —le dije señalando sus piernas. Miró hacia abajo.
—Oh. —Rhys levantó una pierna para asegurarse de que todavía funcionaban, pero no dijo nada durante un rato. Luego se volvió para mirarme—. Perdonad una cosa: ¿estábamos hablando de algo en particular?
—No te podías levantar, ¿lo recuerdas? —le pregunté con calma, aunque en realidad tenía un nudo en el estómago. Tal vez sí que le había causado un daño irreversible.
—Ah, sí —dijo mientras sacudía la cabeza—. Sí, lo recuerdo; pero ya estoy de pie. ¿Lo has hecho tú?
—Wendy, no me gusta que juegues así con él —dijo Matt en voz baja.
Se quedó mirando a Rhys sin dejar de espiarme con el rabillo del ojo; trataba de mantener un semblante sereno, pero pude ver el miedo en sus ojos.
Había asustado a Matt de una manera muy distinta a cuando huí de casa. En aquella ocasión temió que alguien me pudiera hacer daño, pero ahora parecía temerme a mí, lo cual me producía un profundo dolor en el corazón.
—Ya he acabado —dije, alejándome de Rhys.
Llevaba el pelo suelto, pero en la muñeca llevaba una goma que usé para hacerme un moño algo flojo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Rhys en actitud de alerta.
Acababa de salir del trance, pero de cualquier modo no quise mirarlo a los ojos. A pesar de que Rhys estaba al tanto de lo sucedido, Matt me hizo sentir avergonzada de haber usado mi poder.
—Siéntate —le sugirió Matt a Rhys.
—¿Por qué? No me apetece sentarme.
—Hazlo de todas maneras —insistió Matt con más firmeza aún. Como Rhys no respondió, Matt repitió la orden—. Que te sientes, Rhys.
—No sé por qué es tan importante para ti que me siente. —Pareció muy agitado ante la presión de Matt, y aquello me pareció raro, porque nunca lo había escuchado enfadarse con nadie—. Estoy cómodo de pie.
—Eso es porque sencillamente no te puedes sentar —dijo Matt con un suspiro, y se volvió para mirarme—. Wendy, lo has dañado, pero de otra forma.
—¿Ha sido cosa de Wendy? —preguntó Rhys con el ceño fruncido—. No lo entiendo. ¿Qué has hecho? ¿Me has dicho que no me sentara?
—No. Primero te he dicho que te sentaras, y entonces no has podido levantarte; después te he pedido que te pusieras de pie, y ahora no te puedes sentar. —Respiré hondo; estaba muy frustrada—. ¡Ahora ya no sé qué decir! No quiero ni abrir la boca. ¿Y si digo alguna cosa que te obliga a dejar de respirar o algo así?
—¿Podrías hacer eso? —me preguntó Matt.
—¡No lo sé! —contesté exasperada—. No tengo ni idea de lo que soy capaz de hacer.
—Vale, no me voy a poder sentar durante algún tiempo —dijo Rhys encogiéndose de hombros—. ¿Y cuál es el problema? Ni siquiera tengo ganas de hacerlo.
—Tal vez sea un efecto secundario de la persuasión —le expliqué mientras caminábamos en círculos por el calabozo.
—Sea como sea, no me importa —dijo Rhys—. No te preocupes. Además, no necesito sentarme. Lo importante es que ahora sabes lo que puedes hacer. Utiliza tu poder para sacarnos de aquí, y luego ya encontraremos a alguien que pueda curarme en Förening, ¿te parece?
Entonces me detuve y miré a Matt y a Rhys preocupada. Tenía razón, debía hacer algo para que pudiéramos escapar porque corríamos peligro. El problema de Rhys para sentarse era un asunto de menor importancia, y si acaso, una razón para querer huir lo más pronto posible de allí.
—¿Estáis listos, chicos?
—¿Para qué? —preguntó Matt.
—Para correr. No sé qué habrá al otro lado de esa puerta ni cuánto tiempo podré contenerlos —respondí—. En cuanto la abran, tendréis que estar preparados para huir a toda velocidad y llegar lo más lejos posible.
—¿Es que no vas a hipnotizarlos como en La guerra de las galaxias? —preguntó Rhys, como si su ocurrencia fuera lo más normal del mundo—. ¿Como cuando Obi-Wan les dice a los malos: «Estos no son los androides que estáis buscando»?
—Sí, pero no sé cuántos guardias habrá ni lo peligrosos que serán.
De pronto volví a pensar en Finn y en el hecho de que no se hubiera presentado en mi casa durante el ataque. Me estremecí por un momento y sacudí la cabeza.
—Vamos, salgamos de aquí, ¿de acuerdo? No sabemos a qué nos enfrentamos, así que tendremos que lidiar con ello como venga. Cualquier cosa es mejor que quedarnos aquí sentados y esperar a que se les ocurra qué quieren hacer con nosotros, porque tengo la impresión de que cuando lo decidan no nos traerá nada bueno.
Matt no parecía convencido, pero en aquel momento me pareció que nada podría cambiar su actitud. Aquello era un tremendo desastre, y todo porque no había querido quedarme en Förening y ejercer de estúpida princesita.
De haberlo hecho, nada de aquello estaría pasando: Matt y Rhys estarían sanos y salvos en sus respectivos hogares, y Finn estaría…, bueno, no sabía dónde, pero seguramente cualquier situación sería mejor que la actual.
Con aquel pensamiento comencé a golpear la puerta con toda la fuerza de que fui capaz; me dolió el puño, pero no me importó.