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Inconsciente

Rhys también se quedó callado de repente. Acababa de salir de mi habitación cuando oí los pasos de alguien que subía por la escalera, y antes de que pudiera reaccionar, ya se encontraba arriba.

Kyra, la rastreadora Vittra a la que me había enfrentado con anterioridad, apareció en el rellano de la escalera. Tenía el cabello castaño oscuro, con un corte como de hada, en piquitos, y vestía una gabardina larga de piel. Estaba agachada, sujetándose a la baranda, y sonrió con desdén en cuanto me vio. Entre sus labios pude ver más dientes de los que tiene cualquier ser humano.

Corrí hacia ella con la esperanza de sorprenderla, pero no tuve suerte.

Antes de lograr tocarla, me esquivó y me soltó una rápida patada en el abdomen. Caí de espaldas y me abracé el estómago fingiendo que el dolor era insoportable; cuando atacó de nuevo, la golpeé en la cara.

Sin inmutarse, Kyra embistió y me devolvió el golpe con mucha más fuerza. En cuanto caí, se paró junto a mí; sonreía a pesar de que la nariz le sangraba.

Trabajosamente intenté ponerme en pie, pero ella aprovechó para agarrarme del cabello y levantarme. La pateé en ese momento y ella me recompensó con otra patada en el costado, tan fuerte que me hizo gritar de dolor. Kyra se rio y volvió a golpearme.

En esta ocasión me quedé en blanco, todo desapareció de mi vista por un momento; no podía oír con claridad y apenas alcanzaba a mantenerme consciente.

—¡Alto! —oí que gritaba una voz.

Tenía los ojos hinchados, pero parpadeé y alcancé a ver a un hombre que corría por la escalera hacia Kyra. Era alto y el jersey negro que llevaba delineaba su musculoso cuerpo. Kyra me dejó caer al suelo en cuanto él llegó al piso superior.

—No tenía intención de lastimarla, Loki —dijo Kyra, casi lloriqueando.

Traté de levantarme de nuevo a pesar de lo mareada que me sentía, pero ella volvió a patearme.

—¡Déjala en paz! —le gritó el hombre; ella hizo una mueca y retrocedió.

El hombre se paró frente a mí y luego se arrodilló. Podría haber intentado alejarme de él a rastras, pero no hubiera llegado demasiado lejos; inclinó la cabeza y me observó lleno de curiosidad.

—Así que tú eres la que ha estado causando todo este alboroto —murmuró.

Se inclinó hacia delante y tomó mi rostro entre sus manos; no fue agresivo, pero me forzó a observarlo. Sus ojos de color caramelo se posaron en los míos y quise mirar en otra dirección, pero no pude.

Una peculiar niebla me cubrió, y a pesar de mi terror, de pronto mi cuerpo se relajó y me fue imposible oponer resistencia. Los párpados me pesaban demasiado y en un instante me quedé dormida.

Soñé con agua, pero me resultaría difícil ser más específica. Mi cuerpo se sentía helado y debería temblar de frío, pero en realidad tenía las mejillas calientes y estaba recostada contra una superficie suave.

—¿Me estás diciendo que ella es una princesa? —preguntó Matt, y su voz resonó en mi interior. Mi cabeza reposaba sobre su regazo, y a medida que fui despertando, me di cuenta con mayor claridad de lo mal que me sentía.

—En realidad no es tan difícil de creer —dijo Rhys. Su voz provenía de alguna parte al otro lado de la habitación—. En cuanto entiendes todo lo que tiene que ver con los Trylle, es más sencillo asimilar el asunto de la princesa.

—Ya no sé qué creer —confesó Matt.

Abrí los ojos con dificultad. Los párpados me pesaban como nunca antes y tenía el ojo izquierdo hinchado por el golpe que me había dado Kyra; todo el lugar daba vueltas y necesité parpadear varias veces para enfocar las imágenes.

A pesar de que mi visión acabó por aclararse, me era imposible definir exactamente lo que estaba mirando: el suelo parecía hecho de tierra, y las paredes estaban construidas con piedras húmedas y desgastadas de color gris y marrón. Me dio la impresión de que estaba en un antiguo sótano o en… un calabozo.

Rhys caminó hasta el otro lado del lugar; tenía moretones en el rostro causados por golpes recientes. Traté de sentarme, pero todo el cuerpo me dolía y aún estaba mareada.

—Eh, tranquila —dijo Matt mientras colocaba una mano en mi hombro, pero no le presté atención.

Me fui levantando hasta quedar completamente sentada, lo cual me requirió mucho más esfuerzo de lo normal. Hice una mueca y me apoyé contra el muro, junto a Matt.

—¡Vaya, por fin has despertado! —dijo Rhys sonriendo; tal vez era la única persona en el mundo que podía mostrarse feliz en una situación como aquella.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Matt. No tenía ningún moretón a la vista pero, claro, también era mucho más hábil peleando que Rhys o que yo.

—Excelente. —Tuve que mentir entre dientes porque incluso respirar me costaba trabajo. A juzgar por el intenso dolor que sentía en el diafragma, seguramente tenía una costilla rota, pero no quise alarmar a Matt—. ¿Qué sucede? ¿Dónde estamos?

—Esperaba que pudieras aclarárnoslo tú —señaló Matt.

—Ya se lo he dicho pero no me cree —añadió Rhys.

—¿Dónde estamos? —le pregunté a Rhys, y Matt rio burlonamente.

—No estoy muy seguro —explicó, sacudiendo la cabeza—, pero creo que estamos en el palacio Vittra en Ondarike.

—¿Ondarike? —pregunté.

—Sí, la capital de los Vittra —agregó Rhys—. Lo que no sé es la distancia a la que esto está de Förening.

—Lo suponía —dije con un hondo suspiro—. Reconocí a Kyra, la Vittra que me atacó en la casa. No era la primera vez que venía a por mí.

—¿Qué? —preguntó Matt con los ojos bien abiertos, llenos de incredulidad—. ¿Esta gente ya había venido en tu busca antes?

—Sí, por eso tuve que irme. —Cerré los ojos porque mantenerlos abiertos me dolía demasiado y el mundo seguía dando vueltas a mi alrededor.

—Te lo dije —le insistió Rhys a Matt—. No te he dicho ni una sola mentira. Creo que, después de lo sucedido, tal vez deberías empezar a confiar en mí.

—Rhys no está mintiendo —dije con una mueca de dolor. Cada vez me costaba más trabajo respirar, por lo que tuve que hacer inhalaciones muy cortas que por supuesto me aturdieron aún más—. Sabe más que yo acerca de todo este asunto. En realidad, yo no he pasado mucho tiempo en Förening.

—¿Y por qué han venido a buscarte esos Vittra? —preguntó Matt—. ¿Qué quieren de ti?

Sacudí la cabeza sin decir nada porque creí que el simple hecho de hablar me provocaría aún más dolor.

—No lo sé —contestó Rhys por mí—. Jamás los había visto perseguir a alguien de esta forma. Pero bueno, es la princesa, y por lo que recuerdo, llevan algún tiempo prediciendo cosas acerca de ella.

Había tratado de indagar sobre esas predicciones, pero todo el mundo me había dado respuestas vagas. Lo único que sabía era que algún día sería poderosa; sin embargo, no me sentía de esa forma, y menos en ese momento. Hablar me causaba demasiado dolor, y por si fuera poco, me encontraba encerrada en un calabozo.

Y lo peor era que no sólo no había conseguido salvarme, sino que también había metido a Rhys y a Matt en aquel desastre.

—¿Estás bien, Wendy? —preguntó Matt.

—Sí —mentí.

—Pues no tienes demasiado buen aspecto —dijo Rhys.

—Estás pálida y respiras con dificultad —señaló Matt. Entonces sentí que se levantaba a mi lado—. Necesitas un médico o alguien que te pueda ayudar.

—¿Qué haces? —preguntó Rhys.

Abrí los ojos y vi lo que Matt se proponía. Tenía algo muy sencillo en mente: se dirigió hacia la puerta y comenzó a golpearla.

—¡Ayúdenme! ¡Alguien, por favor! ¡Wendy necesita un médico!

—¿Y qué te hace pensar que querrían ayudarla? —preguntó Rhys, dando voz a mis pensamientos. A fin de cuentas, Kyra se había deleitado lastimándome durante mi captura.

—Dado que no la han matado, es probable que su intención sea mantenerla con vida. —Matt dejó de golpear la puerta el tiempo suficiente para contestar a Rhys, y luego continuó pidiendo ayuda a gritos.

El sonido retumbó por todo el lugar y me fue imposible soportarlo por más tiempo: la cabeza ya me dolía bastante. Estaba a punto de decirle a Matt que se callara cuando de pronto se abrió la puerta.

Era el momento perfecto para que él y Rhys se lanzaran al ataque, pero no se les ocurrió a ninguno de los dos, sólo se hicieron a un lado.

El Vittra que había atacado la casa entró en el calabozo. Era el mismo que me había dejado inconsciente y a quien, según recordaba con vaguedad, Kyra había llamado Loki. Tenía el cabello largo y demasiado claro para ser un Vittra; era casi rubio.

Junto a él había un trol, pero me refiero a un verdadero trol: bajito y con apariencia de duende. Tenía rasgos humanoides pero su piel era viscosa y de color marrón. Su cabeza estaba cubierta por un sombrero que sólo dejaba ver unos pocos mechones de cabello canoso. Ni siquiera le llegaba a Loki a la cintura, pero, por alguna razón, el hecho de que fuera un trol genuino lo hacía todavía más intimidante.

Rhys y Matt se quedaron boquiabiertos mirando al duende; seguramente yo habría hecho lo mismo de poder abrir la boca, pero apenas conseguía mantener la cabeza erguida.

—¿Dices que la chica necesita un médico? —preguntó Loki sin quitarme la vista de encima; seguía observándome con la misma curiosidad que antes.

—¿Kyra le hizo eso? —preguntó el duende. Su voz era demasiado grave para una criatura tan pequeña. Se volvió hacia Loki para recibir la confirmación, y luego negó con la cabeza al considerar el daño que me había hecho la Vittra—. Tal vez tendríamos que plantearnos seriamente ponerle una correa.

—Creo que Wendy tiene serias dificultades para respirar —dijo Matt. Sus rasgos se endurecieron mientras intentaba mantener el control.

Tenía claro que lo único que le impedía atacar a Loki era el estado en que me encontraba, porque si los atacaba, ya no podrían ayudarme.

—Bien, déjame echar un vistazo. —Con pasos largos y decididos, Loki caminó hasta donde me encontraba.

El duende se quedó junto a la puerta para evitar que Matt y Rhys escaparan, aunque lo cierto es que ellos estaban demasiado preocupados por lo que me sucedía para considerar aquella posibilidad.

Loki se agachó junto a mí y me miró en apariencia preocupado. A pesar de que era evidente que aquel chico podía noquearme o incluso algo peor, el dolor era tan fuerte que no me permitía sentirme atemorizada; por otra parte, había algo en él que me decía que me ayudaría.

—¿Qué es lo que te duele? —me preguntó.

—¡Si apenas puede respirar, ¿cómo esperas que hable?! —vociferó Matt—. Necesita atención médica de inmediato.

Loki levantó la mano para acallarlo, y Matt resopló.

—¿Puedes hablar? —me preguntó Loki sin quitarme la vista de encima.

Pero cuando abrí la boca, en lugar de hablar, tosí con un dolor insoportable. Cerré los ojos y traté de reprimirla, pero la tos era tan fuerte que me saltaron las lágrimas. De pronto noté algo húmedo, y al abrir los ojos vi que mis piernas y los pies de Loki estaban cubiertos por una brillante sustancia de color rojo: estaba tosiendo sangre de manera irrefrenable.

—¡Ludlow! —le gritó Loki al duende—. ¡Trae a Sara! ¡Pronto!