Capítulo 57

A las 13.00 horas el Equipo de Rescate de Rehenes del FBI embarcó en un vuelo privado en el aeropuerto de Quantico. Acababan de celebrar una reunión concerniente al caso del Viajero. Los datos que conocían eran los siguientes:

A finales de 1992 nueve mujeres hispanas y afroamericanas desaparecieron en las inmediaciones de Denver, Colorado. Cuando la policía averiguó la dirección del sospechoso principal del caso, John Smith, éste había recogido sus cosas y se había esfumado sin dejar rastro.

Smith había limpiado su casa a conciencia, pero los técnicos forenses de la policía de Denver encontraron la huella parcial de una bota que encajaba con una huella de calzado hallada cerca del vehículo abandonado de una de las víctimas. Un cubo de basura vacío tratado con una sustancia, Luminol, reveló una pequeña muestra de sangre. El análisis dio como resultado dos muestras de ADN distintas.

La primera muestra encajaba con el perfil de una de las desaparecidas de Denver. El perfil de ADN se introdujo en el sistema CODIS.

La segunda muestra de sangre también se introdujo en el CODIS, pero la identidad de la persona no fue desvelada, ni a las fuerzas de la ley ni a los laboratorios forenses. La muestra pertenecía a Earl Slavick, miembro de la Mano del Señor, un grupo paramilitar que abogaba por la supremacía de la raza blanca y cuyo plan étnico incluía derrocar el gobierno de Estados Unidos.

Se creía que el grupo había participado en los atentados de Oklahoma, aunque nunca había podido demostrarse que existiera un vínculo entre ellos.

Slavick era, además, un importante informador del FBI.

Slavick había conseguido la libertad condicional en el caso del apaleamiento de una mujer hispana a cambio de proporcionar detallada información a los federales acerca de las actividades del grupo en sus aislados cuarteles de entrenamiento de las montañas de Arkansas, no muy lejos de la frontera con Oklahoma. Como miembro del grupo, Slavick había sido sometido a entrenamiento en el uso y fabricación de explosivos cuando, en 1990, intentó secuestrar a una mujer hispana a punta de pistola. Slavick se llevó a la mujer, Eva Ortiz, al bosque. Aprovechando una caída fortuita de Slavick, Ortiz consiguió huir.

La mujer no consiguió identificarlo en una rueda de reconocimiento. La policía local lo dejó en libertad.

Cuando la noticia del secuestro frustrado llegó por fin al FBI, Slavick se hallaba de camino a Colorado, ahora con el alias de John Smith, con el fin de iniciar su propio movimiento de limpieza étnica.

Dada la delicada naturaleza del caso se restringió el acceso a todos los archivos sobre Slavick. Tanto sus huellas como el perfil de ADN quedaron registrados en las bases de datos. Si se daba alguna coincidencia con otro caso, el FBI sería alertado del paradero de Slavick, mientras que el departamento de policía o el laboratorio forense encargado de esa investigación sólo vería el nombre en código que el FBI había asignado al caso: el Viajero.

La siguiente escala de Slavick después de Colorado fue Las Vegas. En un período de nueve meses desaparecieron doce mujeres y tres hombres. Se descubrió una huella que coincidía con la encontrada en Denver.

Cuando Slavick viajó a Atlanta, en 1998, se requirieron los servicios del agente especial Evan Manning para colaborar en la investigación de tres mujeres desaparecidas. Slavick, fingiendo ser empleado de una gasolinera, había atacado a Manning, que consiguió sobrevivir a duras penas. Como sus muchas víctimas, Slavick se esfumó.

La situación había sufrido un vuelco sustancial aquella mañana, a las ocho, cuando el CODIS identificó la sangre encontrada en casa de una adolescente desaparecida en Massachusetts con el perfil de ADN de Earl Slavick.

Ninguno de los presentes habló mientras despegaba el avión, con destino a la base aérea de Pease, en Portsmouth, New Hampshire. Desde allí, un helicóptero de asalto Black Hawk los trasladaría al puesto de mando con sede en Lewiston.

El comandante del equipo, Colin Cunney, se quitó los cascos. Se tomó unos minutos para revisar sus notas antes de dirigirse al grupo.

—Bien, chicos, escuchad con atención. Nuestro laboratorio ha identificado el mapa impreso que se encontró esta mañana como procedente de una página web dedicada al senderismo. Hemos tenido un golpe de suerte: hace dos semanas, un hombre residente en el número doce de Cedar Road, Lewiston, New Hampshire, accedió a la página. La Unidad de Resolución de Crisis ya está en el terreno. Han efectuado un barrido visual de la casa. Es nuestro hombre: Slavick.

—Esperemos que se esté quietecito esta vez —dijo Sammy DiBattista.

Risas nerviosas resonaron en la cabina.

—Un Black Hawk, cortesía de nuestros amigos de la base aérea de Pease, sobrevoló la zona hace una hora y consiguió tomar unas cuantas fotos de la casa —prosiguió Cunney—. Se trata de una zona de bosque denso, algo que podemos aprovechar. Consta de tres edificios: la casa, un garaje grande donde guarda varios vehículos (de momento han conseguido divisar al menos dos furgonetas), y un bunker. Toda la zona está rodeada de vallas cubiertas de alambre y equipada con cámaras de seguridad, alarmas de infrarrojos, en fin, la parafernalia habitual.

Cunney hizo una breve pausa para enfatizar el siguiente punto.

—Slavick pasó mucho tiempo en el campamento que el grupo la Mano del Señor tenía en Arkansas. No sólo es un tirador experto, sino que se le considera un especialista en explosivos. Todos sabéis que destruyó un hospital con una bomba de fertilizante, y que un dispositivo casero de explosivo plástico metido en un envío de FedEx se cargó parte del laboratorio de criminología de Boston. Nuestro hombre también mató a dos de nuestros agentes con una furgoneta llena de dinamita. Por tanto, debemos asumir que ha preparado alguna sorpresa en la casa.

»Cuando lleguemos será de noche. Inteligencia afirma que hay otras personas en la propiedad de Slavick, presumiblemente gamberros locales a los que ha alistado en su movimiento. Quiero un ataque rápido y contundente. No vamos a iniciar otro tiroteo, no si puedo evitarlo.

El fantasma de Waco[5] pasó por los semblantes de los presentes.

Cunney se dirigió a sus dos mejores tiradores: Sammy DiBattista y Jim Hagman.

—Sam, Haggy, no dispararéis hasta que yo os dé la orden, ¿comprendido?

Ambos asintieron. Cunney no estaba preocupado: los había visto actuar y conocía su capacidad.

—Ignoramos a cuántas mujeres tiene secuestradas Slavick —dijo Cunney—. Actuaremos con la premisa de que están vivas. El rescate de esas mujeres es nuestro objetivo primordial. Es una operación táctica. No habrá negociación.

»Una última cosa. Es una operación de carácter interno. No tenemos que preocuparnos de ninguna intervención de la policía local o de la ATF. Resolución de Crisis ha recabado toda la ayuda técnica y táctica que necesitemos. Es todo cuanto tengo que decir por el momento. ¿Alguna pregunta?

Sammy DiBattista formuló la pregunta que planeaba por la mente de todos.

—¿Qué hacemos si Slavick nos planta cara?

—Muy sencillo —respondió Colin Cunney—. Cargarnos a ese hijo de puta.