Capítulo 45

Darby sentía palpitar el lado derecho de la cara mientras ayudaba a Coop a trasladar a otro agente del SWAT herido hasta la camilla. El agente estaba inconsciente, pero respiraba.

Pisaban con cuidado sobre los escombros húmedos y avanzaban raudos entre la lluvia y el humo hacia el extremo de la calle donde los heridos yacían en el suelo. Docenas de ellos eran atendidos por el servicio de urgencias y por médicos del Hospital de Belham. Los muertos yacían bajo telas de plástico azul, aseguradas con piedras.

Darby dejó al agente en una camilla. Estaba a punto de salir de nuevo cuando distinguió a Evan Manning, arrodillado en el suelo; levantaba una de las sábanas azules para examinar la cara del fallecido. Ella se abrió paso entre el personal médico, entre sus órdenes dadas a pleno pulmón para que fueran oídas por encima del incesante aullido de las sirenas, del griterío y los sollozos.

Cogió a Evan del brazo.

—¿Has encontrado al Viajero?

—Aún no. —Parecía realmente sorprendido de verla—. ¿Qué te ha pasado en la cara?

—La onda expansiva me derribó.

—¿Qué?

—Aquí hay demasiado ruido. Ven.

Darby le llevó al otro lado de la calle, hacia la zona de árboles. Las frondosas ramas los protegían de la lluvia. Allí se podía disfrutar de cierta tranquilidad, aunque no demasiada.

—He intentado llamarte al móvil —dijo Evan, secándose la cara.

—Creo que se rompió con la caída. ¿Qué pasa con el Viajero?

—Todas las calles están bloqueadas, pero hasta el momento no le hemos encontrado.

—No podía andar muy lejos si hizo estallar la bomba, ¿no? Tenemos que asegurarnos de que los coches patrulla registran a todos los transeúntes. Aún podría estar por aquí, tal vez caminando ahora mismo.

—Lo estamos haciendo. Escucha, tengo que irme. Creo que tendré que ir a Boston. Esto no pinta bien.

—¿Qué pasa en Boston?

—Ha habido una explosión en el laboratorio. Aún no tengo todos los detalles.

De repente, Darby sintió la necesidad de sentarse. No había dónde hacerlo, así que se apoyó en un árbol y respiró hondo. El suelo le temblaba bajo los pies.

—Dos unidades móviles del departamento forense vendrán mañana a primera hora: una aquí, la otra para la explosión de Boston —dijo Evan—. Podemos seguir la investigación desde allí. Tengo que irme. Luego te llamo. ¿Dónde puedo encontrarte?

Ella anotó el número de teléfono de casa de su madre en el dorso de una tarjeta y se la dio.

—Se te está hinchando la cara —dijo Evan—. Deberías ponerte un poco de hielo.

Darby salió de la arboleda y observó a los heridos y a los muertos. Había cuatro cadáveres —no, cinco—, cubiertos por telas azules. Un enfermero extendía una tela azul sobre el cuerpo de otro agente del SWAT.

Desvió la mirada hacia el lugar donde había estado la furgoneta, ahora convertido en un humeante cráter negro. No se había encontrado el cuerpo del hombre que estaba en la furgoneta. Había pedazos de él entre los escombros. Tendrían suerte si algún día llegaban a identificarlo.

Un bombero soltó la manguera. Gritó algo inaudible y cuatro bomberos más se apresuraron a dirigirse hacia una mano ensangrentada que intentaba zafarse de los escombros.

«Podría haber sido yo —pensó Darby—. Si hubiera estado más cerca de la furgoneta, podría haber quedado atrapada, o haber muerto.»

Coop regresaba con otra camilla; en ésta transportaba a una chica joven. Los brazos le colgaban flácidos a ambos lados de la camilla, rozando el suelo, mientras sus ojos inertes contemplaban el oscuro cielo gris, y el agua barría el polvo y la sangre de su cara.