Sonó el móvil de Boyle. Era Richard. Boyle oía de fondo el ruido del tráfico. Richard llamaba desde una cabina. Siempre llamaba desde una cabina. Siempre andaba con mucho tiento.
—He estado pensando en Rachel —dijo Richard—. ¿Todavía conservas el Cok Commander de Slavick?
—Sí.
—Bien. Ahora escucha: quiero que lleves a Carol de regreso a Belham.
—No.
—Tenemos que librarnos de ella, Danny.
—No quiero.
—Vas a devolver a Carol a Belham.
—No.
—La llevarás al bosque y le pegarás un tiro en la nuca… Y asegúrate de que dejas el cuerpo bien visible. Quiero que la encuentren enseguida.
—Quiero mantenerla aquí —dijo Boyle.
—Después de matarla, quiero que dejes la sangre de Slavick por su ropa y debajo de sus uñas. La policía creerá que plantó cara a su asesino. Investigarán y descubrirán que la sangre pertenece a Slavick. Encajará con la sangre que dejaste en casa de Carol.
—Juguemos un poco con Carol. Ya sabes cómo se ponen las chicas cuando ven el sótano por primera vez.
—No podemos arriesgarnos. El sótano puede dejar demasiadas pruebas. No queremos que la policía encuentre nada que la relacione con Rachel.
—¿Qué vamos a hacer con ella?
—Aún le estoy dando vueltas.
—Está en el Mass General. Sé cuál es su habitación.
—Hablaremos de eso cuando llegue. Estaré ahí en un par de horas.
—Espera, tengo que contarte algo —dijo Boyle—. Es acerca de Victor Grady.
—¿Grady? ¿Qué pinta Grady ahora?
—¿Recuerdas los nombres de las tres chicas que me vieron con Samantha Kent?
—Sé que dos están muertas.
—Me refiero a la pelirroja, Darby McCormick.
Richard no contestó.
—Es la adolescente que se dejó la mochila en el bosque —dijo Boyle—. Tú entraste en su casa y ella te fracturó el brazo con el martillo…
—Sé quién es.
—¿Sabes que es investigadora forense del Laboratorio Criminalístico de Boston?
Richard no contestó.
—Está trabajando en el caso de Carol Cranmore —dijo Boyle.
—El caso Grady está cerrado.
—No me gusta la idea de que ande husmeando.
—Olvídate de Grady. Es un punto muerto. Prepara a Carol.
—Dejémosla aquí sólo por esta noche. Dame sólo una noche…
—Hazlo —dijo Richard, y colgó.
Boyle sólo necesitó un momento para organizarse.
Guardó el Colt Commander en la pistolera que llevaba bajo el chaleco. Dejó el silenciador y la munición en el bolsillo derecho del chaleco para tenerlos a mano. Tomó nota mental de hacerle un corte a Carol y recoger un poco de su sangre. Quería ponerla en casa de Slavick. Sería pan comido. Boyle disponía de un juego de llaves, tanto de la casa de Slavick como de su cobertizo.
Boyle estaba a punto de cerrar con llave el archivador cuando abrió el cajón y sacó la vieja máscara confeccionada con vendajes cosidos. Hacía años que no se la ponía. Sonriendo, Boyle se colocó la máscara en la cabeza y cogió la cuerda de la pared.