Capítulo 11

El Laboratorio de Serología es una sala ventilada, de forma rectangular, llena de estantes de losa negra que a menudo se conocen con el nombre de bancos. Los altos ventanales ofrecen una vista panorámica de verdes colinas, dos pistas de tenis idénticas y, justo debajo de éstas, un paseo de hormigón con mesas para picnic donde la gente iba a comer en los días de buen tiempo.

Leland Pratt, el director del laboratorio, estaba esperando a Darby en la puerta. Olía a champú y a colonia con aroma cítrico, que suponía un alivio después del atroz hedor a cadáver que seguía impregnando la nariz y la ropa de Darby.

—Ha salido en todos los noticiarios —dijo él, mientras la seguía al banco situado en la esquina trasera de la sala, donde Erin Walsh, la jefa de la unidad de ADN, tenía su lugar de trabajo—. ¿Quién está al cargo de la investigación?

—Mathew Banville.

—Entonces la chica está en buenas manos —dijo Leland—. ¿Qué hay de la Jane Doe[2] que encontrasteis debajo del porche?

—¿Eso también ha salido en las noticias?

—Han pasado un vídeo en el que apareces tú ayudándola a llegar a la ambulancia. No mencionaron su nombre.

—No sabemos quién es… No sabemos nada.

Darby entregó a Erin cuatro sobres marcados.

—Sangre de la puerta de la cocina. Muestras bucales de Jane Doe. Los dos últimos sobres contienen muestras de comparación: el cepillo de dientes de Carol Cranmore y su peine. Si me necesitas, estaré al otro lado del pasillo.

—Mantenme al día de cualquier novedad —dijo Leland.

—Siempre lo hago —replicó Darby, antes de salir de Serología.

Dejó el sobre que contenía la fibra color tostado en la sección de Rastros y luego fue a ayudar a Coop.

Como la camisa estaba biológicamente contaminada con sangre y otros fluidos corporales, Darby la guardó. Luego se puso una máscara, gafas de protección y guantes de neopreno.

El débil zumbido de la lluvia llenaba la sala, pequeña y oscura. La camisa había ido a parar a una campana de humos.

—Echa un vistazo a esto —dijo Coop, apartándose un poco del microscopio provisto de luz.

Había una astilla blanca con restos de sangre seca prendida de la tela. Darby separó la astilla con unas pinzas y la colocó debajo del microscopio.

—Parece una astilla pintada. Casi con toda probabilidad esta marca de aquí es óxido.

Coop asintió.

—La camiseta es un auténtico caos —dijo—. Vamos a pasarnos el día aquí sacando muestras.

Media hora después habían extraído dos astillas más. Por el interfono se oyó la voz de la secretaria.

—Darby, Mary Beth por la línea dos.

Darby cogió los sobres transparentes.

—Me acercaré a dejárselos a Pappy.

Mary Beth estaba sentada frente a su ordenador, trabajando con el teclado y con el ratón. Su cabello rubio era ahora de un oscuro color caoba.

En el monitor aparecía una huella de pisada negra. Darby pudo distinguir los surcos de las suelas y los cortes y muescas resultantes de pisar materiales como tacos, clavos y cristales. Todas estas marcas individuales, junto con las características de la suela, convertían la huella de una bota en algo tan único como las impresiones digitales.

—¿Cuándo te has teñido el pelo? —preguntó Darby mientras se sentaba.

—Ayer. Necesitaba un cambio.

—Esto no tendrá nada que ver con Coop, ¿no?

—¿Por qué me lo preguntas?

—Porque estabas comiendo con nosotros el día que proclamó su afición por las pelirrojas.

—Espera un momento. Ya casi he terminado.

Darby se inclinó hacia la pantalla.

—Coop sólo sale con mujeres incapaces de construir una frase de más de cuatro palabras. Es su lema.

Mary Beth señaló el monitor. En el interior de un círculo había líneas dibujadas que guardaban una gran semejanza con la cima de una montaña y, por debajo, algo que parecía la letra R.

—Éste es el sello del fabricante —dijo Mary Beth—. Algunas empresas estampan el nombre y el logo en las suelas del calzado que fabrican. Estoy casi segura de que éste es el logotipo de Calzados Ryzer.

—No me suenan.

—Pero sí habrás oído hablar de Ryzer Gear, Equipamiento Deportivo.

—¿Son los que fabrican esas chaquetas de invierno de precios astronómicos?

—Efectivamente —dijo Mary Beth—. En sus inicios, que si no me equivoco se remontan a los años cincuenta, Ryzer empezó fabricando botas militares. Luego pasaron a las botas de montaña, y se dedicaron exclusivamente a eso durante años. Se compraban por catálogo. Las botas presumían de ser de muy buena calidad y eran carísimas. En los ochenta una multinacional los absorbió, y Calzados Ryzer pasó a ser Ryzer Gear. Siguen produciendo botas de montaña, pero también venden artículos como anoraks, carteras y cinturones; incluso llegaron a sacar una línea infantil de ropa y complementos. Es una especie de Timberland para pijos de verdad.

—¿Cómo sabes todo esto? ¿Tienes acciones de la empresa?

—En mi adolescencia fui una abnegada excursionista. Mis padres me regalaron unas botas Ryzer por Navidad. Ahora las fabrican en serie y son una mierda, pero las originales… Si las cuidas bien, te duran toda la vida. Yo aún conservo las mías. Te juro que son las más cómodas que he tenido nunca. Por eso he reconocido el logotipo; es el antiguo. Las botas que estamos examinando ya no se fabrican.

—Veré qué puedo hacer para encontrarlas. Gracias, Mary Beth.

—Y te equivocas con Coop. Le gustan las mujeres listas. Como tú, por ejemplo.

—Sólo somos compañeros.

—Como prefieras —dijo Mary Beth—. Por cierto, una ducha no te iría mal. Y un par de pastillas para el aliento tampoco te harían ningún daño.